Ana ronda los cuarenta. En unas semanas viaja con su madre. Hace tiempo que se lo había prometido. Para ella es su primer desplazamiento largo, transoceánico. Vuelan a República Dominicana. Antes de partir, en casa, una tarde, Ana abre un atlas, localiza el mapamundi, y con el dedo recorre los miles de kilómetros que separan […]
Ana ronda los cuarenta. En unas semanas viaja con su madre. Hace tiempo que se lo había prometido. Para ella es su primer desplazamiento largo, transoceánico. Vuelan a República Dominicana. Antes de partir, en casa, una tarde, Ana abre un atlas, localiza el mapamundi, y con el dedo recorre los miles de kilómetros que separan Bilbao de la isla caribeña. Su madre, muy atenta, boquiabierta, piensa y razona: «Ahora entiendo porque viajan tanto los jóvenes. Hay tantos sitios a los que ir, tanto que ver».
Las vueltas que da la vida. Antes, el pueblo se nos quedaba grande. Ahora, la Tierra, chiquita. El turismo puede considerarse hoy la primera industria del planeta. Un negocio boyante. En 2007, tuvo 898 millones de llegadas internacionales, un 6,2% más que el año anterior. Un negocio en auge. Según la Organización Mundial de Turismo (OMT), en 2010, 1.000 millones de turistas visitarán un país extranjero y, en 2020, serán alrededor de 1.600 millones, casi el doble que ahora.
«Los viajes y las vacaciones se han convertido en un fenómeno social arraigado», afirma Francesco Frangialli, secretario general de la OMT. Como los gastos son «poco elásticos», las familias «están dispuestas a sacrificar otros gastos en consumo antes que renunciar a viajar». Hay quien habla ya de una nueva civilización, la del ocio y el turismo. Para Daniel Wagman, estaríamos ante una nueva clase social que «existe incluso cuando no viajamos. La forma de caminar por las ciudades, mochila al hombro, de mirar al mundo buscando postales de belleza, de concebir el tiempo y su uso, de tratar a los otros, se ha vuelto turística. Todo nos convierte, nos guste o no, en Clase Turista».
Viajar a toda costa. Rápido. Lejos. Viajar y escapar. Huir. Olvidar. A cualquier precio, como cuenta el escritor Jesús Alonso. «Ruptura: Se casaron. Él quería ir a México a hacer la ruta del mezcal; ella, desde muy niña, había deseado pasar la luna de miel en Disneylandia». Viajar para quedarse solo. Nada incluido.