Un informe de la Fundación Alternativas, «Desigualdades tras la educación obligatoria: nuevas evidencias», presentado el jueves, ha venido a corroborar una de las percepciones de la clase trabajadora sobre la realidad que nos toca vivir, y es la de que, pese a las apariencias, la divisiones sociales siguen inalteradas aunque los grandes medios de propaganda […]
Un informe de la Fundación Alternativas, «Desigualdades tras la educación obligatoria: nuevas evidencias», presentado el jueves, ha venido a corroborar una de las percepciones de la clase trabajadora sobre la realidad que nos toca vivir, y es la de que, pese a las apariencias, la divisiones sociales siguen inalteradas aunque los grandes medios de propaganda se empeñen en decir lo contrario.
Y tanto es así que, como en el informe queda claro que el acceso a la educación secundaria depende del origen social y familiar de los estudiantes, muy pocos periódicos decidieron informar de ello. Y los que lo hicieron camuflaron las informaciones bajo titulares como: «La mitad de los jóvenes españoles sólo cursa la enseñanza obligatoria» (Diari de Tarragona); «El fracaso escolar afecta sobre todo a los hombres, según un estudio» (Hoy Digital); o «Las regiones con facilidad para lograr empleo sufren más abandono escolar» (La Razón). Sólo El País se atrevió con «El 72% de los hijos de obreros deja de estudiar tras la ESO».
Lo cierto es que el 72,5% de los hijos de obreros españoles dejan sus estudios cuando terminan la secundaria obligatoria, frente a un 15% de los nacidos en familias con más recursos. Si tomamos el total de los jóvenes, sólo el 56,9% realiza estudios secundarios no obligatorios.
El informe fue presentado por su autor, Jorge Calero -vicepresidente de la Asociación de Economía de la Educación y catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona-, junto con el sociólogo Julio Carabaña y el dirigente de la Fundación Alternativas Juan Manuel Eguiagaray.
Para Calero, el acceso a la educación secundaria postobligatoria en el Estado español está claramente por debajo del que existe en los países del entorno. además el sistema educativo tiene dificultades para permitir la integración de los jóvenes con independencia de su origen.
A la hora de poder continuar los estudios pesa la clase económica y la formación cultural de los progenitores, en especial de la madre. Cuanta mayor es la formación educativa de la madre, mayor es la probabilidad de que los hijos continúen los estudios.
La cuestión de género también está muy acusada (en este caso a favor de las mujeres), según detecta el informe: el 70% de las jóvenes tiene estudios medios, algo que sólo acredita el 55% de sus compañeros.
El mercado laboral devora a los hijos de la clase obrera, para los que encontrar un trabajo es, mayoritariamente, la única salida familiar. Todo lo contrario de lo que ocurre entre las clases más acomodadas. En este sentido, las regiones que más sufren esta situación son «las del arco mediterráneo» (mucho turismo y poco paro), con Baleares a la cabeza, donde sólo el 48% de sus jóvenes continúa estudios no obligatorios, bachillerato y FP.
Entre las recomendaciones destacadas en el estudio están las de: establecer políticas que faciliten la integración de estudios y trabajo, tanto en la línea de proponer estudios a tiempo parcial, como reducir el horario de trabajo en determinados contratos; mejorar la calidad de los Ciclos Formativos de Grado Medio, con objeto de favorecer la inserción educativa y laboral de los grupos de menor renta; introducir asignaturas aplicadas o vocacionales en el Bachillerato con el objeto de favorecer el incremento del acceso a este nivel educativo; y reformar en profundidad el sistema de becas para enfocar los esfuerzos financieros hacia los niveles de la educación secundaria no obligatoria, en lugar de primar los estudios universitarios, como sucede en la actualidad.
Además, las políticas educativas deberían reducir el fracaso escolar en la ESO (secundaria obligatoria), pues ello contribuiría sustancialmente a mejorar las probabilidades de continuidad de los grupos sociales que en la actualidad están más distanciados de la cultura escolar.
Al mismo tiempo, el desarrollo de programas de intervención educativa muy temprana -entre los 0 y los 3 años- constituiría una importante herramienta para reducir las desigualdades provocadas por el origen social y familiar, así como el abandono escolar temprano. Facilitando, también de este modo, el acceso equitativo a la educación secundaria no obligatoria.
En el Consejo Europeo de 2003 fueron fijados cinco puntos de referencia para la educación que debían ser cumplidos en el año 2010. Uno de ellos establece que, para esa fecha, al menos el 85% de la población mayor de 22 años debe haber completado estudios de secundaria superior. El Estado español con una cifra cercana al 40% se encuentra claramente alejada de esa meta. Si el sistema neoliberal no lo remedia (acabando con los trabajadores, por ejemplo) tendrá que ser la clase obrera la que deberá tomar cartas en el asunto si no quiere que sus hijos sigan discriminados educativa y culturalmente.