Este comentario tiene un objetivo sólo transitorio. Va dirigido a la izquierda como una contribución analítica para la comprensión de la situación económica actual y sus perspectivas, de modo que se diseñe una estrategia a partir de un diagnóstico certero. Se trata de denunciar y poner de manifiesto que los intentos del gobierno por dar […]
Este comentario tiene un objetivo sólo transitorio. Va dirigido a la izquierda como una contribución analítica para la comprensión de la situación económica actual y sus perspectivas, de modo que se diseñe una estrategia a partir de un diagnóstico certero.
Se trata de denunciar y poner de manifiesto que los intentos del gobierno por dar por concluida la crisis económica y afirmar que estamos instalados en la recuperación son falsos. La crisis continúa y mucho peor que eso, en cualquier momento puede recrudecerse y agravarse la situación desoladora que vive el país. No pasará mucho tiempo antes de que esto ocurra y, con el gobierno desahuciado por sus mentiras y errores, ya tendrá poco sentido imputarle su manipulación, sino que la tarea fundamental será como combatir los nuevos zarpazos de la crisis.
Por parte del PP, entonces, toda su preocupación será justificar por causas extrañas y espurias el fracaso de su política y los traspiés de sus pronósticos, cuando hay señales inequívocas del panorama peligroso que presenta la economía del país. El gobierno de Zapatero reconoció tardíamente la crisis, los de ahora, siempre con gran desprecio a los ciudadanos, pretende engañarnos anticipando su fin, en una nueva versión de los brotes verdes del PSOE. Por decirlo clara y brevemente, lo peor de la crisis no ha pasado, lo cual, dicho en medio del desastre actual, no deja de ser el anuncio de una catástrofe.
La propaganda no se compadece con la realidad
La cadencia de la evolución de la economía no se ajusta a las necesidades y tiempos del gobierno. Y es así como éste, tratando de comunicar la superación de la crisis, ha pasado en muy poco tiempo de hablarnos de incipientes indicios, de estar a punto de doblarse la esquina, de asaltar las trincheras de la recuperación, de doblar el cabo de Hornos, a asegurarnos que ya la economía tiene unas perspectivas totalmente favorables. Todo ello cuando los indicadores económicos, lentamente elaborados según transcurre el tiempo real, si sustentan una leve mejora de la situación, arrojan también datos contradictoria cuando no negativos.
Pero las elecciones están muy cerca y, ante tantas agresiones cometidas, surge la necesidad de propalar que se ha seguido una política correcta. De ahí, insistir en la recuperación y reforzar unas predicciones bastante fantasmales. Como prueba, el pronóstico de una economía avanzando en firme, cuyo PIB crecerá en 2014 en un 1,2% y en un 1,8% en 2015 (último objetivo proporcionado, frente al 1,5% anunciado anteriormente, justo el día después de conocerse los resultados sombríos de la EPA en el primer trimestre del año).
En una realidad tan compleja como la economía se pueden encontrar datos sobre aspectos parciales que pueden inducir, por la desesperación, a interpretarlos como señales indiscutibles de un cambio de situación. Como a un enfermo grave, puede caerle la temperatura algunos ratos (disminuir la prima de riesgo), o puede dejar de vomitar (atenuar la destrucción de empleo), o puede visualizarse algún aspecto favorable, como la evolución de los beneficios o una buena temporada turística, pero no por ello cabe afirmar que la salud se ha recobrado y la enfermedad desaparecido.
Precisamente, varios días antes de conocerse la EPA del primer trimestre, el gobierno, en su delirio propagandístico, anunciaba que entre este año y el siguiente se iban a crear 650.000 nuevos puestos de trabajo, o 600.000 en una corrección a la baja. No obstante, la destrucción de 185.000 en los tres primeros meses del año, abate sus previsiones y lo compromete a crear ya sólo en siete trimestres 785,000 nuevos empleos. Como puede interpretarse, todo un disparate. Aunque las cifras del empleo y paro dan mucho juego para analizar la evolución de la crisis y el efecto de la última reforma laboral: son, básicamente, las que utiliza el gobierno para insistir en un cambio de tendencia según una lectura sorprendente: cada vez estamos peor, pero empeoramos más lentamente.
Endeblez estadística
Leyendo el informe del Banco de España sobre la evolución económica en el primer trimestre de este año, con la intención de indagar en la información de base en la que se sustentan los pronósticos oficiales, se puede leer un primer párrafo que, paradójicamente, a pesar de afirmar que la economía mejora, da lugar a muchas dudas. Vale la pena reproducirlo:
«Durante el primer trimestre de 2014 la economía española prolongó la trayectoria de paulatina recuperación de la actividad en un contexto en el que se produjeron un avance adicional en la normalización de los mercados financieros y la consolidación gradual de la mejoría del mercado laboral. Según la información disponible -todavía incompleta-, se estima que el PIB aumentó un 0,4 % en tasa intertrimestral (frente al 0,2 % del período octubre-diciembre), lo que situaría por primera vez la tasa interanual también en terreno positivo (0,5 %), tras nueve trimestres consecutivos de tasas interanuales negativas».
Esas tasas es lo mínimo que se despacha en crecimiento. Menos, entra en el orden de magnitud de los errores de estimación. ¿Quién compraría un coche de segunda mano o una recuperación ofrecida en tales términos?
La endeblez estadística de la campaña de la recuperación del gobierno es manifiesta. Rastreando y exprimiendo la información se encuentran algunos datos que han mejorado con respecto al pasado, pero otros revelan problemas agudizados, de manera que la valoración global de la situación, en el mejor de los casos, podría retrotraernos a varios meses anteriores cuando el PP, necesitado de algo positivo que ofrecer después de tanto desastre y sufrimientos causados, empezó a anunciarnos que había ya indicios de haber tocado, pero no para afirmar que la economía ha emprendido ya el camino definitivo de la salida de la crisis. El gobierno, empleando el gobelino método de insistir, se creyó su propia propaganda, cuando lo más favorable que se puede mencionar sobre la recuperación son las propias previsiones del gobierno, cuya credibilidad es simplemente nula
Los problemas de fondo: la deuda exterior y pública
El asunto principal no es si realmente la economía ha mejorado levemente, lo que significaría entrar en el debate artificial que se ha suscitado sobre la evolución «macro» (lo que ve el gobierno de positivo para su campaña) y la evolución micro (lo que sufren los ciudadanos en términos de paro, salarios, precariedad, los desahucios, etc., etc…), que sique profundamente hundida. La incógnita fundamental pendiente es si hay riesgos de agravamiento serio de la crisis en el próximo futuro, es decir, antes de que se confirme esta más que discutible recuperación de la que se habla. Y se puede afirmar con bastante contundencia que existen serios peligros de que la crisis origine momentos muy dramáticos, que conmocionen aún más al país económica y socialmente (dejemos ahora la política).
La España va bien de Aznar y la euforia ridícula de Zapatero con aquello de la liga de campeones, la solvencia del sistema financiero español y el ritmo vertiginoso al que nos aproximamos a Francia e incluso a Alemania, todo se fue a pique repentinamente al declararse la crisis del sistema financiero internacional en septiembre de 2008, con la quiebra del banco norteamericano de inversión Lehman Brothers. La causa no fue otra que la economía española estaba enormemente endeudada con el exterior y que, desatada la crisis y activada la vigilancia, nuestro país pasó a ser un deudor muy sospechoso y bastante insolvente, en un clima general de incertidumbre, desconfianza y agujeros financieros insondable. El desarrollo de nuestra crisis económica ya lo conocemos, con el cierre del crédito, la prima de riesgo disparada, el rescate del sistema bancario y el aumento del déficit y el endeudamiento del sector público.
En efecto, al final del año 2007 los pasivos exteriores brutos de la economía española ascendían a 2,25 billones de euros, tras haberse multiplicado por más de 4 desde la implantación del euro en 1999, como consecuencia del endeudamiento derivado de los déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente y la participación de la empresas y la banca española en la euforia financiera de aquellos años, endeudándose a chorros y expandir sus activos Principalmente en Latinoamérica. De esos 2,25 billones, solo correspondían 0,19 billones a las Administraciones Públicas, en deuda pública colocada en el exterior, que mantenían entonces una posición bastante saneada.
Al final del 2013, después del hundimiento económico de los últimos años, se ha corregido el déficit exterior y se ha logrado un ligero superávit de la balanza corriente en 2013 por la postración de la actividad, pero todavía los pasivos exteriores superan los 2,3 billones de euros con la particularidad de que la parte correspondiente a las administraciones públicas es ahora de 0.35 billones de euros. Un profundo desequilibrio tanto del sector privado como público que constituye una rémora muy agobiante para la economía española en los próximos tiempos, susceptible de ocasionar incidentes financieros graves y descontrolados.
¿Qué pasa con la deuda pública?
En la evolución del sector público reside uno de los aspectos más negativos y peligrosos de la situación económica comparada con la del principio de la crisis. Las Administraciones Públicas llegaron a tener en el trienio 2005-07 un ligero superávit, pero, sobrevenida la crisis, con la particular explosión de la burbuja inmobiliaria, los ingresos públicos cayeron drásticamente y, a pesar de las políticas de ajuste y austeridad, los déficit del sector público han cobrado en los últimos tiempos cotas insólitas. La consecuencia inevitable ha sido un rápido e intenso crecimiento de la deuda pública, cuyos intereses constituyen una pesada carga para las propias cuentas del sector y exige una renovación continua de dicha deuda en unas condiciones todavía dominadas por la inestable situación financiera internacional y la insolvencia potencial de nuestro país.
Algunos datos: de 2009 a 2012 el déficit de la Administraciones Públicas ha oscilado en torno al 10% del PIB y todavía en el año 2013, después del perseguirse drásticamente su reducción desde mayo de 2010, con Zapatero plegándose a las exigencias de la Troika, ha sido del 7 % del PIB siete, incluida la deuda asumida por el Estado para ayudar a la banca. La deuda de las administraciones públicas, que al final de 2007 no llegaba a los 400.000 millones de euros, supera ya el billón, en cifras redondas el 100% del PIB, sin incluir otros casi 150. 000 millones de avales del Estado y lo oculto en las alfombras de la Administración.
Estos datos referidos al vuelco de las cuentas públicas son decisivos para entender la tesis de este artículo sobre la continuidad de la crisis y su posible agravación. Todos los mensajes de recuperación chocan con la que será sin duda alguna la política económica que aplique el gobierno muy próximamente. Más recortes, más ajustes, mayor austeridad, en esa lucha bastante difícil y contradictoria por acabar con el déficit público, tal y como lo exigen los poderes económicos.
Tanto el FMI como la Comisión Europea no dejan de emitir señales sobre la necesidad de dichos ajustes y recortes, aparte claro, de no olvidar nunca flexibilizar más el mercado de trabajo. Se apuesta por una recuperación que no sólo no cuenta con motores que la empujen sino que existe el freno poderoso del déficit público. (Así estaba escrito este párrafo antes de conocerse que con nocturnidad el gobierno ha enviado a Bruselas un documento sobre la actualización del plan para el cumplimiento del Pacto de Estabilidad en el que se apuntan nuevos recortes salvajes para pensionistas, funcionarios, parados, dependencia…)
La continuación del déficit de las cuentas públicas induce un crecimiento de la deuda pública, que ya roza el nivel de lo impagable. No se quiere mencionar este dato para comparar situaciones antes de la crisis y ahora, un pequeño olvido de la manipulación, pero es definitivo para poner de manifiesto que la economía española está más socavada e inestable que al comienzo de la crisis. La evolución de la prima de riesgo con una caída en los últimos tiempos sensible se aporta en sentido contrario como dato concluyente, pero bastaran pequeños acontecimientos traumáticos para que se dispare nuevamente como corresponde a la deuda soberana de un país altamente endeudado. No se han inventado todavía remedios sin graves consecuencias para enfermedades de este tipo (quitas, reestructuración, rescates….). El país está instalado sobre una bomba financiera, con lo que implica de inestabilidad latente en lo inmediato y de peligros futuros.
¡Que no se distraiga la izquierda y medite sobre cómo afrontar el futuro si estos comentarios tienen verosimilitud!
Pedro Montes es economista e integrante de Socialismo 21
Fuente: http://www.cronicapopular.es/2014/05/la-crisis-continua-y-se-agravara/