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La Habana: Urbanismo e higiene

Fuentes: Rebelión

El estudio y discusión del «Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social», es por estos días el asunto que más nos interesa a la mayoría de los cubanos, pues del debate popular saldrá el proyecto final que debe ser aprobado, en abril del 2011, por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba. […]

El estudio y discusión del «Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social», es por estos días el asunto que más nos interesa a la mayoría de los cubanos, pues del debate popular saldrá el proyecto final que debe ser aprobado, en abril del 2011, por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba. Lineamientos que servirán de guía para al perfeccionamiento de nuestro socialismo.

Dada la importancia que para todos tiene ese proceso, otros asuntos preocupan o interesan menos en la actualidad, pero no por ello dejan de ser importantes. Y es urgente impedir que La Habana continúe siendo dañada por el desorden urbanístico y sanitario.

No es un secreto que nuestra capital ha sido y en gran medida aún lo es, una de las ciudades más bonita de América Latina, pero esa belleza va desapareciendo cuando se deja detrás el casco histórico y se penetra en ella.

Nada de lo que mencionaré está fuera de la vista de todos los que vivimos o nos visitan y por supuesto, tampoco de quienes debían velar por las normas de urbanismo e higiene.

Pueden entenderse algunas de las justificaciones, en cuanto a la suciedad de muchas calles y parques y el descuido de áreas verdes, por carencia de personal, de equipos idóneos para la limpieza e inspectores, y por indisciplinas sociales que agravan la higiene.

Se sabe, que son difíciles de solucionar las cicatrices dejadas en la vía pública durante la ejecución masiva y con premura de obras de gran utilidad social, como la instalación y/o reparación de conductoras de agua, de gas manufacturado y otras, así como los provocados al ornato por la colocación de tuberías de gas en fachadas de casas y edificios. Y que es prácticamente imposible, en estos momentos, el mantenimiento, reparación y pintura de muchísimas edificaciones que lo requieren, debido a los problemas económicos que atravesamos, cuyas causas son bien conocidas.

Sin embargo, una situación que sigue contribuyendo al deterioro de la imagen e higiene de la ciudad y que nada o poco tiene que ver con el estado de la economía, es la indiscriminada ubicación en plazas, calles, aceras, parques, parqueos y en cuanto espacio o hueco lo permite, de los contenedores de las Tiendas de Recuperación de Divisas (TRD), los quioscos y carritos para la venta de alimentos cocinados, cigarros , bebidas y de otros productos en Peso Cubano Convertible ( CUC) y en Moneda Nacional ( CUP) ; y la práctica casi generalizada de los establecimientos de la «gastronomía popular» de situar en las aceras o portales mesas, asadores y cocinas para la elaboración y venta de alimentos que quedan expuestos al sol, el polvo de la calle y al humo de los vehículos que transitan. Además de estantes y carretillas de vendedores ambulantes, de algunas bodegas y de cuantos así lo disponen.

Desde el inicio de la venta de productos con precios en divisas, las diversas entidades encargadas de ello comenzaron atropelladamente a construir, adecuar y a ejecutar otras «iniciativas» para abrir nuevas instalaciones con ese fin, muchas de ellas sin justificación en esos momentos ni en la actualidad. Lo que ha provocado que en una misma zona haya un conglomerado de grandes tiendas, medianas y vendutas para vender los mismos o casi los mismos productos (la rentabilidad pudiera ser un tema aparte).

¿Faltaban o eran insuficientes los establecimientos disponibles?

Seguramente, en algunos lugares. Pero, también a la vista de todos ha estado la inmensa zona comercial de Centro Habana, donde tradicionalmente hacían sus compras los capitalinos y visitantes, con numerosas instalaciones especializadas, es decir tiendas. ¿La rehabilitación de esa zona no pudo habernos ahorrado muchísimas nuevas y costosas inversiones para la venta de productos en divisas? La realidad es otra, esas antiguas tiendas sólo muestran la suciedad acumulada por varios años de abandono y falta de mantenimiento; han sido clausuradas o se usan con otros propósitos, y muchas son subutilizadas para la venta de productos que no están en correspondencia con el valor e importancia de ellas.

Esa zona era una de la más bonita que teníamos, como también lo eran otras: la del Parque Central, la Rampa y otros lugares del Vedado y la Copa en Miramar. En esta última, desapareció la belleza de antaño. Agravada, a partir del inicio del verano pasado en que llegaron las «iniciativas» locales para agregarse a las ya existentes y con ellas las aceras se han convertido en las consabidas mesas-vendutas para elaborar y vender alimentos, productos cárnicos ahumados, bisuterías, etc., etc. que bien pudieran venderse dentro de los establecimientos que existen a unos pasos. Y como ya es natural, el churre y la basura pululan.

Tampoco, las ferias agropecuarias y de productos industriales de fin de semana contribuyen al ornato. Es cierto que facilitan a la población adquirir variados productos del agro y a precios relativamente más bajo, pero convierten la parte de las avenidas donde se sitúan en un inmenso basurero y son un infierno para quienes residen en ella, por el ruido, la suciedad y provocan dificultades hasta para acceder a sus respectivas viviendas.

¿No existe otra solución? ¿No es posible hacer ferias en sitios apropiados, en que agreguen a la actividad comercial otros beneficios como la recreación y el embellecimiento de los mismos?

Es comprensible, que en todo ello ha habido esfuerzo, dificultades que vencer y buenas intenciones. Pero también poca creatividad, facilismo y falta de control e indiferencia por parte de entidades que tienen la responsabilidad de velar por la salud de la población y la belleza de la Capital.

¿Qué sucederá cuando cientos o miles de nuevos cuentapropistas, previstos en los «Lineamentos de la Política Económica y Social», comiencen a montar sus negocios? ¿Cómo y quién hará cumplir las normas urbanísticas y sanitarias que hoy no se cumplen, incluso por algunas entidades que debieran velar por su cumplimiento?

No creo que sea justo que esas cosas se relacionen con el «comercio popular» y menos con el Socialismo. «La calidad es respeto al pueblo», sentenció el Ché; y la belleza y la higiene forman parte importante de la calidad de vida.

La Habana es la capital de todos los cubanos y tenemos la obligación de cuidarla y de exigir porque no llegue a convertirse en la capital del timbiriche, del desorden urbanístico y sanitario.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.