«Amortizado el efecto sorpresa de su irrupción en las elecciones europeas de mayo del 2014 y habiendo debido comparecer en tres elecciones sucesivas, su discurso ha perdido gran parte de su potencia impugnatoria y parece haberse acomodado en el terreno homologable de la corrección al que le empuja su vocación de partido atrapa-lo-todo. Tal ubicación […]
No es que a Pablo Iglesias le crezcan los enanos, es que sus gigantes se están empequeñeciendo. Era de esperar. Ya escribimos en su día sobre la línea de clara involución que estaba sufriendo la formación política de Pablo Iglesias, y por supuesto, en la figura de su líder recae, como no podría ser de otra forma, la mayor tarea de «domesticación» por parte de las clases dominantes. Los ejemplos que podemos poner son innumerables: en Cataluña, la formación «Catalunya sí que es pot» (CSQSP) ha votado recientemente alineándose con el tripardismo catalán (C’s, PP y PSC), mal llamado «bloque constitucionalista», en contra de la puesta en marcha de la República Catalana, y en el resto del Estado, las propuestas están quedando cada vez más descafeinadas, porque ya no se habla de Proceso Constituyente, ni de auditoría de la deuda, ni de banca pública, ni de nacionalización de las empresas de los sectores estratégicos de la economía, ni de renta básica universal, ni de tantas otras grandes propuestas que en su día lanzaba Pablo Iglesias desde sus intervenciones en las tertulias.
Ni siquiera en lo relativo a las propuestas pacifistas, tan en boga últimamente a raíz de los últimos atentados de París, PODEMOS ha estado a la altura, ya que no ha enarbolado, como era de esperar, un discurso radicalmente pacifista, que abogue no sólo por el fin de los bombardeos sobre Siria, sino también por nuestra salida de la OTAN, por la retirada de nuestras tropas de cualquier zona de conflicto, y por el desmantelamiento de todas nuestras bases militares norteamericanas. Lo único que se ha ofrecido ha sido un tímido Consejo de la Paz, con algunas propuestas interesantes, que por supuesto suscribimos en su totalidad, pero sin ir a la raíz de los problemas, así como la propuesta de someter a referéndum la participación de nuestro país en cualquier conflicto bélico. Pero este «proceso de domesticación» al que nos referimos llega a más, pues no se limita sólo al recorte o suavización de las propuestas de la formación del círculo, sino que atañe también al propio comportamiento y actitud de su líder, Pablo Iglesias, que ya interviene en Desayunos Informativos en grandes hoteles de Madrid, delante de empresarios y de gente de la «casta», donde afirma que «No es lo mismo ser Profesor de Universidad y presentador de un pequeñísimo programa de televisión, que aspirar a ser Presidente de tu país». Por supuesto, dicha «casta» asistente al acto le ha dado a Iglesias la «bienvenida a la normalidad», e incluso le han deseado suerte en las próximas Elecciones Generales. Todo un triunfo. ¡Ya tenemos a una casta acostumbrada a ver aparecer al señor de la coleta!…¿o será el señor de la coleta el que se está acostumbrando, familiarizando, con dicha casta? Porque si es así, estamos en una situación tremendamente peligrosa. Atrás se quedó aquéllo de «tomar el cielo por asalto», porque ahora Iglesias afirma que «en democracia los asaltos se hacen llamando al timbre», es decir, de forma muy educada, sin molestar a estos grandes señores del IBEX-35, no vaya a ser que se produzca la «inestabilidad» que enturbie sus negocios.
Reconoce incluso que PODEMOS no aspira a «un futuro utópico», para que dichos grandes personajes de nuestra economía no se escandalicen, sino a un país en el que todos sus ciudadanos disfruten de unas condiciones mínimamente dignas, en lo cual me ha recordado al mensaje casi de disculpa de Manuela Carmena («Tranquilos, no soy comunista, nunca lo he sido»), en una cita de parecido linaje. Admitió también Pablo Iglesias que para liderar un Gobierno en situaciones que pueden ser difíciles, «hay que mejorar y revisar ciertas cosas», porque parece ser que, en caso contrario, la campaña de hostigamiento hacia el señor de la coleta, y sus acompañantes, se hubiera recrudecido…pero no, parece ser que, como los mensajes y las propuestas se han tornado más suaves, no tan molestas para dicha casta, dicha campaña de hostilidad también ha disminuido. No es que lo vayan a tratar con alfombra roja como hacen con Albert Rivera, cuyos planteamientos gustan más a los empresarios, pero al menos, ya no atacan con tanta virulencia como antes. Ya parece ser que se han olvidado de sus reproches a PODEMOS por sus vínculos con Venezuela, a medida que la gente de Pablo Iglesias también ha ido marcando distancias con aquél régimen, de aquel país que, según Iglesias, «está tan lejos». Lo que se le olvida a mi querido Pablo es que las clases trabajadoras de todo el mundo estamos muy cerca, aunque nuestros países estén muy lejos. Muy cerca en explotación, en desmontaje de nuestros derechos, y en padecer los ataques de esta insaciable derecha política, social y mediática. Hasta las expresiones, la forma de hablar, el «talante» (como diría Zapatero), están cambiando por completo. Ya tenemos a un Pablo Iglesias que apela a la responsabilidad de Estado, a la inteligencia, al diálogo y al consenso para afrontar los asuntos esenciales de nuestro país, igual que el resto de líderes políticos que se presentarán a la cita electoral del 20D. Y no se lo pierdan…¡incluso muestra sus preferencias en los resultados de los partidos de fútbol! ¡Qué pasada! Pero en fin, tengo que reconocer que a algunos nos gustaba más el Pablo Iglesias salvaje, que arremetía contra la casta de chorizos y de corruptos que nos gobernaban, y que prometía poner todos los cimientos de nuestro país patas arriba, para cambiar dicha situación, y favorecer a las clases más vulnerables, transformándonos en una sociedad más libre, justa, avanzada y democrática. Pero en fin, parece que todo eso quedó atrás, y que ya tenemos a un líder de PODEMOS que ha comprendido cómo está montada la sociedad, y no tiene muchas intenciones de cambiarla.
Así que ya tenemos a un Pablo Iglesias donde ellos querían, casi completamente domesticado, inofensivo, acomodado, despojado de su rebeldía, incapaz de poner en cuestión los grandes pilares del sistema. La traición a la lucha y a los postulados del 15-M es prácticamente total, y todo está quedando en varios fichajes estrella para sus listas electorales, y en la presentación de una serie de propuestas de corte socialdemócrata, que hasta el mismo PSOE podría suscribir. Como hemos afirmado en otras ocasiones, para este viaje no hacían falta tantas alforjas. PODEMOS debería haberse desmarcado claramente de sus oponentes electorales, mediante propuestas absolutamente radicales en temas estrella que hoy día son imprescindibles para una auténtica regeneración democrática, tales como la Monarquía, el desmontaje del poder de la Iglesia Católica, los planteamientos de carácter pacifista, feminista y ecologista, la recuperación del empleo público, el fin de la hegemonía empresarial, o el inicio de un nuevo Proceso Constituyente para que la ciudadanía pueda conformar democráticamente un nuevo orden territorial, social y político para nuestro país.
Pero a tenor de la deriva de su comportamiento, PODEMOS (sobre todo desde la figura de su líder, Pablo Iglesias) está condenado a caer en la irrelevancia, sirviendo únicamente como acompañante de los clásicos partidos del régimen del 78, en un insulso debate sobre cuestiones de importancia menor. Afirmo todo esto desde la tristeza, pues nada me gustaría más que contemplar cómo la formación morada vuelve a sus orígenes, continúa fiel a los postulados frescos, rebeldes y revolucionarios del movimiento del 15-M, y vuelve a representar una opción política de auténtica ruptura con los poderes fácticos que nos han gobernado durante todos estos años. Pero ello sólo podrá hacerse mediante propuestas valientes y radicales, y cada vez dudamos más que Pablo Iglesias y sus podemitas estén en esa onda. Porque muchos de nosotros aún pretendemos seguir tomando el cielo por asalto, y no tener que disculparnos por ser comunistas.
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