Cuando nueve personas han sido asesinadas, y tres cooperantes españoles y 600 voluntarios más están detenidos por las fuerzas militar-fascistas del Estado racista de Israel da vergüenza hablar de asuntos mucho menos sustantivos. Pero… pongamos que hablamos de Madrid y de cosas un poco marginales en estos momentos. La portavoz de la coalición ICV-EUiA, Laia […]
Cuando nueve personas han sido asesinadas, y tres cooperantes españoles y 600 voluntarios más están detenidos por las fuerzas militar-fascistas del Estado racista de Israel da vergüenza hablar de asuntos mucho menos sustantivos. Pero… pongamos que hablamos de Madrid y de cosas un poco marginales en estos momentos.
La portavoz de la coalición ICV-EUiA, Laia Ortiz, amenaza con un plante si el consejo del gobierno tripartito catalán no alcanza esta tarde de 1 de junio un acuerdo sobre qué rentas deberán pagar más y el porcentaje del aumento. La arista negociada esgrimida para conseguir su apoyo a las injustas medidas de recorte. El Gobierno catalán -seguramente el vicepresidente económico Antoni Castells, ala derecha del PSC-PSOE- ha señalado que para hoy sólo toca «líneas y orientaciones generales» de la reforma fiscal.
ERC, que suele «comunicar» mucho, apenas dice nada por su propia boca y con su propia cabeza. El asunto parece no ir con ellos. Sólo intervienen, marginalmente, para no desilusionar a un electorado cuyo vértice central no está localizado en esta zona. Pero no se mojan, que se desgasten los otros.
Laia Ortiz no ha explicado exactamente qué puede implicar un plante ni siquiera qué significa políticamente. Yo no logro imaginármelo. Ni que decir tiene que, entre los dirigentes de la coalición ICV-EUIA, no existe la más mínima intención de abandonar el gobierno tripartito. Uno llega a esos instancias para quedarse, crecer y permanecer. Las instancias falsadoras de la hipótesis apenas se recuerdan.
Ni que decir tiene también, que, efectivamente, es muy probable que en la reunión de hoy, más allá de plantes y amenazas de socios, se acuerden líneas y orientaciones generales, muy generales, con alguna promesa de concreción posterior.
O tal vez no. Admitamos que puedo estar errado. Bien mirado, ¿de qué cantidades estamos hablando cuando hablamos de tensiones, plantes y desacuerdos gubernamentales? ¿De qué cantidad de ciudadanos y ciudadanas cienmileuristas estamos hablando?
Empecemos por lo segundo. Hablamos de unas 70.000 personas, algunas de las cuales, puedo asegurarlo porque tengo amigos que me lo han confirmado, no tendrían problema poliético alguno en pagar más impuestos si la reforma fiscal fuera una reforma justa que hiciera que los que más tienen más pagaran, no sólo las rentas del IRPF, con el control anexo y necesario de Inspección de Hacienda sobre los sectores donde se sabe que el fraude es moneda habitual de cambio en sus cuantiosas y beneficiosas transacciones.
La propuesta de ICV-EUiA [1], publicitada en la tarde de 31 de mayo, habla de subir de 21,5% al 25% el impuesto del IRPF en el tramo autonómico, no hay competencias sobre la otra parte, el tramo estatal, de las rentas salariales de cien mil euros para arriba. Traduciendo, sin hacer cálculos exactos, a ojo de buen (o mal) cubero y equivocándome por arriba, entre 1.000 y 1.300 euros más de impuestos.
¿Qué significa esa cantidad para los sectores afectados? Casi nada. Dos o tres cenas familiares en Can Calvet, un día menos de vacaciones en alta mar si fuera el caso, dos óperas menos en la platea del Liceo o un año de prolongación de la vida de uno de los todoterrenos que se poseen antes de su renovación quinquenal. ¿Alteración real del «nivel de vida», del poder adquisitivo, de su poblado mundo de bienes y servicios? Inexistente. Además, a diferencia de lo ocurrido en otras épocas (la lucha y cultura antifranquistas también aquí abrieron brecha), dado que esos grupos sociales suelen estar unidos sentimentalmente a personas del mismo status social, la cantidad de la que se habla es, prácticamente, uso una metáfora gastada, como una propina generosa. Nada que pueda alterar un cambio de sábanas de seda ni tan siquiera dos trajes de lino.
La cuestión anexa es: ¿qué tendrán estos grupos sociales que siempre son tan bien defendidos? Supongamos que los asalariados que ganan menos de 13.000 euros anuales, la octava parte de las rentas del sector del que estamos hablando, los asalariados mileuristas que son legión en Catalunya, tuvieron que pagar, vía directa o indirecta, 150 euros anuales más, como será el caso si llega el momento oportuno y como de hecho ya está ocurriendo con la regresividad encubierta. La subida de impuestos en este caso sí que podría afectar a algunos nudos de la vida cotidiana de personas que están ya en la cuerda tensada. Por ejemplo, en su compra de libros, en sus salidas de fin de semana, en sus abonos del gimnasio, en las vacaciones escolares de sus hijos. ¿Alguien se imagina que los intereses de estos sectores sean defendidos con tanto esfuerzo, con tanto ahínco, con tanto denuedo, con tanta tensión?
Yo no. Parecerá paleomarxismo pero habrá que admitir que hay clases (que cuentan) y clases (que, de hecho, son inexistentes políticamente). Por no hablar de los que realmente tienen mando en plaza, voz enérgica y cuidada, y mueven por si faltara poco, con nocturnidad y alevosía, los hilos de la trama. Estos sectores, exquisitos, muy exquisitos, ya tienen sus asesores fiscales serviles, las SICAV, los paraísos fiscales y el fraude organizado. Y a veces, el mismo Estado a sus pies.
Nota:
[1] Albert Martín Vidal, «La subida de impuestos tensa al Tripartito». Público, 1 de junio de 2010, p. 21.
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