Haroldo Conti: el caminante y navegante, el militante que no vaciló en adherir al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en la década del setenta, un intelectual que buscaba la síntesis entre cristianismo y marxismo. Conti, ese hombre que construyó una obra literaria buscando en los confines de tierra adentro, entre el río, su Chacabuco […]
Haroldo Conti: el caminante y navegante, el militante que no vaciló en adherir al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en la década del setenta, un intelectual que buscaba la síntesis entre cristianismo y marxismo. Conti, ese hombre que construyó una obra literaria buscando en los confines de tierra adentro, entre el río, su Chacabuco natal y los suburbios del puerto de Buenos Aires. Conti y su pasión por la Revolución Cubana, su crítica certera a quienes manejan el sistema cultural que todavía perdura. Conti, un defensor de la escritura como oficio y que supo construir un lenguaje propio en sus cuentos y novelas. Cada una de estas características del escritor argentino, nacido el 25 de mayo de 1925 y desaparecido por la dictadura militar en 1977, se observan y son analizadas en el libro «Alrededor de Haroldo Conti», del escritor y periodista Juan Bautista Duizeide, publicado por la editorial Sudestada a finales de 2013.
Duizeide no se queda en el hecho anecdótico o estructura una biografía clásica. Retomando la tradición de los polemistas que florecieron en las décadas del sesenta y setenta, utiliza el libro para confrontar las obras de Conti y Jorge Asís, «amigos y compinches» en tiempos pasados, dos personas definidas por sus propias historias. Mientras que Haroldo decidió quedarse en el país para combatir a la Junta Militar, Asís tuvo su derrotero desde el comunismo al neoliberalismo a ultranza, siendo funcionario de primera línea en el gobierno de Carlos Menem (1989-1999). En esa confrontación, Duizeide toma posición y rechaza, como él mismo lo define, los «consensos», porque opta por las contradicciones y tensiones como forma de definición política.
Entrevistado por Resumen Latinoamericano, Duizeide hará un recorrido por la vida y obra del autor de obras fundamentales como «La balada del álamo Carolina» o «Mascaró, el cazador americano». También rescatará a la generación del setenta, de la cual era parte Conti junto a Rodolfo Walsh y Francisco «Paco» Urondo, entre otros.
-¿Cómo surge la idea de armar el libro?
-Venía trabajando alrededor de Conti hacía muchos años, había intervenido en una muestra que se hizo en La Plata («Como un león») con el aporte de la familia, con mucho material fotográfico y documentos, sobre todo por la inquietud de su hijo, Marcelo Conti. Después trabajé para la investigación del documental «Homo Viator», y venía leyendo y releyendo a Haroldo, de vez en cuando escribiendo alguna nota. Pensé que iba a ser una biografía bastante convencional, pero después pensé, y no me salió, en una especie de alternancia entre capítulos más narrativos, con algún hecho de su vida significativo y bien documentado, donde aparecieran un montón de significados, tensiones y contradicciones que estuvieran implícitas, y capítulos más analíticos sobre su obra y acciones políticas. Eso no me salió y empecé a trabajar otro esquema que es bastante más híbrido, en el cual hay pequeños relatos de hechos de su vida y el resto es más discusión conceptual de su literatura, su contexto cultural y político, de cómo lo leemos o no lo leemos, porque me interesa sobre todo Haroldo Conti hoy. Es necesario ver cuál era su contexto. Si hoy vale la literatura de Conti y su militancia política, es porque nos sigue interpelando. Al trabajar en eso tuve que revisitar una serie de conceptos literarios e históricos que me parecen que están bastante cristalizados. Leer de manera amplia a Conti permite discutir, y era lo más interesante.
-¿Cómo pensás que se lee hoy a Conti?
-Pienso que se lo lee poco. No creo que sea indispensable, para comprender a Conti o a Rodolfo Walsh, un conocimiento bastante acabado de lo que era su contexto cultural y político. Sí, en el caso de conocerlo, van a suceder una serie de fenómenos: vamos a leer distinto a Conti, a Walsh, a Paco Urondo, a Miguel Ángel Bustos. Algo más interesante es que vamos a leer distinto esa época, de un modo menos cuadrado y limitado, menos en blanco y negro, y con muchos matices de colores. La lectura de Conti informándonos de esa época nos va a permitir entender un montón de cosas de nuestra sociedad, de nuestra literatura, de lo que hoy se premia y se le otorga valor, y qué es aquello que queda de lado.
-Algo interesante del libro es que generás discusión como autor, como en el caso del análisis que hacés entre la obra de Conti y Jorge Asís.
-Me molesta mucho pensar la política, la cultura, la literatura sólo como consensos. Me parece que los consensos son para determinados momentos privilegiados, pero lo que define cualquiera de estas actividades humanas es el conflicto y la tensión. Muchas veces, ese consenso es la represión por determinados acuerdos, o por la cristalización de determinadas relaciones de poder de tensiones que existen. Entre la obra y la trayectoria vital de Asís y la de Conti, hay una diferencia que es casi una metáfora de la historia reciente argentina. Otro punto que me resultaba interesante es que Asís fue muy amigo y compinche de Conti. Creo que a diferencia de otros amigos de Haroldo que suelen dar testimonio sobre él, conocí una faceta de Conti que siempre se deja de lado: hay cierto atorrantismo y lumpenismo en Haroldo. Intenté hablar con Asís, incluso cuando trabajé haciendo la investigación para «Homo Viator» quería incluirlo en el documental. Al director le pareció que no, y es respetable. Lo quise entrevistar para el libro, me vinculé con su editorial, me terminaron pasando su mail pero jamás me contestó. Que no se entienda que hice este trabajo de análisis porque Asís no me contestó. También lo hubiera hecho si podía reunirme con él. Me faltó conversar con él, pero me interesó mucho conversar con su obra. Su literatura no me gusta, sin embargo es muy interesante porque habla mucho de Argentina. Se entiende mucho al país leyendo a Asís y creo que, por comparación, se entiende más a Conti leyendo a Asís.
-¿En la actualidad, Haroldo Conti es más reconocido como escritor o como militante?
-Me temo que hubo una institucionalización de Conti. Existe el centro cultural que está, nada menos, en la Esma (ex centro clandestino de detención). También hubo durante años un premio literario Haroldo Conti, hubo muestras y películas. Sin embargo, no creo que se lo lea tanto y es interesante ponerse a pensar por qué no. Hay muchos que tratan de verlo a Conti básicamente como el escritor-militante, y piensan esta figura más en relación a cómo era Walsh. La obra de Conti es profundamente política, pero no tiene ni un «Operación Masacre», «¿Quién mató a Rosendo?», ni una «Carta abierta a la Junta Militar». Entonces para la lectura militante es complicado. Hay mucha gente en la academia y lectores jóvenes que quieren hacer tabla raza con esa época, y asocian a Conti con la militancia y no quieren saber nada sobre él. Si se lo leyera sin preconceptos militantes o antimilitantes se encontraría una obra interesante para cualquier lector.
-¿Dónde encontrás lo político en la obra de Conti?
-Lo político está de muchas maneras. En algunos casos son simultáneas y en otros, son sucesivas. Vayamos de lo más reciente hacia más atrás. Su época más procubana, en la que está más integrado en la militancia legal dentro de la revista «Crisis», en el Frente Cultural del PRT y en el FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo), exponiéndose públicamente cuando no era joda asumir esas posiciones, porque te cagaban a tiros. No era una cuestión de snobismo, aunque pudiera haber algunos snobs como siempre pasa. También es la época de escritura de «Mascaró…». Siempre tuve problemas literarios con esa novela, porque no me parece su mejor obra. Como narrativa de viajes tiene momentos muy buenos. Incluso revaloricé más a «Mascaró…» cuando la terminé y tuve una charla con un militante peronista de La Plata, Gonzalo Cháves. Él valorizaba como revolucionario el tema de que en «Mascaró…» se plantea la alegría y el placer. La izquierda se tiene que hacer cargo de la alegría y del placer, no solo del sacrificio. Quizá eso es lo más revolucionario de «Mascaró…». La novela, que es la más explícitamente política de Haroldo, sin embargo es muy metafórica. Si vamos más atrás en la obra, buena parte de los cuentos de «La balada del álamo carolina» tienen que ver con el campo argentino. Es una visión absolutamente diferente a la que se puede ver en «Don Segundo Sombra», de Ricardo Güiraldes, o la literatura gauchesca. Conti muestra el campo del inmigrante pobre y el tipo de personaje que rescata, es un tipo que la literatura argentina sobre el campo no ha tratado muy bien. «La balada…» fue muy criticado por izquierda, porque se pensaba que le faltaba garra política. Quizá por las lecturas de César Pavese que Haroldo tenía, o por su base de formación católica, estaba viendo que para poder desarrollar determinada política había una serie de lazos que fueron necesarios, por ejemplo como retaguardia de las organizaciones. Si hubiera existido una mejor comprensión del sujeto social, otras cosas habrían sucedido en Argentina. Conti estaba planteando esa comunicación, el que escribía eso era un tipo muy comprometido con el PRT. Yendo más atrás en la obra aparece la novela «En vida», que es sobre un hombre de la pequeña burguesía que va y viene desde su familia bien constituida hacia el lumpenaje de los vagos que viven de fiesta por la zona de la ribera del Tigre, que por esa época no era la ribera top que fue después del menemismo. Una novela de la época del dictador Onganía (1966-1970) es «Alrededor de la jaula», y fue muy interesante leerla en paralelo a «Las hamacas voladoras», de Miguel Briante, que es un cuento de rebeldía generacional. En los dos casos, es un pibe el que se rebela contra el sistema e implícitamente muestra que esa rebeldía juvenil e individual no conduce a ninguna parte. Yendo todavía más atrás, te encontrás con el cuento «Marcado», de 1963 o 1964. Si se quiere es una historia de piratas. El argumento es sobre un contrabandista del río de La Plata, muy peleado con la Prefectura con la cual no quiere arreglar. En un momento los caga bien a tiros, sabe que lo van a ir a buscar, y entonces choca contra la lancha de la Prefectura y los hace volar. Cuando se dice que el PRT le cambió la cabeza a Haroldo, él ya estaba planteando la cultura combatiente hasta las últimas consecuencia en el año 63-64. Si se quiere es una historia de piratas. El argumento es sobre un contrabandista del río de La Plata, muy peleado con la Prefectura con la cual no quiere arreglar. En un momento los caga bien a tiros, sabe que lo van a ir a buscar, y entonces choca contra la lancha de la Prefectura y los hace volar. Cuando se dice que el PRT le cambió la cabeza a Haroldo, él ya estaba planteando la cultura combatiente hasta las últimas consecuencia en el año 63-64. Si vamos a la que me parece su gran obra maestra indispensable, la novela «Sudeste», pone el ojo en otra parte de donde lo ubica la cultura argentina institucionalizada: tipos que son parias del río, un poco pescadores, un poco contrabandistas, otro poco ladrones. Tampoco los está idealizando, hay una opción por lo concreto que me parece muy fuerte: no tiene una visión clasista que los estigmatiza, ni tampoco esa cosa demagógica de decir está todo bien. Me parece que hay una opción política.
-¿También hay una opción en su lenguaje?
-Hay una política implícita en la elección del idioma castellano rioplatense y sus modismos y rugosidades. Haroldo no escribía para ser fácilmente publicado, pasado al cine, o traducido. Para él, la lengua de acá era una cuestión de conflicto y soberanía.
-¿Existen continuadores de Conti?
-En eso estamos un poco para atrás. Me interesa, y me asomé mínimamente a eso, pensar la literatura argentina tamizada un poco por la teoría del genocidio. Mucha gente desde la historia, e incluso desde organizaciones de derechos humanos, planteaba que era bastante contraria la idea de que existió un genocidio en Argentina, porque estaba convencida de que plantear la existencia de un genocidio despolitizaba la cuestión. Algunas personas, no todas, tenían como modelo de un genocidio algunas acepciones de lo que fue el genocidio nazi. Esto es pensar que el genocidio fue solamente contra judíos y una cuestión racial y no política. Hay un estudioso muy importante sobre los genocidios, el argentino Daniel Feierstein, que plantea de manera muy clara que no hay genocidio que no sea político. También plantea que el genocidio, si bien implica una aniquilación física, sobre todo lo que tiende es a aniquilar determinado tipo de relaciones sociales. Por lo tanto, el genocidio no culmina en la eliminación física de esos otros que no eran «no normalizables» para el Proceso de Reorganización Nacional en Argentina. Lo que se quiere borrar es la forma de relacionarse con el mundo: que los sindicalistas no sean más como Agustín Tosco, que los escritores no sean más como Walsh o como Conti. Entonces la etapa más importante de un genocidio es posterior a la aniquilación. Feierstein la caracteriza como «etapa de realización simbólica del genocidio». Eso tiene sus marcas en cómo se lee la literatura argentina y cómo es el ejercicio de la literatura y la crítica hoy en día. Siento que el modelo de escritor, en general, apunta hacia otro lado. Cambiar eso no va a llevar un tiempo de decantación, sino que parte de una lucha política. Escritores que trabajen análogos a Conti, te diría Hernán Ronsino.
-Las personas que entrevistaste para el libro, ¿cómo te describieron a Conti como militante?
-En un solo caso alguien me pudo nombrar una tarea que Haroldo hizo. El resto de los consultados no había tenido contacto en la célula en la que estaba Conti, entonces nunca hubo una fuente, ni siquiera secundaria. Manuel Gaggero me plantea una anécdota: en un determinado momento, una célula pequeña en la que estaban Humberto Constanstini y, creo, Roberto Santoro, se encontraban volanteando y se genera una situación de peligro, no tenían buena seguridad, se les rompe el auto y se rajan a pata. Después Haroldo les rezonga: «Che, ¿les parece que el lugar para un escritor es repartir unos volantes? ¿No hay ninguna otra cosa que podamos hacer?». Había versiones que lo daban como un cuadro en el plano cultural-político, al punto que habría estado a cargo de la radio del PRT. Hubo gente que me dijo que no podría haber sido un cuadro, no porque él no pudiera, sino porque les parecía que un intelectual sólo podía ser un compañero de ruta. También se dice que estuvo en la inteligencia del PRT, por los contactos que tenía con gente de la Armada y el Ejército. Es muy notable que en una carta que le escribe a al cubano Roberto Fernández Retamar en el verano del 75 y 76, hable del golpe de Estado y diga con una precisión siniestra de que van a matar a treinta mil personas. Era un tipo que tenía información. También se dice que trabajó en logística, sobre todo consiguiendo lugares para esconder gente y armar reuniones, debido a los contactos que tenía en un mundo insospechable y que era el mundo católico. Pero nadie me dijo que participó en una reunión de una célula o de dirección en la que estuvo Haroldo.
Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/?p=2168