Nada nuevo de hecho bajo las sombras que abonan incansablemente. La CEOE, la gran patronal española y V de Alemania ha vuelto a entonar el «Cara a la servidumbre» de siempre. Sus conocidas y repetidas notas: El recorte presupuestario del Gobierno Rajoy, el último hachazo social (y los de sus gobiernos amigos como el de […]
Nada nuevo de hecho bajo las sombras que abonan incansablemente. La CEOE, la gran patronal española y V de Alemania ha vuelto a entonar el «Cara a la servidumbre» de siempre. Sus conocidas y repetidas notas:
El recorte presupuestario del Gobierno Rajoy, el último hachazo social (y los de sus gobiernos amigos como el de Atur Mas-Eurovegas), se ha quedado corto. No es suficiente. Hubiera sido deseable un mayor peso del ajuste por el lado del gasto, han señalado, «ya que el binomio impuestos reducción de gastos es demasiado proporcional» [1]. Es decir, ¡más madera, más palo, más leña al mono proletario!
Sus vindicaciones, claras pero en absoluto distintas: el gobierno debería elaborar un plan detallado para reducir trabajadores del sector público. ¡A la p. calle! ¡»Que les den», clamó su colega ultramontana cuando soltó su lengua!
La subida de impuestos, aunque sea transitoria matizan, «no puede ponernos a niveles de esfuerzo fiscal máximo en Europa». ¿Esfuerzo fiscal máximo? ¿Digo bien? Sí. Argumentan que el impuesto de sociedades del 30% es el séptimo más alto de Europa. Nada dicen, claro está, de que tras deducciones y bonificaciones varias, el tipo efectivo en estos últimos años en España ha sido menor del 10%, uno de los más bajos de Europa por no decir el más bajo.
No se quedan en esto, desde luego, el mando en plaza tiene esta consecuencia: uno no se corta ni un pelo. Reclaman, además, una mayor participación del sector privado en los servicios públicos. Aseguran, con el aplomo que da ser clase dominante, dominadora, despótica y hegemónica, el país es suyo piensan, que de este modo se lograrán «mayores ganancias de eficiencia y calidad con menores costes en la prestación de dichos servicios». ¿Mayor eficiencia en el sector privado? ¿Mayor calidad? ¿De qué calidad hablan? ¿Y a costa de qué esos supuestos menores costes?
Lo dijo a las claras en conseller de Economía catalán, don Andreu Mas-Colell, una lumbrera intelectual, un antiguo dirigente universitario del PSUC devenido en reconocido catedrático neoliberal fundamentalista (la vida da muchas sorpresas), cuando habló -¡inaugurando el curso académico!- en el Círculo de Economía ante un nutrido colectivo de empresarios catalanes codiciosos en septiembre de 2011: lo público está en crisis; así que no sean estúpidos: ¡aprovéchenlo!
En eso están, en eso siguen. Hasta que se lo permitamos.
Pero no sólo es eso: el hormigón, la caradura más inenarrable, el insulto sin disimulo, la infamia más abyecta, acompañan las intervenciones públicas del «glorioso empresariado español» cuando creen que la ocasión lo requiere. A ellos, ni siquiera su ministro de Economía, les tose. No les importa un higo, por supuesto, la situación de millones de ciudadanos y ciudadanas desfavorecidos y desesperados. ¡Que les den! Son carne de cañón. Su alma, nuestra alma, piensan, está hecha de mierda.
Antoni Brufau es presidente de Repsol y uno de los grandes nombres de la burguesía catalana. Antes de su presidencia petrolera, fue vicepresidente o similar de La Caixa, accionista destacada de la multinacional.
En una reunión en Lleida con el comité ejecutivo del consorcio Globallleida que él mismo preside, don Antoni [o Antonio, si la situación lo requiere] Brufau hizo la declaración de principios: «el sueldo no es lo más importante». ¡Vale tío, no lo es! En estas mismas declaraciones de 18 de julio -excelente día para ello- justificó su astronómico «sueldo» -7,6 millones de euros en 2011 [2], en 2010 fue aún mayor, 9 millones o más si mi memoria ha acuñado bien el dato-, así como el del resto de directivos de las empresas con paraísos fiscales del Ibex 35.
¿Por qué, cómo justificó el «sueldazo»? Por su alta fiscalidad, del 56% (habría que ver, claro está, el tipo efectivo que pagó don Antoni. ¡Ya verían!). Con esos ingresos, prosiguió, «las arcas públicas tienen que estar más que contentas». Así, tal cual, ¡sin variar una letra! De qué se quedan estos estúpidos debió pensar don Antoni, un catalán que creo que no aboga por la independencia.
El presidente repsolista ha recordado además que la tasa fiscal española -sobre todo, la que se paga en Cataluña ha matizado- es la más alta de Europa y sólo es superada por la que se paga en Suecia. ¡Como acaban de leer! Sin inmutarse, sin enrojecer un segundo. ¿Cuántos hay datos hay en su contra? ¿Centenares? ¿Millares?
Acabó, eso sí, don Antoni con el lema de siempre (es que lo tiene muy interiorizado): no es bueno hacer demagogia, no es bueno crear alarma social. Nada de eso por supuesto. Son la generación ni-ni-be-mbe: ni demagogia ni alarma social, beneficios, muchos beneficios.
¿Como el cemento? Efectivamente, como el cemento. Tienen mando en plaza… Pero por ahora. Y no van a pasar, como ha recordado Sabino Cuadra.
Notas:
[1] M. V. Gómez,»La patronal CEOE reclama más recortes en la función pública». El País, 19 de julio de 2012, p. 26.
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