El 6 de septiembre de 1960 el diario español ABC pone en duda la capacidad del gobierno de Lumumba de restablecer la unidad nacional (por supuesto sin mencionar la alianza imperialista en su contra) y destaca la posición ventajosa de Tshombe (debida a esa misma alianza). Las luchas se multiplican por el país. Desde […]
El 6 de septiembre de 1960 el diario español ABC pone en duda la capacidad del gobierno de Lumumba de restablecer la unidad nacional (por supuesto sin mencionar la alianza imperialista en su contra) y destaca la posición ventajosa de Tshombe (debida a esa misma alianza). Las luchas se multiplican por el país.
Desde luego, lo que preocupa al ABC, en sintonía con la política de Estados Unidos, no es el ataque imperialista contra la independencia del Congo y su gobierno democráticamente elegido -con la participación de un colaboracionista como Tshombe en busca de su beneficio y en detrimento de la población congoleña- sino aprovechar la situación de la República para declarar que «hay que contrarrestar la intervención soviética».
De esta forma presenta el diario el argumento estadounidense:
«El gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller, ha manifestado que si la Unión Soviética interviene en el Congo, los Estados Unidos deberían también emprender alguna acción, pero a través de las Naciones Unidas. Si nosotros estamos por la libertad, debemos estar dispuestos a luchar por ella tanto si es en Corea como en el Congo, o en Hungría, o en cualquier parte que se vea amenazada. Debemos estar dispuestos a proteger las fuerzas de la libertad. No creo que los soviets hayan actuado de buena fe en esta situación.»
El procedimiento de guerra propagandística empleado hace medio siglo resulta de lo más familiar en las acciones imperialistas del siglo XXI presentadas como operaciones de libertad duradera, revoluciones de colores y guerras contra el eje del mal.
El colonialismo necesita de la colaboración de las elites del país colonizado, que a cambio de obtener beneficios del sistema colonial, se coloca en contra de los intereses de la mayoría de la población de su país. Se trata de un caso ejemplar de simbiosis que los simbiontes han de ocultar con declaraciones propagandísticas sobre el interés nacional, la ayuda al desarrollo, la libertad, la estabilidad, el bien del pueblo y otras zarandajas que sin embargo tienen influencia sobre la población colonizada.
En realidad se trata de evitar que Katanga, la provincia que más aporta a la economía nacional, quede bajo el control del gobierno central encabezado por Lumumba, cuya intención es distribuir la riqueza del país en beneficio de todos los congoleños. Por ello Tshombe y las compañías extranjeras hablan de libertad, pero no dicen que se refieren a la de actuación de los empresarios y políticos sobre las riquezas de Katanga. Aquél justifica la secesión con el argumento de que está motivada por el caos de la República y éstos porque desean proteger a las fuerzas de la libertad.
ABC aprovecha la guerra que tiene lugar en el Congo para soltar su discurso anticomunista, el cual sirve igualmente hoy para ser usado en otra guerra, esta vez contra el peligro islamista.
El 23 de junio de 1961 el diario informa de que «Tshombe dijo que había llegado a un acuerdo con el general Mobutu para formar un frente común contra el comunismo. Agregó que existía un completo acuerdo militar para reorganizar todas las fuerzas armadas congoleñas, incluidas las katangueñas, sin la ayuda de las Naciones Unidas. No son necesarias las Naciones Unidas -dijo- desde el momento en que disponemos, en el general Mobutu, de un hombre en el cual puede confiarse completamente.»
Jaime Fernández, por su parte, es testigo de la escasa verdad de esas afirmaciones en el Royal Hotel de Kinshasa, donde se encontraba de servicio el 18 de abril de 1962 «a fin de escoltar al señor Tshombe en su regreso a Lubumbashi». (Allí observó que) «el avión empezó a rodar hacia una pista de despegue; por ello, los altos funcionarios de la ONU abandonaron el aeropuerto, mas ¡qué sorpresa!, éste fue bloqueado con camiones de los bomberos del aeropuerto; además los pilotos informaron que la torre de control no autorizó la salida.
Como corrían rumores de que el gobierno local había instruido a la torre para evitar la salida del señor Tshombe, el jefe de la escolta pidió refuerzos para sostener un posible ataque del Ejército Nacional Congoleño -que no estaba lejos del aeropuerto; por lo tanto la situación se hizo peligrosa. (…)
Pronto llegó el general Mobuto, comandante en el jefe del ejército. Este hecho daba clara idea de que pretendían arrestar al huésped de la ONU, y esta circunstancia creaba un problema difícil a la escolta.
A las 17:35 horas las autoridades de la ONU regresaron de nuevo para confortar al señor Tshombe que aún estaba en el avión. Después de 5 minutos de interviú con el presidente, bajaron y fueron a hablar con el general Mobuto quien no estaba lejos, pero aparentemente él no estaba dispuesto a dejarles el aeropuerto libre; por lo tanto, las autoridades de la ONU regresaron a Kinshasa para discutir el caso con el gobierno congoleño.
(…) la seguridad del señor Tshombe dependía del personal de la ONU y estaban decididos a evitar que fuese arrestado por el gobierno (nacional) de Kinshasa, que había prometido respetar la estancia de Tshombe y de su personal durante su viaje diplomático-oficial a Kinshasa.
A las 03:00 horas las autoridades de la ONU dieron instrucciones para que despegara el avión, que lo hizo bajo escolta a lo largo de la pista (con la presencia de los dichos y los periodistas). Este descortés adiós anuló todos los acuerdos que había entre el gobierno de Kinshasa y el señor Tshombe, así declaró tan pronto llegó a Katanga.» (p. 61-62)
Thsombe intenta durante un par de años deshacerse política y militarmente de la ONU con la decidida ayuda de Bélgica y Estados Unidos por un lado y las divisiones e inoperancia del resto de sus miembros por el otro. Finalmente, sin embargo, la secesión de Katanga se termina cuando la ONU consigue el control de la provincia. Por ese motivo Tshombe se marcha del país y se instala en España.
España resulta ser a la vez no sólo el lugar donde se refugia uno de los responsables del asesinato de Lumumba y dos colaboradores cercanos, de los miles de muertos, heridos y desplazados tras la secesión de Katanga, sino que también se convierte en la plataforma desde la que va a organizar nuevas agresiones que incluyen la participación española en el martirio -que aún dura- de la RDC.
Así, mientras el gobierno de Franco va a proveer a Tshombe de una base segura para sus planes, así como de personal y suministros ad hoc, la prensa española le hace la campaña de propaganda.
La descolonización en la prensa española: anticomunismo y racismo
El 9 de enero de 1963 ABC cree pertinente presentar a sus lectores la versión de los agresores en lugar de la de las víctimas: «Un senador americano, Thomas Dodd, de Connecticut, decía el otro día: El ataque contra Katanga es un acto inhumano y flagrante de agresión por parte del nuevo imperialismo de la ONU. La iniciativa de la ONU interviniendo militarmente en un país, para forzar su unificación y obligar a aceptar una determinada constitución, establece un precedente extremadamente peligroso, que puede culminar un día en un desastre moral y político.»
El diario no cree conveniente que sus lectores sepan que la legalidad era la de la constitución vigente con el gobierno central -elegido democráticamente por mayoría- en la RDC completa y unida y que por tanto el desastre moral y político era el provocado por Tshombe en alianza con las potencias occidentales.
Más adelante, apenas una semana antes de la derrota de las fuerzas de Tshombe ante las de la ONU el 21 de enero de 1963, ABC divulga el día 10 tres opiniones sobre la situación, las tres contrarias a la legalidad internacional y de la RDC. Destaca por supuesto por su notorio belicismo la que proviene de Estados Unidos:
«La Comisión Norteamericana de Ayuda a los Guerreros de la Libertad de Katanga ha publicado una petición en la que solicita del Congreso que vote los fondos necesarios para armar a Katanga. Votad pronto y generosamente los fondos necesarios para enviarles las armas que precisan», piden republicanos y demócratas al alimón.
Jaime Fernández resume bien el conflicto ocasionado por Tshombe: «los katangueños sabían que el gobierno (central) era reconocido por casi todos los países extranjeros, estaba enfrente o en contra de ellos con poderes constitucionales. Sin embargo, asuntos internos-externos de Katanga -la Unión Minière con sus ricas minas, etc.- no permitían que Katanga se sometiese al gobierno central, por el momento.» (p. 71)
Días después Jaime Fernández registra la salida de Tshombe del Congo el 16 de junio de 1963, «ya que necesitaba la atención de un oculista, el famoso doctor Barraquer», aunque hace notar que, en realidad, con su salida se quedaba «esperando la retirada de las tropas de la ONU y entonces los katangueños hablarían con un acento diferente.» (p. 106)
Evidentemente el diario presenta éste y otros viajes de Tshombe a España y otros países como cuestiones personales y asuntos privados, cuando en realidad se trata de acciones políticas concretas encaminadas a alcanzar sus objetivos políticos y empresariales.
Al mismo tiempo ABC no considera pertinente que sus lectores conozcan otras versiones sobre los sucesos de la RDC, por ejemplo la del American Committee on Africa, por boca de su fundador y presidente George Hauser, que hizo público el 2 de abril de 1962 su postura contraria a la comisión en apoyo a los guerreros de Katanga, con un tono antibélico muy diferente del que tiene la Comisión citada anteriormente:
«un comité que asegura ‘apoyar a los luchadores por la libertad’ en Katanga intenta desacreditar los motivos y métodos de Naciones Unidas, al tiempo que se opone a la compra por parte de Estados Unidos de bonos de Naciones Unidas en apoyo de su operación en el Congo. (…) El movimiento secesionista de Katanga, fuertemente influido por colonos europeos con intereses financieros en empresas mineras, apuntala la previsible extensión de la guerra fría hacia África. (…) La espina dorsal del liderazgo militar estaba en manos de extremistas, venidos de Argelia tras el fracaso del golpe de la OAS en abril de 1961 (13). El estado de ánimo de la dominante población blanca era histéricamente anti Naciones Unidas. Para la mayoría de esos colonos, cualquier intento de retirarles su estatuto de privilegio era interpretado como un acto de agresión». (14)
Jaime Fernández también registra su llegada al aeropuerto de N’Djilli, procedente de España, el 26 de de junio de 1964, o sea, un año después de su salida del mismo hacia Madrid. No por casualidad también volvía de España el mismo día Albert Kalonji, líder del movimiento secesionista de Kasai del Sur, provincia conocida por su riqueza en diamantes, que fue sofocado por el gobierno congoleño tras unas operaciones militares que duraron cuatro meses.
Un viaje a Italia es la ocasión para que ABC publique el 10 de diciembre de 1964 una joya periodística de apología del genocidio animado por Occidente, que aparece subliminalmente sancionado por el Papa, aderezada con una cruzada contra los comunistas. La firma José Salas, su corresponsal en Roma.
Mientras los comunistas italianos difunden octavillas por las calles de la ciudad para denunciar la visita de «quien llamó a los mercenarios extranjeros para llevar a cabo el exterminio de su propio pueblo,» afirmar que «el gobierno será culpable de tolerar esta presencia infamante en nuestro suelo» y exigir «la inmediata expulsión de Tshombe de Italia», Salas escribe que éste realiza «una simple parada en Roma camino de Estados Unidos y que intentará ver a Pablo VI.»
Tras miles de muertes y notable destrucción en el Congo, cree que lo importante es informar a los lectores de que, «al fin y al cabo, es el único que se ha opuesto en el centro de África a las matanzas de los europeos que por allí andaban».
Por tanto -a su juicio- la responsabilidad no es de Tshombe, sino que «a la hora de la verdad puede verse cómo el comunismo es el instrumento que se monta al servicio de unas actitudes que tienen que ver muy poco con la civilización.»
Más aún, insiste, «sean cual sean las características personales y políticas de Moisés Tshombe, no puede haber más planteamiento que el de estar con las víctimas o con los asesinos. Thsombe ha estado con las víctimas, con el orden de su país y con el entendimiento hacia Europa. El comunismo italiano se pone de parte de los asesinos.»
Durante los siguientes años Tshombe resulta ser un comodín de oro para los editorialistas del diario, quienes disparan con sus escritos contra los comunistas, los izquierdistas, los rusos, los chinos, los negros antiblancos (sic), las fuerzas democráticas, las Naciones Unidas. Lumumba y un largo etcétera. El 8 de septiembre de 1964 se lee en ABC:
«Tiene razón Tshombe al protestar como lo ha hecho contra la fea palabra ‘mercenarios’, aplicada a los voluntarios blancos que acuden a completar el Ejército nacional congoleño. Todos los militares son pagados. Es lógico, pues, que tampoco luchen gratis los que ven en Tshombe un africano que es amigo del mundo blanco, en vez de hostigarlo, como hacía Patricio Lumumba. Ahora se trata de defender al país centroafricano contra el asalto comunista, porque la potencia que mande en el congo ejercerá peligrosa presión sobre todos los vecinos del país. Los comunistas, que sean rusos o chinos, conocen perfectamente la importancia del Congo. En el país creado por el rey de los belgas Leopoldo II se defiende virtualmente casi la totalidad del llamado continente negro, de modo que los ‘mercenarios’ desarrollan realmente una obra civilizadora y, en vez de ser calumniados, merecen verdaderamente el agradecimiento de todas las potencias anticomunistas.
Se cometería una injusticia y al mismo tiempo una obra nefasta si se volviese a los tiempos en que Tshombe fue combatido por las Naciones Unidas, como si sólo los negros antiblancos fuesen dignos de ser tomados en consideración y los amigos del Oeste traidores a su raza. Tshombe, combatido desde el primer momento de su actuación por Lumumba, el secretario de las Naciones Unidas y por las fuerzas izquierdistas de todos los países, aparece ahora como el único político congoleño capaz de salvar a su país de la anarquía. Pero en vez de verse apreciado y estimulado por aquellos a cuyo favor trabaja, tiene que esforzarse en rasgar, ante todo, el velo de incomprensión que le envuelve.»
En ABC el anticomunismo cerril va de la mano del racismo más cavernario y el Congo resulta ser un tema periodístico perfecto para justificar ambos. Antonio Burgos destaca en este subgénero de la propaganda política con una entrevista «a un testigo español», que quizás tuvo lugar en verdad, publicada el 21 de agosto de 1966:
«¿Existe capacidad de gestión en el actual gobierno?» pregunta a «un español que trabaja desde hace varios años en una compañía extranjera radicada en el Congo» (…) y que «por razones obvias silenciamos el nombre de este español y el lugar donde habitualmente trabaja en el Congo»:
Éste responde: «En absoluto. El Congo adolece de una falta elemental de preparación. La administración es un caos. Algo que nos mueve a risa a los blancos. La población negra está en un estado de absoluto primitivismo, en la más radical incultura. Los negros no quieren serlo (énfasis añadido); esto es un hecho cierto, al que no hay que darle vueltas por muchos movimientos integracionistas que haya. Los negros no piensan más que en el vino y las mujeres, sin tener sentido alguno de la familia. Es cierto que ganan unos salarios que no tienen punto de comparación con los sueldos de los blancos; pero este dinero se lo gastan en cerveza.» (p. 51)
Tras siete años de propaganda a favor de Tshombe sin conseguir auparle al poder, ABC intenta una astracanada final en su edición del 10 de agosto de 1967, cuando aquél ya ha sido condenado a muerte en ausencia y lleva preso más de un mes en Argelia, anunciando que Ricardo Ribes Marqués es el «presidente de la Comisión Internacional pro Tshombe y Derechos Humanos recientemente creada en Barcelona»
http://hemeroteca.abc.es/detalle.stm
ABC no está solo en su campaña en apoyo de Tshombe. La revista estadounidense Time le dedicó una portada el 22 de diciembre de 1961 con el título de «Lucha por el Congo» y también se puso de su parte.
Sin embargo no toda la prensa es cien por cien favorable. La revista Ebony, fundada en 1945 y destinada al sector afro-americano de Estados Unidos, dedica unas páginas (100 a 104) a Tshombe en su número de agosto de 1964 con el título de «El escondite español de Tshombe». En éste expone varias fotografías de la estancia de Tshombe en España y presenta una posición menos favorable.
«En su oficina recibe a periodistas y a partidarios suyos de varios países del mundo. Durante su estancia en España mantiene un equipo de quince personas que incluye un ayudante, cuatro secretarias y un cocinero español. Además cuatro policías de seguridad custodian su oficina y un guardaespaldas le sigue, una atención de Franco, el dictador de España. Hasta que Tshombe no volvió (al Congo) algunos españoles no se dieron cuenta de que habían sido los anfitriones de un hombre clave en un conflicto que amenaza con envolver a todo un continente en la guerra.»
Al pie de una fotografía se lee: «Tshombe, elegante, espera con el guardaespaldas asignado por Franco a que llegue la limusina que le lleve a su oficina en Madrid». En otra se comenta su gusto por la ropa cara, «manda hacerse los trajes en París y los zapatos a mano en Roma». En otra aparece sentado ante la piscina de su mansión Villa Kauni al fondo, situada en la zona residencial de Madrid conocida como La Moraleja. Se le presenta como «controvertido secesionista considerado por los africanos como una herramienta del colonialismo belga». En otra se dice que mantiene vastos contactos con negocios privados en Europa y se le califica como uno de los empresarios más ricos del Congo. También que recibe a diario a muchas personas con intereses políticos o económicos en Katanga.
Hay que acudir a una revista de política internacional y no meramente de noticias de actualidad como las anteriores para conocer una opinión congoleña sobre Tshombe en lugar de una procedente de una fuente occidental. En el artículo «What is Behind the Tragedy?», que aparece en el número 11 de 1966 de International Affairs, A. Zakharov cita a Radio Kinshasa y al embajador especial del Congo en Europa:
«Radio Kinshsasa nombró a Moise Thsombe, que lleva a cabo actividades políticas subversivas desde Madrid, como el principal responsable de la tragedia reciente.»
«Los líderes congoleños que fueron sus colegas en el pasado llaman ahora ‘traidor a la patria’ al ex presidente de Katanga y reciente primer ministro del Congo. El gobierno del Congo ha presentado ante la justicia cargos por alta traición en su contra. Marcel Lengema, Embajador Especial del Congo que ha realizado recientemente varias capitales europeas, ha declarado a la prensa que ‘Tshombe es un traidor al servicio de intereses extranjeros y un criminal que ha derramado demasiada sangre’.»
Zakharov concluye que «el siniestro personaje de Tshombe ha estado tras el escenario de la vida política del Congo durante los seis años desde que el país fue declarado independiente. Su nombre está relacionado con los intentos de los colonialistas belgas de desmembrar el país y privarlo de Katanga, su provincia más rica. Está implicado en el diabólico asesinato del héroe nacional del pueblo congoleño Patrice Lumumba y en la masacre de patriotas en diferentes partes del país. Moise Tshombe protege los intereses de los monopolios imperialistas en el Congo. Tienen razón los belgas que le llaman ‘la marioneta ideal del neocolonialismo’.»
Extracto del trabajo: «España, comparsa del imperialismo estadounidense en el Congo Belga». Revista Cuadernos. Mayo-Agosto 2011. Volumen XXV. Nº 3 y 4.