Esta etapa fundamental para la formación de la infancia sigue siendo maltratada, ley tras ley, y deja en la calle o en precario a niños, familias y profesionales.
Hay un axioma hoy aceptado por todos: el ser humano es educable desde que nace. En los años ’80 se afianzó la idea, que se plasmó en 1989 en la Convención de los Derechos del Niño, de que el niño y la niña son sujetos de derechos desde que nacen; entre esos derechos está el de recibir una educación de calidad desde el nacimiento.
La LOGSE (1990) incorporó al sistema educativo la Educación Infantil de 0 a 6 años. Su carácter es no obligatorio, pero el Estado se comprometió a proporcionar plazas suficientes para dar respuesta a la demanda de las familias. La comunidad educativa lo recibió como un avance indiscutible. Las escuelas infantiles (de 0 a 6 años) y la incorporación del ciclo de 3 a 6 años en los centros de Primaria comenzaron a concretar un modelo de educación que dejó obsoleta la visión de esa etapa como asistencial y preescolar. Pero la LOGSE no consolidó el modelo. La LOCE (2002) del PP rompió claramente la etapa y la LOE (2006) dejó el primer ciclo (0-3) en manos autonómicas, lo que ha provocado dispersión, inequidad, desregulación y privatización.
Una etapa fragmentada
Se sigue permitiendo la existencia de negocios no controlados que acogen a niños y niñas de estas edades. La etapa ha quedado fragmentada por la escolarización progresiva de la infancia de 3 a 6 años en centros de Infantil y Primaria (3-12). Estos, con frecuencia, no reúnen las condiciones necesarias (número de estudiantes por aula, comedores masificados, aulas no adaptadas). Los desarrollos normativos en el ciclo de 3 a 6 años han provocado la «primarización» de la Educación Infantil. Se adelantan a esa etapa los objetivos de 1º de Primaria, se organiza por materias, no se tiene en cuenta el desarrollo evolutivo del menor y todo gira en torno a problemas como la lectoescritura, el cálculo, el inglés o las tecnologías de la información y la comunicación.
En el ciclo de 0 a 3 años no se regula casi nada (o se hace mal). Se da un proceso escandaloso de privatización y precarización. Los centros se quedan en manos de cualquier empresa que quiere hacer negocio. La proporción estudiante/adulto es excesiva, no se respetan las titulaciones de los profesionales, lo que repercute en los sueldos de los educadores (en torno a los 700-800 euros en la privada), el servicio no llega a los que lo solicitan (la Comunidad Valenciana sólo dispone de ocho escuelas infantiles públicas, en Andalucía faltan 17.000 plazas, y en Madrid faltan más de 35.000).
Volvemos a tener una tarea pendiente: recuperar la identidad propia y la dignidad de las personas de 0 a 6 años. Hemos de llevar hasta el final la conciencia de que no es una etapa obligatoria ni preparatoria y que se impone respetar el ritmo de desarrollo de las capacidades y potencialidades de los niños y niñas sin presiones sobre la adquisición de conocimientos para la Primaria. Es necesario que el profesorado adquiera una formación reflexionada e investigadora. Es importante que se consoliden espacios de reflexión colectiva donde se estudien y analice la deriva actual de esta etapa y se tome conciencia social de lo que sucede.
Julio Rogero. Movimientos de Renovación Pedagógica.
¿Dónde escolarizo a mi hija?
Por Alejandra Olaiz
Durante mi embarazo leí un artículo sobre cómo elegir «guardería». Candela nació en enero y los permisos de maternidad y paternidad se agotan: llega el momento de buscar un lugar donde pueda recibir la atención, la educación y el cuidado que necesita. Como los dos somos de los pocos afortunados que no estamos en paro y el Estado necesita que ambos trabajemos, esperábamos que las administraciones públicas hubiesen dispuesto una eficiente red de escuelas infantiles para este momento. El año pasado nacieron más de 77.000 bebés en mi Comunidad Autónoma (más de 34.000 en mi ciudad), así que empiezo a imaginar la cifra y el tamaño de las escuelas infantiles que habrán puesto en marcha. En estos momentos es cuando una espera ver a dónde han ido a parar sus impuestos. ¿La realidad? En mi distrito, la escuela infantil más cercana pone a disposición de la ciudadanía un total de tres plazas.
¡Tres! Para colmo, el curso empieza en septiembre y yo, como una tonta, pariendo en enero (pobre Candela, creo que su única opción de aquí a septiembre es prepararse sus propios biberones y ver la programación matinal de Telecinco). Llega el momento de rellenar la solicitud. Lo bueno es que, como mi hija no tiene ningún hermano matriculado en ese centro, ninguno de sus padres trabaja en dicho centro, ni somos familia numerosa, ni ha nacido en un parto múltiple, ni es adoptada y ninguno de nosotros sufre una minusvalía, el expediente se rellena muy rápido. Lo malo es que eso también significa que no tenemos prácticamente ninguna posibilidad de conseguir una de las tres disputadísimas plazas. Por suerte, existen otras dos escuelas públicas en mi distrito; por desgracia, ofrecen las mismas vacantes para septiembre. ¿No existe alternativa? Claro que sí. Mi ayuntamiento me ofrece un listado de centros concertados, donde tampoco hay más de tres o cuatro plazas y los niños moldean plastilina bajo el macabro retrato de un tipo semidesnudo y crucificado, y una escuela privada, en el distrito vecino, donde Candela tendrá que pagar 410 euros al mes, más 260 de matrícula y 30 euros de babi.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/La-encrucijada-de-la-educacion.html