Un grupo de médicos del hospital de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat, uno de los grandes centros hospitalarios catalanes, se ha ofrecido a operar gratuitamente a enfermos de cáncer para reducir las listas de espera fuera de su horario laboral. En el caso de las operaciones oncológicas -no podía ser de otro modo si recordamos […]
Un grupo de médicos del hospital de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat, uno de los grandes centros hospitalarios catalanes, se ha ofrecido a operar gratuitamente a enfermos de cáncer para reducir las listas de espera fuera de su horario laboral. En el caso de las operaciones oncológicas -no podía ser de otro modo si recordamos las medidas que se han tomado, y se siguen tomando, en la sanidad catalana- la espera se ha alargado en estos últimos meses. Las consecuencias son obvias para todo el mundo que quiera pensar un momento sobre ello sin desplazar su concentración hacia escenarios más afables. No hace falta explicitar bruscamente pero estamos hablando de vida o de muertes prematuras.
Uno de los cirujanos del citado hospital barcelonés que opera a pacientes con cáncer, Jaume Torres [1], ha señalado que el cierre de una parte de los quirófanos durante el verano -en torno a un 40%- ha originado «una enorme bola». La lista de espera para las intervenciones se ha alargado. Ni que decir tiene que no se tiene ninguna noticia, ni siquiera un mero indicio, de que una situación similar aceche a los centros privados -cada vez con mayor auge y clientela, y con creciente subordinación pública- de la sanidad catalana, poderoso colectivo que tienen a uno de sus máximos representantes -una paradoja masiana y masiana-colelliana que exigiría un profundo y crítico toque político-electoral- como conseller de sanidad y supuesto defensor de la sanidad pública. ¡Que cinismo señor Ministro!
La respuesta de la dirección de Bellvitge a la generosa oferta de este grupo de cirujanos oncológicos, seguramente muy a su pesar, ha sido negativa: no pueden realizarse esas potenciales operaciones, gratuitas y fuera de horario laboral, porque no hay espacio, no hay camas ni habitaciones para el postoperatorio de las personas operadas, ni incluso medios e instalaciones para las propias operaciones.
En el hospital de Sant Pau de Barcelona, otro centro histórico de la sanidad catalana [2], los trabajadores han propuesto abrir las consultas externas los viernes. Ese es el día que los gestores de muchos hospitales públicos -no se habla aquí de los privados- han decidido cerrarlas. Son medidas de ahorro dicen los que normalmente no quedan afectados nunca por esas medidas. La resolución de la ecuación del déficit público «Ingresos < gastos", no pasa nunca por aumentar los primeros -de hecho ha habido ya dos contrarreformas fiscales en Catalunya capitaneadas por el gobierno de los mejores y su subcomandante en jefe Mas-Colell- o racionalizar algunos gastos superfluos o no esenciales (apoyo público a compañías privadas de aviación, gastos excesivos de representación "nacional" en el exterior, reconsideración del apoyo a la escuela privada concertada religiosa, etc) sino por arremeter contra gastos sociales imprescindibles. De aquellos en los que la vida -y no es exageración retórica- va en ellos.
Son aspectos de un escenario de recortes y movilizaciones que no han cesado desde prácticamente medio año. El sector sanitario catalán está, se quiera admitir o no, en pie de lucha y resistencia. Como en los viejos tiempos y, también como entonces, con indudable apoyo ciudadano. Abonando lo mejor de una tradición médico-sanitaria que siempre ha estado poblada de luchadores incansables, de científicos comprometidos y concernidos: Clara Valverde, Eduard Rodríguez Farré, Carles Muntaner, Joan Benach, Oriol Martí,… son algunos de los nombres más ilustres
El pasado 29 de septiembre se vivió un día que merece recordarse, oxígeno puro en ciudades altamente contaminadas. Por si fuera necesario recordarlo, el contexto, el marco de este combate social, tiene poco que ver con la afabilidad: los mil millones de euros -¡1.000.000.000 de euros!- que el gobierno catalán quiere recortar a la sanidad pública provienen en su gran mayoría de la disminución de recortes de servicios, plantillas y salarios [3]. Además, en una situación, en que la demanda social, la presión asistencial, está lejos de disminuir. Las crisis, el desempleo, la incertidumbre, el sinsentido reinante, la explotación y marginación obrera creciente, la abisal estafa social que se está viviendo, que estamos viviendo, enferman cada vez más a más ciudadanos. No es para menos y será para más, aunque no para Mas (y Mas-Colell).
Pues bien, ayer por la mañana, mientras se discutía con representantes sindicales una propuesta de recortes en la sede del Institut Català de la Salut (ICS), Balmes-Gran Vía, en torno a las nóminas de los trabajadores sanitarios de octubre, noviembre y diciembre (se habla de un ajuste de unos 45 millones de euros), más de un centenar de trabajadores y trabajadoras, del concurrido grupo que estaba manifestándose cerca del lugar de reunión, irrumpieron en la sede del ICS, improvisaron una asamblea en la planta baja y unos setenta entraron en sala donde estaba reunida la gerencia del Institut con los sindicatos. Ni que decir tiene que los gestores-políticos salieron inmediatamente, en menos de diez minutos, por puertas laterales y centrales. No son formas, añadieron, no son procedimientos adecuados. ¡Formas, procedimientos adecuados! ¡Qué formas ven pertinentes para luchar contra el disparate y la injusticia!
Incluso dirigentes sindicales tan moderados e institucionales como Juan Cobacho, el responsable de sanidad de UGT, no dejó de recordar la razonable, e innegable, crispación de las plantillas y las duras medidas de gestión tomadas por el Departamento de Salud catalán. Pensar en una negociación tranquila en un contexto así es como pensar en un misterio trinitario que lleve anexas quince resoluciones racionales.
El día no acabó aquí. Por la tarde, una importante y concurrida manifestación de médicos residentes (MIR) recorrió las calles centrales de la ciudad barcelonesa. No eran menos de quinientos. El lema no estaba mal, nada mal: «Nuestra formación, la salud futura de todos». Su argumento, que esgrimieron en el punto final de la marcha, en la plaza de Sant Jaume, la antigua plaza de la República en añorados tiempos republicanos, no permite la duda: el recorte en el número de intervenciones quirúrgicas, guardias y camas hospitalarias es, y será, causa de que no puedan adquirir suficiente experiencia. Ello repercutirá, añaden, en su formación laboral y, por ende, en la salud de todos y todas.
Un médico barcelonés, no puedo precisar su nombre ni la emisora radiofónica en la que habló, comentó en la mañana de ese mismo día, 29 de septiembre, que el término «terrorismo» tenía muchas acepciones posibles y que, en su opinión, era también terrorismo que un gobernante llevara a cabo una política económico-sanitaria que adelantara -la afirmación no es una exageración ni fruto de ninguna indocumentación- la fecha de fallecimiento de algunos ciudadanos por falta de medios, instalaciones y personal. Y esto era precisamente lo que estaba ocurriendo en la sanidad catalana. En la pública, desde luego, allí precisamente donde no suelen ir ni Mas, ni Mas-Colell, ni el conseller aún no dimitido de Sanidad, ni por supuesto los fundamentalistas unionisas-cristianos Duran i Lleida y Joana Ortega, ni sus privilegiados colegas y familiares. Puede decirse más alto pero no más claro.
Innecesario es recordarlo pero no es ni puede ser casual que el máximo responsable de la sanidad catalana, permítaseme la insistencia, sea el antiguo jefe de las mutuas privadas catalanas ni que una de sus primeras -y más significativas- decisiones haya sido suprimir la dirección general de salud pública. ¿Qué hace un personaje así en un lugar como ese? ¿Para qué un hombre como él en el lugar así, donde ha sido ubicado por decisión calculada del president Mas y, seguramente, del ex psuquero Mas-Colell, el vice del gobierno de los mejores?
PS: El gobierno de la Generalitat [4] ha dado marcha atrás. No es frecuente, nada frecuente. Se nota que una parte de su clientela política ha agitado esta protesta social. Abonará finalmente el 50% de las subvenciones a los centros geriátricos concertados y de atención a los discapacitados físicos y psíquicos [5] correspondientes a septiembre. El mes de octubre, han asegurado, será abonado puntual e íntegramente.
El lunes pasado, el 26 de septiembre, el conseller de Bienestar y Familia, Josep Lluís Cleries, había anunciado que la Generalitat no cumpliría, no podía cumplir los plazos de pago de septiembre y octubre. La situación de la tesorería catalana era gravísima, de altísimo riesgo. Andreu Mas-Colell pasaba por allí probablemente y no lo pudo resistir. Imposible cualquier otro escenario, afirmó el conseller. La situación exigía sacrificios de todos (es decir, de los de siempre y algunos más).
Dos días más tarde -la reacción de los trabajadores y, en este caso, de la patronal del sector, muy afín a CiU- hizo que el conseller dijera diego donde había dicho «Catalunya, Catalunya, Catalunya y crisis, crisis, crisis» y agradeciese conmovido el trabajo que desarrollan los centros y rectificase lo que, en principio, no podía rectificarse. El anuncio del aplazamiento, afirmó con rostro de hormigón mercuriado, había sido solamente un «preaviso» al que ellos no querían «dar tanta trascendencia».
¡Cómo lo están leyendo, sin añadir una coma! Con nocturnidad, alevosía y tratando a los ciudadanos, ciudadanas no excluidas, de estúpidos, de idiotas y de memos, tres en uno.
¿Cómo ha sido posible en apenas 48 horas arreglar la situación de una tesorería que, se dijo, bordeaba el «desastre nacional»? Cosas peores y más sorprendentes veremos, querido Sancho.
Así, pues, ¡sí, podemos! ¡sí, se puede!, como en «Pan y rosas». Pero alerta: el titular de Bienestar y Familia del gobierno catalán declaró que el aplazamiento de 15 días, no de los dos meses iniciales de imposible modificación, garantiza la gestión de todas las entidades afectadas, sin duda socialmente imprescindibles, hasta finales de año. No se comprometió con un plazo mayor, hasta finales de 2011 apuntó. ¿Y luego? Todo está por decidir y todo es posible diría Martí i Pol, aquel poeta comunista que solía citar el Guardiola pre-Qatar.
¡Alerta, alerta que camina, que sigue caminando el programa neoliberal por Catalunya, España, Europa y el mundo!
PS. Y, por favor, se lo ruego, no se pierdan este vídeo. Vale su tiempo en resistencia crítica. Lo han pensado, diseñado y realizado los trabajadores y trabajadores del hospital público de Terrassa (Barcelona):
http://www.youtube.com/watch?v=sGiu8n5f4dI
Notas:
[1] Público, 30 de septiembre de 2011, pp. 34-35.
[2] Está en ciernes un ERE, una regulación temporal de empleo sobre unos 1.500 trabajadores -¡mil quinientos!- de la plantilla del hospital. El comité de empresa considera injustas e injustificadas las medidas impuestas El pasado 29 de septiembre, en el Hospital Clínic barcelonés, se celebró un referéndum con la siguiente disyuntiva excluyente: o despidos de trabajadores o aceptación de la congelación y disminución de salarios. Con la pistola en la sien, tú decides libremente, ese es el subsuelo teórico de la consulta.
[3] Según «Metges de Catalunya», un sindicato altamente corporativo, mayoritario en el sector médico, próximo a CiU o a posiciones aún más rancio-conservadoras, algunos médicos de hospital pueden ver reducido su salario en un 35%.
[4] O Generalidad, no sería ningún disparate político-lingüístico. Las fuerza nacionalistas no tienen reparo en escribir pensamiento desiderativo independentista tipo «Catalonia is not Spain» en lugar de «Catalunya is not Spain», pero se ponen de los nervios y lanzan injustos gritos de indignación si alguien escribiendo en castellano acuña la frase: «Cataluña fue la cuna de uno de los grandes revolucionarios marxistas de todos los tiempos, de Andreu Nin, y el lugar donde vivió el filósofo marxista hispánico más importante del siglo XX, Manuel Sacristán». ¿Por qué, al mismo tiempo y sin contradicción, sí «Catalonia» y no «Cataluña»?
[5] De propiedad pública, con criterios de admisión públicos pero de gestión privada. Las condiciones laborales de los trabajadores, en su mayor parte trabajadoras, son durísimas: largas jornadas, festivos, sueldos ridículos, ritmos insoportables. Otra de las genialidades del postmodernismo económico, abonado apenas sin matices distintivos por PP, CiU y PSC-PSOE (e incluso, en algún momento, por algún sector de ICV). Se ha cubierto de este modo la atención de unos 85 mil personas entre ancianos, discapacitados, enfermos mentales y drogodependientes (Gloria Ayuso, «El Govern rectifica y sí pagará a los geriátricos». Público, 30 de septiembre de 2011, p. 35).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.