Los brotes infecciosos en poblaciones de vida silvestre se han vuelto cada vez más frecuentes. El cambio climático tiene culpa de ello, según un nuevo estudio publicado en Science que propone la hipótesis de «desajuste térmico».
En la actualidad la fauna salvaje está sufriendo varios brotes de enfermedades infecciosas que llevan hacia la disminución o incluso la extinción de especies en todo el mundo. Ejemplo de ello es el hongo Batrachochytrium dendrobatidis, que provoca la quitridriomicosis y que está afectando a más de 500 especies de anfibios en todo el mundo.
No es un caso único. En los últimos 20 años, el síndrome de nariz blanca, causado por el hongo Geomyces destructans, se ha extendido entre los murciélagos de América del Norte, generando la pérdida de numerosas colonias de estos mamíferos. En Europa, la viruela de las ardillas se ha expandido debido a la introducción de la invasora ardilla gris de las Carolinas, que ha causado importantes descensos entre las ardillas europeas.
«Estas enfermedades en animales salvajes se están propagando por todo el mundo debido a la globalización, la producción de alimentos y el comercio de mascotas, y varias de ellas están provocando pérdidas generalizadas de la fauna silvestre», explica a SINC Jeremy Cohen, investigador en la Universidad de Wisconsin, en Madison (EEUU), y primer autor de un estudio que se publica en la revista Science.
La crisis climática puede aumentar el riesgo de brotes de enfermedades infecciosas en muchas especies adaptadas a climas templados y fríos
El trabajo destaca las regiones y las especies que tienen más probabilidades de experimentar aumentos en las enfermedades de la vida silvestre debido al cambio climático. «Aunque no estudiamos los datos de enfermedades humanas, las de la fauna silvestre son de interés para la salud pública porque la mayoría de los patógenos humanos provienen originalmente de la vida silvestre, como la covid-19, el VIH, el ébola, el virus del Nilo Occidental, etc.», recalca Cohen.
Según el estudio, la crisis climática puede aumentar el riesgo de brotes de enfermedades infecciosas en muchas especies adaptadas a climas templados y fríos, mientras que las especies de climas más cálidos podrían experimentar menos cambios en el riesgo de enfermedades ya que los parásitos no proliferan tanto con temperaturas demasiado elevadas.
«Las especies adaptadas al frío, que suelen ser de latitudes septentrionales o de grandes altitudes, experimentarán el aumento más pronunciado del riesgo de enfermedades bajo el cambio climático», indica a SINC el experto. Hasta ahora, estas especies habían estado protegidas de la invasión de especies de parásitos por inviernos duros pero que cada vez «se están volviendo más suaves y cortos».
Por otra parte, las especies de sangre fría, como peces, ranas o insectos, en áreas del norte (boreales o templadas) o de gran altitud afrontarán los mayores aumentos de riesgo «ya que no pueden regular su temperatura corporal y mitigar los efectos del calentamiento como lo hacen las especies de sangre caliente», subraya Cohen.
El perrito de las praderas de cola negra (Cynomys ludovicianus) es un huésped de vida silvestre susceptible a la peste. — Jeremy Cohen / UNIVERSITY OF WISCONSIN-MADISON
La hipótesis del «desajuste térmico»
Para confirmar estos resultados, el equipo de científicos creó una base de datos para describir la prevalencia de patógenos en 2.021 parejas de patógenos-huéspedes de 7.346 poblaciones de animales silvestres en todo el mundo, con datos sobre el tiempo local y el clima en cada localización.
Los parásitos son mucho más rápidos que los huéspedes cuando se trata de adaptarse y aclimatarse a condiciones inusuales, pero no extremas
El modelado permitió apoyar la hipótesis del «desajuste térmico»: las especies de climas fríos experimentan un mayor riesgo de enfermedades en periodos anormalmente cálidos, mientras que las especies de regiones más cálidas tienen más probabilidades de ser sensibles a temperaturas más frías.
«Esto se debe a que los parásitos son mucho más rápidos que los huéspedes cuando se trata de adaptarse y aclimatarse a condiciones inusuales, pero no extremas. Por lo tanto, la hipótesis sugiere que a medida que las áreas frías tienen más períodos cálidos y de olas de calor, los hospedadores de vida silvestre se estresarán y los parásitos florecen», sugiere Cohen.
Sin embargo, según los científicos, es posible que las áreas cálidas no experimenten tantos cambios en cuanto a la incidencia de enfermedades porque el clima podría calentarse demasiado para que los parásitos proliferen.
ADELINE MARCOS (SINC)