El dolor de la tierra La etnia Pilagá sufre a diario los ajetreos de un gobierno marcado por fuertes rasgos de impunidad y prepotencia. La soledad, el silencio, la decidía y la discriminación frente a los gritos esperanzadores de un pueblo que necesita ser oído. Pero resulta que no. Que las fronteras se van […]
El dolor de la tierra
La etnia Pilagá sufre a diario los ajetreos de un gobierno marcado por fuertes rasgos de impunidad y prepotencia. La soledad, el silencio, la decidía y la discriminación frente a los gritos esperanzadores de un pueblo que necesita ser oído.
Pero resulta que no. Que las fronteras se van cerrando. Que nos invaden los límites y ya el monte cambia de color y perfume y tamaño, porque resulta que no. Que han venido, como saben venir de tanto en tanto, para cerrarnos los ojos, para atarnos las manos, para aplastar de un golpe seco el sueño de la tierra.
Debajo de un árbol inmenso se reparte la ronda. Son varias las sillas y los bancos que improvisan un círculo en el que las mujeres y los hombres de la comunidad El Descanso reúnen palabras y recuerdos y dolores. Como si acaso cada uno de esos elementos llevara a una misma conclusión. Como si acaso se les notara en los ojos, en las manos, en los gestos la profunda dolencia que ha marcado y sigue marcando la construcción del bañado La Estrella y los canales que llevan y traen agua en nombre del progreso económico.
Pues debajo de ese árbol, dentro de una ronda en la que trece patitos picotean las hojas y las hormigas que escapan, una comunidad se reúne para pelearle al olvido y a quien sea, el derecho a ser y pertenecer. Se reúne para refrescar la historia, para comulgar memorias, para saber cómo era su alrededor previo al desastre.
Hacia adentro
El Descanso es una comunidad que cuenta con treinta y seis familias y se ubica a más de ochenta kilómetros de Las Lomitas. Son casi dos horas de viaje duro por la ruta provincial Nº 28. Por ese camino, que en días de lluvia es intransitable, cruza la represa construida para que el bañado La Estrella se divida literalmente en dos. Esa división hace que de un lado la imagen parezca tenebrosa; árboles y vegetación muerta que aun se mantiene en pie. Del otro lado una infinita cantidad de peces que saltan torpemente la represa para atravesarla y conseguir alimento.
Esta construcción, que comenzó en diciembre de 1997, ha obligado el desplazamiento de muchas familias porque la represa actúa deteniendo el recorrido del agua y en consecuencia las tierras han sido avanzadas perdiendo casas, animales y producción agrícola. Por otra parte, una vez resuelto el primer paso, se construyó un canal que une el bañado y el riacho El Tala, para llevar agua a El Salazar, zona que ahora aumentó en su cotización y en rindes productivos.
Pero resulta que no. Que los ojos se nos hacen pequeños cada vez que vemos el horizonte, porque buscamos en el recuerdoaquel horizonte de nuestros ancianos. Resulta que la tierra nos duele en los huesos, en las manos, en los pasos que damos. Porque resulta que ha pasado el progreso arrasando con su mano de acero.
La comunidad El Descanso vio pasar el avance de las máquinas que removían la tierra y sacaban de un lado para poner en otro. Se prolonga por eternos kilómetros una cicatriz de más de cinco metros de profundidad donde el agua corre y arrastra y se lleva todo a su paso. Cesar Zalazar, integrante de la comunidad, cuenta que «vinieron los ingenieros sin consultar a la comunidad que es lo que iban a hacer. Ellos sólo dijeron que sería un beneficio para la comunidad». Asimismo, destacó que antes del bañado «había un potrero en donde se criaban animales, había un algarrobal, se podía mariscar muy bien y las mujeres salían a recolectar el alimento del monte».
Desde adentro
Y como si esto fuese poco, el tercer paso del proyecto fue el armado de tres defensas sucesivas que iban relegando aun más el territorio de El Descanso. Esas defensas se construyeron entre el 2001 y el 2007 y la última de ellas llegó a cuatro metros de la escuela. Ocurría y ocurre que cuando el bañado crece o las lluvias aumentan, las defensas actuaban y actúan reteniendo el agua y provocando terribles inundaciones.
En la ronda donde los recuerdos iban salpicando la memoria se dijo que muchas familias tuvieron que trasladarse porque el agua obligaba. El cementerio fue también arrasado, al igual que la escuela y la iglesia. En poco menos de seis años, comenta Cesar, «nos acorralaron y la única salida que ahora tenemos es la de un pequeño puente sobre el canal». También se dijo que ante estas situaciones se va perdiendo la esperanza y las ganas de seguir trabajando la tierra ya que cualquier día pueden volver a venir y el problema puede empeorar.
Valoy, un joven de la comunidad que se mantuvo en silencio para oír lo que se decía no dijo nada, hasta que dijo. Y cuando dijo, pareció haber resuelto el tema. Porque sus palabras fueron claras, porque sus señas fueron claras. Valoy dijo que «nadie tiene derecho a entrar a tu casa y romper y decidir qué es lo que se tiene que hacer. Hay que pedir permiso y hablar con los dueños, hay que llegar a un acuerdo para que todos se beneficien».
Los trece patitos iban y venían a la misma velocidad en la que aquellas imágenes, de un pasado reciente, se presentaban en forma de diálogo. Todas y todos añoran los tiempos en que era posible mariscar, era posible salir a recolectar los frutos del monte y era posible sentirse libre en la inmensidad de la tierra.
Pero resulta que no. Que esto no ha de llamarse progreso, no puede llamarse progreso. Porque los caminos del progreso no han de teñirse de sangre y tristeza. Resulta que esto no ha de llamarse progreso aquí y en ninguna parte. Esto, resulta ser simplemente, invasión y despojo, invasión y violencia, invasión y saqueo.
*** Marzo 2009 El camino del agua
Luego de una extensa jornada se han definido las nuevas autoridades que representarán a las dieciocho comunidades pilagá por los próximos tres años. Bartolo Fernández renueva su mandato y será acompañado por Juana Segundo y José Rivero Salazar.
21 de marzo de 2009. Siete de la mañana, treinta minutos. El cielo no amenaza. Ayer llovió durante gran parte de la tarde y el lodo en los caminos imposibilitó el movimiento lento pero firme de los hombres y mujeres que han de llegar a la ciudad. Se siente en el aire una sensación extraña y poderosa. Como si acaso el día se presentara histórico, y todos y todas ya lo sepan. De las dieciocho comunidades pilagá pertenecientes a la provincia de Formosa, han llegado los dirigentes de catorce. La Asamblea de la Federación del Pueblo Pilagá, que se llevará acabo en el Hogar Juana Teresa, será el espacio de encuentro en el que se decidirá la nueva cúpula de representantes para los próximos tres años de gestión.
Bartolo Fernández, actual presidente de la Federación junto a Juan Córdoba del Consejo de Ancianos y Ramona Giménez del Consejo de la Mujer, mira pensativo y toma un mate. Bartolo mira y piensa en silencio. Luego deja bien en claro que está tranquilo, que todo ya se ha organizado bien y que éste será un día de alegría para las comunidades pilagá.
La Federación del Pueblo Pilagá se conforma en triunvirato. Son tres los presidentes que poseen exactamente el mismo poder. Ninguno de ellos tiene la posibilidad de intervenir en los Consejos que no le son correspondientes. Esta forma de organización ha de permitirle una verdadera base de discusión en la que se plantean en forma ordenada las decisiones, exigencias y miradas de todas las comunidades. Asimismo, cuentan con un tesorero o tesorera y un secretario o secretaria elegidos por el triunvirato y tres fiscalizadores designados por el conjunto de los dirigentes.
A su vez, cada una de esas dieciocho comunidades mantiene cuatro dirigentes: dos representantes (que pueden ser hombres o mujeres), un Consejo de la Mujer y un Consejo de Ancianos (que también puede conformarse por un hombre o una mujer). En la Asamblea pueden y deben participar aquellos dirigentes que tengan el aval de su comunidad para ser representados. Ese aval posee la firma de la mayoría de los integrantes de la comunidad; de lo contrario su voz y voto no será tenido en cuenta.
Como agua de río
Ocho de la mañana, cuarenta y cinco minutos. En el patio del Hogar Juana Teresa, poco a poco, van llegando los dirigentes de las catorce comunidades. A medida que se arriman, se conforman rondas en las que el diálogo fluye. Fluye como lo hace el agua cuando los ríos se mueven y renuevan su cauce. Debajo de un tinglado de chapa, las mesas y los bancos amontonan personas que traen sus mates y salé un mate por allí, un tereré por aquí. Por momentos el silencio se prolonga hasta que alguien larga una risa y otro acompaña ese gesto con una nueva risa, y es entonces cuando se vuelven a escuchar los murmullos.
Saturnino Miranda, perteneciente a la comunidad Laqtasatanyie, camina de un lado a otro. Se lo observa reflexivo. Saluda a sus compañeros, se sienta, toma un mate y vuelve a saludar. Lee el Estatuto y consulta. Mientras recorre las instalaciones comenta que «a nosotros esta organización nos va a servir para muchos beneficios. Para defender los derecho de las comunidades, los derecho del pueblo pilagá. También servirá para fortalecer nuestras organizaciones y para hacer cumplir los convenios tanto provinciales, como nacionales e internacionales. Creo que ésta es la fuerza del pueblo pilagá y creemos que con esta organización vamos a reclamar y lograr nuestros derechos».
Por otra parte, Genaro Quiroga, perteneciente también a la comunidad Laqtasatanyie, se acerca a la ronda en que las palabras se arrojan para que las tome el viento y viajen a lugares desconocidos. Él mira a sus compañeros y dice que «estoy muy interesado en que salga bien la Asamblea, porque entiendo que a veces necesitamos de un hermano para que pueda enfrentar todo lo que está pasando en el país. Esperemos que hoy podamos encontrar el camino para el bien del pueblo pilagá».
Como agua de estanque
Diez de la mañana. Se abren las puertas del salón. Los dirigentes pilagá comienzan a ingresar. De a ratos las nubes cubren el cielo, pero el sol ya está haciéndose fuerte. Ha llegado la leña y es momento de comenzar a cortar la verdura. Son cinco las mujeres que se encargarán de encender el fuego, acomodar las ollas y preparar el guiso para las más de cincuenta personas que han llegado.
Cipriana Palomo, perteneciente a la comunidad Pozo del Tigre, se mueve de un lado a otro del recinto. Toma un mate y dialoga con las mujeres que se encuentran detrás del horno de barro. Saluda y sonríe a cada momento. Se la ve serena y expectante. En un momento, se levanta, se acerca y dice para que quede bien claro que «ésta es una etapa de unión; es lo que tratamos de hacer porque la gente tiene que estar unida para hacer una gran organización como la Federación. Porque eso en estos momentos hay que tratar de que se sostenga, que la gente participe, que la gente valore la Federación, y en este momento creo que la gente esta participando». Cuando se le consulta sobre la importancia del día, ella indica que «los pilagá necesitan participar, necesitan que se los respete y necesitan un espacio para poder debatir sus problemas; problemas de tierra, de educación y de vivienda que son las partes fundamentales que no se tienen en cuenta a nivel provincial».
Como agua de cielo
Dos de la tarde. Calor. Mucho calor y sensaciones encontradas. Desde el salón donde se desarrolla la Asamblea se oyen voces que se elevan al mismo ritmo en que el fuego y las brazas rodean las ollas donde se cocina el guiso. De tanto en tanto algunos aplausos parecen distender la reunión. Ramona Giménez parece decir algo y Bartolo Fernández, con la paciencia que lo caracteriza, responde para apaciguar el clima. De un momento a otro, salen los dirigentes del salón y se reúnen por Consejo. Mientras se espera el almuerzo comienzan a decidir la nueva cúpula de la Federación del Pueblo Pilagá.
Juana Segundo, perteneciente a la comunidad Laqtasatanyie, toma el cucharón y empieza a servir la comida. Rápidamente se acercan las mujeres, quienes serán las primeras en almorzar. Luego, y no mucho más tarde, se hace un recambio; las mujeres dejan sus platos y es el turno de los hombres. En menos de una hora se sabrá quiénes conformarán el nuevo triunvirato. Ya parece estar todo resuelto; las miradas, la calma y los comentarios dejan ver que cada uno de los Consejos ha resuelto. Sólo es momento de aguardar de la misma manera en que se aguarda la reunión de los nubarrones para un chaparrón.
Como agua de lluvia
Cuatro de la tarde, quince minutos. El sol no da tregua. La pila de botellas de agua ha descendido notoriamente. Todos tienen un tereré en la mano. Las cocineras ahora inician el lavado de los platos y el fuego ha dejado de humear. Vuelven a ingresar, ya por última vez, al aula donde se definirá la jornada y los próximos tres años de la conducción de la Federación. Todos están más tranquilos, más a gusto con el momento que se está viviendo. Entienden, cada uno de ellos, que es un día histórico. Entienden, cada uno de ellos, que están sembrando historia, que están luchando por los derechos de sus comunidades, que están dando verdadero ejemplo de un modelo de organización.
Luego de un instante eterno, los aplausos inundan el Hogar Juana Teresa. Llueven aplausos en cada uno de los rincones del salón. Llueven esos aplausos dando la misma esperanza que lo hace el aguacero cuando moja el monte. Se han definido, se ha decidido. Bartolo Fernández renueva su mandato y su suplente es Rubén Medina. Juana Segundo será la representante del Consejo de la Mujer y su suplente Cipriana Palomo. José Rivero Salazar será el representante del Consejo de Ancianos y su suplente Ángel Navarrete. Además, el tesorero será Tito Quiroga y la secretaria Elba Camacho. Por último, la fiscalización corresponderá a Toledo Fernández, Raquel Arce y César Salazar.
Y con la resolución a cuestas, cada uno de los dirigentes comienza a saludar, comienza a despedirse para emprender el regreso. Se sabe, como se saben aquellas cosas que de repetirlas quedan claras, que ahora los representantes de la Federación del Pueblo Pilagá irán, como han ido siempre, a buscar lo que les pertenece, a luchar por lo que se les niega desde hace tiempo. Irán por la Personería Jurídica, entendiéndola como un arma esencial para que sus reclamos no sigan quedando archivados en los despachos gubernamentales.