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UPyD no se limita a ser derechista ni a renovar el franquismo residual sino que ambiciona convocar al verdadero fascismo

La Caudilla

Fuentes: Rebelión

Resumen. El fascismo español había evolucionado desde el nacional-catolicismo a un vulgar franquismo hereditario. Entre otras razones, había tocado techo porque rechazaba los aliños seudo-progresistas, así fueran a título homeopático. En esta coyuntura, aprovechando las elecciones legislativas de marzo 2008, ha surgido un partido (UPyD) que no se limita a ser derechista ni tampoco a […]

Resumen. El fascismo español había evolucionado desde el nacional-catolicismo a un vulgar franquismo hereditario. Entre otras razones, había tocado techo porque rechazaba los aliños seudo-progresistas, así fueran a título homeopático. En esta coyuntura, aprovechando las elecciones legislativas de marzo 2008, ha surgido un partido (UPyD) que no se limita a ser derechista ni tampoco a renovar el franquismo residual sino que ambiciona convocar a un verdadero fascismo. Para ello, ha comenzado por seguir al pie de la letra los pasos constitutivos de los clásicos fascismos-nazismos de principios del siglo pasado, entre ellos y como excipiente teórico, la inclusión de personajes ex izquierdistas. Así lo exigía un calco tan meticuloso de los orígenes históricos de los fascismos (nacionalismo + demagogia + diletantismo) Sin este elitismo culto, el fascismo hubiera continuado reducido a los actuales grupúsculos neo-nazis de clara vocación derrotista. Una vez más, se demuestra que los intelectuales más cosmopolitas derivan fácilmente hacia el nacionalismo y el culto al Estado centralista.

Las elecciones legislativas del pasado 9-M han sido históricas. Históricas de verdad, no en el grado de los innumerables «partidos del siglo» sino realmente dignas de recuerdo. Para ser exactos, de mal recuerdo porque han supuesto el renacimiento del fascismo español con Rosa Díez como nueva Caudilla. Y, cuando digo fascismo, no me refiero a un populismo cualquiera ni tampoco a un derechismo remozado sino al fascismo puro y duro, ese que la Historia describe como un movimiento de masas irracionalizadas, miedosas, confusas, xenófobas y nacionalistas dirigidas por una élite de clase media que, según el día, exhibe o no un izquierdismo veleidoso con ínfulas de originalidad y de desprecio al sistema democrático-burgués.

A graves acusaciones, grandes explicaciones: hasta la fatídica fecha del 9-M, el fascismo español no existía propiamente porque estaba diluido en la extrema derecha y, las raras veces en las que molestaba en exhibir algún pedigrí ideológico, antes lo hacía disfrazado de neoliberalismo que de fascismo puro. Era un seudofascismo fantasmal directamente heredado del franquismo y, como corresponde a lo que se recibe en mayorazgo, holgazán para actualizarse, populachero y plagiario en sus lemas («campeones, oé»), chabacano en sus expresiones («Fulano es cojonudo/como Fulano, no hay ninguno»), perro guardián de su cuantiosa herencia, vengativo contra el que tenga Otra Memoria, siempre ejerciendo de esa víctima indefensa que no ve la viga en el ojo propio, cruel con el débil y servil con el Imperio USA. Una joya pero eso no es realmente fascismo sino conservadurismo ventajista.

Ese fascismo degenerado no tenía futuro. Había que nacerle de nuevo pero, ¿para qué inventarlo si bastaba con re-inventarlo? Rosa Díez (en adelante, RosaD) ha comenzado la tarea siguiendo a pies juntillas el guión que ya ensayaron los fascismos clásicos, los de principios del siglo XX. La Caudilla se preguntó: -«Si tan buen resultado les dio a Hitler y Mussolini para llegar al Poder, ¿qué necesidad tengo yo de arriesgar en novedades? ¿Que me acusan de falta de originalidad?: cambio de broche cada hora. ¿Qué me acusan de derechismo?: me busco unos intelectuales izquierdistas». Y con tan firmes principios, puso manos a la Obra.

Alguien la sopló que los fascismos clásicos habían nacido como escisiones de los partidos socialistas y que, en sus comienzos, siempre incluyeron una componenda izquierdista que les sirvió para pescar en el río revuelto del sadismo de masas con prurito de originalidad. De todas formas, no se fiaba RosaD porque recordaba que Mario Conde también se proclamó «contra el Sistema» y nadie le creyó. Pero, claro, Conde era un banquero advenedizo, un aficionaíllo a la política, mientras que Ella, la Caudilla, es una profesional que, además, puede exhibir sus orígenes proletarios.

Marcada por la lectura del manual «ABC del fascismo en la Historia», RosaD hizo un estudio sociológico de la España actual: «Vamos a ver con cuántos mimbres puedo contar. Tengo a los inmigrantes como enemigo interno a la carta; tengo una crisis económica en ciernes que ojalá sea grave; tengo una masa crédula y sádicamente infantiloide que todavía no ha abandonado los pañales franquistas y que está ansiosa por dar palizas y navajazos; tengo guerras contra el moro a las que apuntarme; tengo el comodín del terrorismo; tengo un Vargas Llosa que vale lo que Pound, Marinetti y Ramiro de Maeztu juntos y un Savater que es mi Heidegger de cabecera y un Álvaro Pombo que es el cruce pulcro entre mi Marichalar y mi Camilo J. Cela; y, sobre todo, tengo un enemigo autonómico que está pidiendo a gritos que le clave el pendón de Castilla como único remedio para que regrese a la España Nazional. Ni siquiera Mussolini tuvo tanto. Conclusión: a por ellos, oé, oé, oé».

Pero las coincidencias entre las trayectorias de RosaD y las de Mussolini, Hitler y el resto de la patulea genocida, son aún más turbadoras como veremos adelante. Esa turbación ha sido un catalizador principal a la hora de redactar estas notas. Otro ha sido la evidencia histórica de que, en Europa y no digamos en España, siempre puede surgir alguien que aglutine a los cosmopolitas chocantes y a los matones de barrio para llevarnos al matadero nazionalista. Pero quizá el empujón definitivo para extenderme sobre este agujero negro de la coyuntura española me lo dio la esperanza de que algunos (todavía) amigos, hoy alumbrados por RosaD, se den cuenta de que están incubando a la serpiente.

El partido UPyD: España, Una, Grande y Libre

En cuanto a UPyD, lo primero que nos dijo su nuevo partido fue que «no es de izquierdas ni de derechas» sino «progresista«. En su manifiesto fundacional (1º octubre 2007; mismos día y mes que el GRAPO), se asegura que «ni los actuales partidos de izquierda ni los de derechas tienen el monopolio del progresismo, aunque ambas tradiciones políticas han contribuido a él [por ello quieren aprovecharse de unos y otros pero] sin tener que cargar con sus prejuicios y resabios reaccionarios, que existen en los dos campos«.

La primera, en la frente: ¡qué original! Desde 1939 y no digamos desde 1975, raro fue el día en el que docenas de franquistas no nos juraron que ellos no eran de derechas ni de izquierdas. Pero es realmente inédito eso de que la derecha ha contribuido tanto como la izquierda a que el mundo progrese. Tampoco sabíamos hasta ahora que «abundan los multimillonarios estruendosamente izquierdistas«. Pero mire usté que, por algún malevo azar, pocos meses antes, Ciutadans-Ciudadanos había dicho exactamente lo mismo. ¿Quién plagia a quién?, evidentemente, los dos porque ambos plagian la insufrible cantinela de los franquistas-demócratas-de-toda-la-vida. Además, por si no estaba suficientemente clara su ideología, nos vino apadrinada por El Mundo y por TeleMadrid. ¿Se necesitan más pruebas para, como mínimo, encasillarla en la extrema derecha?

Su programa electoral tiene 111 páginas que se caracterizan infinitamente más por lo que NO dicen que por lo que proponen -un paralelo más con los seudoprogramas de la derecha-. Entre lo que no dicen, habría que destacar que su única inspiración real es el nazionalismo a ultranza. Por esta razón, en sus escritos, difícilmente encontrarán la palabra nacionalismo -salvo, huelga añadirlo, cuando se aplica a los entes periféricos-. Tanto es el cuidado que han puesto en evitarla que prefieren hablar de feudalismo antes que de autonomismo. En todo caso, para engatusar a la izquierda, sus tres propuestas estelares son:

a) en Educación, defender un «sistema educativo público, de calidad y laico». ¿Suprimirán entonces la educación privada, especialmente la impartida por los religiosos? No sabe, no contesta. En cuanto al laicismo en la escuela, no arbitra absolutamente ninguna medida para materializarlo. Aunque es cierto que en su Manifiesto le dedican todo un párrafo, el laicismo es un tema que aparece escrito rara vez -y del que todavía menos se habla en sus conciliábulos y mítines-. Más aún, cuando aparece escrito, es como pre-texto para extrapolarlo a cuestiones de identidad; así, llegan al disparate de proclamar que «quisiéramos un Estado también laico en materia identitaria, donde las instituciones no presionen ilícitamente a los ciudadanos para que se integren contra su voluntad en determinado modelo de identidad, supuestamente cultural o lingüística pero normalmente nacionalista«. Cree el ladrón que todos son de su condición: creen estos nazionalistas que los otros nazionalistas tienen como religión a sus respectivas patrias -chicas o grandes- lo cual podrá ser cierto para esas minorías que siempre habrá, en España y en Tartaria, pero es absolutamente falso si pensamos en las mayorías. Dios es dios porque no se le ve pero Euskadi es visible. Elevar su idea de la patria española a la categoría religiosa es justamente seguir el camino de los fascismos europeos de antaño. Todos sabemos que las patrias, como todas las comunidades, se forman mitad por voluntad de formarlas mitad por acumulación histórica. Pero este mecanismo tiene poco que ver con lo religioso -que es pura fé o voluntad excluyente-, a menos que violentemos la elasticidad de los vocablos.

En realidad, este laicismo de UPyD del que (wishful thinking) han hablado mucho más los comentaristas de izquierdas que la susodicha RosaD, es un sustituto episódico del paganismo larvado propio del nazismo hitleriano -un punto sobre el que volveremos-.

b) regenerar la democracia «para la gente cansada de tener que elegir entre una derecha y una izquierda sectarias y antiguas … y frente al nacionalismo obligatorio«. Mira que es viejo el término ‘regeneración’; harto estoy de esa imagen organicista. Por lo demás, para lograr esa dichosa regeneración lo que se proponen son medidas ramplonas, burocráticas y, en definitiva, desnatadas -por ejemplo: nada de listas abiertas, nada de voto continuo electrónico, medidas técnicas que nadie tildaría de incendiarias-. Menos cuando entran en detalles y encontramos que todas ellas se circunscriben a retroceder en el modelo autonómico. Item más, es curioso que, llegados a este punto crucial, se olviden de la cultura cuando todos sabemos que una cultura realmente democrática es el requisito indispensable para una mejora a largo plazo como, se supone, es su exaltada regeneración.

c) separación de poderes. Para compensar la vaguedad de todas sus demás propuestas, en este punto se abandonan al detalle de unas medidas descritas con tan abusiva prolijidad que me recuerdan inevitablemente a «la tercera parte de la parte contratante». A propósito del Poder Judicial, se explayan en tecnicismos exclusivos de los juristas pero, por ejemplo, olvidan que en otros países los jueces son elegidos por la ciudadanía -antes, el pueblo-, quizá porque sostienen que la socorrida idiosincrasia española impide estas alegrías. ¿Han imaginado siquiera que, en Francia sin ir más lejos, la Constitución prohíbe que el Ejecutivo felicite -no digamos regañe-, a los demás poderes? En fin, como siempre, para regenerar, regeneran poco y mal.

El resto de sus propuestas programáticas son tan nebulosas y tan rutinarias que no merecen comentario. En todo caso, conviene subrayar que, hasta la fecha, no han tocado los temas candentes sino que su mensaje se ha centrado en el autonomismo y el terrorismo desde el prisma del nazionalismo español puro y duro. Pero es evidente que RosaD guarda en la manga el acoso a los inmigrantes, el paro, la vivienda y la funesta ley de la gravedad. Cuando aúlle exigiendo «arrancar Gibraltar a esa hija de la Gran Bretaña», estará en su verdadera salsa. Esta vez, ha jugado sólo la carta de las clases medias politizadas; las clases bajas siempre irán después pero no por razones ideológicas -que también- sino por mero oportunismo electoral. Porque la Caudilla aspira a todo, incluyendo en ese todo que el PP la considere su salvadora -no es fantasía mía: Pedro Jeta ya la ha insinuado-. Un buen servicio ya le ha hecho (quitarle 300.000 votos al PSOE) y esa tarjeta de visita es sólo el comienzo de una buena amistad.

Sus siguientes cartas, esas que irán saliendo escalonadamente, serán guiños al esoterismo para fagocitar a grupúsculos como el Partido Humanista -tengo remotas esperanzas de que este paso le enajene el favor de alguno de sus filósofos de boudoir-, y coqueteos con el libertarianismo porque es ahí donde está el dinero. Poco importa que su desaforada alabanza del Estado no concuerde con ese «adelgazamiento del Estado» que pregonan los libertarianos como ala dura del neo-liberalismo que son en realidad. Encontrarán la manera de entenderse porque todos sabemos que los libertarianos son no menos estatistas que los fascistas. De hecho, su praxis económico-política sería impensable sin la existencia de un Estado fuerte. Con un Estado adelgazado, ¿cómo podrían efectuar sus compras y ventas alternas de la riqueza pública? Los libertarianos necesitan un Estado rico para privatizar hoy a precio de gallina flaca y para, mañana, nacionalizar a precio de pavo gordo. Con tal de que se mantenga el centralismo estatal -un detalle que poco afecta a estas transacciones pendulares-, no es plausible suponer que RosaD se enfrente a los tejemanejes libertarianos.

Por el contrario, RosaD siempre se mantendrá alejada de los neo-nazis. No sólo porque son unos aficionaíllos sino también por su delectación en el fracaso. Y, sobre todo, porque Ella no es neo: Ella es genuina, original, primigenia. Sin embargo, su acérrima defensa del Estado, hará difícil disfrazar su próximo idilio con esa novia que la espera desde niña -la extrema derecha esperanzada-.

Lo que sí ha hecho es guiñarles el ojo a los militares. Muy lógico pues todos sabemos que el genuino fascismo se apoya en las partidas de la porra -hoy, llamadas bandas paramilitares- y, éstas a su vez, en los milicos. Por ello, no me extrañó que su primera propuesta de campaña fuera elevar el presupuesto de Defensa. Menos aún me extrañó la razón aducida: que los soldados estaban mal pagados. Poco importa que un avioncito oxidado cueste más que la nómina de todos los mercenarios del mundo; la demagogia siempre ha consistido en encubrir lo elitista bajo la máscara de lo popular.

Originalidad

Un partido creado por y para una política profesional que comienza su campaña electoral con una pegada pública de carteles, que hace mítines, que esconde su financiación y que anuncia su ‘victoria’ en un hotel madrileño de cinco estrellas: ¿qué tiene todo eso de moderno y de original?

«Unión, Progreso y Democracia» (UPyD): ¿cuántas veces aparecen estas palabras en los nombres de los habituales partidos políticos de todo el mundo? Tantas que raro será encontrar alguno que no las incluya. Ahora bien, desde la perspectiva española, UPD es igual que UCD, el antecesor del actual PP. Sin embargo, las ambiciones de la caudilla van mucho más allá porque, en realidad, UPyD debe traducirse por «Una, Grande y Libre» (UGyL), sí, el remoquete con el que los franquistas definían a su España. Por ello, ustedes sabrán perdonarme si, por las prisas, a veces sustituyo UPyD por UGyL -esa maldita «y» debe ser la culpable-.

Ni siquiera es original la figura de RosaD porque ególatras los ha habido siempre. No sólo se le adelantó M. Conde sino muchos otros; por ejemplo, UGL es el partido que le hubiera gustado fundar a F. Sánchez Dragó… si su proverbial tacañería no le imposibilitara para cualquier empresa que suponga arriesgar un euro y medio.

UGL no es original ni siquiera es moderna ni tampoco posmoderna: es de hace un siglo. Pese a todo ello, esta cacareada originalidad la ha ganado la admiración de una masa hortera ansiosa de ideología enlatada -a ser posible, con sangre- y de un puñado de doctos acomodados que confunden lo raro con lo singular. En resumen, para presumir de original, RosaD lo es muy poco.

Las tres patas del fascismo vulgar

La divisa del nazismo era «Un pueblo, un Imperio, un Jefe» (Ein Volk, Ein Reich, Ein Führer). Traducida al caudillismo de RosaD, quiere decir:

Un pueblo (Ein Volk): el español, mil veces español, sin mezcla alguna. Un Imperio (Ein Reich) en el que, gracias a Telefónica, nunca se pondrá el sol y que, merced a los Tercios de su compadre A. Pérez-Reverte, reconquistará la Europa hereje, aplastará a segadors, gudaris y hasta guanches, expulsará al otro enemigo interno -repito, los inmigrantes-, y degollará a los infieles con la espada incorrupta del caballo Sant Yago.

La caudilla. (Ein Führer) Es aquí donde las similitudes entre RosaD y los nombres malditos alcanzan su mayor coincidencia. Veamos: Hitler fue hijo de un aduanero y Mussolini, hijo de un herrero socialista. El austríaco fue cabo y pintor callejero y el italiano, maestro de escuela y desertor. Muy jóvenes, se afiliaron al Partido Obrero Alemán y al Partido Socialista, respectivamente. Por su parte, ¿quién es RosaD?: hija de un obrero socialista conmutado de pena de muerte, RosaD entró de funcionaria en el Estado como ínfima administrativa para, una vez conseguida la plaza vitalicia, prosperar en el PSOE donde muy pronto llegó a Consejera de Comercio -no escogió Cultura, no-, de un gobierno vasco presidido por el peneuvista Ardanza. Para que ahora se queje de las autonomías y de los pactos con los nacionalistas.

Tras la capitalización que implica regir durante siete años el potente comercio vasco escaló puestos más altos hasta llegar a disputar la Secretaría del PSOE en el año 2000; quedó cuarta y última, con un 6% de votos. Aparentemente, se curó la amargura de esa derrota gozando durante ocho años de las canonjías de ser eurodiputada. Pero algún resquemor le debió quedar puesto que, durante sus últimos años en Bruselas, se dedicó a sabotear la política de su propio partido -pero, ojo, sin renunciar al sueldo-. Para que ahora la jaleen sus acólitos como todo un arquetipo de la política con «ética intachable».

Finalmente, al igual que Hitler transformó su Partido Obrero en un partido Nacional-Socialista y Mussolini desertó del socialismo para crear su Partido Nacional Fascista, RosaD creó UGL a su imagen y semejanza. Pero, en lugar de camisas pardas o negras, escogió las camisas rosas o magentas -aviso a los ecologistas: en cromatografía, el magenta es un color que absorbe el verde-.

Hija de la Era Pre-Cibernética, RosaD se define como «una lectora compulsiva». Y cita entre sus autores preferidos a «Celaya, Benedetti y Kipling»: izquierda moderna y derecha ancestral, ¿lo mejor de ambos mundos? Es de suponer que, de Kipling, la gustará especialmente el archifamoso poema If [If you can keep your head when all about you/Are losing theirs and blaming it on you… = Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila/Cuando todo a tu lado es cabeza perdida…], qué casualidad, el poema preferido de José Antonio Primo de Rivera. En su autorretrato cultural, a RosaD sólo le han faltado E. Jünger y, para relajarse, Tintin-Hergé. Y, en música, citar a los goliardescos Carmina Burana, obviamente según los arreglos de Orff (1937) y, quizá, olvidando algunos versos [Meum est propositum/in taberna mori… = He decidido vivir en la taberna…] Por cierto, una de las músicas preferidas por Hitler. Tampoco me olvido de que su filósofo preferido debería ser Mircea Eliade -le gustará eso del mitológico Axis Mundi, vulgo el Eje como centro del mundo-. Eliade la conviene, señora caudilla; vende bien.

Pero, poemas y filosofías aparte, son muchos más los parecidos entre José Antonio y RosaD. El señorito andaluz, hijo de un dictador militar, se vestía con la camisa azul del proletariado, escogió el rojo-y-negro anarquista como sus colores corporativos, discurseaba sobre la «revolución social» y fantaseaba con la nacionalización de la banca. «¡Falange con los obreros/Policía con los banqueros!», gritaban hasta hace poco sus acólitos, todos ellos pijos o aspirantes a serlo. RosaD todavía no llega a tanto radicalismo pero todo se andará. Para empezar, se queja con la boca pequeña de que la banca no la quiere; pero, entonces, ¿de dónde ha sacado los millones que ha debido costar su campaña? Por favor, somos muy mayores: no nos responda que sólo ha gastado 250.000 euros que provenían de las aportaciones de sus simpatizantes.

Y, también por favor, no nos explique que no se ha aliado con sus gemelos Ciutadans porque padecen veleidades periféricas -incluso se rumorea que hablan catalán en la intimidad-. Caudilla: usted no los quiere porque no soporta que nadie le haga sombra. Porque se ha cortado un partido a su medida, como un traje más -aunque con menos colorines-. Ni siquiera de broches quiere a sus hermanos catalanes -y mira que gasta en broches- porque lo suyo es una ambición estatal.

Lo que todavía le falta a RosaD es envolver en retórica de salón algunas de sus abundantísimas contradicciones y vaguedades. Le sugiero el modelo joseantoniano: las paradojas estilo «Amamos a España porque no nos gusta» o, mejor aún, insinuaciones antiautoritarias como el «Vale quien sirve» -fonéticamente, tan parecido al «mandar obedeciendo» de los zapatistas-. Y, para colorear esta estampa lírica, un consejo gratuito para sus poetas de guardia: señores, subsanen esta carencia. Es muy fácil: si no les gusta Ortega y Gasset porque les parece demasiado polanquiano, recurran a las «Mil mejores poesías de la lengua castellana».

A cambio de ese consejo, pido a RosaD que me saque de una angustiosa duda: en los meses venideros, ¿bailará con Rouco o se quedará sentada cuando el cardenal le saque a bailar? Lo pregunto porque un partido naciente debe dejar claro hasta dónde llega su pretendido «laicismo» -por ahora, limitado a la enseñanza íntima como decíamos antes-. Se lo pregunto un tanto retóricamente porque yo la veo en misa, aunque no en misa de doce para que todo el mundo admire su último modelito sino practicando un catolicismo también en la intimidad -y, por ende, un tantico herético-. No olvidemos que el nacional-catolicismo es la marca de fábrica del genuino fascismo español; lástima que muchos se le hayan adelantado en las sacristías.

Dicho de otra forma: aunque todos sepamos que el país es pagano de corazón, no me parece Usted tan audaz como Ramiro Ledesma Ramos -uno de los pocos falangistas europeos, es decir, paganos como lo era Hitler-. Puestos en la II Guerra Mundial, la veo más bien en la onda de Jozef Tizo, el hitleriano cura populista eslovaco o en la de los franciscanos croatas que dirigieron el campo de exterminio de Jasenovac. En todo caso, si me olvido de su nombre, para cubrir todas las opciones la llamaré Rosa Antonia Díez de Rivera y Ledesma de Eliade.

* Euclides Perdomo

12 Marzo 2008 (tres días antes de los idus de marzo)