Mayo, 1991. Hace pocos días la Fundación Lannan de Nuevo México, Estados Unidos, otorgó al escritor uruguayo Eduardo Galeano un premio de 250.000 dólares en reconocimiento »al impacto de su obra, que trasciende la literatura». Días antes, en Montevideo era presentado Patas arriba. La escuela del mundo al revés, un nuevo libro en el que […]
Mayo, 1991. Hace pocos días la Fundación Lannan de Nuevo México, Estados Unidos, otorgó al escritor uruguayo Eduardo Galeano un premio de 250.000 dólares en reconocimiento »al impacto de su obra, que trasciende la literatura». Días antes, en Montevideo era presentado Patas arriba. La escuela del mundo al revés, un nuevo libro en el que el autor desenreda la realidad de este fin de siglo.
Hay quienes dicen que todo acontecimiento tiene muchas realidades y que depende de la persona que lo mire o lo interprete. Hay otros que aseguran que la realidad no existe, que todo es ficción. En todo caso, la realidad siempre es un espacio para la polémica. Galeano ha desmenuzado la historia de América Latina transitando el puente que une mito y realidad. La cercanía del año 2000 es un momento preciso para recrear su mirada, para hojear esa realidad al revés y ver que el siglo XX culmina con un mundo de valores invertidos y Alicia, el personaje de Lewis Carroll, no necesitaría cruzar ningún espejo para toparse con el absurdo.
»El mundo al revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo», dice Galeano.
El mundo patas arriba de hoy nada tiene que ver con el que encontramos en El libro de los abrazos, una obra que, según Galeano, le ha dado lindas satisfacciones: »Me dio una gran alegría, porque yo lo armé con textos y dibujos. Me dediqué página por página con la intención de ofrecer una fiesta para los ojos. Busqué que pudiera ser leído y mirado con placer. Cuando yo era niño me daba pena de ver a los adultos siempre condenados a leer libros sin dibujos. Sin embargo, después me transformé en atormentador de adultos con mis grandes libracos sin ilustraciones, entonces quise reivindicarme».
En Las palabras andantes también reivindica la imagen, no sólo de la palabra sino del grabado de Juan Borges, un artista brasileño que vive el mito en cada una de sus obras. Memoria del Fuego es otra cosa. ¿La historia tomando partido? »Es una obra libre de creación poética, pero con base documental -comenta Eduardo-. Todo lo que en ella se cuenta ocurrió. La historia que conocemos es una historia contada por y para machos, blancos, ricos y militares. Memoria del fuego intenta rescatar la historia de los «nadies», que son los que valen la pena, los que realmente tienen importantes hechos para contar».
Tal vez por esa necesidad de contar a la gente los hechos de la gente, huyó del lenguaje intrincado utilizado por los historiadores, pesado, como el de los colegios que generalmente quita las ganas de leer a los muchachos… »Los escritores que no tenemos vergüenza de proclamar que nuestra literatura no es inocente, que toma partido, tenemos que transformar constantemente nuestro lenguaje -asegura el escritor. El lenguaje que utilizamos en décadas anteriores no tiene capacidad de comunicación real con las personas, porque se dirige sólo a la cabeza del lector y el lector no es sólo cabeza. El lenguaje debe unir razón y emoción atando las ideas a los sentimientos».
Memoria del fuego también rescata el papel, siempre olvidado, que cumplió la mujer en la historia. »Cuando investigué la historia de América Latina para escribir, fui confirmando que las mujeres tenían un papel mucho más importante que el asignado por la historia oficial -señala-. Hubo muchas rebeliones comandadas por mujeres, como el caso del mayor levantamiento de esclavos en Jamaica, en el siglo XVII, liderado por la esclava Nani. Una persona mitad mito y mitad realidad, aunque nadie sabe dónde termina la realidad y empieza el mito. La leyenda es siempre una versión poética de la realidad…».
Se podría decir que América Latina es, también, la versión mágica de la realidad. »Toda realidad es fantástica. Nosotros fuimos entrenados por la cultura dominante para no escuchar los sonidos que prueban que la realidad es mágica. No nos dejaron ver las imágenes de magia y fantasía que tiene la realidad. No hay realidad que no contenga locura y belleza, aunque tal vez la de América Latina sea un poco más fantástica que las otras».
Tal vez el absurdo de este fin de milenio sea mucho más aterrador que fantástico. Para eso basta ver las bombas cayendo sobre Yugoslavia; el desempleo neoliberal en toda América Latina; la progresiva indiferencia de las comunidades urbanas sometidas, paradójicamente, a crecientes niveles de violencia.
Escrito contra la resignación a vivir en ese mundo del absurdo, el último libro de Galeano abre los ojos a la realidad. »El precio de una camiseta con la imagen de la princesa Pocahontas, vendida por la casa Disney, equivale al salario de toda una semana del obrero que ha cosido esa camiseta en Haití, a un ritmo de 375 camisetas por hora», dice el autor.
Ese pequeño-gran ejemplo es parte de ese mundo al revés que vivimos y que Eduardo Galeano describe para después hacer un llamado a cambiarlo y a imaginar que la realidad es como un dibujo de Joaquín Torres García, el maestro del arte constructivo, donde el Sur es el Norte, lo que implica ponerlo a nuestros pies.
* Texto de «Caminantes en su tiempo», en el libro Retratos Escritos.
Blog del autor: http://www.kintto.blogspot.
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