Cuatro años después de aquel histórico 15 de mayo, por primera vez en la historia reciente de España, se ha producido un importante (aunque aún insuficiente) vuelco en las urnas. El cambio parece que se va poco a poco abriendo paso. PODEMOS confirma su entrada en la escena política como una fuerza esencial para el […]
Cuatro años después de aquel histórico 15 de mayo, por primera vez en la historia reciente de España, se ha producido un importante (aunque aún insuficiente) vuelco en las urnas. El cambio parece que se va poco a poco abriendo paso. PODEMOS confirma su entrada en la escena política como una fuerza esencial para el cambio en nuestro país. Sin embargo, el relativo éxito en aquellas ciudades donde se consiguió conformar una plataforma ciudadana, que aglutinaba a varias organizaciones políticas y sociales así como a personas independientes, demuestra, a mi juicio, la necesidad de concentrar todavía más el voto de cara a las próximas elecciones generales. Creo que sin PODEMOS no podrá realizarse el tan necesario cambio político, pero con solo PODEMOS tampoco.
La estrategia debe adaptarse a los resultados prácticos. Y éstos son claros: la ciudadanía demanda más convergencia de las fuerzas políticas transformadoras. El voto todavía se está dividiendo demasiado entre opciones muy parecidas. Se necesita una amplia unidad popular. Todas las fuerzas políticas favorables a un cambio radical de rumbo en las políticas económicas y a una regeneración democrática profunda deben presentarse unidas en las próximas elecciones generales para tener verdaderas posibilidades de ganarlas con una gran mayoría. PODEMOS debe ser generoso y responsable, debe tomar la iniciativa (pues ahora es el principal sujeto político del cambio) y encauzar dicha unidad popular tendiendo puentes con el resto de fuerzas progresistas que coincidan en esos dos ejes alrededor de los cuales gira su programa: rescate ciudadano y proceso constituyente. Hay que dejar de lado personalismos, orgullos, sectarismos. El momento histórico así lo exige. La unidad popular es necesaria y posible. Los casos emblemáticos de Madrid y Barcelona así lo atestiguan.
Y es que aquel 15M abrió la veda para un proceso de cambio en España. El pueblo empezó a despertar y poco a poco fue madurando el movimiento ciudadano de indignación hasta tomar forma política. La ciudadanía es cada vez más consciente de que, además de movilizaciones populares en las calles, se necesita alcanzar el poder político para transformar el sistema desde dentro. PODEMOS ha conseguido en muy poco tiempo la centralidad (a no confundir con el centro), como bien decía Pablo Iglesias, es decir, el protagonismo en la vida política, el marcar la agenda de los temas a tratar. Aun siendo todavía un partido minoritario, ha forzado la situación general, ha roto el muro del inmovilismo. Todo el mundo habla de PODEMOS. Todos los partidos (viejos y «nuevos») se han visto forzados a mover ficha, imitándolo en mayor o menor medida. Éste es el mayor logro, a día de hoy, de esta nueva formación política. Y esto lo ha conseguido, entre otros motivos, simplemente reivindicando cosas de puro sentido común: rescatar a los ciudadanos y regenerar la democracia. Nadie que pretenda mostrarse ante la ciudadanía como demócrata puede combatir seriamente la idea de que es necesario y posible aumentar y mejorar notablemente la democracia. Las fuerzas enemigas del pueblo (que todavía reciben la mayor parte de votos) sólo pueden aparentar cambios democráticos y limitarlos todo lo posible con la esperanza de que sean insuficientes para cambiar de verdad las cosas.
PODEMOS ha creado una dinámica de cambio. Pero esta dinámica puede acelerarse, ralentizarse, o incluso revertirse. Como demuestra la historia, nada es irreversible. Todo dependerá de quién lleve la iniciativa. La casta procurará por todos los medios posibles, usando distintas estrategias, que el cambio sea insuficiente, limitado, e incluso revertirlo en cuanto pueda. A los hechos podemos remitirnos. En la sociedad de clases la lucha de clases existe siempre aunque adopte distintas formas, aunque tenga altibajos. Las clases privilegiadas nunca se quedan de brazos cruzados.
Tras las recientes elecciones municipales y autonómicas ha quedado claro que se ha terminado (al menos por ahora) la época en que sólo dos partidos se alternaban en el poder. El viejo bipartidismo ha empezado su decadencia aunque todavía no ha muerto. Es tiempo de pactos, de diálogo entre las distintas formaciones políticas para conformar gobiernos locales y autonómicos. Con el peligro que ello conlleva para las fuerzas políticas que pretendan transformar el país. Por supuesto, hay que desconfiar de las formaciones tradicionales (o las «nuevas» recién aparecidas financiadas por el Ibex 35) que, «casualmente», ahora, tras la irrupción de PODEMOS, cuando se ven amenazadas, hablan de regeneración democrática, de políticas sociales. Está claro que hay que procurar desbancar cuanto antes al PP del poder, y esto en demasiados casos aún sólo puede hacerse mediante pactos entre distintos partidos políticos de izquierdas (o que se declaran como tal).
Está claro también que no puede darse un cheque en blanco al PSOE. No olvidemos que dicho partido ha gobernado durante muchos años y es, junto al PP, el principal responsable de la situación desastrosa actual en nuestro país. Ya hemos comprobado el precio que pagan los partidos minoritarios que sirven de muleta al PSOE. Véase el caso de IU. Así pues, tenemos el peligro de que, por un lado, si PODEMOS no pacta la situación permanezca igual y se muestre como un partido poco responsable ante la ciudadanía (y ésta necesita un cambio de rumbo urgente), y por otro lado, si pacta puede verse perjudicado en el futuro de cara a las elecciones generales pues el electorado puede volver a caer en la trampa del voto útil al PSOE si éste consigue mostrarse como la fuerza hegemónica de la izquierda. El tema es complicado porque dependiendo de lo que se haga y de cómo se haga puede salir el tiro por la culata.
Creo que el planteamiento mostrado por PODEMOS es el correcto: estar dispuesto a hablar con todo el mundo pero en base a programas concretos y exigiendo a los demás que den un giro de 180 grados. PODEMOS debe seguir en la centralidad, debe forzar a que otros partidos (muy especialmente el PSOE) se acerquen a sus postulados, y no al revés. Si PODEMOS se modera acabará siendo subsumido por el PSOE y podríamos volver a la situación que hemos logrado en parte superar. El actual programa de PODEMOS no es muy ambicioso para quienes pretendemos superar el capitalismo, transformar radicalmente la sociedad, como el mismo Iglesias reconoce. Así pues, no es pedirle mucho a un partido supuestamente socialdemócrata asumir un programa económico socialdemócrata. La política económica de PODEMOS es perfectamente asumible por un PSOE virado a la izquierda, que decida abandonar las políticas neoliberales que ha practicado. ¿O no?
Si el PSOE no es capaz de asumir dicho programa económico (aunque no lo desearía), o si apoya al PP (o es apoyado por él), se pone en evidencia ante la ciudadanía, ante sus votantes. Y esto le pasaría factura electoral. Le podría condenar. Véase lo ocurrido al Pasok en Grecia. Esto beneficiaría a PODEMOS o al frente amplio ciudadano que pudiera constituirse. Y si, por el contrario, cede y asume el programa de PODEMOS, entonces esto también beneficiaría a éste, el cual podría presentarse ante la ciudadanía como un partido hegemónico, ideológicamente hablando, con lo que sus posibilidades de sustituir al PSOE como la principal fuerza de la izquierda aumentarían. En ambos casos, por tanto, si PODEMOS no cede, gana. Y sobre todo la ciudadanía, que es de lo que se trata fundamentalmente.
El programa económico de PODEMOS es lo suficientemente moderado como para que el PSOE pueda acercarse algo a él, pero también lo suficientemente radical como para que PODEMOS deje su firma y pueda mostrar a la ciudadanía la utilidad y necesidad de votar a PODEMOS, bien sea para asumir el protagonismo de la izquierda (lo más deseable), bien sea para que el PSOE se radicalice, se izquierdice (algo poco probable) si no quiere perder el tren de la historia. Es PODEMOS quien debe «jugar» con el PSOE y no al revés. El PSOE está entre la espada y la pared, debe seguir aparentando ser de izquierdas, pero está atado a la oligarquía. Es PODEMOS quien tiene más margen de maniobra, más libertad de movimiento, al no depender del poder económico. A medio y largo plazo, a medida que la correlación de fuerzas sea cada vez más favorable, dicho programa económico de PODEMOS deberá irse radicalizando.
En cuanto a la cuestión democrática, la verdadera seña de identidad de PODEMOS, las demás fuerzas políticas prosistema se ven forzadas, para seguir aparentando su talante democrático, a seguirle el juego a PODEMOS. Aunque procurarán que las reivindicaciones democráticas de este último partido vayan cayéndose por el camino. Que si ahora no se trata de hablar de todo, que hay cosas más urgentes que la cuestión del modelo de Estado, etc. Para los partidos prosistema nunca es el momento para replantear el sistema. Cuando las cosas van bien, para qué cambiar, y cuando van mal no hay tiempo, hay otras prioridades, basta con unas pocas reformas puntuales para apuntalar el sistema. Probablemente, las organizaciones financiadas por el Ibex 35 no tendrán más remedio que ceder algo, por ejemplo, tal vez, en cuanto a la ley electoral, en cuanto a tener listas abiertas, pero procurarán ceder lo mínimo posible, que la oligocracia no deje de serlo. Es aquí donde PODEMOS debe, en el momento presente, mostrarse más radical y contundente. Deberá convencer a la ciudadanía de la imperiosa necesidad de abrir un proceso constituyente, de darle toda la voz posible al pueblo, sin límites, de poder hablar de todo, de que el pueblo pueda decidir sobre todo.
En esta dinámica de desarrollo democrático PODEMOS deberá estar siempre por delante de los demás y forzar la marcha del tren hacia adelante, acelerándolo gradualmente. Las fuerzas políticas oligárquicas procurarán que el tren no avance mucho (por ahora renunciarán a la marcha atrás que llevaba) y que vaya desacelerando. PODEMOS deberá hacer todo lo contrario: que avance sin parar y que avance cada vez más rápido.
Los verdaderos demócratas tenemos a nuestro favor la coherencia: defendemos darle todo el poder al pueblo. Pero tendremos en contra a las élites, a sus lacayos políticos (pues aún son las fuerzas mayoritarias), a su poder económico y mediático, al miedo del que aún son presos muchos de nuestros conciudadanos que prefieren lo malo conocido que lo bueno por conocer. Sin embargo, cuando una idea es justa y correcta, en cuanto tiene cierta posibilidad de abrirse camino, es casi imparable. Por supuesto, si las organizaciones progresistas que entren en las instituciones hacen bien su trabajo (el cual será visto con lupa, la casta esperará el más mínimo error para atacar), se conseguirá «seducir» (como dice Carmena, la probable nueva alcaldesa de Madrid) a quienes aún no han apoyado el cambio en las urnas. Es fundamental convencer a muchos votantes del PPSOE y de los partidos satélites, o del recambio, como Ciudadanos. Con una labor impecable en las instituciones, con la máxima coherencia, con ejemplaridad, incluso incitando siempre a las bases, a los círculos, a los ciudadanos convencidos, a convencer también a su alrededor, en sus ámbitos particulares. Hay, por supuesto, que seguir combatiendo la desinformación masiva. Etc., etc., etc. Todos debemos implicarnos en esta inmensa labor.
Por consiguiente, yo creo que está bien que PODEMOS se abra al diálogo con otras formaciones políticas para llegar a acuerdos de gobierno, pero siempre que no se renuncie a lo esencial del programa: rescate ciudadano y desarrollo máximo (y no mínimo) de la democracia. Simplemente, porque dicho programa (mínimo) es irrenunciable, es imprescindible para el país. Habrá que ser flexibles en algunas cosas de menor importancia, porque no se puede negociar si no se es algo flexible, pero habrá que ser inflexible en las cuestiones esenciales. Simplemente, porque ceder en lo esencial sería traicionar al electorado, a los intereses de la mayoría social, sería un suicidio político. También cabe la posibilidad de acuerdos puntuales en vez de gobiernos de coalición. En el caso de no gobernar, PODEMOS podría apoyar ciertas medidas concretas y al mismo tiempo oponerse a otras. En cualquier caso (ya sea desde el gobierno o desde la oposición), deberá llevar la iniciativa también en las instituciones y plantear soluciones que pongan en evidencia ante la opinión pública a los falsos profetas.
PODEMOS ha demostrado que con poco más de un millón de votos (¡qué útiles fueron esos votos en las elecciones europeas, qué orgullo haber sido uno de ellos!) es posible la centralidad. El protagonismo en el mundo de las ideas debe traducirse en votos, hay que conseguir la hegemonía también en las urnas. Ahora deberá conseguir dicha centralidad en las instituciones, para que dentro de poco sea el pez chico el que se coma al grande, y no al revés, como ha ocurrido tantas veces en el pasado. Es tan básico y esencial, de sentido común, el programa de PODEMOS que los demás partidos que se dicen progresistas se irán delatando si no lo asumen en la práctica. La clave está en que PODEMOS, o el frente de unidad popular que se constituya, lleve en todo momento la iniciativa y tenga una estrategia acertada a corto, medio y largo plazo. Que lo hecho de manera inmediata no perjudique lo que pueda hacerse más adelante. El pan para hoy puede ser hambre para mañana.
El objetivo primordial es ganar las elecciones generales, y con una amplia mayoría. Pero no sólo por ganar, obviamente, sino para empezar a cambiar las cosas de verdad. Podemos lograrlo pero debemos tener mucho cuidado porque el cambio no está garantizado, no es irreversible. La lucha por el cambio real no ha hecho más que empezar. Hemos logrado que el tren se detenga y empiece de nuevo a marchar un poco para adelante (lo cual ya es un gran logro), pero el tren puede volver a detenerse y retroceder. Hemos empezado con buen pie pero podemos tropezar y fracasar. No nos lo pondrán fácil, al contrario. Sin embargo, lo ocurrido este pasado 24 de mayo demuestra que sí se puede cambiar la historia (a mejor). Pero también que todavía queda mucho trabajo por hacer.
Blog del autor: http://joselopezsanchez.
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