Manuel Cañada trabaja actualmente de educador social en un IES de Extremadura. Forma parte, en condición de afiliado, del PCE, IU y CGT, aunque su tiempo de militancia, como él mismo señala, lo dedica fundamentalmente a un colectivo por los derechos sociales que lleva el nombre de «La Trastienda». La huelga del 29-M toma como […]
Manuel Cañada trabaja actualmente de educador social en un IES de Extremadura. Forma parte, en condición de afiliado, del PCE, IU y CGT, aunque su tiempo de militancia, como él mismo señala, lo dedica fundamentalmente a un colectivo por los derechos sociales que lleva el nombre de «La Trastienda».
La huelga del 29-M toma como motivo más inmediato la agresión contra los trabajadores que significa la denominada «reforma laboral» de febrero de 2012. ¿Qué piensas de esa nueva contrarreforma?
«No es reforma laboral, es lucha de clases», podríamos decir parafraseando el aforismo del 15M. La «reforma laboral agresiva» que susurraba De Guindos al oído de los capataces del Banco Central Europeo expresa a la perfección el tiempo que vivimos y el que viene. La burguesía sí tiene una nítida conciencia de clase, de la situación y de la correlación de fuerzas. Mientras que la izquierda y el sindicalismo mayoritario llevan años recitando la letanía del Estado del bienestar, el gran capital recuenta las fuerzas de cada uno y toma la iniciativa. La lucha de clases no se rige por criterios de caridad o compasión. La «globalización feliz» y el «capitalismo popular» se han terminado. La crisis sistémica (económica, ecológica, urbana, de equilibrios geopolíticos) obliga al capital a una reorganización que pasa, ineludiblemente por eliminar el poder real o latente de los antagonistas, por disciplinar la mercancía llamada trabajo, de dónde emana la valorización del capital. ¿Por qué habríamos de mantener el contrato social por el que suspiráis todavía si vosotros no tenéis la fuerza suficiente para sostener el pulso? Lo queremos todo y lo queremos ahora, vienen a decir.
«No es la reforma laboral, es el capitalismo». Allá por 2002, algunos compañeros definían la globalización capitalista como el desbocamiento del capital. El desbocamiento de verdad lo estamos empezando a ver en los últimos años. «Cuanto más alto quieras llegar más cadáveres tendrás que dejar en la cuneta. Y es justo que sea así. La ley es la de los que son leones». Son palabras de Terri de Niccoló, una de las prostitutas que participaba en las fiestas político-empresariales de Berlusconi, que expresa con una metáfora la filosofía mundana del capitalismo naturaleza. Caballos desbocados y leones que reclaman su derecho a comerse la gacela. Ese es el trasfondo de la contra-reforma laboral: todo el poder para el capital, nueva acumulación de capital a partir de la desposesión de derechos laborales.
Los sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO, sus direcciones quiero decir, hablan, lo han hecho en algún momento si no ando errado, de modificar los aspectos más lesivos de la ley. ¿Este debería ser uno de los objetivos centrales de la movilización del 29M?
Muchas veces sonroja escuchar a los dirigentes del sindicalismo de concertación. Frente a una contrarreforma que no deja títere con cabeza y arrambla contra todos los derechos, dicen que quieren corregir (Méndez) y enmendar (Toxo) la reforma laboral. Tienen bastante más miedo que vergüenza. A pesar de la brutalidad de la agresión, siguen afiliados al «virgencita que me quede como estoy» y a la nostalgia del pacto social permanente.
La extendida desconfianza hacia las direcciones sindicales no es el producto de una conspiración de El Mundo. Basta con recordar el papelón que han hecho en tres de los momentos cruciales desde que se inició la crisis. Callaron -y cuando hablaron fue para justificarlo- mientras se saqueaban los fondos públicos para rescatar a los bancos. El segundo gran episodio que demostró la falta de firmeza fue el pensionazo: cuatro meses después de la huelga general del 29 de septiembre, dispusieron, junto al gobierno, que tendremos que trabajar dos años más para cobrar una pensión más exigua. Y la tercera «cantada» fue la meliflua protesta frente a la reforma constitucional que blindó el cobro de la deuda para los bancos.
Y ahora, es una insensatez situar la huelga general como respuesta únicamente a la contrarreforma laboral, aunque ésta sea gravísima. En un país con casi 6 millones de parados, tres veces más personas acogidos a los programas de alimentos de Cáritas que en el 2008, la degradación sistemática de los servicios públicos y con 150 desahucios y 10 suicidios diarios, la huelga debe desbordar el timorato planteamiento de las centrales sindicales mayoritarias. Uno de las fuentes de deslegitimación sindical es precisamente su empecinamiento corporativo, su economicismo de bajo vuelo. La huelga ha de ser general, es decir, radical, abarcadora, política.
Se habla -la CEOE por ejemplo- de que el «mercado laboral» español es poco flexible, que hay que flexibilizarlo más, que así no pueden surgir nuevos «emprendedores» y no «se crea empleo». Toda esta jerga «político-economicista», ¿qué significa para ti?
Las jergas casi siempre buscan o producen una zanja entre el experto y el lego. Para empezar, esa jerga convierte la economía en un lenguaje indescifrable. Es el pensamiento mágico de nuestros días: los brujos dicen que es así y así debe ser.
Y después está el propósito deliberado de edulcoración. Son las nuevas maneras de ocultar la explotación; es el capitalismo disfrazado de interés general. La palabra emprendedor, sustituyendo a la de empresario, resume bien el camaleonismo, la capacidad del capital para integrar los valores antagonistas. La palabra «emprendedor» toma el relevo de otra palabra prestigiada en su momento, la de «autónomo». Frecuentemente, con ese término se ha puesto en pie la ficción de una figura híbrida, mezcla de empresario y trabajador que disfrazaba, en muchas ocasiones una relación salarial encubierta. Como entonces, el capital transforma los aspectos más superficiales de la crítica a la fábrica, a la extenuación laboral o a la rutina, en los atributos con los que caracterizar a la empresa. La empresa como emprendimiento, exploración, iniciativa…
Algo parecido es lo que ha hecho Mario Monti, el primer ministro italiano para referirse a la precariedad: «Los jóvenes tienen que acostumbrarse a la idea de que no tendrán un puesto fijo de trabajo para toda la vida. Por otra parte, digamos la verdad, qué monotonía tener un puesto fijo para toda la vida. Es más bonito cambiar y tener desafíos». La precariedad, que es justamente una cárcel móvil para el trabajo, es transformada en aventura, en libertad, frente a «la monotonía de la estabilidad laboral».
¿Ves algún punto de ruptura entre la política laboral de PP y la que abonaron e impulsaron los últimos gobiernos del PSOE? Estos últimos afirman que ellos no cruzaron determinadas líneas rojas que siguen siendo sagradas.
Me parece que tanto la política laboral como el conjunto de la política económica del PP y del PSOE comparten la misma lógica neoliberal y obedecen a los mismos amos. Las diferencias entre ambos son de ritmo, no de rumbo; de intensidad, pero en modo alguno de orientación. Si comparamos las reformas laborales de 2010 y 2012 comprobaremos que el despido y la negociación colectiva son dos piezas preciadas en ambas cacerías. Pero, sin duda, la reforma laboral de 2012 supone un salto cualitativo. Es una estrategia elaborada, un ataque articulado, un nuevo marco de relaciones laborales.
Por otra parte, la esquizofrenia del PSOE es ya proverbial: ortodoxos neoliberales en el gobierno y fervientes socialdemócratas al día siguiente de perder las elecciones. Este enrojecimiento súbito es ya una historia cansina, sólo apta para aparateros y chusqueros desesperados.
Creo que el 15M se sumará a las movilizaciones. ¿Debería el movimiento obrero componer o recomponer sus relaciones con ese movimiento? No siempre, según creo, sus relaciones son las organizaciones clásicas de los trabajadores son fluidas.
Es lamentable el desprecio con el que los sindicatos oficiales han tratado la movilización del 15M. En lugar de buscar una convocatoria que entroncase con la gran movilización de las plazas, se ha dedicado a tildar de infantil y ambiguo al movimiento indignado. Bastaría con recordar algunos de los lemas que se exhibían en las plazas y acampadas para darse cuenta de que el 15M no se puede despachar con la etiqueta de «interclasista»: «Manos arriba, esto es un contrato»; «Sin curro, sin casa, sin pensión, sin futuro»; «Violencia es cobrar 600 euros»; «No somos mercancías en manos de políticos y banqueros».
Se ha utilizado reiteradamente como metáfora del 15M el cuento del emperador desnudo. El problema es que el insolente niño que ha ocupado las plazas durante 2011 no sólo ha señalado la desnudez y corrupción del poder político, sino que también ha interpelado, aunque no se lo propusiera, al sindicalismo de concertación. Señalaba su complicidad en los años de crisis, indicaba las limitaciones del sindicalismo mayoritario en relación a amplios sectores de trabajadores precarizados, jóvenes y no tan jóvenes.
Hace unos días Iñaki Gabilondo presentaba su colaboración en El País con un significativo título: «Precariato». La precariedad toca ya la puerta de los que aún conservan algún derecho. Se conmueven y tocan a rebato. Pero desde hace más de 10 años el debate sobre la precariedad era materia cotidiana en el movimiento antiglobalización o en el sindicalismo crítico. Bertinotti, el dirigente de Rifondazione Comunista de Italia, llegó a hablar del movimiento antiglobalización como el nuevo movimiento obrero, expresión del precariado. Al final, hasta los que soñaban con desempeñar tan ricamente su papel de clase media-colchón social de por vida, hasta esa fantasiosa nueva clase trabajadora propietaria acaba entendiendo a qué nos referíamos cuando hablábamos de tiempos precarios, de régimen precario.
Claro que tampoco en el 15M es oro todo lo que reluce. Claro que hay, a veces, demasiado ciudadanismo, demasiada fe en el performance, demasiado Keynes y demasiado Punset. No, todo no se arregla con abrazos colectivos e inteligencia emocional. Se dio un giro social, de la exigencia de reforma electoral a los desahucios y las expulsiones de inmigrantes. Pero hay que profundizar esa orientación.
Hace falta una nueva alianza que sea capaz de unir las plazas, las empresas y los barrios; los precarios, los bastiones de trabajadores con derechos y los pobres. Hace falta un nuevo movimiento obrero, capaz de integrar los indignados, el sindicalismo crítico y la rabia de los barrios excluidos.
Refuta este argumento: en Grecia han hecho en estos dos últimos años más de 15 huelgas generales y mira lo que han conseguido: nada. Así que: a currar o a asaltar los cielos en serio.
Para empezar, en lugar de esperar a que los griegos nos saquen las castañas del fuego, arrimemos el hombro. Es como el esquirol que, en lugar de hacer huelga, te echa en cara que no has conseguido nada haciéndola tú.
La situación griega viene de camino. Y no quedará más remedio que plantar cara. La lucha siempre rinde frutos, aunque a veces no sean visibles. Los cuatro derechos que tenemos se han conseguido mediante la lucha obrera, no son la regalía de ningún político. Y, como decía mil veces Marcelino Camacho, los derechos que no se defienden, se pierden.
Luchemos como si estuviésemos preparándonos para asaltar los cielos. Y sobre todo, escribamos en las paredes y en los blogs la advertencia certera: Si luchamos podemos perder, si no luchamos estamos perdidos.
¿Cómo deberíamos continuar? ¿Qué hacer tras el 29-M?
La lucha va a ser muy larga y hace falta una estrategia de alcance. La huelga general ha de ser un instrumento de acumulación de fuerzas, tanto si consigue derrotar la reforma laboral como si no lo consigue. Hay que trabajar por un frente amplio, por una conjunción de fuerzas, por la construcción de un movimiento socio-político, es decir de un desafío consciente y sostenido al neoliberalismo.
El 15M, el sindicalismo crítico, los movimientos sociales alternativos, la izquierda anticapitalista, los movimientos de los barrios, son algunos de los componentes llamados a jugar un papel importante en la construcción de ese movimiento.
La huelga general ha de tener continuidad. Las huelgas de consumo, las acciones de desobediencia y boicot, las acciones de deslegitimación del poder político y económico, deben ir acompañados de la construcción de espacios comunitarios alternativos. Luchar en lo grande y en lo pequeño. Por la huelga general europea o la auditoría de la deuda, pero al mismo tiempo por la creación de grupos de autoconsumo o economatos sociales. Por la revuelta general y por la política entendida no como representación sino como comunidad.
No basta con defenderse, hay que pasar al contraataque. La renta básica como derecho ciudadano puede ser una propuesta que una plazas y barrios, precarios y excluidos, austeridad y justicia.
Salvador López Arnal es nieto de José Arnal Cerezuelo, un «delincuente» reo de rebelión militar, cenetista aragonés asesinado en Barcelona en mayo de 1939 por un pelotón de la Benemérita.
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