“Al frente de la manifestación, las delegaciones indígenas de Quebec y del oeste canadiense, así como de Sudamérica y África, encabezaban la marcha. […] La marcha ha reunido a 3.500 personas, según el Collectif COP15, la CBD Alliance y la Global Youth Biodiversity Network, así comoGreenpeace Canada,responsables del acto.” [La Presse, 10/12/22]. Estaba presente la Coalition Bloquons la COP, un centenar de cuyos miembros se habían manifestado a mediados de semana, marcando el inicio de una huelga de 20.000 estudiantes. Cabía esperar una participación mayor, vista la importancia de la biodiversidad, que es igual de crucial para la supervivencia de la humanidad que la cuestión climática. Máxime cuando las negociaciones se estancan, incluso sobre la cuestión neurálgica del 30 %:
“El ministro federal de Medio Ambiente, Steven Guilbeault, ha admitido este viernes que los avances logrados hasta ahora en la COP15, que tiene lugar en Montreal, no van tan rápidos como él desearía. Al cabo de casi una semana de deliberaciones, los negociadores se han puesto de acuerdo en 3 de los 22 objetivos, entre ellos una de las principales metas de Canadá: asegurar que los pueblos indígenas sean consultados e intervengan en los nuevos acuerdos de conservación. […] Si bien 120 de los más de 190 países presentes han consensuado objetivos como la conservación del 30 % de las tierras y aguas del planeta de aquí a 2030, está en el aire si finalmente habrá acuerdo. […] Canadá tiene cuatro objetivos principales en esta COP15. Preconiza un acuerdo para detener e invertir la pérdida de biodiversidad de aquí a 2030, para proteger por lo menos el 30 % de las tierras y de los océanos en el mismo espacio de tiempo, para financiar adecuadamente a los países en desarrollo a fin de que puedan alcanzar los mismos objetivos y para incluir la participación de los pueblos indígenas.” [Radio Canada, 7/12/2022]
La presencia indígena es ubicua salvo en las instancias decisorias
La cuestión indígena está presente tanto en la COP15 como en su contestación. “La Initiative de Leadership Autochtone y otras organizaciones estarán presentes en la cumbre, gracias en particular a una aldea indígena instalada del 9 al 11 de diciembre en el paseo del Puerto Viejo de Montreal. Esta aldea estará abierta a quien quiera visitarla y propondrá una decena de actos, en particular círculos de debate, conferencias y ceremonias tradicionales.” [Radio Canada, 7/12/22]
Sin embargo, en el proceso conducente a la toma de decisiones cruciales no participarán indígenas: en un comunicado, tres de estos líderes [indígenas] han insistido en que el siguiente marco mundial sobre la biodiversidad debe garantizar su participación en la toma de decisiones que afecten a sus territorios. “La única manera ética y ecológicamente viable de proteger la naturaleza pasa por reconocer los derechos de los pueblos indígenas que viven en ella y que utilizan sus conocimientos tradicionales para protegerla desde hace decenios.” […] “Aunque no llegan a representar ni el 5 % de la población mundial, los pueblos indígenas consiguen proteger el 80 % de la biodiversidad existente, y esto a pesar de las constantes violaciones de sus derechos y la criminalización de sus prácticas tradicionales”, continúa el comunicado. […] “Reconozcan nuestros derechos y nuestro saber hacer y nosotros haremos lo que siempre hemos hecho: seguir protegiendo el bosque y las tierras de donde venimos, no solo para nosotros mismos, sino para todas las formas de vida en la Tierra”, concluye por su parte Orpha Yoshua, una indígena de Papuasia Occidental en Indonesia.
Esto cobra todavía mayor importancia por el hecho de que las y los líderes indígenas critican enérgicamente la cuestión crucial del 30 %: organizaciones internacionales ya han reclamado una reformulación de los objetivos de la conferencia, entre ellos el llamado plan 30×30, que pretende convertir el 30 % del planeta en áreas protegidas de aquí a 2030. Este objetivo podría “devastar las vidas de los pueblos indígenas y tener un efecto sumamente destructivo sobre los medios de subsistencia de otras comunidades que dependen de esas tierras”, según una declaración publicada por Amnistía International, Survival International, Minority Rights Group International y Rainforest Foundation UK.
“Las áreas protegidas, que constituyen la base del modelo de conservación actual, impuesto por los países occidentales, están en el origen de numerosas expulsiones que causan hambrunas, enfermedades y múltiples violaciones de los derechos humanos, como asesinatos, violaciones y torturas, especialmente en África y en Asia”, se explica en la declaración. “Hay pocas pruebas de que las áreas protegidas existentes hayan protegido efectivamente los ecosistemas y que por tanto deberían ampliarse, y este objetivo se fija sin evaluar sus impactos sociales y humanos”, añade.
Anne Larigauderie, secretaria administrativa del IPBES (según el acrónimo inglés), el llamado GIECC de la biodiversidad, apunta en el mismo sentido: “Bastantes países declaran sobre el papel que protegen territorios, pero después resulta que no tienen recursos disponibles suficientes para hacer que se cumplan los reglamentos”, señala Larigauderie. Ella también cree que es necesario que los 196 países miembros de la Convención sobre la Diversidad Biológica se doten de balizas para que las zonas protegidas sean parajes significativos desde un punto de vista ecológico y no “meramente lo que sobra”.
El arte de la cooptación de las direcciones indígenas por el gobierno canadiense
El ejemplo canadiense refuerza todavía más la crítica. Asocia las direcciones indígenas a su política de extensión de las áreas protegidas, pero con sus condiciones: “El primer ministro Justin Trudeau por su parte ha anunciado el miércoles por la mañana la asignación de 800 millones de dólares para financiar cuatro proyectos de conservación gestionados por indígenas en el norte de Canadá. El anuncio se refiere a zonas que en conjunto abarcan cerca de un millón de kilómetros cuadrados en el norte de la Columbia Británica, en el norte de Ontario, en Nunavut y en los Territorios del Noroeste” [Radio Canada, 7/12/22].
Estos grandes espacios se ubicarán por tanto en el norte despoblado de árboles. Pero esta no es la única condición: “Esto no significa que se prohíba allí toda explotación minera, por ejemplo”, ha explicado el primer ministro, respondiendo a la pregunta de un periodista. “Canadá tiene ahora la oportunidad de suministrar los minerales que todos necesitamos para la transición a un mundo carbononeutro.” Mientras que la totalidad de los proyectos financiados por el gobierno se hallan en el norte del país, ¿qué ocurre con los proyectos de protección en el sur del país? Y eso que las necesidades no faltan. En la región de Montreal hay quienes reclaman que se protejan los terrenos próximos al aeropuerto Trudeau a fin de no destruir los campos de asclepias que permiten que se reproduzca la mariposa monarca.
Lo mismo ocurre con el vasto baldío industrial del centro-este de Montreal que el puerto de la ciudad, bajo jurisdicción federal, está acaparando a través de intermediarios en detrimento del barrio limítrofe que afea, recalienta y ensordece. Por desgracia, la organización ciudadana afectada no denuncia a Ottawa, sino que prefiere actuar contra los intermediarios, hasta el punto de organizar una pequeña manifestación de barrio en lugar de unirse a la gran manifestación del Collectif COP15.
En cuanto al norte boscoso, Ottawa ha encontrado un pequeño tesoro: “El gobierno federal concede una ayuda financiera de un millón de dólares durante cuatro años al Consejo de la Nación Anishnabe de Lac-Simon, en Abitibi-Témiscamingue, para preparar una solicitud de designación de área protegida de utilización sostenible a las autoridades de Quebec. […] El proyecto permitirá así el acceso a los recursos naturales y al establecimiento de campamentos familiares, que facilitan la transmisión intergeneracional y la conservación de la identidad y de la lengua anishnabe. La comunidad desea asimismo privilegiar en este territorio el desarrollo de proyectos de valorización de la biodiversidad, mediante la utilización, la puesta en valor y la explotación sostenible de productos forestales no leñosos, como setas, nueces, frutos del bosque, plantas silvestres y la microsilvicultura. […] Ronald Brazeau dice también que teme que el vencimiento próximo de determinadas moratorias amenace al territorio incluido en el proyecto de área protegida. Según él, la industria forestal desea realizar trabajos de tala en la zona, evocando la amenaza de la polilla de las yemas de las coníferas. Sostiene asimismo que el territorio ya es objeto de solicitudes de permisos mineros. […] A menudo esto se ve en todos los rincones de Quebec: cuando hay un proyecto de área protegida, se entra, se arrasa y después ya no queda nada.” [Radio Canada, 9/12/22]
Los bancos y las grandes empresas contaminantes explotarán el saber hacer indígena
¿Qué ocurrirá cuando los gestores indígenas de esas áreas protegidas intenten, en el marco de una sociedad de mercado en que el dinero lo es todo, mantener alejadas a las empresas forestales y mineras? ¿Dónde hallarán los fondos ‒los recursos disponibles, como dice la secretaria de la IPBES‒ para comprar el derecho a no arrasar la naturaleza?
En el acta de la reunión de junio del grupo de trabajo sobre el margo general de la biodiversidad, encargado de preparar esta convención, un punto ha inquietado a una serie de observadoras. En la página 24 del documento, el grupo de trabajo recomienda, para aumentar los recursos financieros asociados a la defensa de la biodiversidad, “estimular mecanismos innovadores como el pago de los servicios de los ecosistemas, los bonos verdes, la compensación de la biodiversidad, los créditos de carbono…”.
Este pasaje refleja una visión muy en boga en ciertas organizaciones ecológicas, que a menudo se denomina economía positiva de la naturaleza. Parte de dos supuestos: el fracaso de las regulaciones tradicionales y la existencia de opciones racionales basadas en las transacciones financieras. Así, la respuesta salta a la vista: conviene aplicar a la naturaleza un precio y entonces se le otorgará un valor. Los mecanismos de mercado regularán el uso de la naturaleza en sentido positivo, ya que será menos costoso proteger la naturaleza que destruirla, como sucede actualmente. Una de las organizaciones que más defienden esta cuestión es el WWF [Fondo Mundial para la Naturaleza], que ha publicado una “proposición para fijar una hoja de ruta hacia la economía positiva de la naturaleza”.
Se puede contar con los bancos canadienses para impulsar esta cooptación del saber hacer indígena: “Los bancos reconocen un mercado en crecimiento cuando lo ven, y lo ven cada vez más claramente en la compraventa y la generación de compensaciones de carbono. […] [Este mercado] alcanzará un volumen de más de 50.000 millones de dólares de aquí a 2030, calcula la consultora McKinsey & Co., mientras que el exgobernador del Banco de Canadá [y de Inglaterra], Mark Carney, dijo el año pasado que el mercado podría sobrepasar los 100.000 millones de dólares de aquí a finales de la década.” [Ian Bickis, 23/11/2022].
Este nuevo mercado de derechos enmarcará la gestión indígena, por no decir que la dominará, lo que permitirá imponer excepciones para las minas a cielo abierto del nuevo extractivismo del todo eléctrico y de dios sabe qué. El reverso de la moneda consistirá en gratificar a las grandes empresas contaminadoras del cemento, del acero y de los hidrocarburos que ya no dejarán de agonizar, y de los bancos que las financian, con derechos a contaminar a cambio de dinero contante y sonante por supuestamente proteger la naturaleza. Para ello hace falta, claro, reducir la naturaleza y sus servicios a una mercancía intercambiable en los mercados. Los grandes bancos canadienses solo esperan que se desarrolle este mercado para trasladar a paso de tortuga sus inversiones fósiles que siguen creciendo:
“… los cinco bancos canadienses más grandes han incrementado claramente sus inversiones en combustibles fósiles en 2021. Parece que el Royal Bank of Canada (RBC) incluso duplicó el año pasado su ayuda a esta industria. Según Banking on Climate Chaos, las inversiones del RBC en energías fósiles han pasado de 19.000 a 39.000 millones de dólares entre 2020 y 2022, según la publicación. […] Los grandes bancos canadienses figuran hoy entre los 20 prestamistas de fondos más importantes para los combustibles fósiles a escala mundial. Recordemos que entre 2019 y 2021, los países del G20 y los bancos multilaterales de desarrollo han gastado nada menos que 55.000 millones de dólares estadounidenses en prestar apoyo financiero público al sector de los combustibles fósiles. Es casi el doble que el apoyo anual concedido por esos mismos países a las energías renovables. […] Canadá se sitúa por lo visto en el segundo puesto entre los países del G20 en cuanto a las subvenciones a los combustibles fósiles.” [Radio Canada, 7/12/2022]
No bastarán ni los objetivos cuantificados ni las tres prescripciones del Secretario General de la ONU
No obstante, tampoco es cuestión de tirar por la borda los objetivos cuantificados, que no se circunscriben al 30% exclusivamente: “Entre la veintena de objetivos debatidos en Montreal para llegar a un eventual marco mundial de la biodiversidad, el de proteger el 30 % del territorio de aquí a 2030 aparece a menudo como una prioridad. En el borrador de acuerdo figuran más objetivos cuantificados: reducir a la mitad la tasa de introducción de especies invasivas, reducir a la mitad las fugas de fertilizantes al medioambiente, reducir a un tercio el uso de plaguicidas, por ejemplo. La dirigente del IPBES deplora que en los primeros días de la COP15, determinados países hayan manifestado que “no desean que se cuantifiquen los objetivos”. Estas posturas pueden cambiar, por supuesto, pero semejante desenlace sería dramático a juicio de Larigauderie. Sin objetivos cuantificados “no tendremos hoja de ruta, no podremos medir nada. Sería un fracaso”, concluye.[Le Devoir, 10/12/2022]
A esto hay que añadir lo siguiente: “El pacto mundial para salvar la naturaleza que se está negociando en la COP15 estará condenado al fracaso, independientemente de sus ambiciones, si los países no se ponen de acuerdo en torno a unos mecanismos efectivos de aplicación y revisión de los compromisos, han denunciado este sábado los defensores del medioambiente. […] Sin embargo, el texto actual sobre la biodiversidad se limita a ‘exhortar’ a los países a que tengan en cuenta una evaluación mundial prevista para dentro de cuatro años, y eso sin comprometerse con un eventual esfuerzo nacional si no se mantuviera la trayectoria.” [Radio Canada, 11/12/22]
Pero ¿basta con todo esto? El Secretario General de Naciones Unidas parece ponerlo en duda: “En el discurso del Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, este martes en la sesión inaugural de la Conferencia de las Partes (COP15) sobre la biodiversidad en Montreal, ha afirmado que ‘la humanidad es un arma de destrucción masiva contra la naturaleza.’ ‘Olvidemos los sueños de ciertos multimillonarios: no hay planeta B.’ Antonio Guterres ha reclamado, de hecho, tres acciones concretas. En primer lugar, por parte de los gobiernos, planes de acción nacionales que engloben a todos los ministerios, desde las finanzas hasta la alimentación, la energía y las infraestructuras. En segundo lugar, por parte de las empresas y los inversores, ha dicho que espera que sean ‘aliados de la naturaleza y no enemigos’. […] Finalmente, Antonio Guterres ha invitado a los países desarrollados a prestar un apoyo financiero masivo a los países del Sur, que son los guardianes de las riquezas naturales del planeta.”[Radio Canada, 6/12/2022]
Para decirlo con franqueza, cabe dudar a de las tres recetas del Secretario General. Ya conocemos el alcance demasiado corto de los planes nacionales voluntarios sobre el clima, constatado una vez más en la COP27 y tal vez fracasados irremediablemente. Por parte de las grandes empresas privadas ya se ha visto con anterioridad la orientación de los bancos y se ha constatado la intervención arrolladora de las empresas fósiles en la COP27. En cuanto al apoyo a los países dependientes, todavía se está a la espera de los 100.000 millones de dólares anuales de los viejos países imperialistas para apoyar su plan de lucha climática y de saber quién-cómo-por-qué el nuevo fondo de daños y perjuicios creado a las apuradas en la COP27 para salvarla del naufragio.
El anfitrión canadiense y su compadre quebequés, malos alumnos de la clase
El anfitrión canadiense de la COP15, junto con Quebec, que no le va muy a la zaga, es un buen ejemplo de esos fracasos aplicados a la gestión forestal, que es fundamental para preservar la biodiversidad: “[E]l organismo estadounidense National Resources Defence Council (NRDC) ha dado las peores notas a este trío de malos alumnos. Canadá ocupa el tercer lugar, después de Brasil (vil destructor de la selva amazónica) y Rusia (el bosque ruso representa una quinta parte de la superficie arbolada del planeta, pero en él se sacrifican preciosas hectáreas en beneficio de la extracción de gas, petróleo y oro, así como de la explotación forestal). […] No es casualidad que estos malos alumnos posean por sí solos el 65 % de la extensión forestal que permanece intacta en el planeta, con tesoros espectaculares de biodiversidad observados tanto en latitud boreal como en latitud tropical. ¡Caramba, tres veces caramba! Como si este vasto territorio les diera la impresión de que tienen de sobra para despilfarrar, los tres países son los que más han reducido la superficie forestal intacta entre 2000 y 2020. Al anunciar esta semana un plan de protección de la biodiversidad sobre el cual, con toda franqueza, no hay que escupir, Quebec tenía la gran oportunidad de establecer la prioridad de medidas de salvaguardia del caribú del bosque, cosa que el ministro de Medio Ambiente, Benoit Charette, para sorpresa general, no ha hecho. [Le Devoir, 10/12/2022]
Ya es bastante lamentable que Canadá refunfuñe ante las exigencias de la Unión Europea, considerada la buena alumna de la clase, aunque todo el mundo ha suspendido en el examen, entre otras cosas con respecto al estatuto de la energía nuclear y del llamado gas natural, calificados de energías de transición:
“Al margen de la COP15, el Parlamento Europeo y los Estados miembros de la Unión Europea (UE) han llegado a un acuerdo, este martes, con vistas a prohibir la comercialización en el mercado europeo de una serie de productos de base asociados a la deforestación en el mundo. Esto afecta al cacao, al café, a la soja, así cómo al aceite de palma, la madera, la carne bovina y el caucho, además de varios materiales asociados (cuero, muebles, papel impreso, carbón vegetal…). […] Canadá, que cerró en 2016 un acuerdo de libre comercio con Europa, se opone a la aplicación de esta nueva reglamentación, que comportaría gastos suplementarios y complejas exigencias de trazabilidad para las empresas canadienses, según un documento diplomático al que ha tenido acceso La Presse. [Radio Canada, 6/12/2022]
La ciencia no ha capitulado, pero plantea exigencias sociopolíticas que no son banales
Por lo demás, la ciencia no ha capitulado con respecto a la posibilidad de que la humanidad salga airosa… siempre que cumpla determinadas condiciones:
“¿… es realmente posible frenar esta caída en picado de la biodiversidad? ¿Detener el hundimiento de la vida en la Tierra antes de 2050? […] Para responder a esta cuestión, David Leclère se ha apoyado en su experticia en modelización de los suelos y, puesto que la tarea era inmensa y compleja, se ha asociado además con una sesentena de investigadoras procedentes de una cuarentena de equipos de investigación. […] David Leclère y sus colegas han evaluado siete hipótesis, siete futuros posibles, elaborados a partir del trabajo realizado desde hace decenios para modelizar el clima. […]
“La hipótesis más ambiciosa incorpora asimismo modos más sostenibles, en que se produce más en menos terrenos. A esto se añade una reducción del despilfarro de alimentos y una dieta más vegetal. ‘Se sustituye el consumo de carne y de leche por proteínas de origen vegetal, salvo en las regiones de las que se sabe que padecen claramente una deficiencia de producción de proteínas. Asimismo, se intensifican de manera sostenible los rendimientos’, añade David Leclère. […]
“Su articulo ‘Bending the curve of terrestrial biodiversity needs an integrated strategy’, publicado en Nature, ha suscitado un gran entusiasmo y ha generalizado el empleo de la expresión bending the curve, o invertir la trayectoria. Sin embargo, este artículo también ha aportado una buena dosis de realismo, pues para alcanzar estos objetivos habrá que implantar cambios profundos. ‘Hay que comprometerse absolutamente, entre otras cosas, con una transformación más global del sistema alimentario, del campo al plato’, afirma David Leclère. […]
“Las modelizaciones revelan asimismo que si todo se limita a ampliar las áreas protegidas sin más cambios de los modos de producción, podríamos asistir a un aumento importante de los precios agrarios. […] Y a estos esfuerzos hay que añadir los relativos al clima. […] En suma, estos trabajos han hecho que los objetivos ambiciosos resulten más aceptables para determinados gobiernos, pues ahora tienen un fundamento científico. La idea de invertir la trayectoria descendente se ha infundido ahora en el primero de los cuatro grandes objetivos del marco mundial de biodiversidad que se negociará en Montreal.” [Radio Canada, 6/12/2022]
Al final nos encontramos con el bloqueo capitalista
La conferencia Decrecimiento: los primeros jalones que hay que alcanzar en cinco años, organizada al margen de la COP15 y en la que han participado el profesor Éric Pineault, miembro del Instituto de Ciencias Ambientales de la Universidad de Quebec en Montreal y presidente de su comité de investigación, y Bill McKibben, autor, militante ecologista estadounidense y fundador de la asociación 350.org, quien recibirá por ello el Premio Nobel alternativo, defendió la necesidad de cambiar nuestra concepción de la economía para integrar en ella nociones de decrecimiento. “Detener el proceso de desaparición de la vida no será posible sin revisar los fundamentos de nuestra economía […] Para conseguirlo, debemos repensar la transición energética, reducir el tiempo de trabajo, transformar la agricultura, modificar nuestra alimentación y revisar nuestra concepción de la propiedad.” [Pivot, 8/12/2022].
¡Qué manera de suavizar la expresión de este último punto! Pues sí, hay que superar el capitalismo, por no decir derribarlo, como dice Québec solidaire en su programa, que acumula polvo en algún anaquel. Con motivo de la manifestación del Collectif COP15, los portavoces de Solidaire han reclamado “[u]na moratoria temporal inmediata de las licencias mineras en el sur de Quebec”, según La Presse. ¿Por qué solamente en el sur? ¿Hay que abandonar el vasto norte indígena a la minería desenfrenada a bajo precio? ¿Y por qué temporal? La reivindicación de Climat-Québec, el pequeño partido de la exministra del Parti québécois y antigua dirigente del Bloc québécois, Martine Ouellet, de proteger las 83 áreas ya previstas en el sur a cargo de las comunidades, como había reclamado la Gran Marcha para la protección de los bosques del verano de 2021, parece más apropiado y consecuente.
Texto original: ESSF
Traducción: viento sur
Fuente: https://vientosur.info/montreal-la-cop15-sobre-biodiversidad-y-los-debates-que-suscita/