Los leñadores en Colombia talan en un solo día un bosque tan grande como 2.340 canchas de fútbol, para vender la madera o abrirles espacios a la agricultura extensiva y a la siembra de cultivos ilícitos. De esas magnitudes, que no caben fácilmente en la imaginación y resultan descomunales, es la deforestación en Colombia, una […]
Los leñadores en Colombia talan en un solo día un bosque tan grande como 2.340 canchas de fútbol, para vender la madera o abrirles espacios a la agricultura extensiva y a la siembra de cultivos ilícitos.
De esas magnitudes, que no caben fácilmente en la imaginación y resultan descomunales, es la deforestación en Colombia, una especie de ‘cáncer’ que también pone en peligro a la flora nacional.
De esta tragedia ambiental habla Jesús Orlando Rangel, del Instituto de Ciencias de la Universidad Nacional y uno de los botánicos que más ha estudiado el tema en el ámbito nacional.
Él indica que cada año se pierden en Colombia 598 mil hectáreas de bosques (854 mil canchas de fútbol), para un promedio diario de 1.638 hectáreas.
Y mientras el Ministerio de Medio Ambiente habla con menos dramatismo y estima la destrucción de 120 mil hectáreas cada 12 meses, sea cual sea el dato más certero la situación tiene en jaque a nuestra biodiversidad.
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Precisamente, la botánica Gloria Galeano, quien participó en la redacción del tercer volumen del Libro rojo de plantas de Colombia, explica el efecto. Ella dice que esa destrucción ya tiene bajo algún nivel de amenaza a 500 especies de plantas, a muchas de las cuales no se les ha podido hacer un diagnóstico, y que pierden más ejemplares de los que se siembran.
Esto es como si la vida de todos los mamíferos colombianos estuvieran a punto de desaparecer.
El Instituto Von Humboldt va mas allá y dice que el peligro se cierne contra 2.500 especies de flora.
Una de ellas es el árbol nacional, conocido como la palma de cera del Quindío, que se ha reducido en un 50 por ciento. Sus hojas han sido habitualmente usadas para hacer los ramos de la Semana Santa. Del resto de palmas que crecen en el país (39), el 18 por ciento tienen algún grado de amenaza y 17 especies están en peligro de extinción.
El riesgo también recae sobre especies exclusivas de páramo como los frailejones, esponjas de agua que crecen un centímetro al año. Del total mundial de esta especie, en Colombia se conocen 68 clases, de las cuales el 53 por ciento están amenazadas. De ellas, 7 tienen ‘amenaza crítica’ por la destrucción de los páramos en los que ahora proliferan minas de carbón, cultivos de papa y vacas. Entre los más amenazados están los frailejones de Paipa, de Tunja, de Chitagá y del Perijá.
Un tercer grupo que está en grave riesgo es el de las zamias, similares a un helecho, muy comunes en el Pacífico, Magdalena, Antioquia, Valle del Cauca y el Darién.
En el país hay 20 especies de esta planta. Trece, es decir el 65 por ciento, están en alguna categoría de amenaza por el pastoreo de cabras, la tala y el comercio ilegal. Estas matas están consideradas como ‘dinosaurios vegetales’, ya que existen desde hace más de 230 millones de años, y es eso precisamente lo que las hace atractivas en el mercado internacional.
«Son coleccionadas en los países industrializados, casi al mismo nivel de las obras de arte. En algunas de esas naciones son, incluso, símbolo de estatus social, por su rareza y tamaño. Por eso dan varios miles de dólares por un ejemplar raro y grande, extraído ilegalmente de alguna población andina», dice Galeano.
Colombia también está perdiendo, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, 71 especies de plantas fanerógamas, entre las que figuran arbustos medicinales, lianas y árboles maderables de hasta 45 centímetros que crecen en zonas húmedas del Chocó, Valle, Nariño, Cauca y Antioquia. Entre ellos figuran el abarco, que está sobreexplotado, y otros conocidos popularmente como el carbonero, el mata-mata y el amburé.
En quinto lugar de amenaza está el grupo de las bromelias, las pasifloras y las salvias, que se caracterizan por sus colores y formas exóticas, algunas de ellas parecidas a las orquídeas.
Agricultura, en la mira
Información recopilada por la Universidad Nacional indica que de las 718 especies y subespecies que se pueden ver en Colombia, 255 tienen algún grado de amenaza.
El país enfrenta un grave riesgo por esta situación si se tiene en cuenta que estos tres grupos de plantas incluyen numerosas especies con potencial ornamental, contienen metabolitos secundarios de importancia biomédica y representan material genético para el mejoramiento de especies cultivadas.
Según Rangel, la principal causa de la extinción de la flora en Colombia se debe a la ampliación de la frontera agrícola, que produce la destrucción de zonas de reserva para impulsar cultivos de pancoger. Esta actividad ha invadido 312 mil hectáreas de bosques.
Los terrenos de reserva también se dedican cada vez más al pastoreo de ganado. A ello se suma la tala ilegal para comercializar madera, que es usual en parques naturales como Katíos, patrimonio natural de la humanidad, y Sumapaz.
Además, la proliferación de cultivos ilícitos se ha comido 30 mil hectáreas de bosques.
El Magdalena Medio tenía en 1959 5’823.000 hectáreas de bosques. Pero en casi cincuenta años ha perdido 3’653.000 hectáreas por la avanzada de los cultivos de coca.
Muchas especies botánicas de nuestro país desaparecerían para siempre
Según los sondeos de Rangel, la deforestación tiene afectado el 32 por ciento del territorio nacional. Para ser más exactos, se nota en el 55 por ciento de la zona andina, que ha perdido 182 mil kilómetros cuadrados de vegetación boscosa.
El Chocó es la segunda región más afectada, con el 40 por ciento de sus superficies de reserva perdidas, y le siguen el Caribe y la Orinoquia con el 30 y el 15 por ciento, respectivamente. La Amazonia, según las cuentas de Rangel, ha perdido el 10 por ciento de sus zonas boscosas, más de 52 kilómetros cuadrados de vegetación. Entre esas regiones aparecen el altiplano cundiboyacense; zonas de amortiguación de los ríos Magdalena y Chicamocha; el extremo norte de la cordillera Central, en Antioquia; los bosques secos del Caribe, en Atlántico, Bolívar y Magdalena; la serranía del Perijá, y el Valle del río Cauca.
Aparte de los esfuerzos aislados, como el recientemente anunciado para reforestar cerca de 277 mil hectáreas en el nordeste de Antioquia durante los próximos cinco años, proyecto que fue ideado por Corantioquia y apoyado por las embajadas de Japón y los Estados Unidos con un millón de dólares, no hay una política integral contra el problema, dicen los expertos.
«La incipiente organización de los jardines botánicos, la incapacidad fiscal y operativa de los organismos del Estado y las limitaciones de las entidades privadas y organizaciones No Gubernamentales no permiten ver con optimismo un programa de preservación de la flora en peligro, lo cual implica que muchas especies botánicas de nuestro país desaparecerían para siempre», explica Eduardo Calderón, investigador del Instituto Von Humboldt, que pide ayuda internacional.
En el Mundo se pierden 13 millones de hectáreas al año
La deforestación en todo el mundo arrasa cada año con 13 millones de hectáreas de bosques, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Por eso, la entidad y varias organizaciones asociadas acaban de lanzar un programa para hacerles un balance a estos ecosistemas en todo el mundo.
El proyecto se llamará Global Forest Resources Assessment (GFRA) y busca que cada uno de los países puedan reforzar la supervisión de sus áreas de reserva. Podría estar terminado en el 2010.
* Redacción Vida de Hoy