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El 17 de junio se celebró el Día Mundial contra la Desertificación

La desertificación o lucha contra la mundialización

Fuentes: Mundo Obrero

Esta fecha conmemora el décimo aniversario de la aprobación de la «Convención Internacional de lucha contra la desertificación en los países afectados por sequía o grave o desertificación, en particular en África» por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

A pesar de lo que pudiera parecer a primera vista, la desertificación no se refiere a la progresiva extensión de los límites de las zonas desérticas. Es más, la definición de la desertificación ha sido objeto de un intenso debate y de sucesivas modificaciones. En 1977, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Desertificación definió la desertificación como «la disminución o la destrucción del potencial biológico de la tierra y puede desembocar en definitiva en condiciones de tipo desértico. Constituye un aspecto del deterioro generalizado de los ecosistemas y ha reducido o liquidado el potencial biológico, es decir, la producción vegetal y animal, con múltiples fines, en un momento en el cual es necesario aumentar la productividad para mantener a un número creciente de personas que aspiran al desarrollo».

En febrero de 1990, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente adoptó como definición «la degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas derivadas de los efectos negativos de actividades humanas. (…)». Esta modificación no era baladí ; se trataba de eliminar el efecto de las fluctuaciones climáticas, y, en particular, en los márgenes del desierto. Aún cuando en aquella época existían muchas menos evidencias que actualmente sobre el cambio climático y el papel de las sociedades desarrolladas en su génesis, se excluyó de la definición. Por otra parte, se llegaba a sugerir una responsabilización de la actividad de las sociedades en los lugares que sufren de la desertificación y se suprimía la necesidad de aumentar la productividad para mantener a un número creciente de personas que aspiran al desarrollo.

La FAO (la organización de las Naciones Unidas para la alimentación) la define como «la expresión general de los procesos económicos y sociales, así como de los naturales e incluidos por el hombre, que rompen el equilibrio del suelo, la vegetación, el aire y el agua, ruptura que ocasiona la disminución o destrucción del potencial biológico de la tierra, la degradación de las condiciones de vida y la expansión de los desiertos»., tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas».

Causas y medios

Aún excluyendo las zonas limítrofes con los desiertos, los ecosistemas de las tierras áridas cubren una tercera parte del total de la tierra y son extremadamente vulnerables a la sobreexplotación y a un uso inapropiado de la tierra. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la desertificación amenaza a la cuarta parte de las tierras del planeta, así como a 250 millones de personas y el sustento de más de 1.000 millones de habitantes de 100 países a causa de la disminución de la productividad agrícola y ganadera. Estas personas incluyen muchas de los países más pobres, los más marginados y los ciudadanos políticamente más débiles.

La ONU aprobó el 17 de junio de 1994 la «Convención internacional de lucha contra la desertificación en los países afectados por sequía o grave o desertificación, en particular en África», que cuenta con 172 Estados miembros. Esta Convención intenta además mitigar los efectos de la sequía en los países afectados por sequía grave o desertificación mediante la mejora de la productividad del suelo, su rehabilitación y la conservación y ordenación de los recursos de las tierras y los recursos hídricos, para contribuir al logro del desarrollo sostenible en las zonas afectadas.

Las causas de la desertificación son múltiples y complejas. Si se tiene en cuenta que de aquí a 2025 pueden desaparecer dos tercios de las tierras cultivables en África, un tercio de las de Asia o una quinta parte de las de América del Sur, y que 135 millones de personas corren el riesgo de verse obligadas a desplazarse, es evidente que los medios a disposición de la Convención son insuficientes.

Otros organismos de Naciones Unidas también son activos en la lucha contra la desertificación. Por ejemplo, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) que presta asesoramiento técnico y apoya programas de control de la desertificación movilizando más de 400 millones de dólares, más otros 350 millones de cofinanciación para países africanos afectados por la desertificación. Ante la magnitud del problema, 400 millones de dólares son un grano de arena en el desierto. En cuanto a los 350 destinados a programas cofinanciados, es evidente la dificultad de lograr una financiación propia en Estados severamente afectados por la pobreza. El Banco Mundial también cuenta con programas, pero están afectados por los problemas generales que afectan a esta institución. La FAO apoya la lucha contra la desertificación por medio de asistencia práctica a los gobiernos y el PNUD apoya la lucha contra la desertificación financiando actividades a través de la «Oficina de las Naciones Unidas para el Sahel», que ayuda a elaborar políticas.

Sostenibilidad vs. Subsistencia

Se trata de acciones loables, pero todas están centradas en el fomento de prácticas sostenibles. Pero, la sostenibilidad se enfrenta a veces con la subsistencia a corto plazo y la necesidad de subsistir tiende a ganar la partida. Sin embargo, sería necesario considerar los factores que tienden a hacer difícil la subsistencia.

En este sentido, hay dos factores a tener en cuenta: la aceleración del cambio climático y la exigencia, cada vez mayor, de incrementar la productividad de las tierras agrícolas derivada de la liberalización de los intercambios comerciales. En cuanto al cambio climático, tanto los Estados Unidos como Rusia se han negado a ratificar el Protocolo de Kyoto. No obstante, aunque lo hubieran ratificado, el plazo de recuperación de bajos niveles de gases con efecto invernadero, aún harían sentir en un plazo largo los efectos del cambio climático sobre la desertificación.

Por otra parte, los intercambios agrícolas mundiales han puesto en serias dificultades las producciones y los modos de producción tradicionales sostenibles en buena parte de las zonas afectadas por la desertificación. Los intercambios agrícolas han estado tradicionalmente por el paradigma de unos precios bajos, que han obligado a buscar incrementos de productividad, particularmente en las zonas con mayor riesgo de desertificación. Las restituciones a la exportación de los Estados Unidos y la Unión Europea, e incluso ciertos programas de ayuda alimentaria han agravado esta situación.

Sin embargo, aunque las restituciones a la exportación desaparezcan a corto plazo, el problema seguirá existiendo en las zonas más sensibles a la desertificación. En las negociaciones en curso en el seno de la OMC (Organización Mundial del Comercio) ha surgido un nuevo actor, el G 20. El G 20 agrupa un conjunto heterogéneo de países ricos y en desarrollo que únicamente tienen en común la competitividad de sus producciones agrícolas.

En los países en desarrollo la competitividad en poco o nada contribuyen a un desarrollo sostenible. Más aún, la producción de soja frecuentemente se basa en la deforestación de extensas zonas con una propiedad muy concentrada. El G 20 reivindica la supresión de las restituciones a la exportación y de los obstáculos a las importaciones agrícolas. Nada se puede objetar a la supresión de las restituciones a la exportación. Sin embargo, aunque los países desarrollados, con sus ayudas a la agricultura podría absorber el impacto de una eliminación de los obstáculos a las importaciones agrícolas, no es el caso de los países menos desarrollados. Para que la sociedad rural pudiera mantenerse, debería buscar incrementos de productividad incompatibles con una agricultura sostenible en las zonas con riesgo de desertificación. Sería necesario reconocer a estos países el derecho a la soberanía alimentaria y a la protección de las importaciones. En resumen, la lucha contra la desertificación es imposible si no va acompañada de la lucha contra la pobreza, protegiendo a las regiones más sensibles de los abusos de la mundialización.