Con el combustible gastado en los reactores nucleares durante la generación de energía se forman los residuos radiactivos de las centrales. En la mayoría de los países atómicos, el combustible gastado, que sigue siendo fuertemente radiactivo, se enfría y acumula en las piscinas de las propias centrales, a unos diez metros de profundidad, durante un […]
Con el combustible gastado en los reactores nucleares durante la generación de energía se forman los residuos radiactivos de las centrales. En la mayoría de los países atómicos, el combustible gastado, que sigue siendo fuertemente radiactivo, se enfría y acumula en las piscinas de las propias centrales, a unos diez metros de profundidad, durante un tiempo variable, sin un plan definido sobre su destino. Una bomba de relojería futurista… o no tan futurista. El ATC español, intentaba, intenta, paliar esta situación (provisionalmente desde luego).
Público informaba recientemente [1] que en Corea del Sur, que cuenta con cuatro centrales, el contenedor de los residuos está a punto de desbordarse. Se cree que en la actualidad la mayoría de los países atómicos tienen sus piscinas radiactivas cargadas con ¡cuatro veces más material que el previsto inicialmente! Ni que decir tiene, Fukushima también nos enseña sobre ello, que la ubicación de estos materiales en las piscinas supone un riesgo suplementario si falla el sistema que enfría el agua de las piscinas. Puede fallar, falló en central nipona.
Este es uno de los legados esenciales de una industria, la nuclear, herida de muerte que se resiste a morir. Esa resistencia núcleo-atómica genera planes diseñados de oposición. Un ejemplo.
El nuevo Gobierno conservador-liberal británico -Inglaterra es un país con armamento atómico donde se reprocesan los residuos radiactivos-, siguiendo la estela de los anteriores gobiernos laboristas, tenía el propósito de ampliar su red de centrales nucleares, y no quiso que la profunda crisis de Fukushima le estropeara sus planes desarrollistas
El 13 de marzo, dos días después de la hecatombe nuclear nipona, el gobierno comenzó a urdir un plan [2]. Se trataba de generar una respuesta coordinada entre las instituciones públicas y las empresas de la industria atómica. Varios correos electrónicos desclasificados recientemente (finales de junio), muestran que la intención última del Gobierno de su Majestad «era evitar que los activistas antinucleares minaran el apoyo popular a la energía atómica». En uno de sus correos, un responsable del Ministerio de Empresa, Innovación y Formación, encargado de regular la industria nuclear, escribía: «Esto [la hecatombe de Fukushima] tiene el potencial de hacer retroceder a la industria nuclear de forma global…Tenemos que asegurarnos de que los activistas antinucleares no ganan terreno con esto. Tenemos que ocupar el territorio y mantenerlo. De verdad necesitamos mostrar que la energía nuclear es segura» [3]. No afirma que lo que sea, se trata de «mostrar» que lo es.
El mismo representante del ministerio británico escribió a importantes multinacionales del sector (no sólo inglesas): Areva, Westinghouse, EDF, la Asociación de la Industria Nuclear británica. Se trataba de coordinar una reacción conjunta de cara a la opinión pública británica e internacional: «Tenemos que trabajar con el mismo material para llevarle el mensaje a la gente a través de los medios». El mismo correo aseguraba que la situación no era tan «dramática» como mostraban las imágenes de televisión. Se convocó una reunión de responsables gubernamentales y miembros de la industria atómico, en la sede de estos últimos. La finalidad: «discutir una estrategia conjunta de comunicación y participación destinada a garantizar que se mantenga la confianza de la opinión pública británica en la seguridad de las centrales atómicas».
Una de sus principales preocupaciones, tocan realidad sin duda, era evitar la comparación con Chernóbil, asunto que llegó a obsesionar a muchos representantes de la industria nuclear en todo el mundo. Se debía anular, criticar y falsar cualquier intento de comparación. Al final, como se recuerda, se calificó el accidente de Fukushima con el mismo nivel de gravedad, el máximo en la escala internacional.
Toda la situación creada no ha alterado los planes iniciales del gobierno: Londres confirmó a finales de junio sus planes de construcción de 8 -¡ocho!- nuevas plantas atómicas en Gales e Inglaterra. Sin perdón, sin cambios, confirmando una apuesta irresponsable, estudiada y militarista. Sólo la movilización ciudadana podría conseguir una enmienda a la totalidad de esos planes fáusticos.
PS: Por lo demás no se trata tan solo que la industria nuclear no sea barata n limpia ni segura ni pacífica sino que además quiere militarizarse. Manuel Asende daba noitica de ello recientemente. «Los propietarios de las centrales atómicas y el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) quieren que sus vigilantes de seguridad privada porten armamento de guerra, como ya ocurre en los atuneros españoles que faenan en aguas tomadas por piratas somalíes. Según ha podido saber Público, los responsables de los ocho reactores atómicos se reunieron el jueves en el Ministerio del Interior con representantes del CSN, jefes de la Guardia Civil de las provincias con centrales, Mossos d’Esquadra, Policía Nacional y abogados del Estado para dar forma a la propuesta, que ya estudia la Secretaría de Estado de Seguridad, dirigida por Antonio Camacho, número dos de Alfredo Pérez Rubalcaba» [4]. Ni que decir tiene que la inefable María Teresa Domínguez, la presidenta del Foro Nuclear, la representante destacada del sector atómico en España, aplaude entusiasmada el posible endurecimiento de las medidas de seguridad física en las centrales. «La necesidad de reforzar la seguridad para evitar intrusos es una de las lecciones aprendidas del asalto de Cofrentes». Por cierto, hablando de seguridad, el propio sector nuclear europeo (FORATOM) ha admitido que blindar las plantas atómica es imposible. «Si quieren que nuestras centrales sean capaces de aguantar el impacto de un avión Boeing 747, pues tendremos que cerrarlas todas», ha asegurado su director general, Santiago San Antonio. ¿A qué esperamos?
Notas:
[1] Público, 2 de julio de 2011, p. 37.
[3] La información que yo tomo de Público era recogida el viernes 1 de julio por The Guardian.
[4] http://www.publico.es/ciencias/384958/las-nucleares-piden-armas-de-guerra-para-sus-vigilantes
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