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La dimensión política del consumo responsable

Fuentes: CAES

La alimentación es un derecho humano fundamental. Sin embargo las autoridades políticas permiten que esté en manos de multinacionales y grandes superficies cuyo único objetivo es ganar cuanto más dinero mejor. El resultado de este secuestro es desolador: explotación de los trabajador@s, contaminación de la naturaleza, hambre en los países empobrecidos y comida basura en […]

La alimentación es un derecho humano fundamental. Sin embargo las autoridades políticas permiten que esté en manos de multinacionales y grandes superficies cuyo único objetivo es ganar cuanto más dinero mejor. El resultado de este secuestro es desolador: explotación de los trabajador@s, contaminación de la naturaleza, hambre en los países empobrecidos y comida basura en los países ricos.
 
La Agroecología y el Consumo Responsable constituyen una reacción de la sociedad frente a los abusos del capitalismo en materia de alimentación. Este modelo alimentario, humano y sostenible se basa en principios como el diálogo y la cooperación entre productores y consumidores, la producción y el consumo de alimentos de temporada, la distribución en circuitos cortos y la dedicación de recursos sociales para hacer dignos la vida y el trabajo en el campo.
 
Los Grupos Autogestionados de Konsumo (GAKs) llevamos más de una década creando redes de Consumo Responsable, en relación directa con pequeñas explotaciones agroecológicas.

Las personas y colectivos comprometidos con la Agroecología y el Consumo Responsable, defendemos nuestro derecho a producir y consumir alimentos sanos y suficientes, pero también nos planteamos la extensión social de nuestra actividad como respuesta a la inseguridad alimentaria que genera la globalización. Dicha extensión se enfrenta con la tarea de transformar las formas de producir y consumir alimentos. Esta transformación afecta a deseos y valores de la población conquistados por el afán de lucro y el consumismo. Acometer este reto requiere la proliferación de iniciativas urbanas y rurales, basadas en relaciones directas entre consumidor@s responsables organizad@s en las ciudades y productor@s agroecologic@s, también organizad@s, en el campo. Este proyecto, que contiene una gran carga ideológica, exige la máxima autonomía frente al mercado y el Estado.
 
ALGUNOS PROBLEMAS PARA EL AVANCE DEL CONSUMO
RESPONSABLE
El dogmatismo obrerista, productivista y consumista de la izquierda tradicional otorga a la condición de asalariado una milagrosa conciencia revolucionaria y desconsidera las reivindicaciones transversales (alimentación, ecología, genero, identidad nacional, etc.), como si estas reivindicaciones no constituyeran la trama cotidiana de la dominación sobre la clase obrera. Estos prejuicios explican el absentismo de los sectores anticapitalistas de la izquierda en la construcción de una subjetividad antagonista en los diversos aspectos de la vida cotidiana de la gente trabajadora sin excluir, evidentemente, el terreno de la relación salarial. El PSOE y su entorno acaban administrando estos vacíos mediante un ecologismo, pacifismo, feminismo y Consumo Responsable «alterglobalización».
 
Por otro lado, la crítica antidesarrollista y antitecnológica, desde terrenos libertarios y a veces de forma muy solvente, rompe con el «socialismo de la opulencia» y la «democracia del consumidor». Pero aparece poco en las redes de consumidor@s. Estas ausencias explican la facilidad con que el ecologismo socialdemócrata practica la limpieza de colectivos refractarios a la «unidad de la izquierda alterglobalizadora».
 
La Agroecología y el Consumo Responsable necesitan crecer desde abajo y con fuerza propia. Esto supone militancia, conciencia política, autonomía y apoyo mutuo. La construcción de lazos cooperativos entre productor@s y consumidor@s se produce en un contexto social de desarticulación de los movimientos populares. Este contexto favorece la separación impune de las palabras y los hechos. Tras discursos «alternativos» se ocultan, frecuentemente, la mezquindad y el cálculo dominantes en la sociedad. Las palabras de izquierdas suelen ser sólo la máscara para las políticas de derechas. Los cantos al pluralismo y a la unidad de la izquierda (en torno al PSOE) para «llegar a los más amplios sectores sociales», son un atajo frente al esfuerzo militante y la dificultad de la construcción colectiva. Tras un lenguaje posmoderno y autogestionado, estos atajos esconden el cálculo utilitario y los favores de la periferia del poder. Es cierto que el crecimiento desde la autonomía es difícil. Pero no es menos cierto que los atajos son un viaje a ninguna parte.
 
EL PAPEL DE LOS CONSUMIDORES ORGANIZADOS
Para defender la seguridad alimentaria de todos, hay que detener la mercantilización y la industrialización de la agricultura. Si la comida de las personas se deja en manos de las multinacionales de la alimentación, el resultado conocido es el hambre y la comida basura.
Lo primero es impedir la ruina de las pequeñas explotaciones, muchas de ellas familiares, que practican una agricultura rica en conocimiento campesino y respetuosa con el patrimonio biogenético de la tierra, el clima local, las especies más adaptadas, el empleo rural, el manejo ecológico de los residuos vegetales y animales y la lucha biológica contra las plagas al margen de fertilizantes químicos, plaguicidas y transgénicos.
 
Este tipo de agricultura es de alta eficiencia en términos ecológicos, territoriales, sociales y de salud alimentaria. Sin embargo, los campesinos y campesinas que la practican están amenazados por la producción industrial de alimentos a gran escala para el mercado mundial, protagonizada por grandes empresas agroalimentarias, más eficientes en términos económicos.
Cualquier proyecto en defensa de la seguridad alimentaria pasa por apoyar a esta producción campesina frente a las multinacionales cuyos precios, aparentemente más bajos, serían cien veces superiores si no externalizaran contra la sociedad, los costes en contaminación, migraciones, explotación del trabajo y enfermedades alimentarias.
 
El voluntarismo de l@s productor@s agroecológic@s nos interpela a l@s consumidor@s de las ciudades. La viabilidad de estas explotaciones requiere de un compromiso mutuo entre el campo y la ciudad. Dicho compromiso es el fundamento para el desarrollo armónico de las redes de productor@s agroecológic@s y las redes de consumidor@s en las ciudades.
Desde la lejana mirada del poder político, condicionado por la fascinación tecnológica y por el poder económico, este modelo de producción y consumo de alimentos, se ve como algo testimonial. Algo así como pequeñas piedras arrastradas por el fondo de la corriente impetuosa de la modernización. El problema es que esta visión, procedente de los «científicos» a sueldo de las grandes corporaciones, la comparte la mayoría de la izquierda y, lo que es peor, l@s vecin@s y l@s parientes de l@s propi@s agricultor@s ecológic@s.
Frente a esta ceguera inducida, la Agroecología debe demostrar su superioridad ecológica y social, avanzando como una verdadera alternativa en la sociedad. Para conseguirlo, las explotaciones agroecológicas resistentes deben ser cuidadas como si fueran plantas. Las organizaciones de consumidor@s responsables de las ciudades debemos garantizar, mediante la compra de su producción, la consolidación de estos proyectos agroecológicos en condiciones dignas de precios. Con la estabilidad de estas explotaciones, algunas organizadas en cooperativas, viene por añadidura el desarrollo de este modelo y de paso, el crecimiento del prestigio social de la Agroecología y de la autoestima de sus esforzad@s protagonistas incluidos, por supuesto, l@s consumidor@s responsables.
 
El apoyo mutuo entre el campo y la ciudad es la condición para que, las explotaciones agroecológicas se mantengan libres de los cantos de sirena de los «alterglobalizadores». Los mismos que han secuestrado la salud alimentaria de la gente para mejorar su cuenta de resultados quieren poner ahora a trabajar a los campesinos agroecológicos para su departamento de comida sana para ecoyuppies, producida al por mayor y comercializada en las secciones de comida biológica de las grandes superficies.
El destino de esta falsa producción agroecológica que comparte todos los paradigmas de la producción industrial, salvo la presencia de sustancias químicas, es crecer. Ese crecimiento es incompatible con la supervivencia de las pequeñas explotaciones tanto químicas como biológicas, porque la productividad y la competitividad que van a dinamizar este segmento del mercado global, exigen una escala productiva incompatible con los costes de una pequeña explotación.
 
El esfuerzo, la convicción y el riesgo de las iniciativas de l@s productor@s agroecológic@s necesitan la contrapartida militante de las, hasta ahora, pequeñas redes de consumo agroecológico de las ciudades. Nuestra recompensa no sólo será el bienestar asociado a comer alimentos sanos, nutritivos y sabrosos. Estos alimentos además de sus propiedades físicas y nutricionales, tienen propiedades sociales. Estas propiedades proceden de estar fertilizadas por el apoyo mutuo entre el campo y la ciudad. En esos alimentos está incorporada la fuerza vital de la participación en un mercado de futuros, pero no financieros sino de una alimentación y una vida mejor para todos. Un mercado futuro y nuevo que, con nuestra actividad, no está sólo en nuestros corazones, sino también en nuestro trabajo colectivo organizado, en el intercambio desigual a favor de quien más lo necesita, en la productividad basada en la cooperación, el deseo y el diálogo, y no en el capital y la tecnología, en la eficiencia social, ecológica y ética, por encima de la económica.
 
Las grandes superficies de la alimentación globalizada han destruido a los pequeños comercios para robarles los consumidores que les compraban. Pero a nosotros no nos tendrán. Cientos de colectivos de consumidor@s antiglobalización, podemos, además de sostener a l@s campesin@s con conciencia, vengar a l@s trabajador@s de las tiendas de ultramarinos, de las fruterías, las carnicerías y las pescaderías, aniquilados por la violencia competitiva del mercado global. Al hacerlo estamos rompiendo el eslabón del consumo, necesario para cerrar el ciclo de muerte, de la producción y distribución global de alimentos.
 
Las transformaciones y el crecimiento de estas redes de producción-distribución-consumo de alimentos agroecológicos, nos depararán problemas desconocidos. No estamos mirando hacia atrás, sino hacia delante. Lo que está claro es que sin impedir, de hecho, el despliegue de la lógica del capitalismo global en la alimentación, sólo podemos cultivar la lucha de frases y las pequeñas maniobras de militantes en apuros, instalados en la marginalidad. Abordaremos los problemas que aparezcan en el desarrollo de la Agroecología y el Consumo Responsable con el espíritu combativo y la inteligencia que requiera defender la seguridad y la soberanía alimentarias.
Ahora estamos en un momento anterior. La consigna de hoy es: crear diez, cien, mil colectivos de consumo agroecológico antiglobalización.
 
Agustín Morán, miembro de los Grupos Autogestionados de Konsumo.
 
Este artículo forma parte, como epílogo del libro recién editado: «Agroecología y Consumo Responsable. Teoría y Práctica». VVAA. Editorial Kehaceres. 2006.