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La exposición laboral al amianto de los bomberos

Fuentes: Rebelión

¡Otra ocasión, mi túnica de amianto y en tu luz, Noche Morena, y en tu fuego arderé, loca falena…! (Francisco de Asís León Bogislao de Greiff Häusle (abreviado, León de Greiff), poeta colombiano -1895-1976-, en Variaciones alrededor de nada. Trova del nocturno sortilegio. Sonatina.)    Fuego mortal A Eduardo Miño El mediodía y el desgarro […]

¡Otra ocasión, mi túnica de amianto

y en tu luz, Noche Morena,

y en tu fuego arderé, loca falena…!

(Francisco de Asís León Bogislao de Greiff Häusle (abreviado, León de Greiff), poeta colombiano -1895-1976-, en Variaciones alrededor de nada. Trova del nocturno sortilegio. Sonatina.

 

Fuego mortal

A Eduardo Miño

El mediodía y el desgarro mortal,

el fuego y la indiferencia.

Muchas muertes

dentro de una sola muerte.

Ardió como un hombre sin identidad

frente al Palacio de Gobierno,

sin sombra ni pan en los bolsillos.

Su alma inmensa de humanidad,

se fue de viaje hacia

donde otros hombres murieron antes.

Ardió como la erupción de la tristeza

en los vestigios del que nunca tuvo nada.

Se marchó solitario de soledad

y con los dientes apretados

de rabia e impotencia,

con la esperanza y la tragedia

entre sus manos. 

(Del libro: A buen paso atraviesa la noche, de Alejandro Lavquén, escritor y poeta chileno, asiduo colaborador de «Rebelión»). 

 

Los caminos del amianto y del fuego, se cruzaron históricamente desde hace ya mucho tiempo, (Maines , 2013).

 

En 1792, el profesor de Física Jean Aldini -del que se afirma que sirvió de inspiración a Mary Shelley para su «Frankenstein», por sus macabros experimentos de electrocución de cadáveres de ajusticiados, a veces introduciéndoles electrodos por el recto: Alonso Peña (2011)-, inventa el traje de amianto contra el fuego, que sería muy utilizado por los bomberos, por sus propiedades de resistencia al fuego. A partir de entonces, bomberos, vulcanólogos, pilotos de carreras de automóviles, dobles de los actores, especializados en el rodaje de arriesgadas escenas de peligro, etc., etc., morirán a causa del mesotelioma, muchas veces sin saber de qué morían, ni por qué lo hacían.

En la mañana del 30 de Noviembre del año 2001, un hombre de 52 años, frente al presidencial Palacio de la Moneda, de Santiago de Chile, se clavó en el abdomen un cuchillo de grandes dimensiones, se roció con un combustible, y se suicidó, quemándose «a lo bonzo», haciendo entrega de una carta, a los aterrados transeúntes. Este es el texto de su última carta:

«Mi nombre es Eduardo Miño Pérez, CI: 6.449.449-K, militante del Partido Comunista. Soy miembro de la Asociación Chilena de Víctimas del Asbesto. Esta agrupación reúne a más de 500 personas que están enfermas y muriéndose de asbestosis. Participan las viudas de los obreros de la industria Pizarreño, las esposas y los hijos que también están enfermos solamente por vivir en la población aledaña a la industria. Ya han muerto más de 300 personas de mesotelioma pleural, que es el cáncer producido por respirar asbesto. Hago esta suprema protesta denunciando: 1.- A la industria Pizarreño y su holding internacional, por no haber protegido a sus trabajadores y sus familias del veneno del asbesto. 2.- A la Mutual de Seguridad, por maltratar a los trabajadores enfermos y engañarlos en cuanto a su salud. 3.- A los médicos de la Mutual, por ponerse de parte de la empresa Pizarreño y mentirle a los trabajadores, no declarándoles su enfermedad. 4.- A los organismos de gobierno, por no ejercer su responsabilidad fiscalizadora y ayudar a las víctimas. Esta forma de protesta, última y terrible, la hago en plena condición física y mental como una forma de dejar en la conciencia de los culpables el peso de sus culpas criminales. Esta inmolación digna y consecuente la hago extensiva también contra: Los grandes empresarios, que son culpables del drama de la cesantía, que se traduce en impotencia, hambre y desesperación para miles de chilenos. Contra la guerra imperialista, que masacra a miles de civiles pobres e inocentes para incrementar las ganancias de la industria armamentista y crear la dictadura global. Contra la globalización imperialista hegemonizada por Estados Unidos. Contra el ataque prepotente, artero y cobarde contra la sede del Partido Comunista de Chile. Mi alma que desborda humanidad, ya no soporta tanta injusticia. Eduardo Miño Pérez».

El padrastro del señor Miño, Manuel Cerda, fue trabajador de la empresa Pizarreño, hasta mediados de los años setenta, y murió de asbestosis, en 1989.

El viernes 2 de diciembre del año 2011, en el décimo aniversario, se celebró un acto conmemorativo, que incluía la pública quema de un muñeco, representativo de la inmolación.

La muerte de Eduardo, directamente por el fuego, y de forma indirecta por el amianto, marca un indeleble hito en ese cruce de caminos, al que antes aludíamos.

Recientemente, el sindicato Comisiones Obreras ha formulado una exigencia respecto de que los bomberos sean incluidos en el censo de trabajadores que han estado expuestos al amianto, en algún momento de su historia laboral. Véase, al respecto: http://www.nuevatribuna.es/articulo/sindical/ccoo-exige-inclusion-bomberos-registro-trabajadores-expuestos-amianto/20170219114638136890.html Y también: http://www.europapress.es/asturias/noticia-ccoo-pide-incluya-bomberos-registro-trabajadores-expuestos-amianto-20170217182831.html

Las evidencias disponibles, avalan, en efecto, la pertinencia de ese posicionamiento sindical.

Si atendemos a lo que nos señala la crónica judicial española, podremos advertir, en primer lugar, el importante riesgo derivado de la exposición al asbesto, cuando se ha sido bombero a bordo de un buque, como es el caso de los petroleros. En efecto, el fallecimiento por asbestosis, es un fatal desenlace que presupone unos elevados niveles de exposición laboral. Es lo que refleja la resolución judicial STSJ ICAN 3494/2014, en la que podremos leer: «D. Ceferino falleció el 4 de diciembre de 2007 por complicaciones derivadas de un cuadro de fibrosis pulmonar, asbestosis y lipomatosis pleuromediastínica severa, dislipemia, hipertensión, insuficiencia renal crónica, cardiopatía isquémica crónica». La misma circunstancia (bombero a bordo de un buque, con afectación, por la presencia de amianto en la nave), la veremos también reflejada en la sentencia STSJ GAL 2502/2014.

Exposiciones netamente más débiles o esporádicas son ya suficientes, por el contrario, cuando se trata de una afectación por mesotelioma, trágica circunstancia que es reflejada en la sentencia STSJ M 2164/2012, cuando en ella se dice: «La Sentencia apelada, recoge la doctrina jurisprudencial en materia de responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas, examina la prueba practicada y considera acreditado que D. Luis Carlos, padre y esposo de las recurrentes, falleció el día 15 de junio de 2009 a consecuencia de un mesotelioma y que dicha patología tuvo su origen en la exposición al amianto como consecuencia del desempeño de su trabajo en el cuerpo de Bomberos».

La etiología por amianto resulta clara, pero ya no tanto las circunstancias concretas de la exposición laboral, cuando se trata de quien ha ejercido de bombero en un sector industrial y en un centro de trabajo, que ya de por sí mismos representan claramente ese riesgo, como es el caso del trabajo en astilleros. Es lo que se relata en la sentencia STSJ GAL 3042/2016: «El actor ingresó en la empresa con la categoría profesional de oficial de 3′ en el gremio de soldador y posteriormente, en fecha 11 de septiembre de 1.972, cambió a la profesión de bombero, con destino en el centro de contraincendios»… «se declaró a don Teodoro en situación constitutiva de invalidez permanente en grado de total para su profesión habitual de bombero. El hecho probado tercero de la referida resolución judicial establece que el actor presenta en julio de 1.992 infarto agudo de miocardio anteroseptal, bronquitis crónica, hipercolesterolemia, etilismo crónico, cardiopatía isquémica ECO de enero de 1.993: hipoquinesia septal proximal»… «se declaró a don Teodoro en situación legal constitutiva de invalidez permanente absoluta para toda profesión u oficio, por enfermedad profesional, por padecer el actor las siguiente, patologías: adenocarcinoma de pulmón en lóbulo inferior derecho»… «Paciente a exposición al amianto que en reconocimiento rutinario evidencia nódulo pulmonar»… «Engrosamiento pleural bilateral asociado a placas pleurales en relación con asbestosis. Engrosamientos pleurales bilaterales, con calcificaciones groseras, en probable relación con exposición a asbestos». La misma dualidad de orígenes del riesgo de exposición al asbesto, la veremos contemplada en las resoluciones judiciales STSJ GAL 2208/2015, ATS 2276/2012, STSJ GAL 5440/2011 y STSJ GAL 6360/2014, todas ellas concordantes también en la índole de las patologías sufridas por el trabajador: asbestosis o adenocarcinoma de pulmón.

En la literatura médica, hay constancia, por supuesto, de afectaciones por patologías asociadas a la exposición al amianto por parte de los bomberos -ver, por ejemplo: Markowitz et al. (1991)-, algunas tan características como es el caso del mesotelioma.

El mesotelioma también ha afectado al encargado del mantenimiento de un camión de bomberos, a causa del amianto presente en los frenos: Maltoni et al. (1999).

El 3 de julio de 2012, la versión on-line del diario «EL PAÍS» publicaba una información, según la cual el Ayuntamiento de Madrid debería pagar 111.400 euros de indemnización a la familia de un bombero municipal, fallecido de mesotelioma en el año 2009, tres años después de su jubilación, y a causa de su exposición al amianto en el trabajo.

Así lo había resuelto la Sección Décima de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (STSJ MAD 2164/2012, ya citada aquí anteriormente). Por nuestra parte se resalta el carácter novedoso de la vía judicial por la que se resuelve este litigio, con resultado favorable para la familia demandante; vía que vino propiciada por carácter de entidad pública de la parte demandada. Previamente, el Ayuntamiento había rechazado acordar la indemnización solicitada.

Las víctimas directas del amianto, y sus respectivas familias, se ven siempre abocados a su triste condición de eternos pleiteantes por el reconocimiento, a regañadientes, y por vía judicial, a un reconocimiento tardío, cuando no también cicatero, de una indemnización económica, no siempre alcanzada, y que jamás podrá equilibrar el sufrimiento por el daño padecido, con pérdida de la propia vida. Véase, al respecto, nuestro e-book titulado: Desvalidos y desvalijados – Las víctimas dobles del amianto («Rebelión», 03/07/2015 / http://www.rebelion.org/docs/200669.pdf ).

En el caso concreto de la exposición laboral al asbesto, protagonizada por los bomberos, al no tratarse de una situación estable y continuada, como sería el caso de las tareas desempeñadas en las industrias en la que el amianto formaba parte de la composición del producto final elaborado, esa exposición, salvo cuando se ha tratado de la habida con ocasión de los periódicos ensayos consistentes en simulacros de incendios, resulta ser mucho más contingente, aleatoria, diversa, sujeta a cada concreto acontecer realmente habido en la respectiva historia laboral, y, en definitiva, mucho más difícil de probar, y de que quede admitida como tal. Por consiguiente, los bomberos están más abocados al desamparo judicial, sin tutela efectiva de sus derechos, cuando la afectación por alguna de las enfermedades asbesto-relacionadas les llega a alcanzar.

La sentencia establecía una relación directa entre el mesotelioma y la exposición laboral al asbesto, por el contacto con trajes, botas, escafandras, manoplas y mantas que lo contenían; unas mantas, por cierto, con las que, eventualmente, eran cubiertas las personas rescatadas de los incendios. Teniendo presente que para desencadenar un mesotelioma, décadas después de acaecida la exposición, basta con que ésta haya podido ser única, breve y de baja intensidad en la concentración de fibras en atmósfera, queda dentro de lo imaginable y de lo plausible, la suposición de que alguno de los así rescatados de un incendio, no hayan tenido que pagar, a la postre, un alto precio en salud y en esperanza de vida, de resultas del susodicho rescate.

También tenían un contacto con el amianto, casi permanentemente, cuando realizaban la revisión rutinaria de sus vehículos de trabajo, y asimismo mantenían ese contacto, cuando realizaban maniobras de ensayo de extinción de incendios, en el parque de bomberos, y obviamente también cuando las labores de extinción eran reales.

David Chesser, de Texas, ascendido a jefe del Departamento de Bomberos de Beaumont, el 27 de julio de 2.009. Su esposa, Michelle, recogió su collar de bronce, durante la ceremonia de promoción y nombramiento. Él no pudo hacerlo, postrado por un mesotelioma. Había servido en el Departamento durante 35 años, siendo ascendido a capitán en 1.992.

Roger Gee, ex bombero de Derbyshire, Inglaterra, había trabajado durante 26 años en el «South Yorkshire Fire Service». En el desempeño de su profesión, estuvo en contacto con el amianto, en diversas situaciones: durante el uso de mantas de asbesto, para apagar incendios de chimenea; en los ejercicios de entrenamiento, sin equipos de respiración, en conductos que contenían amianto, en la década de 1.970. En Enero de 1.999, le diagnosticaron un mesotelioma, sometiéndose a quimioterapia, en el «St Bartholmew’s Hospital» de Londres. Véase también: Pukkala et al. (2014).

En Daniels et al. (2013), los autores reportan un exceso de mesoteliomas (SMR=2.00), en una cohorte formada por bomberos.

No deja de ser una grotesca y dramática paradoja, el hecho de que, en el momento más crítico, cuando las propiedades ignífugas del asbesto alcanzan la culminación, esto es, cuando el incendio llegue a producirse, sea precisamente cuando la dispersión de las fibras de amianto en el seno de la comunidad en la que se asentó la protección contra el fuego, origine en simultaneidad un riesgo medioambiental muy serio, por la dispersión de fibras del asbesto, originada por el propio incendio: Bridgman (1999), (2000) & (2001), Hoskin & Brown (1994), Smith & Saunders (2007).

En la actualidad, cuando hace ya años desde que se cesó de incorporar amianto en la fabricación de edificios, la demora en el desamiantado de las edificaciones que datan de antes de dicho cese, está determinando, allí donde dicha demora se mantiene, como es el caso de España, un evitable riesgo para los bomberos que han de actuar cuando alguno de esos edificios más antiguos se incendia, al igual que sucede cuando los operarios del gremio de la construcción, han de proceder al derribo de tales edificios, todavía con presencia de asbesto, si no se procede antes a su retirada, por personal idóneamente adiestrado, y dotado de las necesarias medidas preventivas, tanto individuales como de protección colectiva y para el medio ambiente circundante. Es lo que se denuncia en el artículo de Fritschi & Glass (2014).

En cualquier caso, debe de advertirse que la exposición al amianto en la actividad profesional de los bomberos, no ha venido vehiculada solamente por la presencia del susodicho mineral en las edificaciones siniestradas, sino que también lo ha sido por la constituida por algunos de los medios personales de protección contra el fuego (guantes, delantales, mantas, monos, etc., fabricados con textiles de asbesto), utilizados habitualmente por los bomberos, en el desempeño de sus actividades profesionales: Beaumont et al. (1991).

La exposición de los bomberos al amianto contenido en los edificios siniestrados, quedó dramáticamente evidenciada, con ocasión del atentado terrorista a las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York: Prezant et al. (2002).

Es lo mismo que lo sucedido en otros diversos lugares, como, por ejemplo, Líbano, Siria, Kobe, Christchurch, etc., ya se trate de escenarios bélicos, o de sitios sacudidos por catástrofes naturales, tales como huracanes, terremotos, etc.

En Samet et al. (2007), los autores, sobre las consecuencias higiénicas del incidente terrorista del World Trade Center, manifiestan: «Continúa la controversia sobre el grado de exposición del asbesto entre los trabajadores y la población en general. La Agencia de Protección Ambiental recolectó miles de muestras de polvo transportado por el aire y sedimentado y analizó su contenido de asbesto. La mayoría de las muestras tenían un contenido de asbesto por debajo del umbral de liquidación utilizado para las escuelas. Algunos trabajadores del lugar probablemente inhalaron fibras de amianto, particularmente si no llevaban equipo protector. El nivel de exposición al amianto entre las personas que viven y trabajan alrededor del sitio fue probablemente menor y es poco probable que haya sido suficiente para causar asbestosis o un aumento mensurable en el riesgo de cáncer de pulmón. Aunque tal exposición podría aumentar ligeramente el riesgo de mesotelioma, cualquier exceso no sería evidente durante décadas»… «El seguimiento de los bomberos durante el año posterior al desastre mostró una reducción en la función pulmonar 10 veces más severa que la prevista para un solo año de envejecimiento: una caída de aproximadamente 320 ml en el volumen espiratorio forzado en 1 segundo, en comparación con la caída normalmente prevista, de 30 ml.».

En el contexto de la industria petrolífera, merecen especial consideración, por su situación de riesgo frente al fuego, las plataformas petrolíferas y las torres de perforación, por lo que el amianto ha sido profusamente utilizado en ellas, por sus propiedades ignífugas. Se trata de un entorno laboral que ha dado lugar a exposiciones y consiguientes afectaciones, con el correspondiente reflejo en demandas judiciales. En dicho entorno laboral, quienes en él han asumido funciones de bombero, han sido, evidentemente, parte de la plantilla de trabajadores que con más proximidad e interacción con el asbesto han tenido un arriesgado protagonismo.

La acción protectora del amianto frente a los estragos del fuego, ha sido un elemento integrante de alguna obra de ficción.

Un ejemplo del protagonismo del amianto en la trama de un relato cinematográfico, lo tenemos en la película muda, del año 1921, «EL ROSTRO PÁLIDO», protagonizada por el actor cómico Buster Keaton. En ella, cuando se dedica a la caza de mariposas, Buster es apresado por una tribu de indios, que le atan al poste de tortura, para quemarle vivo, pero mientras que los «pieles rojas» buscan la leña necesaria, consigue escapar, si bien es apresado de nuevo, aunque, en previsión, se ha vestido con un traje de amianto. Los indios ven, con asombro, que el fuego nada puede contra él y, tomándole por un ser sobrenatural, le hacen jefe de la tribu.

La exposición laboral de los bomberos al amianto, no deja de ser, a fin de cuentas, una más de las diversas exposiciones a diferentes agentes tóxicos, durante el desempeño de sus tareas de extinción de los incendios (monóxido de carbono, benceno, partículas en suspensión en el aire y el humo respirados, hidrocarburos policíclicos aromáticos, formaldehido, cloruro de hidrógeno, cianuro, humos de escape de la combustión del diésel, etc.) -Melius (2000), Golden et al. (1995), LeMasters et al. (2006), Bates (2007) -. Algunos de los tóxicos antes mencionados, asumen un rol sinérgico frente a la etiología por asbesto, del cáncer pulmonar.

Por todo lo expuesto, consideramos que está sobradamente justificada la iniciativa formulada por el sindicato Comisiones Obreras.  

 

Bibliografía

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