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Entrevista a José Herrera Plaza sobre Accidente nuclear en Palomares. Consecuencias (1966-2016)

«La ciencia precisa imparcialidad y honestidad absoluta»

Fuentes: Rebelión

Estábamos en el capítulo VI, «El proyecto Indalo», en el seguimiento radiológico de la tropa norteamericana. Hemos hablado ya de ello. ¿Quieres añadir algo más?   JH.- Recordar que aparecieron 1.586 análisis positivos de plutonio en su tropa, de los cuales 416 presentaban niveles significativos y 26 muy altos. Al igual que con los palomareños en […]

Estábamos en el capítulo VI, «El proyecto Indalo», en el seguimiento radiológico de la tropa norteamericana. Hemos hablado ya de ello. ¿Quieres añadir algo más?  

JH.- Recordar que aparecieron 1.586 análisis positivos de plutonio en su tropa, de los cuales 416 presentaban niveles significativos y 26 muy altos. Al igual que con los palomareños en los primeros meses, todos los resultados positivos fueron invalidados y se volvieron a analizar. Los nuevos resultados arrojaron 1.586 errores por exceso; casualmente ninguno por defecto. El reportaje de investigación del New York Times en junio pasado sobre los veteranos de la USAF que estuvieron en Palomares, en la que se mostraban un alto porcentaje de cánceres en los individuos contactados, sirvió para que la sombra de la sospecha sobre sus causas se incrementara, por mucho que hayan manipulado los datos.

Me sitúo ahora en el apartado «Balance y conclusiones». Afirmas que el Proyecto Indalo ha sido uno de los programas de investigación (la expresión recuerda a Lakatos) más dilatados de la ciencia española. ¿Cuál ha sido la inversión global en este programa? ¿Se puede hablar en términos de programa de investigación científico propiamente?

JH.- El Proyecto nació con pretensiones científicas para ahondar en el conocimiento de una sustancia – plutonio – que había sido descubierta 26 años antes. El campo de estudio era el ideal: mil personas, campos de cultivo, eriales con flora silvestre de zonas áridas, algo de ganado caprino, ovino y vacuno. Pero cuestiones de tipo político, administrativo y la prematura muerte del Dr. Langham, probablemente influyeron en su errático camino. La Ciencia, además, precisa imparcialidad, honestidad absoluta y estricto sometimiento a la evidencia de los resultados, algo incompatible con el ámbito militar o político donde se desarrolló. La única auditoría realizada en 1985 por un equipo multidisciplinar, el Centre d’Análisis i Programes Sanitaris, fue demoledor: falta de sistemática y metodología, con rechazo de resultados analíticos positivos y enmascaramiento de otros, lo que generó la duda de una actitud cómplice de ocultación de lo que dejaron los norteamericanos. Con el relevo generacional, a partir de los 90, las directrices fueron cambiando. Lo más escandaloso que he visto son las peligrosas resuspensiones en los primeros años de polvo contaminado con fuertes vientos, que superaron ampliamente los límites legales. Se manipularon esos picos de aerosoles con la técnica de diluirlas en las medias anuales cuando, con las calmas, el aire está perfectamente limpio. Un único aerosol inhalado puede ocasionar contaminación interna, como sucedió el día del accidente.

Respecto a la duración, el Proyecto, se prolongó durante 43 años. Aún existe un control radiológico de las personas y medioambiente por parte española, por lo que no podemos considerarlo finiquitado. El coste total estimado es de 62 millones de € hasta 2009 . Una tercera parte de esta cifra hubiese bastado, e incluso sobrado, para haber descontaminado modélicamente toda la zona en 1966.  

Ha servido, y mucho, para profundizar en el comportamiento de los isótopos del plutonio tanto en las personas como en el medio ambiente. ¿Qué hemos aprendido de nuevo? ¿Qué sabemos ahora que antes no supiéramos?

JH.- La investigación del plutonio hasta el accidente se había centrado mayoritariamente en sus fines militares. En Palomares se ha podido conocer su comportamiento en el medioambiente y cultivos. Se sabía que era insoluble en agua, por lo que la transferencia a la agricultura era despreciable, pero con el tiempo interacciona con los fertilizantes y abonos (nitratos, fosfatos) y la solubilidad aumenta. Se ha podido estudiar su interacción con otros minerales del suelo (carbonatos, silicatos, etc) formando un conjunto muy activo radiológicamente llamado » partículas calientes » . También su migración horizontal y vertical en suelos, de origen climática o antrópica; la tendencia bioacumuladora de algunos organismos (caracoles). Los estudios de granulometría se han centrado en la fragmentación con el tiempo y mayor facilidad para resuspensión e inhalación en la fracción respirable (1-10 micras). Se ha estudiado en dos tesis doctorales su distribución marina en las zonas marinas aledañas y la influencia de las corrientes (plataforma continental y abisal). Se han realizado numerosas estimaciones de dosis de radiación total recibida por la población y los trabajadores agrícolas. Esto es solo una muestra, sin contar con los estudios sobre el americio 241.  

Hablas de un nutrido conjunto de publicaciones científicas relacionadas con multitud de disciplinas. ¿Con cuáles por ejemplo? ¿Podrías destacar algunos de esos trabajos?

JH.- Estudios en publicaciones científicas, con su filtro de comité de expertos, no hubo muchas en las primeras décadas. Donde más presencia hubo fue en simposios y congresos especializados, además de 6 tesis doctorales españolas y una norteamericana. La publicación más prestigiosa fue en Health Physics (1987). Algunos otros trabajos aparecieron en Radiochimica Acta (1991), Journal of Aerosol Science (1994), Journal of Environmental Radioactivity (1995, 97 y 2006), Radioprotection (2005), Environmental Pollution (2006-07), Science of Total Environmental (2007), etc . También se han publicado algunos trabajos en revistas corporativas, como Radioprotección o Revista Nuclear España.

Te pido una aclaración, un comentario de texto. Te cito: «Todo este nuevo avance científico ha servido para diseñar las estrategias de remediación de otros lugares contaminados, como en la fábrica de cabezas esféricas de plutonio para bombas termonucleares de Rocky Flats».

JH.- Al parecer, las experiencias adquiridas en Palomares han servido e nmayor o menos medida para la descontaminación de otros lugares, como el lugar de pruebas de Nevada, Rocky Flats, Chernobil, Fukushima. Lo aprendido en otros lugares también ha servido en el siglo XXI para el inventario radiológico del PIEM-VR y propuestas actuales de rehabilitación en Palomares.

 

 Aprender al máximo de los errores, esa parecía ser su máxima. Bill Barton (Sandia Co.) de pie, con los brazos en jarras, mira el análisis de un impacto por el experto en armamento nuclear, Doug Evans (Lab. Los Álamos). (Foto: B. Barton).

Hablas de la pericia negociadora norteamericana y lo que describes suena a todo menos a honestidad científica. Probaron, aunque vanamente, puentear a los de la JEN afirmas. ¿Nos tomaron como una semicolonia entonces?

JH.- Como a un país satélite, con una dictadura de corte fascista, antiguamente alineados con la Alemania nazi. Pero los condicionantes de la Guerra Fría y nuestra privilegiada posición geoestratégica les obligaba a relacionarse con Franco, aunque lo hicieran con una actitud displicente y tapándose la nariz. Respecto a honestidad científica, ya hemos hablado anteriormente que no existe mientras sean organismos militares o dependientes directos de los políticos (organismos reguladores), sometidos a otra prelación de intereses.

Vuelvo a citarte: con ello, con un par de semanas más de trabajo de descontaminación, «se hubiese evitado la diseminación de esos 15.800 m³ en los actuales 50.000 que precisan descontaminación casi 50 años más tarde». ¿Fueron entonces, además de lo que quieras añadir, muy pero que muy estúpidos?

JH.- Tras el análisis de la evidencia primaria, no creo para nada en su estupidez, sí en su aguda sagacidad. Sabían lo que hacían y porqué. Por un lado se ahorraban un considerable coste y esfuerzo de limpieza, con un personal auxiliar nada preparado y el riesgo añadido de no disponer de equipos de protección individuales adecuados y suficientes. Por otro lado se precisaba un lugar habitado contaminado de plutonio con distintos escenarios para su estudio a largo plazo.

Hablas muy bien de la JEN y del doctor Ramos. ¿Incluso en tiempos del fascismo español?

JH.- Al Dr. Eduardo Ramos lo he conocido a través de sus obras, publicaciones y testimonios de quienes trabajaron con él. Todo es coincidente. Incluso cuando abandona la dirección del Proyecto Indalo para sustituirlo Emilio Iranzo, el homólogo norteamericano, Chester Richmond, muestra su pesar por la pérdida. Hemos de recordar que además de científico era militar. Cuando vinieron las órdenes de arriba de ceder a las pretensiones norteamericanas, no hubo réplica y, al igual que el resto, silencio. Pero hasta ese momento, él luchó por una descontaminación completa.

Señalas que de las 856 certificaciones de descontaminación de parcelas agrícolas, lo ocurrido en 190.000 m² -¡19 hectáreas nada menos!- no se corresponde con la realidad. ¿Por qué? ¿Qué pasa en esas 19 Ha?

JH.- En realidad es una estimación muy a la baja, porque el compromiso firmado de llevarse las tierras con niveles iguales o superiores a 462 µgr/m2 casi alcanzaba las 30 hectáreas frente a las 2,22 declaradas del informe oficial. No todas estaban en cultivo entonces, ni tampoco muchos de los 856 certificados se correspondían con la realidad. Lo sucedido en esas 19 h., con sus respectivas parcelas, se centra en la «despensa» del pueblo; la fértil vega de terraza aluvial del río Almanzora. Les dejaron unos niveles por encima de lo pactado con la única remediación del arado profundo. En los siguientes años, al volver a arar las tierras, se generaron unos significativos aerosoles de plutonio que puso en riesgo la salud de los habitantes.  

¿Por qué llama la atención, como señalas, el extremo secretismo con el que ha sido llevado el Proyecto durante cuatro décadas nada menos?

JH.- A primera vista resulta incomprensible para mí y para todo aquel que ha estudiado el suceso, como he podido comprobar con Barbara Moran o Rafael Moreno. Si buceamos en la evidencia documental, los móviles que han inspirado tal cerrazón coincide con el rol cómplice del Gobierno español con el norteamericano. Hasta aquí es fácil comprender. 

La muerte del dictador, la llegada de nuestra democracia, ¿alteró la situación?. Ya sé que la respuesta es negativa: ¿cómo explicarlo entonces?

JH.- Mucho más difícil de entender resulta esta política connivente de silencio y encubrimiento a partir del advenimiento de la democracia y la toma del poder por opciones políticas supuestamente progresistas, o cuanto menos, democráticas. También existen otros factores que han ayudado, como la inercia ideológica funcionarial, el secreto deseo de numerosos neofranquistas del PP en defender la dictadura tapando sus vergüenzas, la defensa de la opción nuclear, asediada por los movimientos sociales opuestos y el corporativismo. Muchos de los funcionarios en la JEN-CIEMAT tienden a no cuestionar nunca, oficialmente claro, las malas praxis de sus compañeros, e incluso parecen defender lo indefendible: la descontaminación parcial de Palomares.  

¿Qué experiencias con terrenos contaminados se realizaron nada menos que en laboratorio de Los Álamos?

JH.- En una de las entrevistas anteriores, concretamente la del 21/09 pasado ( http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216957 ), incluía la foto con el científico Eric Fowler mostrando a Iranzo las experiencias que estaban realizando en Los Álamos con dos bidones de los 4.810 de material contaminado que se llevaron a los EEUU. Allí los utilizaron para dejar crecer aleatoriamente las semillas de flora autóctona y posiblemente realizar análisis de solubilidad y transferencia sistémica vegetal de los actínidos, interacción edafológica, etc.  

Te cito de nuevo: «Habría que esperar todavía 40 años para que se adoptaran las medidas legales y humanitarias de radioprotección con la restricción total del uso y vallado de las áreas más contaminadas». ¡Pero cómo es eso posible! ¡En qué manos estamos!

JH.- Pues en las mismas que han permitido el almacenamiento de miles de toneladas de fosfoyesos radiactivos junto a una capital como Huelva, siendo una de las provincias con mayor tasa de cáncer de vejiga; las mismas que permiten el vertido a la atmósfera de toneladas de la peligrosas dioxinas y furanos con las incineradoras de basuras. En una de las zonas con más densidad de población como es Cataluña, ostenta el récord de 5. Las mismas que almacenaron ilegalmente residuos radiactivos en minas en La Haba (Badajoz); las que permitieron que una parte de los cultivos contaminados en el accidente nuclear en la JEN de 1970 llegaran a los mercados y por supuesto, las mismas que durante décadas han mantenido que Palomares se había descontaminado correctamente. Además de los políticos, alguna de estas personas ha sido el máximo responsable de la radioprotección en nuestro país, fundador y alto directivo de la Sociedad Española de Protección Radiológica.

Tampoco dejas muy bien al CIEMAT: negación de informes, engaños posteriores,… ¿cómo se explica esta actitud? Te cito también: «Ni las libertades civiles y los derechos de los ciudadanos recogidos en nuestra Carta Magna desde 1978, ni las reglamentaciones internacionales, ni las movilizaciones en Palomares y Villaricos; nada hizo doblegar mínimamente al CIEMAT, excepto el rechazo generalizado a nuevos análisis». El principal objetivo del P.I, afirmas, parecía ser la experimentación con personas. ¿Así, tal cual? «Conejillos de Indias» creo que es la expresión usada por Antonia Flores.

JH.- Hace 20 años, antes de tener acceso a la documentación primaria que nos ha permitido confirmar nuestras sospechas, asistimos al pulso entre los vecinos de Palomares y la JEN, para que se les entregaran sus informes clínicos con los resultados de los análisis radiológicos. Un derecho tan básico y en plena democracia (1985) era negado públicamente con impunidad. Tras 22 meses de vindicación, lo único que sirvió como instrumento de lucha fue cuando los vecinos se negaron a ir a los reconocimientos. Esto nos dejó atónitos y nos hizo albergar sospechas de las razones principales del Proyecto Indalo. Hasta bien entrado el siglo XXI no fue posible confirmar tal hipótesis en varias fuentes coincidentes.  

En tu opinión, ¿los habitantes de la zona se movilizaron, se organizaron suficientemente?

JH.- En 50 años ha habido dos movilizaciones. La primera se llevó a cabo a partir de marzo de 1966, con el hito de la manifestación en la primera efemérides y detención de la Duquesa de Medinasidonia. La segunda se produce al albor del 20º aniversario. La primera tuvo un pobre resultado y mucha represión. En la segunda se alcanzaron parcialmente los objetivos, con un significativo incremento de la estigmatización por el ruido mediático. Casi todos los analistas coinciden en la culpabilidad compartida de los afectados con su excesiva mansedumbre y silencio; el silencio de los corderos. Una actitud tácitamente impuesta por las fuerzas vivas de la barriada. Unos pocos que son los propietarios de los medios de producción que dan empleo a la mayoría. Los mismos que imponen con su poder un estado de opinión y presionan exitosamente a las autoridades municipales. De los señores feudales se pasó al caciquismo del siglo XIX y mediados del XX. Ahora en democracia, ¿cómo denominar tal estado?. «Cambiar todo para que nada cambie». El aforismo en paradoja de Lampedusa en «El Gatopardo» de Visconti parece condenarnos al peor determinismo.  

Te pregunto en la próxima por las implicaciones bioéticas del proyecto si te parece.

JH.- De acuerdo.

José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en el Centro Andaluz de Fotografía «Operación Flecha Rota. Accidente nuclear en Palomares». Posteriormente dirigió el largometraje documental homónimo (2007).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.