CIUDADANOS viene para salvar los muebles de la pérdida de votos del PP. La derecha ha creado una virgen blanca y de sana sonrisa para tapar la cara del monstruo Rajoy. Alguien sin historia aparente, alguien sin personalidad propia más allá del personaje que interpreta. Rivera asume a la perfección este rol neutro de belleza […]
(Armando B. Ginés)
Porque, en efecto, la continua demagogia de la que hace gala este personaje es abrumadora. Mucha presencia, mucha palabrería hueca, vacía, barata, pero si vamos a los hechos, han votado en contra o se han abstenido en todas las mociones que han tenido que ver con la memoria histórica (porque argumentan que no quieren «reabrir las heridas»), con la retirada de símbolos franquistas, o con el reconocimiento absoluto de los derechos humanos. Y como reza el dicho popular: «Por sus obras los conoceréis«. Un líder y un partido encumbrados por las organizaciones empresariales, un «PODEMOS de derechas» como dijo el Presidente del Banco de Sabadell, un grupo de gente, «todos perfectos, muy guapos y muy presentables» (en palabras de Ada Colau), pero que sólo esconde detrás el mismo ideario retrógrado y reaccionario de la derecha más clásica, a la cual incluso superan en algunos aspectos (por ejemplo, ahí podemos verlos reclamando «un gran pacto por España», y por escrito, con las demás fuerzas políticas, a tenor de lo que está ocurriendo en Cataluña).
Son conservadores en lo institucional, reaccionarios en lo territorial, y retrógrados e involucionistas en lo que se refiere a derechos humanos. No en vano, su programa económico, liderado por Luis Garicano, disfruta de la simpatía de los grandes agentes económicos, de las grandes empresas del IBEX-35, y hasta del mismísimo Joan Rosell. El PP ya comienza a tratarlo con respeto, aunque todavía lanza al aire sus dudas sobre a dónde irá en realidad el voto a C’s de las próximas Elecciones Generales de diciembre. Aunque sin adscripción ideológica formalmente definida, navegan en un mar de propuestas que ellos tildan de «sensatas», «razonables», «de sentido común», o de «regeneración democrática», aunque también en éste último aspecto comienza a vérseles el plumero, como algunos medios ya han destacado. Su nicho fundamental de voto proviene del desencanto de ex votantes a izquierda y derecha, y sobre todo, del electorado más joven. No obstante, como decimos, hay que analizar bien sus propuestas, ya que bajo un halo de falso progresismo, incorporan una peligrosa letra pequeña que hay que interpretar. Y así, bajo el falso disfraz de progresismo, en realidad presentan medidas y propuestas al más puro estilo neoliberal.
Y además, todo ello lo apoyan con el despliegue de un lenguaje moderno y conciliador, diciendo por ejemplo que ellos no están por «el revanchismo», que no quieren alimentar los bandos, que ya no hay «rojos ni azules», que su enemigo no son el PP ni el PSOE sino el paro, o que no ven al resto de fuerzas políticas como adversarios, sino como compatriotas. Demagogia y más demagogia, porque detrás de toda esta parafernalia y de toda esta vacía verborrea, se esconde el clásico ideario defendido por el PP durante décadas. Su súbita aparición en el escenario nacional, su irrupción en todas las encuestas hasta encumbrarse como tercera fuerza política (a veces segunda, e incluso algunas encuestas ya lo han situado como la primera), obedece claramente a una maniobra artificial de los poderes fácticos, ávidos de fabricarse otra alternativa que equilibre un poco el auge de la izquierda, pero que pueda aparecer como una opción regeneradora de la tremenda situación de corrupción que vive el país. Por eso CIUDADANOS representa para ellos la opción perfecta, y lo peor es que también lo están representando para miles de votantes desencantados de PP y PSOE, que ven en el joven líder catalán a una persona equilibrada, limpia y sensata.
Pero si miramos más allá de todo ello, nos encontramos con la continua y permanente demagogia que expresan sus palabras, y con el auténtico peligro que representan sus propuestas. Votar a C’s implica no alterar la correlación de fuerzas existentes, no eliminar la desigualdad, no dejar de apoyar a los ricos y poderosos, no renovar los cimientos democráticos de este país, en una palabra, votar a C’s implica continuar como estamos. Otros líderes, fabricados en serie, más pendientes del cuello de su camisa que de su ideario político, más pendientes de su percha que de ponerse en la piel de los necesitados. En última instancia, las mismas políticas de siempre. CIUDADANOS sólo representa una falsa solución, un engendro político para canalizar la hemorragia de votos que sufre el bipartidismo (que ahora podría pasar a ser tripartidismo), porque la formación de Albert Rivera y sus líderes, como muy acertadamente los definía Armando B. Ginés, son mercancía de diseño, un producto elaborado para cumplir fielmente su cometido, un prototipo multiuso, una formación política que pretende llevar a lo público las políticas y técnicas empresariales (no en vano sus líderes son en su inmensa mayoría profesionales liberales), un objeto de deseo masivo y compulsivo, un engañabobos político, una marca blanca, las nuevas generaciones para seguir haciendo lo mismo que las viejas generaciones, un nuevo recambio para continuar con las mismas políticas, una moda pasajera que sólo existirá mientras pesista el engaño que representan.
Esperemos que haya mucha gente el 20D dispuesta a decirle a Rivera que sí, que hay dos bandos, que siempre han existido, desde que existe el capitalismo, y que mientras éste no quede erradicado, siempre existirán. Habrá que explicarle al señor Rivera que existe un bando de la clase obrera, de la clase trabajadora, de la gente humilde y sencilla, que intenta trabajar para vivir, y que está cansada de sufrir la explotación al que el otro bando los somete. Un bando que reclama simplemente los derechos humanos, un trabajo decente, una vivienda, una renta básica que les libre de los intentos de explotación de los del otro bando, una educación y una sanidad gratuitas y de calidad, unos servicios públicos fundamentales gratuitos y universales, un bando que necesita para ello que las grandes empresas que comercian con dichos productos y servicios básicos sean públicas, para que puedan ser de todos. Un bando que reclama democracia plena y auténtica. Un bando que no puede vivir bajo la asfixia de la deuda, ni del cumplimiento del déficit que el otro bando emplea como justificación para despojar de todo lo anterior a este bando. Este bando es el 90% de la población.
Y luego está el otro bando. El bando perverso, de la vergüenza, del poder político, económico, social y mediático. El bando de los ricos y poderosos, de los dueños de dichas empresas privadas que comercian con lo fundamental, y que impiden que dichos productos y servicios sean públicos, gratuitos, universales y de calidad. Un bando que forma una élite fáctica, un 10% que exprime al otro 90%, porque le priva de lo mínimo necesario para poder vivir con dignidad, y sólo le otorga pobreza, rabia, exclusión, discriminación, exilio, barbarie. Este otro bando niega al anterior los derechos humanos, el trabajo, la vivienda, la sanidad, la educación, la dignidad, hasta el aire para respirar si pudieran. Un bando al que le molesta la democracia, al que no le importan las personas, ni la igualdad, ni la redistribución de la riqueza, porque la quieran toda para ellos solos, un bando que vive de chupar la sangre al otro bando, que desprecia al medio ambiente, un bando consagrado a la incesante producción de más y más beneficios, un bando que necesita la corrupción y la mentira para sobrevivir, un bando que utiliza la crisis en su provecho. Esta es la única dualidad con la que hay que acabar en nuestra sociedad. La pregunta es… ¿entenderá esto alguna vez Albert Rivera?
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