En los últimos días se ha publicado en diversos medios un artículo de Sabino Cuadra titulado «La mala educación«. En él se habla sobre los diferentes tipos de nacionalismos, sobre alianzas entre fuerzas de izquierdas independentistas y no independentistas y sobre la relación entre las reivindicaciones nacionales y sociales. Este escrito pretende rebatir algunas de […]
En los últimos días se ha publicado en diversos medios un artículo de Sabino Cuadra titulado «La mala educación«. En él se habla sobre los diferentes tipos de nacionalismos, sobre alianzas entre fuerzas de izquierdas independentistas y no independentistas y sobre la relación entre las reivindicaciones nacionales y sociales. Este escrito pretende rebatir algunas de las posiciones expuestas en dicho artículo.
En primer lugar se plantea que ser unionista no tiene que ser menos nacionalista que ser independentista, y que la diferencia entre unos y otros está en que los primeros ya tienen un Estado consolidado y los segundos no. Dice que, por este motivo, para los primeros, hablar del problema nacional es de «mala educación». Estoy de acuerdo con la primera parte: en amplios sectores, el nacionalismo español no es considerado como nacionalismo y sólo suelen ser tratados como tales los de Cataluña y Euskal Herria. Pero no es cierto que hablar del problema nacional en el Estado español sea de «mala educación» en todos los ámbitos. Por ejemplo, en Podemos pensamos y decimos bien claro que tenemos un importante problema de no reconocimiento de la plurinacionalidad en el Estado y que es necesario y urgente encarar su solución. Diferimos en cambio respecto a la izquierda abertzale en su solución, como se expone más abajo. Por otro lado, si bien es cierto que existe un Estado consolidado, cada vez está más al servicio de una pequeña élite y cada vez es menos social y democrático. Así que la tarea de darle la vuelta es enorme.
La segunda idea fuerza que se plantea es que conformar alianzas políticas en Euskal Herria, electorales o no, con el independentismo vasco es considerado tabú por parte de las fuerzas de izquierda y alternativas españolas. «Sin embargo, hoy se refieren al PSOE como necesario aliado para gobernar en Madrid o para candidaturas conjuntas al Senado».
Estas afirmaciones no son ciertas si, como parece, pretenden referirse a Podemos. La primera parte es bien evidente que supone un olvido sorprendente del Acuerdo Programático y el trabajo conjunto que se está realizando en el Parlamento de Navarra, de la candidatura Aldaketa al Senado el 20D, del trabajo conjunto en muchos ayuntamientos navarros, de la defensa conjunta en Madrid de las leyes navarras recurridas por el Gobierno del PP, del intenso trabajo que se lleva a cabo conjuntamente por miembros de Podemos y de la IA en iniciativas y plataformas sociales… Y contraponer lo anterior a los planteamientos de Podemos para intentar formar un gobierno progresista en el Estado, o a la reciente invitación al PSOE para presentar candidaturas conjuntas al Senado, me parece cuando menos fuera de lugar y proporcionalidad. Por un lado, es bien evidente que, con la actual correlación de fuerzas, la formación de cualquier gobierno progresista en el Estado pasa por pactar con el PSOE. Y, aunque somos conscientes de las orientaciones políticas que han mostrado una importante parte de las élites del PSOE desde hace tiempo, sabemos que hay amplios sectores de votantes socialistas que quieren un cambio real y que con ellos hay que contar necesariamente para construir la mayoría social que necesitamos. Y respecto a la propuesta de candidaturas conjuntas al Senado, desgraciadamente también es la única manera que tenemos hoy de sortear la injusta ley electoral que le permite al PP obtener mayoría absoluta con poco más del 25% de los votos, bloqueando así la posibilidad de reformas constitucionales de calado.
Sin embargo, sí que es cierto que determinado tipo de confluencias se ven condicionadas por las importantes diferencias existentes entre la IA y Podemos. En este sentido, hay que dejar sentado de entrada que no es lo mismo una confluencia preelectoral que postelectoral. Y también, que es muy diferente si el ámbito es el Estado, Navarra o un ayuntamiento, máxime si de lo que se trata, como ahora, es de aspirar realmente al gobierno. Coincidimos en que la forma de solucionar el contencioso respecto a los diferentes proyectos de marco político territorial es el derecho a decidir. Pero discrepamos en el objetivo final y, por tanto, en las dinámicas y políticas a implementar para convencer a la ciudadanía de cuál es el proyecto más conveniente. Y no sólo eso, deferimos también en la definición de las reglas de juego que deberían regir el proceso: nosotros proponemos que esas reglas de juego deberían ser acordadas entre las partes (bilateralidad) con unos criterios de seguridad, estabilidad (que no se pueda estar provocando continuos cambios de marco territorial) y máxima democracia; por parte de la IA, en cambio, la propuesta es la vía unilateral. Y, por último, creo que ni la IA ni Podemos ni la sociedad navarra están maduros todavía para determinado tipo de confluencias preelectorales de la complejidad que tenía la última propuesta. El fracaso de Aldaketa el 20D no sólo se debió a una campaña deficiente, sino también a la no aceptación de la candidatura conjunta por parte de algunos sectores de la base electoral de Podemos y también del resto de fuerzas. Todavía tenemos un camino largo por recorrer para lograr la normalización y convivencia plenas, y merece la pena redoblar el esfuerzo por parte de todos para conseguirlo cuanto antes.
En la tercera idea fundamental del artículo citado afirma que «existe el mantra de que la reivindicación nacional y soberanista achata en buena medida la social, subordinándola a la anterior». Aunque en parte estoy de acuerdo, sin embargo creo que hay que hacer algunas matizaciones. En primer lugar, la recentralización a que se alude en el artículo no sólo se está dando en el Estado español, aunque sea un alumno aventajado. La centralización tiene lugar en el conjunto de Europa, siendo la actual UE uno de los mecanismos más potentes de sustración de soberanía. Pero las causas de pérdida de soberanía tienen un carácter global y se producen a través de dinámicas y conformación de poderes fácticos totalmente antidemocráticos que toman las decisiones importantes y obligan a gobiernos e instituciones de todo tipo a implementar políticas antisociales con el único objetivo de lograr cada vez mayor concentración de riqueza en sus manos. Por último, tampoco estoy de acuerdo cuando se dice que lo nacional y lo social suelen ir de la mano. En algunos casos sí y en otros sucede justo lo contrario: se prioriza la independencia sobre la transformación social.
En política, más que de buena o mala educación deberíamos dialogar sobre cuáles son las estrategias más adecuadas para avanzar en los cambios que necesitamos, teniendo en cuenta tanto las circunstancias que concurren en cada momento como los actores que pueden sumar y la manera más adecuada de hacerlo. Y aquí, unas veces coincidimos en la fórmula y otras no. Incluso a veces se puede sumar más sin confluir que confluyendo.
Javier Echeverría Zabalza, miembro de Podemos-Ahal Dugu
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