AFP / JOHAN ORDONEZ. Un pescador navega en su bote el 15 de febrero de 2018 en el lago Atitlán, en Guatemala, amenazado por la polución en sus aguas. «Ya no hay muchos cangrejos ni muchos pescados», se lamenta Tomás, pescador y lanchero que a sus 71 años ha visto cómo la contaminación ha […]
AFP / JOHAN ORDONEZ. Un pescador navega en su bote el 15 de febrero de 2018 en el lago Atitlán, en Guatemala, amenazado por la polución en sus aguas.
«Ya no hay muchos cangrejos ni muchos pescados», se lamenta Tomás, pescador y lanchero que a sus 71 años ha visto cómo la contaminación ha asfixiado el lago de Atitlán, una de las principales zonas turísticas de Guatemala por su belleza natural.
La lancha en la que descansa el anciano es mecida por pequeñas olas que chocan en una de las orillas del lago rodeado por tres imponentes volcanes, testigos de la decadencia de esa maravilla en el oeste indígena.
Cerca de la embarcación unos niños juegan y otro pescador lanza su red intentado atrapar algo pero el horror está a pocos metros de allí.
El río San Francisco en el municipio de Panajachel, 65 km al oeste de la capital, uno de los dos principales afluentes del lago, descarga sin tregua aguas malolientes arrojadas por las poblaciones asentadas en los alrededores del manto acuático.
«La culpa es de los drenajes», señala Tomás sin estar lejos de la realidad. Según estudios de diferentes organizaciones privadas y públicas, las aguas residuales son la principal causa de la contaminación.
Le siguen la basura sólida y los químicos usados en las actividades agrícolas en los 15 poblados mayas kaqchikel, tz’utujil y k’iche’ que rodean el lago enclavado entre montañas a 1.562 metros sobre el nivel del mar, con un espejo de agua de 125 km2 y una profundidad máxima de 320 metros.
Degradación alarmante
Además de su belleza natural, Atitlán también atrae por las leyendas que se tejen sobre el. Algunas teorías apuntan a que el aviador y escritor francés Antoine de Saint-Exupéry se inspiró en el Cerro de Oro para dibujar la silueta del elefante y la boa en el libro «El Principito».Otro relato mágico cuenta sobre el Xocomil, un fuerte viento que azota las aguas y que tiene origen en el amor trágico de una princesa y su amado.
Pero en los últimos años el lago de agua dulce ha estado «enviando alarmas de que algo está mal», dijo a la AFP Mónica Orozco, directora del Centro de Estudios Atitlán de la privada Universidad del Valle de Guatemala.
La experta señaló que en 2009 y 2015 experimentó un «florecimiento enorme» de cianobacterias debido a que las fuertes lluvias arrastraron desechos y nutrientes como fósforo y nitrógeno. Otro caso similar ocurrió hace dos años.
Atitlán «está pasando por un proceso de degradación alarmante. El agua está pasando por un proceso de eutrofización en donde se está convirtiendo en un agua con menos oxígeno», señaló Orozco, al explicar que la «vida acuática está sufriendo mucho» por esa causa.
Precisó que la situación se complica más porque las aguas del lago de origen volcánico no drenan superficialmente.
El Consejo Nacional de Áreas Protegidas ha detectado cuatro tipos de cianobacterias que son estudiadas para determinar si existe toxicidad.
En varias playas del lago es evidente el crecimiento de algas que contrasta con la belleza de todo el complejo, entre ellas Samabaj, un sitio arqueológico subacuático descubierto en 1996 y bautizado como la Atlántida Maya.
«El lago como cualquier lago del mundo, con el aumento de la población está sufriendo un deterioro», señaló Luisa Cifuentes, directora ejecutiva de la estatal Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Atitlán y su Entorno (Amsclae).
Se estima que la zona es habitada por unas 360.000 personas que con sus actividades diarias causan el desgaste al lago, a la que se le suma la fuerte presencia de turistas locales y extranjeros, indicó.
Plantas de tratamiento
Con las crisis de 2009 y 2015 varias acciones se implementaron para tratar de contener la contaminación, como campañas para fomentar el manejo de basura y se generó «una mayor sensibilidad social», agregó Ernesto Celada, coordinador de la iniciativa ProAtitlán.
Sin embargo, el mayor problema en el lugar son las aguas negras.
Cifuentes señaló que 13 plantas de tratamiento de aguas sucias trabajan alrededor del lago, que resultan insuficientes para contener la contaminación.
A corto plazo, las autoridades prevén la restauración de esas plantas «para hacerlas eficientes» y reducir las descargas nocivas que llegan al lago.
Otra posibilidad más lejana es la creación de un gran colector de aguas negras que rodee toda la cuenca del lago de Atitlán, puntualizó Cifuentes.
Pocos de los actores involucrados en la conservación se atreven a establecer los años que le faltan a Atitlán para entrar en un proceso crítico de contaminación parecido al lago de Amatitlán, cercano a la capital y convertido en toda una tragedida ambiental.
Fuente: AFP