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«La guerra empezó en Yeste»

Fuentes: Rebelión

  Con el título de «Tres testimonios de Yeste» publiqué, o mejor dicho, me publicaron hace ya más de un año a través de Internet (Insurgente, Rebelión, Nodo 50, etc.) la parte final de este reportaje, que relata los hechos acaecidos, esto es, la masacre perpetrada por la Guardia Civil contra una multitud de campesinos […]

 

Con el título de «Tres testimonios de Yeste» publiqué, o mejor dicho, me publicaron hace ya más de un año a través de Internet (Insurgente, Rebelión, Nodo 50, etc.) la parte final de este reportaje, que relata los hechos acaecidos, esto es, la masacre perpetrada por la Guardia Civil contra una multitud de campesinos en la agreste sierra del Levante interior. Me permitía con el referido título un pequeño trabalenguas no muy fiel a la realidad. Porque más bien habría que hablar de 3 «testimonios» escritos, de 3 únicos libros que son los que se ocupan de los sucesos. Por orden de aparición: Señas de identidad, Los sucesos de Yeste y La campana de Yeste. Por desgracia, los testigos que ayudaron a sus autores ya no viven. Entre los habitantes de La Graya y de Yeste sólo he podido recoger difusos ecos.

Los asesinados fueron enterrados en una fosa común en el cementerio. A veces, sin mediar reconocimiento alguno -una lápida (1), un cartel, no digo ya el nombre de una calle: me bastaría «alguna huella»- al reportero le asaltó la duda mientras visitaba «el lugar de los hechos» de que aquella tragedia se hubiese de verdad producido. La guerra y la represión pusieron tierra por encima y de por medio entre las víctimas (Puesto que hoy por fortuna lo anterior lo percibimos más como imagen, tal vez recordar esa tierra encima real de las fosas y esa tierra de por medio, incluso océano de transterrados, no se hace en balde, cuando aún queda tanta por levantar).

Debió causar aquel relato algún impacto entre su nada despreciable número lectores -y todo lo contrario, muy estimable número de amigos- y también el interés de más de un joven historiador. Estas otras huellas -que bien me constan de su lectura- me animan en esta ocasión a entregar íntegro el texto que entonces elaboré. Con ello, quiero de igual modo responder a todos los que me demandasteis más información. Bueno, en resumidas cuentas, debido a su extensión os había evitado unas consideraciones previas de muy diversa índole, que ahora abusando de vuestra confianza no os perdono. ¡Voilà! Ahí van:

 

Introito geográfico y literario

 

«No se te olvide nunca: en la provincia de Albacete, siguiendo la comarcal 3212….»

Con estas palabras Juan Goytisolo en su novela Señas de Identidad inicia el relato de los llamados sucesos de Yeste. Para muchos la novela citada es la mejor del autor, para mí, las decenas de páginas que dedica al trágico episodio rebosan un magnetismo especial.

«Viniendo de la llanura lineal de La Mancha, tras los trigales y ejidos del monótono campo albaceteño, alberizas y canchales se suceden bajo el desolado esplendor del sol… La vegetación crece apenas -matojos de romero y tomillo, espartizales secos y desmedrados- y en agosto -a lo largo de aquellos caminos polvorientos, ignorados aún por los turistas- arde el suelo y escasea el aire, ajeno todo a la vida, piedra inerte, cielo vacío, puro calor inmóvil.»

En agosto de 1958 Álvaro Mendiola, Antonio y Dolores visitaron Yeste. Podría pensarse que fueran el propio novelista, Simone de Beauvoir y Monique Lange, su compañera. De la misma manera que pocos años después visitaron el campo de Níjar y Almería (2). Según me confesó el autor el pasado invierno en Marrakech, sentado como todas las tardes en la terraza del café France en la incomparable plaza de Jemaa el Fna, su único acompañante fue Ricardo Bofill, ataviado con una cámara Linhof de 16 mm. Aparentemente, iban a grabar los encierros con ocasión de las fiestas. Por su contraste con el «paisaje» local fueron fácilmente detectados por la Guardia Civil. Unos niños se acercaron a preguntarles si iban a filmar para el Nodo.

«Continuasteis en dirección a Yeste. Pasada la cruz conmemorativa el terreno se altea y el camino es escabroso. La comarcal 3212 sube, baja, culebrea, se aferra a las escarpas del monte, asoma vertiginosamente sobre el llano. Los espartizales alternan con alberos mondos, orillados a trechos por alguno que otro mato de encina. Enebro, lentisco, romero, tomillo medran como pueden en el infecundo páramo.»

Los viajeros descubren «una hondonada extensa». «Las reservas forestales del estado comienzan poco más lejos y la vegetación se enriquece de modo brusco. Hay árboles, boscajes, espesuras, umbrías. En la otra vertiente del paisaje el verde escala y recubre progresivamente la montaña hasta la apoteosis cimera de los pinos.» Cuando llegan al pantano de la Fuensanta se sienten «trasplantados de repente a un lago de los Alpes».

«-Mis compañeros y yo buscábamos el transformador…

-Pierden ustedes el tiempo. Esto está muerto.

-¿No hay transformador?

-No señor. Cuando las obras proyectaban instalar uno pero llegó la guerra y abandonaron el proyecto.

(…)

-En otros lados construyen pantanos -observó Dolores.

-Sí, pero éste no lo hicieron ellos.-El hombre había desviado la vista.

-¿No?

-No. Éste se construyó durante la República.

Hubo una pausa. El guardián fumaba con gesto absorto y apuntó vagamente hacia la presa.

– Ustedes son demasiado jóvenes para acordarse, pero yo sí me acuerdo. -Os había vuelto la espalda, con un ademán instintivo y, súbitamente, añadió-: El pantano éste costó mucha sangre.

-¿Durante la guerra?

– Durante la guerra, y antes…»

Introito histórico y de ingeniería civil.

 

También antes de la República se trabajó en la presa de la Fuensanta. Su historia es muy larga, y algo de ella contaré, ayudándome de un curioso documento (3). Bajo esta imponente, para la época, obra de ingeniería se pueden ir siguiendo los hitos de una descarnada gestión de intereses por el aprovechamiento del agua y una de las causas más directas de la tragedia de Yeste. Equiparable a la de Casas Viejas en víctimas y represión, No así en consecuencias políticas: Casas Viejas le costó el puesto a Azaña. Como analizaremos al final, la proximidad de la contienda y su indemnidad en el debate del Parlamento en cuanto que no desató cese alguno en Madrid hizo que se diluyeran en el clima prebélico de aquella enrarecida primavera.

El lugar del emplazamiento del embalse era conocido como el Estrecho del Infierno. «Una dama murciana, María Codorníu, esposa de Juan de la Cierva y Peñafiel, ministro de Alfonso XIII, rogó encarecidamente al titular de Fomento, y su marido lo había sido con anterioridad, que el nombre siniestro, Infierno, con que se iba a llamar el embalse, fuese cambiado por el de la Virgen Patrona de Murcia: Fuensanta (4).Embalse  de la fuensanta

Recibiría las aguas del Segura que nace 77 kms. arriba y del Tus originario de la presunta patria de Jorge Manrique, Segura de la Sierra, en la vecina provincia de Jaén por la que recorre tan sólo 6,8 km. Y apenas treinta más hasta el vaso de la Fuensanta.

En marzo de 1885 tuvo lugar en Murcia un «congreso contra las inundaciones de la región de Levante». Estaban siendo reiteradas y muy graves las riadas de los últimos años. De todos son conocidas las peligrosas lluvias torrenciales, las llamadas gotas frías, que en la estación otoñal azotan, especialmente, esa área mediterránea. Como resultado se presentó el primer plan de defensa contra avenidas que se hizo en España. Se proyectaban dos pantanos -Vizcaínos y Palomar- aguas más arriba de sendos ríos.

A estas razones apuntadas, converge la política hidráulica de los gobiernos de la Restauración influenciados por las ideas regeneracionistas de Joaquín Costa. Con la misma inspiración fue creada a principios del siglo veinte la División Hidráulica del río Segura, antecesora de la Confederación Hidrográfica actual, para ejecutar las obras del primer Plan Nacional de Obras Hidráulicas (1902), donde por fin se estudiaban de nuevo la realización de los mencionados pantanos. Posteriormente (1909), se estudiaba por primera vez el Estrecho del Infierno para la ubicación de una presa, con un coste estimativo de 500.000 ptas. a ejecutar entre los años de 1909 y de 1916. Otras célebres catástrofes como la de Cartagena, riada de San Miguel (5), desviaron aún más la atención de estos ambiciosos planes ya sumamente demorados por falta de recursos y de personal. Por otra parte, en ese mismo año de 1919, el plan de regadíos se centraba básicamente en los embalses del Ebro.

Tuvo que ser la dictadura de Primo de Rivera la que agilizase los estudios sobre la zona alta del Segura, de modo que el 12 de septiembre de 1925 se presenta en Murcia el proyecto sobre la construcción del pantano de la Fuensanta, descartándose definitivamente los otros dos previstos en la parte superior de sus primigenias cuencas. Dicho proyecto contaría con un dique de 75 metros de altura en el Estrecho del Infierno, en la confluencia de los ríos Segura y Tus; tendría una capacidad de 258 millones de m. cúbicos y ocuparía unas 916 hectáreas de ambos valles. Su coste pasaría a ser de 8 a 9 millones de ptas.

Es sabido que la política de obras públicas copaba toda la acción gubernamental de Primo de Rivera. Un año después, a través de su ministro de Fomento, Rafael Benjumea, conde de Guadalhorce, se creaban las Confederaciones Hidrográficas para promover la puesta en regadío de nuevas tierras. La del Segura, agrupando a los propietarios agrarios de Murcia y Alicante, formó un poderoso grupo de presión (6) decisivo para la inmediata realidad de esta obra hidráulica perseguida, como hemos visto, durante largos años; y a la sazón, responsable en gran medida de los trágicos sucesos de Yeste.

También se redactó un proyecto de transportes de maderas en el pantano que no prosperó por lo elevado de sus costes. Se preveía construir caminos alternativos -un total de 18 kms.- hasta la carretera existente entre Yeste y Hellín, sin tener en cuenta, tampoco, que los arrastradores de maderas, los míticos pineros, quedarían sin trabajo. Como recrea Juan Goytisolo en la novela que poderosamente nos ha introducido en este enclave serrano, al preguntar éstos acerca de su futuro la respuesta era:

«-El transporte se hará por carretera.

-¿Y nosotros?

-Ustedes trabajan en el embalse y no se preocupan por lo que venga después.- el vocal de la Comisión se expresaba con voz persuasiva-. Para eso estamos nosotros. Para cuidar del porvenir de ustedes. El Ministerio de Obras Públicas tiene en cartera una serie de proyectos de reconversión y los aplicará en el momento oportuno.»

Se procedió a expropiar las tierras afectadas, 732 Has., perdiéndose las de regadío, aunque fueron bien pagadas, con graves consecuencias para el campesinado a medio plazo (7).

De esta forma, la Confederación anunció el 13 de marzo de 1929 el concurso para la ejecución de las obras, habiéndose fijado un plazo de cuatro años a partir de la adjudicación definitiva. ¡Fue cumplido con creces! «Cuesta trabajo creer que en aquellos años se pudiera construir una obra de tal magnitud y en tampoco (sic) tiempo, en una zona que en esa época era totalmente virgen» (8).

Indalecio Prieto, el gran ministro del ramo en toda su historia, siguió las obras, incluso personalmente en visita de 5 de marzo de 1932. Sin duda, tuvo mucho que ver con su buen ritmo y conclusión. A pesar de la conflictividad laboral e intentonas incluso revolucionarias que en el campo español se estaban fraguando las huelgas e incidencias fueron mínimas.

En años republicanos se redujo la jornada laboral a 8 horas, se incrementó su salario a 6 ptas., se dejó de trabajar los domingos y se aplicó el resto de la nueva legislación social.

Antes de lo previsto, el 1 de julio de 1933 se dio por terminada la obra. No hubo inauguraciones oficiales, tan acostumbradas después. Tampoco el devenir político, cada vez más negativo, era propicio.

 

Introito político y local

En 1930 Yeste contaba con más de 10.000 habitantes, aunque un 74 % estaba disgregado en aldeas y sobre todo caseríos. Como señala el hoy catedrático Manuel Requena el aislamiento «es un buen reducto para el sistema caciquil: favorece el aferramiento a los valores heredados de los antepasados: sumisión al padre y al amo, obediencia a los mayores…» (9).

Según el censo electoral de 1936, el 71,15 % de la población mayores de 23 años eran analfabetos, y casi todos jornaleros.

En cuanto a la actividad económica, la explotación forestal abarcaba el 82,45% del suelo aunque generaba sólo un 29,5% de la riqueza. La agricultura suponía un 48,4% de ésta, y la ganadería un 22,1 %. Por sectores de ocupación, la población activa se dedicaba en un 91,1% al Primario, mientras que en el resto de España la media era de un 45,5%. Un 0,20% de esta población, los grandes propietarios, poseía el 30% de la riqueza rústica y pecuaria. Fueron los beneficiarios del liberalismo decimonónico que puso en sus manos las tierras comunales y ocupaban hasta 1931 los cargos del ayuntamiento, él mismo que solía venderles las tierras aún de titularidad pública, favorecidos por un sistema oligarca amañado.

El resultado de las primeras elecciones a Cortes Constituyentes produjo un abrumador triunfo de la conjunción republicano-socialista (96% de los votos). Esta sorprendente victoria de las izquierdas, a ojos del historiador Manuel Requena, no lo es tanto si tenemos en cuenta -como no obstante él mismo hace- que obedece en primer lugar al protagonismo del candidato del Partido Radical de Lerroux. Se trata del hijo del principal propietario del municipio, don Edmundo Alfaro (10), que fue votado por todos los electores. Por tanto, hasta la victoria del Frente Popular mantendría también su poder político, y su pérdida está relacionada muy estrechamente con los motines desencadenantes de los sucesos.

Mientras la población de Yeste estuvo ocupada en las obras del pantano la lentitud burocrática en el desarrollo de la Reforma agraria no tuvo consecuencias. Por otra parte la ley de términos municipales que adscribía a los trabajadores a la oferta laboral exclusiva de su comarca en principio les favoreció también y evitó la competencia salarial. Terminado el pantano la situación se invirtió. Los desvelos de Prieto por extender el regadío a zonas de Yeste y Hellín, chocaron con los invencibles intereses de los regadistas de Murcia y Alicante que consideran las aguas del Segura como suyas (11).

En 1933 Yeste regresó a la dura realidad de siempre, pero agravada aún más. Las obras de pantano iban concluyendo por lo que crecían los obreros desocupados y sin subsidio alguno.

La Comisión Gestora que con tanto ahínco velaba por la solución de esos problemas dimitía en julio del 33 al constatar los perjuicios originados por la construcción del pantano:

«A) No se ha indemnizado a los obreros que trabajaban en la flotación de maderas.

B) No se han construido las obras accesorias precisamente por lo que algunas aldeas han quedado aisladas, así como Yeste con los demás pueblos del alrededor.

C) No se han podido explotar los montes de la zona del embalse, ya que no existe comunicación para sacar las maderas. Por lo que quedan perjudicados los propietarios y trabajadores del corte de madera.

D) No ha sido sustituida la única central de luz eléctrica que ha quedado sepultada bajo las aguas del pantano.

E) Se ha expulsado a los colonos que ocupaban las tierras inundadas por el embalse sin indemnizarlos.»

La situación fue crítica, se voló el puente de la carretera, que unía el pueblo con la distante -138 kms. de la capital-. Edmundo Alfaro en las Cortes advertía que si se volaban las compuertas del pantano «Murcia capital y Orihuela desaparecerían por completo» (12).

A raíz de las elecciones de noviembre Prieto dejó el Ministerio, a la vez que se esfumaban las ilusiones. El Estado se tornaba más lejano. La consolidación de los Alfaro, patriarcas locales, y del Partido Radical conformaban la semblanza más tradicional, apenas perturbada por las obras del pantano.

La victoria del Frente Popular no se vio respaldada en la provincia de Albacete y mucho menos en Yeste. En cambio, fueron restituidas las antiguas Gestoras, escorando hacia la izquierda su composición desde Albacete, pese al nuevo triunfo de los radicales (13). Este hecho fue determinante en la actitud de los Alfaro ante la ocupación de «sus» fincas.

La Gestora «solicitó la continuación del camino maderero del río Segura hasta el límite con Jaén y la construcción de los trozos 1 y 2 del camino del río Tus (…), se permitió a las familias más pobres la tala y roturación de tierras del Estado y del Ayuntamiento para obtener medios de subsistencia» (14).

Se contravenían órdenes del Gobierno Civil que trataba de evitar las devastaciones de propiedades públicas y privadas. Aún así fue insuficiente para mantener el orden, combatir la necesidad y conjurar la tragedia (15).

 

Los sucesos (mayo 1936).

 

«Ninguna lápida evocaba en cambio a las víctimas del tiroteo del 29 de mayo, cuya lista -publicada en la primera plana de Solidaridad Obrera del 3 de junio de 1936- tienes fotocopiada ante ti:

‘Jesús Marín González

Justo Marín Rodríguez, secretario de la juventud Socialista

Andrés Martínez Muñoz, de 40 años, gestor de Yeste

Nicolás García Blázquez

José Antonio García

Jacinto García Bueno, de 25 años, secretario de la Casa del Pueblo

Antonio Muñoz

Manuel Barba Rodríguez

José Antonio Ruiz

Miguel Galera Fousladi, de Boche

Fernando Martínez, de La Graya

Antonio «el Gilo»

Jesús «el calceta» de Yeste

Balbino, de La Graya

«El Polilla», de Yeste

Juan «el Bochocho», de 60 años

Otros dos cadáveres no reconocidos.’

Los fusilados de la primavera del 39 -definitivamente extirpado del país el cáncer rojo- se habían esfumado también sin dejar huella.» (16)

La Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra propugnaba la ocupación de la finca de La Umbría en La Graya, imbuida en la creencia popular de su origen comunal (17). En otros muchos lugares de España tras el triunfo del Frente Popular no se esperó a las medidas legales que se tomaran. No en vano la reforma agraria seguía pendiente desde que se proclamó la República.

El 20 de mayo se inició la tala para carbonear y la rotura de la tierra para su sembrado. El guarda forestal lo comunicó a su propietario y formuló denuncia. Desde Hellín se envió una compañía de la Guardía Civil con 20 hombres más. A los pocos días se presentaron en la Umbría. Tenían orden del Gobierno de no emplear medios violentos contra los campesinos. Parlamentaron:

-No se preocupen que esto se va a arreglar.

-No dan tortas, seguimos la corta (18).

El abandono era sólo «circunstancial». Al día siguiente se volvía y la escena eventualmente se repetía en muchos campos del sur español, mientras el Congreso discutía la recuperación de las tierras comunales por los ayuntamientos.

En estas circunstancias, el pueblo en su mayoría tomó conciencia de que el gobierno del Frente Popular y las gestoras municipales de izquierdas les apoyaba y contaban con la presencia, inusualmente contemporizadora, de la Benemérita.

Por esas fechas Gaziel, el director de La Vanguardia, publicaba un artículo «El mundo al revés» con unas reflexiones, que aunque no queramos compartir, no dejaban de ser preocupantes. Comenzaba así:

«Este es el extraño país en que los conflictos entre el capital y el trabajo se esfuman y desaparecen cuando gobiernan los aliados del capitalismo, y en cambio se desatan y enconan, apenas se ponen a gobernar los amigos de los trabajadores. ¿Queréis un hecho más extravagante?»

No le faltaba razón cuando recuerda la colaboración de los socialistas durante los siete años de dictadura en el Consejo de Estado (¡y Largo Caballero por esos días transformado en el Lenin español! -comentario mío-) y se pregunta por los sindicalistas, los anarquistas, los comunistas. Prosigue este espinoso asunto el periodista con la llegada de la República y como, pese a la presencia por primera vez en el gobierno de tres socialistas, «la agitación proletaria fue continua y creciente». Sofocada la rebelión de Asturias y Catalunya -concluye Gaziel- «boca abajo todo el mundo» (19).

Me he extendido en ese pensamiento contemporáneo con el gobierno del Frente Popular porque la desacostumbrada falta disuasoria de la Guardia Civil tuvo unos efectos perversos que provocaron en última instancia el luctuoso desenlace.

Es difícil, si no imposible, precisar el exacto desarrollo de los acontecimientos. Ya no quedan testigos presenciales de «primera línea». La ficciones recreadas por Goytisolo Gay en Señas de Identidad o Sánchez Gregorio en La campana de Yeste tampoco concuerdan; y mucho menos, con el trabajo de Requena Gallego, el más solvente, a estos efectos (20).

Según éste, los guardias entraron a cenar en una fonda. Algunos grupos discutían la actitud a tomar, los jóvenes más exaltados al grito de «vamos por ellos» con ganchos y palos pretendieron entrar en la casa. Éstos reaccionaron disparando al aire y deteniendo a 6 de ellos que no consiguieron huir.

A la mañana siguiente, 17 guardia civiles les conducirían a pie hasta Yeste, con 15 kilómetros de por medio. A cada vez menos distancia les seguía un número creciente de vecinos de las aldeas circundantes. Manuel Blázquez recuerda que en esa mañana se hallaba trabajando «con pico y pala» y, muy dramáticamente, las mujeres les exhortaban a unirse al grupo, «venga todos p’alante» al tiempo que proferían encendidos insultos hacia la fuerza pública.

A 4 kms. de Yeste, algunos miembros de la Gestora tratan de mediar con los guardias sin resultado. «Los vecinos se aproximan a oír la discusión y, al verse cercados, los civiles levantan el seguro de sus fusiles» (Goytisolo). Pedían la liberación de los detenidos para evitar un enfrentamiento inminente. En Yeste, el alcalde socialista Germán González se comprometía ante el jefe del puesto de la Guardía Civil a acompañar a la cuerda de presos ante el Juez si les soltaban. Con este fin el brigada Félix Velando y tres guardias más marcharon al encuentro junto a los gestores Andrés Martínez y Justo Marín. Éste se produjo a sólo 2 kilómetros de la población, en un recodo de la carretera, el barranco de la Fuensanta, donde la multitud cada vez más copiosa había cortado el paso y rodeaba a los civiles, pidiendo insistentemente su libertad.

Eran cerca de las once de la mañana, el sol empezaba a pegar duro verticalmente sobre sus cabezas. El sargento obedece la orden y se desata a los detenidos. Estallan los gritos de alegría entre la muchedumbre, pero la tensión acumulada produjo «un intercambio de injurias que pronto degenera en riña» (21).

Según testimonio de Temistócles Martínez Sánchez, Miguelón Galera, hombre de gran corpulencia, con las dos puntas del gancho pinero atravesó el cuello del guardia Pedro Domínguez Requena. Es más probable que al ser soltado (22) tratara de arrebatarle el arma, consiguiendo dispararle y que, cayendo, fuese rematado por otros paisanos en el tumulto inicial con ganchos, hoces o cuchillos.

Los guardias zafándose del cuerpo a cuerpo tomaron posiciones en lo alto disparando sobre ellos. En unos momentos el pánico y la estampida fue general. El delegado del Ayuntamiento de Yeste, Andrés Martínez Muñoz, primer teniente de alcalde y presidente de la oficina de colocación que había acompañado al brigada, con impotencia le recriminó: «¿os habéis vuelto locos?». Como denunció Prat en el Congreso fue asesinado por ese mismo oficial por toda respuesta.

También murió el otro concejal, Justo Marín Rodríguez, a consecuencia de los disparos en la espalda al huir del refugio donde se encontraba. Jesús Marín González, Antonio Muñoz y José González se habían escondido «en una atarjea por la que apenas cabe el cuerpo de un hombre». Los guardias bajan hasta la boca. Sólo el último, herido gravemente, pudo contarlo en el hospital de Hellín al diputado José Prat. Manuel Blázquez relata el caso de un vecino que pudo salvarse «porque se echó un muerto encima». A los disparos cayó, «se hizo el muerto», ensangrentado con la sangre de la verdadera víctima. Este hecho, en efecto, aparece libremente recreado en La campana de Yeste de Manuel Sánchez Gregorio (23).

Durante hora y media tiene lugar una persecución sin tregua. Aún resuenan las detonaciones por todo el valle en los oídos de muchos mayores que entonces eran niños. «Iban envenenados los guardias» me repite Donato Claras, otro joven mozo de La Graya por aquellos años.

La Guardia Civil recogió a sus heridos sin prestar ayuda a los demás que estaban desangrándose. Nadie del pueblo se atrevía a salir. Preguntaban a los que llegaban por la suerte de sus familiares. El odio desesperado se adueñaba de las calles, otra vez las increpaciones y los conatos de lucha. Los guardias dispararon sobre cualquiera que se hallara en la calle. De esta forma fue herida Librada Fernández, mientras hablaba.

Nicolás García Blázquez requerido por el alcalde había salido en una camioneta para recoger heridos. Fue asesinado a tiros, al parecer, por llevar una camisa roja (24).

De Hellín llegaron 30 guardias más, 40 de Albacete y algunos guardias de asalto. La gente que había vuelto a La Graya estaba despavorida. Bien recuerda Donato, la de palos que los civiles iban a repartir. El horror de la represión de Casas Viejas se hacía presente en este remoto lugar y en los caseríos más dispersos.

Casi nadie durmió en su casa, sino en el monte o en otras zonas de familiares, más lejanas. Nadie quería emular al héroe de Casas Viejas «Seisdedos» al que sentidamente admiraban, pues todos temían acabar carbonizados como él.

Según el Diario de Albacete del 16 de junio, 59 personas fueron detenidas y conducidas a Hellín, entre ellas, todos los supervivientes de la Gestora y dirigentes socialistas. A los pocos días mientras la prensa nacional daba las primeras noticias -en Albacete hubo censura debido al «estado pasional»- y se producían las visitas de algunos políticos, la mayoría fue puesta en libertad.

 

Repercusiones políticas.-

 

En el Congreso se examinaron los sucesos. Pero no se produjo un nuevo Casas Viejas en el sentido de que nadie pidió dimisiones en el gobierno. La situación política era tan crítica que las izquierdas aceptaron el compromiso gubernamental de depurar todas las responsabilidades. Los líderes de las derechas (entre ellos, Romanones, Gil Robles y Calvo Sotelo), frotándose las manos, prefirieron no abrir la boca para no unir en su contra a la coalición del Frente Popular, a la que daban por rota. Por otro lado, ¿iban a pedir también ellos la supresión de la Guardia Civil como El Mundo Obrero o Claridad?

El socialista moderado Prat en su intervención enumeró las causas del conflicto:

a) «el paro producido por la culminación del pantano de la Fuensanta. ‘Un pantano que va a servir para fomentar extraordinariamente la riqueza de la zona del Levante de nuestro país, produzca en el acto, la miseria de un pueblo’ (sic).

b) Despojo de bienes comunales que viene padeciendo (Yeste) desde el último tercio del siglo XIX y empobrece aún más a la ya desdichada población campesina.

c) El caciquismo que acaparó estos bienes comunales» (25).

 

Para el diputado por Albacete lo más grave fue que la Guardía Civil «al hacerse dueña de la situación, persiguió y disparó contra la población indefensa». Debido a esto murieron cinco personas y resultaron heridas más de ocho.

El ministro de Gobernación, sr. Moles, señaló que la Guardia Civil cumplió con su deber (26). Con respecto a las extralimitaciones declaró «que no ha de haber lenidad, que no ha de haber amparo para ningún acto que sea punible…»

Como viene a ser una práctica consuetudinaria, en tanto que diarios como el ABC o El Correo Catalán apuntaban la división de la familia izquierdista; otros como El Socialista o El Diluvio se alegraban por el fortalecimiento del Frente Popular. El editorial del semanario Justicia Social de la Unió Socialista de Catalunya no se distraía en partidismos al recordar esta evidencia: «No es plom el que necesita el poble: és pa»(27).

De Solidaridad Obrera, órgano de la C.N.T. de Barcelona no cabe resumen de su editorial: está tachada por la censura. ¡Nadie es perfecto!

La República no lo era. La CEDA había abandonado el Parlamento. Como concluye el historiador Manuel Requena, la derecha y el Ejército conspiraban extramuros en busca de una «solución de fuerza». Aquel contexto de provocaciones y asesinatos iban a «justificarla» tan sólo un mes después.

En este sentido, la guerra civil comenzó en Yeste, expresión acuñada en aquellos terribles años. La sangre derramada por miles de españoles y combatientes durante tres irrepetibles años diluyó la vertida por decenas de hambrientos campesinos apenas unas semanas antes.

 

NOTAS

(1) Sí se conserva una cruz sobre la que había depositadas unas flores a la entrada de Yeste -«Apolonia Guerrero Millán, 1 noviembre 1936, R.I.P.», a la que salvajemente le fueron cortados los pechos-. Fracasada la intentona golpista en toda la provincia de Albacete, ésta fue leal a la República hasta el final de la contienda.

(2) De estas otras visitas son producto sus conocidos libros El campo de Níjar y La Chanca –un barrio de la capital almeriense que recordaba por su subdesarrollo a las Hurdes de Buñuel-. No me extrañaría que en su concepción estuviera presente la impronta buñuelesca. En cambio, es en Señas de identidad donde Goytisolo (que está precisamente releyendo esta obra para la publicación de sus obras completas) me advierte que esos desiertos almerienses devastados por el sol de la provincia aparecen por su inspiración, tantas veces «teñida de profecía» como ésta, anunciados como el futuro Dorado español. Me recuerda, también, que tras la barbaridad indígena de El Ejido contra el moro dejó de ser hijo adoptivo de Almería, con la adhesión incluso del grupo municipal de Izquierda Unida, como consecuencia de sus notorias protestas.

(3) La presa de la Fuensanta (1933). Record nacional en plazo de ejecución, Mariano C. Pelegrín Garrido. V Jornadas Españolas de Presas. Valencia 1996.

(4) Cita recogida en la obra anterior: «Francisco Muñoz Palao, el apóstol agrario, en su libro Río Segura. Apuntes para su aprovechamiento, Ed. Levante, Cartagena (1923).»

(5) Los «remoquetes», según los llama el autor seguido en esta particular genealogía, de las inundaciones se deben al santo del día en que tienen lugar. La del 29 de septiembre de 1919 causó una veintena de muertos y muchos desaparecidos.

(6) Como deduce Manuel Requena Gallego en su obra Los sucesos de Yeste, los intereses particulares de la vega murciana y oriolana quedaban diluidos «bajo el clamor del país» -expresión que se recoge en el proyecto de construcción-, del que era excluida como zona regante la provincia de Albacete, a pesar de ser la portadora del preciado elemento y de los esfuerzos, no pocos, del ministro socialista. No en balde, como antes hacíamos alusión, el mismo nombre del pantano es revelador, y más, la composición de su Junta de Gobierno en que Hellín y Yeste estaban escasamente representadas. Una lectura completa del artículo citado de Indalecio Prieto es de lo más esclarecedor.

(7) En el periodo 1930-1932 desapareció el paro completamente. En primer lugar, fueron empleados los arrendatarios expulsados de las tierras inundadas que no cobraron indemnización, los pineros que vieron interrumpido la conducción de maderas por el río Segura y los minifundistas expropiados. Después todos los jornaleros sin trabajo. En esta coyuntura inusitada poco lugar había para las protestas.

(8) Op. cit. Pelegrín Garrido, M. Discrepamos profundamente de su visíón tecnócrata, y por tanto, carente de todo contenido social, cuando concluye de esta manera: «(…) Ello dio prosperidad a una zona alejada de los grandes núcleos urbanos y al engrandecimiento de su municipio».

(9) Requena Gallego, op. cit., pág. 28.

(10) En la provincia, algunos de las familias latifundistas supieron buscar acomodo haciéndose a tiempo republicano, como señala Rosa Mª Sepúlveda Losa, en «La primavera conflictiva de 1936 en Albacete».

(11) «Es difícil que un ministro tenga constantemente fija su atención en un asunto (…), pero yo no olvidé lo de Yeste. Pronto pude advertir que la Mancomunidad Hidrográfica del Segura saboteaba cuanto tendiese a establecer aprovechamientos en la provincia de Albacete.» (Indalecio Prieto, «Yeste y la solidaridad española», en El Liberal de Bilbao, 6 de junio de 1936).

(12) Diario de las Cortes (13-7-1933), en Manuel Requena, op. cit., pág. 73. En el periódico bilbaíno citado el cronista parlamentario lo calificaba como el mayor energúmeno presente en las Cortes republicanas.

(13) Según, Rosa Mª Sepúlveda Losa, en «La primavera conflictiva de 1936 en Albacete», un 40 % de los municipios de la provincia eran administrados por gestoras. En otro 40 % se retocó su composición hacia la izquierda y sólo en un 20 % se respetaron los de la elección popular de 1931 y 1933 por coincidir con la coalición del Frente Popular. Es lo que se hizo en vez de convocar elecciones municipales.

(14) Manuel Requena, op. cit., pág 80.

(15) En el sucinto y concluyente artículo de Prieto se revela un dato significativo: La Guardia Civil sólo intervino cuando se vio amenazada la propiedad privada, nunca la pública. Su amo continuaba siendo, incluso por inercia, el mismo: el gran terrateniente de la España rural que dio origen a su creación y mantenimiento. Esto da una idea muy certera de porque la tragedia fue «inevitable».

(16) En Señas de Identidad de Juan Goytisolo.

(17) Estas tierras habían sido compradas por el mayor terrateniente de la comarca José Alfaro en 1917, según consta en el Registro de Yeste. (En Manuel Requena…, pág. 87).

(18) Testimonio oral de Manuel Blázquez Fernández. Tenía 20 años y fue uno de los muchos vecinos de La Graya que en esos momentos se hallaba cortando pinos. En realidad, la consigna que los jornaleros del campo venían repitiendo era: «Queremos pan y trabajo». No cabe duda de que la versión local que personalmente me transmite Manuel es ¡mucho más gráfica!

(19) Gaziel, «El mundo al revés», La Vanguardia, 3-4-1936. En Cuatro historias de la República, Julio Camba, Gaziel, Josep Pla y Manuel Chaves Nogales, Destino, Barcelona, 2003. Más adelante continúa con sus planteamientos «lógico-inversos»: «Lo explicable hubiera sido que, al venir la reducción de jornales, al volver el alargamiento de la jornada, al cerrarse gubernativamente las organizaciones obreras, al sentirse otra vez el proletariado en una situación de inferioridad, con el camino de las complacencias cerrado y con el poder en manos de sus «enemigos», hubiese comenzado un tenebroso período de agitación clandestina y actividad desesperada. No, señor. Paz absoluta.»

(20) En cambio, en La campana de Yeste, que es de las tres obras, la última en el tiempo, se narra que los guardias permanecieron dos noches sin dormir, sin comer -sólo café- porque no se atrevieron a pedir comida en la aldea; se dice que no habían estado antes varias veces en La Umbría parlamentando, etc…Es inútil proseguir. Manuel Requena aporta el testimonio de los dueños de la fonda, de tres vecinos más de La Graya y los datos llevados al Congreso por Prat, diputado socialista por Albacete de la línea moderada de Prieto.

(21) En Señas de Identidad. Manuel Requena recoge la intervención de Prat en el Parlamento: «Los que eran liberados enardecían los ánimos al mostrar las señales de los golpes recibidos; por su parte, un guardia civil dio una bofetada a uno de los vecinos». El Debate y ABC recoge la versión del cacique Edmundo Alfaro y del ex ministro radical, sucesor de Prieto, Guerra del Río: «afirmaron que la agresión provino de la multitud. Mundo Obrero y Solidaridad Obrera aseguraron que partió de la Guardia Civil». La propia versión del instituto armado -véase en Historia de la Guardia Civi-l, se basa sino en la desproporción de armas, sí en el de ambos grupos, en el tenso acoso sufrido por los guardias que llegaba a un miedo razonable por el peligro inminente sobre sus propias vidas. Lo que en ningún caso justifica la razzia férreamente acometida una vez dominada la situación.

(22) Era un niño de unos 12 años y en esos momentos se encontraba en la escuela. Recoge, por tanto, una de las versiones que no es del todo exacta.

Goytisolo y Manuel Requena no precisan que Miguel Galera fuera uno de los detenidos. En realidad, no revelan la identidad de ninguno de los seis. Cobra en este punto, en cambio, más verosimilitud la «ficción» de La campana de Yeste. El Galera o Miguelón habría destrozado con un gran mazo la camioneta en que los guardias se desplazaron a La Graya inutilizándola para la vuelta. (De otro modo cuesta imaginar una cuerda de presos en los modernos años 30, aun en el marco del agreste entorno. Por cierto, la primera y mejor película de Pedro Lazaga, «Cuerda de presos», narra la conducción a fines del XIX del famoso «Sacamantecas» por los montes de Oca y Pancorbo hacia Vitoria). El sargento sospechó de él y fue arteramente detenido y, posteriormente, golpeado. Es muy probable que al ser liberado tratara de vengarse, primero arrebatando el arma a quien le desataba, luego tratando de arreglar cuentas con el jefe del cuartel y muriendo en el intento.

(23) Esta breve novela iba a ser llevada al cine -en su portada se da por hecho y se muestra un fotograma- por el recientemente fallecido Eloy de la Iglesia.

(24) Caso citado en el Congreso por José Prat y Antonio Mitje, diputado del Partido Comunista. Relatado por el Diluvio, diario republicano-demócrata de Barcelona. En Manuel Requena, op. cit., pág. 96.

(25) Diario de las Cortes, 5-6-36. La familia Alfaro jugó un papel decisivo como hemos analizado en otro apartado. Mientras conservó el poder fue el patriarca valedor de los intereses locales, «los suyos», frente a la Confederación Hidrográfica del Segura dominada por los propietarios de Murcia y frente al lejano Estado. El valor de los pinos cortados en la finca de su propiedad no alcanzan un verdadero valor económico y su «liberalidad» hubiera evitado el enfrentamiento. Esto prueba, desgraciadamente, que sus intereses no coincidían tan largamente con los de pueblo.

(26) El ministro aseguró haber recibido una carta del Alcalde de Yeste en la que se agradecía la colaboración de la fuerza pública a sus indicaciones en los días 27 y 28. Tomado de Manuel Requena, Los sucesos de Yeste, pág. 117.

(27) «Es la raíz del mal a la que hay que ir. Atacando a fondo, sin humanismos estériles, las fuerzas arcaicas, ancestrales, reaccionarias del capitalismo español». Del mismo editorial, traducido por Manuel Requena…pág. 159.


 

Blas López-Angulo ([email protected])


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA.

 

-Aguado Sánchez, Francisco. Historia de la Guardia Civil, vol. V (La República).

– Brey, G. y Forques, R. «Algunas rebeliones campesinas en la literatura española: Mano Negra, Jerez, Casa Viejas y Yeste», incluida en la obra de J. L. García, La cuestión agraria en la España contemporánea, Cuadernos para el Diálogo, Madrid 1976.

– Goytisolo, Juan. Señas de identidad, Seix Barral, Barcelona, 1980.

– Malefakis, Edward. Reforma agraria y revolución campesina en la España del siglo XX. Ariel, Barcelona, 1976.

– Pelegrín Garrido, Mariano C. La presa de la Fuensanta (1933).

– Prieto Indalecio. «Yeste y la insolidaridad española». Publicado en El Liberal de Bilbao, reproducido en el Defensor de Albacete, 8-6-1936.

– Requena Gallego, Manuel. Los sucesos de Yeste. Instituto de Estudios Albacetenses, Albacete, 1983. (Se puede descargar en formato PDF).

– Sánchez Gregorio, Manuel. La campana de Yeste, Albacete, 1989.

– Sepúlveda Losa, Rosa Mª, «La primavera conflictiva de 1936 en Albacete», en Pasado y Memoria (Revista de Historia contemporánea), nº 2, 2003. (En formato PDF).