Recomiendo:
0

Sales y soles

La doble vida

Fuentes: Gara

Feliz movilidad y próspero sms. ¡Viva la revolución digital! Todos conectados, enredados, enganchados… pero con el disco duro en blanco, vacío. Alrededor del 85% de los mensajes navideños que han inundado con parabienes nuestros teléfonos este fin de año eran prefabricados, despersonalizados, rebotados. Hemos renunciado a nuestros mejores deseos. Únicos. Propios. Originales. La copia manda. […]

Feliz movilidad y próspero sms. ¡Viva la revolución digital! Todos conectados, enredados, enganchados… pero con el disco duro en blanco, vacío. Alrededor del 85% de los mensajes navideños que han inundado con parabienes nuestros teléfonos este fin de año eran prefabricados, despersonalizados, rebotados. Hemos renunciado a nuestros mejores deseos. Únicos. Propios. Originales. La copia manda. Y no es lo peor. «Cada sms que enviamos es un abrazo, una caricia, un beso menos», filosofa el inefable Txema desde el otro lado de la barra del mítico e imprescindible bar Zulo, en el Casco Viejo de Bilbao. «Yo, que soy un fenicio de las tabernas, pienso que incluso hasta un vino, un txikito menos».

Maestros en tecnología, analfabetos vegetales. La Fundación Dieta Mediterránea acaba de publicar los resultados de una encuesta realizada a los 25.000 alumnos de todo el Estado, de entre 8 y 11 años, que han participado en sus talleres de cocina sana. El 20% de los escolares no ha probado nunca un tomate o un espárrago y uno de cada siete jóvenes no ha pelado y saboreado, gajo a gajo, una naranja en su vida. El estudio descubre la cantidad de alimentos fundamentales (zanahorias, espinacas, manzanas…) que están desapareciendo del menú diario de los chavales. Visto lo visto, de subirse a un árbol o saludar a una vaca, tocarle el cencerro, mejor ni hablamos, ni lo planteamos.

La vida es móvil, sí, eso ya nadie lo duda, pero ¿adónde nos lleva? ¿para dónde vamos? En Veguellina de Órbigo, el pueblo de León donde he pasado mis últimos agostos, las personas mayores, mientras sus piernas les dejan, van aún a todos lados en bicicleta. Majestuosas, dignas, anticuadas, olvidadas, utópicas. Al revés de todo el mundo. Este verano, en la puerta de su casa, escuche a dos ancianas conversando. Una explicaba con detalle todos sus achaques. La otra, al insuflarle ánimos, desveló el secreto mejor guardado. «Hay que disfrutar, que la vida son cuatro días». Lo dijo, lo juro. Y es cierto. Con lo pies en la tierra, la vida dura el doble.