En los últimos años nos ha tocado vivir en carne propia los efectos de la implementación del Tratado de Libre Comercio, que empieza a mostrar sus primeras y muy devastadoras consecuencias. Esta situación, junto a años de desfinanciamiento de las instituciones públicas y ligada a una política sostenida de encarecimiento del costo de la vida, […]
En los últimos años nos ha tocado vivir en carne propia los efectos de la implementación del Tratado de Libre Comercio, que empieza a mostrar sus primeras y muy devastadoras consecuencias. Esta situación, junto a años de desfinanciamiento de las instituciones públicas y ligada a una política sostenida de encarecimiento del costo de la vida, está atacando en lo más profundo las condiciones de vida de la clase trabajadora.
En este contexto, las mujeres hemos sido las más afectadas, con las incumplidas promesas de nuevos empleos, con los recortes a los servicios sociales y con una lista pendiente de reivindicaciones que cada vez se ve más lejana de cumplirse frente a un gobierno que en su lugar busca eliminar cada vez más derechos. La brecha salarial sigue dejando en evidencia que ni siquiera los aspectos más básicos como el pago de igual salario por igual trabajo son garantizados.
Doblemente explotadas, doblemente oprimidas
Un reciente estudio elaborado por la Cámara de Comercio reveló que los hombres obtienen un salario promedio de 7.9% superior al de mujeres con iguales características.
Estos mismos datos son reforzados por la Encuesta Continua de Empleo realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censo, en la que se indica que las trabajadoras tuvieron durante el segundo trimestre del 2012, ingresos equivalentes al 88% del promedio percibido por los hombres.
Esta desigualdad busca ser justificada con otros datos en los que se revela que las mujeres trabajamos de forma asalariada menos horas que los hombres. Así entonces, el 85,5% de los hombres trabaja más de 40 horas a la semana, mientras que sólo un 72% de las mujeres logran tener esa misma jornada.
Pero lo cierto es que esta posición es parcial y no evidencia el hecho de que aun cuando muchas mujeres quisieran trabajar más horas, no tienen posibilidades de hacerlo porque en sus hogares se les recarga de las labores del cuido de sus hijos o algún adulto mayor, asumiendo entonces una segunda jornada laboral que es impaga dentro de su propio hogar.
Esta situación no se origina por una casualidad, el capitalismo reproduce la idea de que las mujeres debemos realizar el cuido de familiares y de niños como si esto fuera parte de una labor innata de nuestro género, pero en realidad es parte de una ideología que reproduce la burguesía en busca ahorrarse el pago de esas labores, colocándonos a las mujeres en una doble situación de explotación asumiendo dobles jornadas de trabajo. De esta manera, no sólo tenemos un menor acceso al empleo, sino que además tenemos un mayor trabajo no remunerado en el hogar.
Acceso al mercado laboral: discutiendo condiciones
Una de las principales herramientas para facilitar la independencia de las mujeres es el acceso al mercado laboral, el cual no solo representa un medio para poder contar con recursos económicos propios sino que además abre un nuevo espacio de relaciones sociales. Pero para que se convierta efectivamente en un mecanismo de emancipación de la mujer, el espacio laboral debe darse bajo condiciones de justicia e igualdad y no bajo condiciones de sobreexplotación y desencadenamiento de la opresión como lo promueve el capitalismo.
Aspectos básicos como licencias de maternidad más amplias y compartidas o la creación de guarderías infantiles dentro de los centros de trabajo, son elementos centrales para avanzar en el tema de socialización de las labores domésticas y de cuido. La situación nacional requiere que se abra la discusión sobre las condiciones de las mujeres trabajadoras.
En general, las licencias de maternidad en América Latina se encuentran por debajo del estándar a nivel mundial y muy lejanos de la situación que se da en países europeos. Mientras Suecia, que se encuentra a la cabeza en esta materia, otorga hasta 96 semanas de licencia de maternidad, en el caso Latinoamericano, Venezuela ofrece seis meses y medios de licencia, seguido por Cuba y Chile que establecen 18 semanas.
Y es que estos ejemplos, que se dan en el marco del capitalismo, no son ni siquiera migajas comparado con todo lo que las mujeres rusas consiguieron con la revolución socialista.
La esencia del programa bolchevique para la emancipación total de la mujer era su liberación final del trabajo doméstico por medio de la socialización de esas tareas, por eso en tan solo sus primeros meses, logró más por la emancipación de la mujer que cualquiera de los países capitalistas más avanzados. El Estado Obrero comenzó por crear instituciones como comedores y guarderías modelo para liberar a la mujer del trabajo doméstico.
Construyendo alternativas
El tema de creación de guarderías, ampliación de la licencia de maternidad y en general, la socialización de tareas domésticas, entendiendo estas como una jornada laboral ampliada e impaga que se recarga a las mujeres, debe ser parte intrínseca de la agenda del movimiento sindical.
Sin embargo, poco ha hecho el sindicalismo en este país por reconocer ese papel y por asumir como suya una lucha que es de toda la clase trabajadora. Eso es un reflejo del mismo machismo que se reproduce en el movimiento sindical, una ideología promulgada por el capitalismo que ha calado hasta en las mismas organizaciones de trabajadores y que debemos combatir. Esto pone en evidencia que el machismo, sirve para dividir a la clase trabajadora, promueve la desigualdad de la mujer con respecto al hombre y desvía nuestras acciones para enfrentarnos entre nosotros mismos cuando la única que división que existe es entre clases.
El paso que hay que dar requiere más que discursos de solidaridad, requiere de acciones en las cuales las organizaciones sindicales deben ponerse a la cabeza. Por ello creemos que un paso fundamental es incluir en las negociaciones de las Convenciones Colectivas las reivindicaciones de las mujeres trabajadoras y así empezar a tomar efectivamente como propias las luchas de las trabajadoras, quienes no solo constituyen la mitad de la clase trabajadora sino que es la mitad más explotada por el capitalismo.
Esas Convenciones Colectivas hoy están siendo atacadas por el gobierno, alegando que los derechos que ahí se establecen constituyen privilegios. Uno de los ejemplos que han puesto es el caso de RECOPE, la cual es una poca de las instituciones en este país que cuenta con guardería para los hijos de los trabajadores gracias a su Convención Colectiva. Esas demandas no son privilegios, los datos evidencian que son necesidades de la clase trabajadora que debemos defender y fortalecer.
Para eso requerimos de la unidad sindical y de sectores para luchar. Ha habido una separación entre el movimiento de mujeres y el sindicalismo que debe ser eliminada y precisamente aspectos como la lucha por el aumento de la licencia de maternidad y por la creación de centros de cuido puede ser un punto de encuentro para empezar a actuar de manera unificada.
Pero esta labor, requiere también de la más amplia discusión con las bases del movimiento sindical, no solo para lograr construir una propuesta que recoja efectivamente las necesidades de la clase trabajadora sino para lograr sumar al conjunto de la clase trabajadora a estas reivindicaciones.
Hay que tener claro que este no es un tema fácil de asumir, enfrentamos al gobierno, a las cámaras empresariales que pelearan con todo para intentar seguir haciendo crecer sus ganancias y aún más quitarnos las migajas que nos dan. Por ello la lucha no puede dejar de ser unificada, de hombres y mujeres trabajadoras por la legítima defensa de nuestros derechos.
Pero si efectivamente queremos erradicar la doble explotación a las mujeres, tenemos que acabar con las bases de esa explotación, que se encuentran en el capitalismo mismo. Por ello, llamamos a las mujeres trabajadoras y campesinas a sumarse a nuestro partido, a conocer nuestro programa y ser parte de esta lucha en la construcción de una alternativa socialista.