Traducido por Eva Calleja
El fin del mundo ya no es una hipótesis imaginaria. Es el escenario más plausible. La semana pasada la asamblea para el medioambiente de la ONU anunció su descubrimiento de que, incluso si se cumplieran los Acuerdos de París, las temperaturas globales se elevarían entre tres y cinco grados centígrados sobre los niveles preindustriales.
Peor, incluso si todas las emisiones de carbono cesaran inmediatamente, el Ártico estaría 5 grados más caliente a finales de este siglo que en el periodo entre 1986 a 2005. El Ártico, ese «Templo de Hielo de las regiones polares» como lo denominó el explorador noruego Fridtjof Nansen, es particularmente sensible al calentamiento global. Como ha mostrado el investigador polar de Cambridge, Peter Wadhams, la «espiral de muerte del Ártico» ya está en marcha. El hielo desaparecerá pronto, empezando con un septiembre libre de hielo cualquier año a partir de ahora.
La pérdida de la capa de hielo reduce el albedo, por el que la radiación solar se refleja al espacio. La superficie de agua oscura absorbe más calor del que refleja. El permafrost que se deshiela emite, metano que calienta la atmosfera. El calentamiento de los océanos, unido con su acidificación, debido a las emisiones de CO2, acabará con gran parte de la vida marina. Lo que queda de los corales se blanqueara, destruyendo de esta manera una de las áreas más biológicamente productivas del planeta. Acabará también con la mayor parte del fitoplancton que produce aproximadamente la mitad del oxígeno que respiramos. El simple acto de respirar posiblemente requerirá mucho más esfuerzo, será mucho más difícil en el futuro.
Cualquier crisis ecológica en la «red de la vida» tiene su efecto en cada una de las otras. Consideremos algunos descubrimientos recientes. Según ha encontrado un equipo de investigadores del MIT, miles de millones sufrirán olas de calor mortales con regularidad para 2070, y quinientos millones de personas podrían estar afectados por temperaturas que podrían ser mortales a la sombra en seis horas. El año pasado, la ONU anunció que quedan 60 cosechas para que la erosión del mantillo fértil de la tierra haga que sea imposible alimentar a la humanidad.
Esto agrava lo que un equipo de investigadores denomina «aniquilación biológica», la terrorífica pérdida de poblaciones de vertebrados dentro de la sexta gran extinción. Las anteriores extinciones han tenido lugar en etapas que duraban decenas de miles de años, separadas entre sí por cientos de miles de años. La gran extinción actual es más rápida: el 60 por ciento de las poblaciones animales han sido aniquiladas desde 1970. Todo esto, combinado con el descenso de la biomasa de insectos, la desertificación, las inundaciones más frecuentes y los desastres meteorológicos, posiblemente se unirá a las crisis regulares del capitalismo para producir colapsos crónicos que deteriorarán los medios de vida. A corto y medio plazo, plantea oscuras cuestiones sobre el futuro político. A largo plazo, sugiere que la probabilidad de que los humanos sobrevivan es muy pequeña.
Como han mostrado Chirstopher Bonneuil y Jean-Baptiste Fressoz, hemos tenido conocimiento de estos temas todo el tiempo. Y como apunta el escritor David Wallace-Wells, la mayor parte de las emisiones de carbono de toda la historia de la humanidad han tenido lugar desde 1992: después de que se acordara el primer marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, y durante el mandato de Kyoto y Paris. Ni siquiera los descubrimientos de la ONU son completamente nuevos. Estudios anteriores han descubierto que, de media, las medidas del Acuerdo de Paris nos llevarían a un calentamiento de 3,7 grados. Lo que ahora es diferente es que la estimación es oficial. Desafortunadamente, las estimaciones oficiales anteriores han tendido a subestimar sistemáticamente el alcance del deshielo del Ártico, reduciendo de esta manera la presión para hacer algo al respecto.
Los poderes mundiales ven este desastre como una oportunidad comercial y militar que debe perseguirse con delirio. La OTAN lleva a cabo maniobras para impresionar en la región, EE.UU y Canadá invierten en nuevas flotas de rompehielos, Dinamarca prueba con éxito su primer viaje comercial de la ruta marina transpolar, y Rusia reabre bases militares. En la práctica esto no es tan diferente a la administración Trump, que ha admitido que espera un calentamiento global catastrófico de 4 grados para 2100, pero solo para justificar que abandonar los estándares de eficiencia del combustible es una pérdida de tiempo. Ya que el planeta está condenado, el nihilismo capitalista sugiere, que bien podemos ir de fiesta ahora.
Los escolares están en huelga climática esta semana, y deben estarlo. Estos niños se harán adultos en un tiempo mucho más tenebroso que el que estamos viviendo ahora. Y ellos querrán saber cómo llegamos ahí. ¿Cómo, si no por ignorancia, nos hemos expuesto a la extinción quemando en dos siglos la energía solar acumulada en millones de años? Porque impulsaba el capitalismo. Compraba longevidad para el sistema, a costa de la longevidad de las especies. Y eso continúa en el Ártico hoy.
Fuente: https://www.independent.co.uk/voices/climate-strike-protests-arctic-melting-a8825936.HTML
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