Ni un solo incidente que valga la pena destacar. Un neto avance en la autoorganización de los acampados y visitantes. Un comportamiento político más que inteligente ante la presencia en la plaza de unos 300 policías de paisano. Un deseo cada más evidente de extender la movilización a barrios y a otras ciudades del extrarradio. […]
Ni un solo incidente que valga la pena destacar. Un neto avance en la autoorganización de los acampados y visitantes. Un comportamiento político más que inteligente ante la presencia en la plaza de unos 300 policías de paisano. Un deseo cada más evidente de extender la movilización a barrios y a otras ciudades del extrarradio. Acciones con neto sentido político en las inmediaciones de la acampada. Asambleas con creciente contenido y mejor preparadas que nunca. Una práctica democrática que hace palidecer cualquier concepción de la política reducida a la participación en contiendas electorales y cansinos aplausos en mítines. Argumentados debates sobre numerosos temas sustantivos: sobre la participación de España en dos guerras de rapiña, sobre el poder de los mercados y la subordinación servil de los gobiernos, sobre recortes injustificables e injustificados en nudos tan esenciales como la sanidad y la enseñanza, sobre la violencia contra la mujer y la discriminación a la que se ve sometida, sobre las tradiciones y sus éxitos y fracasos. Agudas notas criticas sobre contrarreformas fiscales, laborales y en esenciales asuntos de jubilación. Críticas razonadas a comportamientos de fuerzas sindicales fuertemente institucionalizadas. Una concepción de la política años-luz, alejada de la usual política profesional, que es fuertemente apartidista pero no antipolítica. Discusiones sobre la violencia sistémica que significa la condena a miles y miles de personas a vivir con sueldos de menos de 800 euros mensuales, sobre la precariedad, sobre las externalidades empresariales, sobre la infamia que representa los planes laborales de la primera multinacional española. Tampoco la energía nuclear ni las energías alternativas han estado ausentes en algunas discusiones. Por lo demás, intentos, cada vez más persistentes de plasmar todo lo discutido en unos puntos esenciales de acuerdo y movilización que permitan seguir avanzando.
Todo lo anterior tras una semana, sólo una semana, de ocupación de una plaza emblemática. Queda mucho hacer y todo sigue siendo posible. En el momento en que escribo no ha ningún acuerdo tomado sobre la continuidad de la acampada; la asamblea general se está celebrando en estos momentos. No creo equivocarme si conjeturo que, como en Madrid, el proceso seguirá adelante una semana más y no es imposible que el próximo domingo vuelva a hablarse de prolongarlo. Caminante no hay camino se hace camino al andar, se recuerda en una pancarta situada en uno de los accesos a la plaza.
Todo esto ha sido generado por uno de los movimientos populares más importantes de las últimas décadas en Barcelona. Todo ello, y un caudal inagotable de emociones socialistas. Ni nos hicieron claudicar ni hemos claudicado ni nos han silenciado. No sin quimeras pueriles ni ensoñaciones fantasiosas. Cuando algún ciudadano entrado en años, lector de El País, La Vanguardia o el ABC, supuesto luchador antifranquista muy dado a contar batallitas y alguna heroicidad, con trabajo fijo y en condiciones, con casa o casas de propiedad, con rentas salariales superiores a los 3 mil o 4 mil euros mensuales, les hable de la falta de politización de los jóvenes, de su pasotismo, del botellón, de que viven como quieren, de que se quejan por vicio, de que sueñan despiertos, de que tienen que trabajar duro, de que son unos mantas o expresión similar, reinicien el sistema. Mejor, apáguenlo bruscamente, y lancen al aire alguna palabrota dirigida.
Me olvidaba: ha habido elecciones municipales y autonómicas este domingo. CiU y PP han ganado en Barcelona (en Badalona, un municipio obrero pegado a la ciudad de Papasseit, ha sido peor: ha ganado el PP). Desconozco el porcentaje de participación, el número de votos en blanco, los votos nulos, el incremento real, si lo hubiera, de los votos de la derecha, el porcentaje de votos sobre el censo que ha obtenido el futuro alcalde de la ciudad… Sea como fuere, el nudo político central no estaba hoy en esa elección sino en una plaza ocupada por unos ciudadanos que ha anunciado una gran manifestación para el próximo día 15 de Junio. Allí deberíamos vernos todos, como en las grandes ocasiones. El pueblo unido jamás será vencido, se ha gritado una y mil veces en la plaza.
PS: Alexandre Carrodeguas, un compañero de Espai Marx, ha llamado la atención sobre este poema de Vicente Aleixandre. «En la plaza» es su título. Vale la pena recordarlo:
Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.
No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres
palpita extendido.
Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con
fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.
Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.
Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.
Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,
no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.
Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.
Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!
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