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La democracia y el enriquecimiento con el dinero del pueblo

Fuentes: El Salmón Contracorriente

La democracia será participativa, palpable y elogiable cuando nuestros impuestos vayan al desarrollo de las áreas que elijan consciente y libremente los ciudadanos y, cuando haya un control eficaz de ese dinero que, como es lógico, debería ir destinado a cubrir las necesidades más urgentes e insoslayables de la sociedad. Mientras millones de españoles siguen […]

La democracia será participativa, palpable y elogiable cuando nuestros impuestos vayan al desarrollo de las áreas que elijan consciente y libremente los ciudadanos y, cuando haya un control eficaz de ese dinero que, como es lógico, debería ir destinado a cubrir las necesidades más urgentes e insoslayables de la sociedad.

Mientras millones de españoles siguen alelados con programas de televisión de gran éxito como El Ministerio del Tiempo y otras promesas vaticanas como Quiero Ser Monja, la otra España, la del payaso de las bofetadas [ ], se pregunta -en estos tiempos de crisis, modelos distópicos, promesas incumplidas y corrupción-, ¿Por qué no nos levantamos y exigimos la creación del Ministerio de las Necesidades del Pueblo?

Sería justo y necesario el establecimiento de canales para que el pueblo no vea como el zarpazo de los impuestos termina en denigrantes construcciones tipo Calatrava, en ciudades y edificios fantasmas, en aeropuertos donde sólo aterrizan mosquitos, o en los bolsillos de millones de comisionistas que únicamente creen en una patria lechera para ordeñar vacas, las gordas y las flacas.

Sería justo y necesario que los impuestos de las ciudadanas se invirtieran en Derechos Humanos y que eso tuviera una repercusión directa en nuestras vidas. Los ricos, claro, podrían seguir inyectando ese rubro en armamento para destruir y construir países, en la lucrativa industria farmacéutica, en diamantes de sangre y en su congelación para resucitar en el cuarto milenio, cuando ya se habrá inventado la viagra de la inmortalidad.

Mediante un cambio legal, los españoles deberían poder elegir, por ejemplo, -diría el payaso de las bofetadas- que sus impuestos se inviertan en vitales áreas de desarrollo. Propongo algunas prioridades:

- 1- Sanidad de calidad, gratuita y universal. Hacen falta más médicos y una mejor atención al paciente.

- 2- Educación de calidad, gratuita y universal, cuya regla de oro sea la igualdad de género y el fomento de la cooperación y el humanismo. En este apartado se incluiría la creación de guarderías.

- 3- Viviendas Sociales, que podrían ser construidas por obreros en paro.

- 4- Trabajo digno que posibilite el desarrollo del potencial humano.

- 5- Desmantelamiento de la OTAN y relaciones de buena vecindad con Rusia.

- 6- Ministerio de Asuntos de los Refugiados.

- 7- Ministerio para la Formación Profesional (gratuita y estimulada).

- 8- Muerte digna y eutanasia. Aquí la Iglesia sigue con el tapón cavernario.

- 9- Investigación y Desarrollo con paradigmas claros y definidos. Con paisajes de futuro que sean una prolongación de lo anterior.

¿Os imagináis la cara que pondrían millones de ciudadanos al ver cómo se construyen guarderías en sus barrios; cómo en las escuelas se adopta el primer mandamiento de la igualdad de género y cómo, por ejemplo, se impulsan mecanismos para que las personas de probada honradez y rectitud (que no pertenezcan a ningún partido político) sean las encargadas de aplicar políticas sociales y culturales?

El pueblo sabe muy bien lo que quiere, mucho mejor que sus dirigentes. Éstos no sólo pierden el contacto con la realidad, sino que no dejan de blanquear el dinero que sale del saqueo de las aldeas, ciudades y provincias, y que se convierte, por arte de magia, en abrigos de visón, castillos de león, y satélites que te ponen una lupa en el cogote desde la cuna a la tumba.

Me temo que no habrá cambios transcendentales y profundos en esta España, que perdió su soberanía en un naufragio generalizado y bendecido, hasta que no haya un creciente movimiento popular de desobediencia civil. Tenemos todo el derecho del mundo a decir «NO» a los arquitectos que planean en la sombra nuestro futuro y que, para más inri, nos ocultan los planos, tiempo ha diseñados, como si fuéramos idiotas.

El Tío Sam por ahora ha ganado la batalla, todos copian el modelo económico del superman y la superwoman del Imperio del Águila Bicéfala. Hasta el más miope sabe que el mañana (si no hay una reacción masiva en contra) será un mundo de vencedores y perdedores. Informatizado hasta las heces. Robots manejados por robots que son mucho más eficaces y productivos que los «obsoletos y pretenciosos seres humanos».

Si la mujer no se levanta en cadena planetaria (el hombre se entretiene haciendo guerras) se impondrá el pluriempleo precario y el empleo de lujo para una minoría cincelada por las élites. A los afortunados les quedará «el trabajo de obra», el genial invento del capitalismo del Capitán América: contratos por horas, días y semanas para fabricar el muñeco, y luego, una patada en el culo y al basurero.

Para el resto ya se inventará -si no hay levantamiento y reacción- un mundo de casas de cartón y de hojalata y, como centros de provisiones, inmensas torres de babel, vigiladas con cámaras y RoboCops armados, donde se vendan a precios de ganga lo básico para sobrevivir.

Vivimos un momento único en la Historia. Lo que antes ocurría en siglos, ahora pasa en menos de una década. Ha habido o está habiendo un despertar universal de las conciencias cuya capacidad regenerativa podría tomar -como medida de todas las cosas- al «ser humano» o podría ser neutralizada por los que manejan la economía del leviatán.

Y vuelve a cantar Quiquiriquí el Noble Gallo Beneventano para decirnos ¡Cuidado! nos estamos jugando un modelo de sociedad con el que no se puede jugar.

Nota:

[1] León Felipe en su célebre poema «El payaso de las bofetadas» compara el lado noble de los españoles con Don Quijote, el gran payaso de las bofetadas que arranca carcajadas cada vez que persigue ideales de justicia.

 Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?La-democracia-y-el-enriquecimiento