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Entrevista a Jon Junama (Jon E. Illescas Martínez) (y IV)

«La idea central es conseguir la mayor cantidad de códigos y lenguajes propios que nos permitan enfrentar una cultura ajena»

Fuentes: Rebelión

«¿Qué enfrentamiento puede existir cuando uno viste y calza como el enemigo que se dice pretender abatir? ¿Qué lucha podemos librar cuando los explotados balbucean el mismo idioma que sus opresores (como les pasa a los sindicatos amaestrados)? A mayor diferenciación cultural con el enemigo, más fácil la resistencia y la ampliación de la misma, más difícil la asimilación».

Jon Juanma, licenciado en Bellas Artes, es un artista plástico creador del Sociorreproduccionismo Prepictórico. Es, además, analista político y cultural, teórico del socialismo democrático e investigador en la Universidad de Alicante.

Una parte de su obra artística puede verse en http://jon-juanma.artelista.com/ y HYPERLINK «http://www.flickr.com/photos/30642689@N06/«http://www.flickr.com/photos/30642689@N06/. Para ver su blog: HYPERLINK «http://jonjuanma.blogspot.com/«http://jonjuanma.blogspot.com/

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Estábamos en Galeano [1]. Le comentaba que en la bibliografía de su artículo [2], citaba usted a autores más o menos previsibles como Samir Amin, Giovanni Arrighi, Gunder Frank, Johan Galtung, Marx desde luego, Immanuel Wallerstein, pero también, y no era frecuente en este contexto, a Eduardo Galeano. ¿Qué tiene que ver Galeano con esta historia sistémica?

Galeano en su magistral «Las venas abiertas de América Latina» estuvo asesorado entre otros, por Gunder Frank, cuando éste se consideraba y trabajaba en la órbita marxista. La influencia del enfoque del sistema-mundo es notoria en el trabajo del escritor uruguayo y algunos capítulos de esta obra son parte de la mejor literatura influenciada bajo el prisma del sistema-mundo. La parte en la que conecta el comercio de esclavos con el desarrollo de la industria portuaria en Bristol (Inglaterra) es una obra maestra y su perspectiva internacionalista es ejemplar.

Además, durante todo el libro no mete en el mismo saco ni a todos los «españoles» ni a todos los «latinoamericanos» en la colonización, Es sensacional como luchando contra la ideología «nacionalista», diferencia a las élites y los mercenarios de cada bando del pueblo, entendiendo, en definitiva, que América Latina, como él mismo cita en las primeras páginas, no es sino «una comarca del mundo».

El fondo histórico de Galeano es muy sólido y su perspectiva internacionalista luchando contra los clásicos estereotipos de una determinada izquierda patriotera (burguesa o poco formada) que viene a decir «europeos=imperialistas», «civilizaciones precolombinas=cielo en la Tierra» (olvidándose los imperialismos mayas o incas) o «pueblos africanos=todos víctimas», es muy gratificante de cara a construir un internacionalismo desde el que vertebrar las luchas sociales. Por supuesto que, como decía el propio Foucault, las clases dirigentes europeas llevaban a las colonias a mucha de esa masa no proletarizada compuesta (en parte) por presidiarios y/o delincuentes comunes que bajo una ideología racista aprovechaban para sus objetivos coloniales de dominación y explotación (como después utilizarían el chauvinismo o el fascismo para el ejército o la policía). Pero hay que ver la situación mayoritaria de los trabajadores españoles de la época absolutamente empobrecidos en la Península, que no vieron ni una moneda de la plata del Potosí. O aquellos que lucharon contra el genocidio indígena más que algunos de esos indígenas asimilados. Del mismo modo que hay que ver cómo en el comercio de esclavos dirigido por los europeos era absolutamente clave el papel de los pueblos africanos que cazaban y vendían a miembros de otros pueblos del continente para hacerlos esclavos de los europeos. «Africanos cazando africanos», esto no queda muy bien en las ideologías dominantes actuales, consistentes en un nacionalismo abyecto y mistificador. Los relatos maniqueos son buenos para determinadas etapas del aprendizaje de los niños, pero resultan sumamente peligrosos para que los mayores entiendan la realidad circundante.

¿Por qué tantas referencias a José María Tortosa? No es un economista al que se suela citar con frecuencia. Añado otra pregunta complementaria, ¿qué concepto es ese de mal-desarrollo?

Es un sociólogo que fue profesor mío hace unos años en la Universidad de Alicante. Es, a mi juicio, un autor interesante como recopilador de opiniones de diversos teóricos y redactor de las mismas de un modo sintético, prácticamente divulgativo. Es un interesante articulista y escritor de sociología desde una perspectiva reformista, centrado en la resolución de conflictos, la violencia y la temática de la desigualdad social. Y dado que se instala en una perspectiva socialdemócrata clásica keneysiana desarrollada (tipo Estados del Bienestar nórdicos), es muy crítico con los marxistas y los revolucionarios de todo el mundo, por supuesto con las versiones más dogmáticas y reduccionistas, que son las únicas que éste autor está en condiciones de confrontar. De todos modos, muchos de sus ataques y críticas antimarxistas permiten plantearse ciertas proporciones de realidad, y por tanto de validez, que sí han tenido lugar en nuestra escuela de pensamiento.

Por tanto, el enfrentamiento intelectual con sus críticas antimarxistas me permitió una interesante dialéctica para superar desde mi perspectiva radical, marxista, sus objeciones. Digamos que es un autor muy interesante de leer si tienes una base marxista previa. Además es un crítico/escéptico metódico por naturaleza, lo cual es su espada de doble filo, porque le permite, por un lado, unas refrescantes y sanas críticas de muchos sucesos o tendencias históricas dentro de la izquierda sociológica; si bien, por el otro, su escepticismo casi militante le imposibilita ofrecer algún tipo de propuesta realista a los movimientos sociales, quizás por su desconfianza crónica respecto a las clases populares como agente de cambio.

Uno de sus libros divulgativos más importantes, por ejemplo, «El juego global», hace un lúcido compendio analítico e histórico de la situación del sistema-mundo capitalista hasta principios de la década pasada, si bien acaba sugiriendo que sean las «élites ilustradas» las que posibiliten el cambio a un orden sistémico más justo, ignorando / minusvalorando por completo el papel de los pueblos en la historia. Otro ejemplo del flaco favor que le hace su reformismo político a su producción se puede leer en una obra suya llamada «El patio de mi casa: El nacionalismo en los límites de la mera razón» en donde realiza un interesante trabajo divulgativo sobre los nacionalismos de todo tipo. Pese a presentar una crítica radical de los nacionalismos como ideología de la cual las élites se sirven para manipular a los pueblos en las sociedades de clases, acaba por proponer un nacionalismo «razonable», moderado, «en los límites de la mera razón». Pero la «razón» de la que habla aquí Tortosa es la suya: la reformista. Aquella que, al no creer posible la existencia de una sociedad sin clases, aboga porque «los perdedores» del sistema, utilizando una expresión suya, vivan mejor o al menos, no tan mal. Es por ello que su capacidad crítica no se acaba vertiendo en una capacidad propositiva válida de «longue durée» para los movimientos sociales, ya que desconfía fuertemente, al contrario que Marx, en la capacidad autoemancipadora del género humano para salir algún día del Reino de la Necesidad y la barbarie en la que estamos inmersos.

Su relación amor-odio no confesa con el coautor del Manifiesto Comunista le ha servido para tener, como le ocurrió a Max Weber, entre bastidores, un motor conceptual para sus trabajos y alumbrar ciertas reflexiones que pueden ser muy interesantes para marxistas que estén muy seguros de lo que creen saber, ya que mediante su lectura, pueden conseguir que su acervo intelectual radical se entrene y perfeccione ante sus críticas reformistas. Como decía Lenin, un marxista debe también leer trabajos no marxistas, incluso burgueses, porque de lo contrario sería un completo ignorante pues el marxismo se nutre de ese enfrentamiento dialéctico con otras escuelas de pensamiento humano, durante el que continuamente se perfecciona. El marxismo fue y debe seguir siendo una síntesis de lo más avanzado de la cultura humana, no sólo la burguesa, también como decía anteriormente, por ejemplo, de la propia de sistemas humanos precedentes, como el comunitarista «primitivo» por ejemplo en sus mejores métodos de democracia radical y las soluciones imaginativas de conflictos o su respeto por la Naturaleza (Pachamama). Un marxista jamás puede tener miedo a la crítica o a la confrontación de su arsenal conceptual, sino que debe estar deseoso de la misma, para probar su acervo e incrementarlo, para incorporar los elementos progresistas de las otras escuelas o aquellos ignorados por el marxismo, para de este modo enriquecer de nuevo esas aportaciones desde nuestro prisma radical.

El cuanto al concepto de «maldesarrollo»

He de aclarar que no es de Tortosa, sino que su utilización en las ciencias sociales posiblemente se remonte a la obra de Sugata Dasgupta «Peacelessness and Maldevelopment» de 1968 y posteriormente fue especialmente popularizado por Samir Amin en su trabajo «Maldevelopment. Anatomy of a Global Failure». Tortosa, a lo sumo, y como él mismo reconoció, fue uno de los introductores del término en el (todavía) Reino de España.

Si no ando errado, el trabajo sobre el que le he preguntado es parte, ampliada y revisada, de un epígrafe de un trabajo de investigación suyo que lleva por título «Las industrias culturales hegemónicas como generadoras de un nuevo concepto de «lo latino» en el sistema mundial: el caso del videoclip en la primera década del siglo XXI». ¿Podría adelantarnos algunas tesis de este trabajo?

Espero publicarlo libremente en breve bajo licencia Creative Commons. Para que de este modo, todo el mundo pueda acceder a ese conocimiento que es para mi el sentido de toda investigación social, especialmente de aquella que pretende ayudar a los movimientos de base a la consecución de una sociedad socialista. Este es mi objetivo, no realizar pesquisas para que las multinacionales capitalistas sepan cómo penetrar mejor sus objetivos en la población mundial o ayudar a los políticos del sistema para saber cómo apagar las llamas de la rebeldía. Por eso no entiendo a determinados autores «izquierdistas» que deciden vender sus derechos a pequeñas editoriales de izquierda sin casi difusión, impidiendo que sus reflexiones lleguen a las bases. Entendería que llegaran a acuerdos siempre que ese trato comercial no les impidiera publicarlo libremente en Internet.

Disculpe la pequeña disgresión. Volviendo a su pregunta, el trabajo versa sobre cómo las industrias culturales hegemónicas difunden unos determinados valores entre la población mundial mediante el videoclip, en especial entre la juventud. Particularmente me fijé en el videoclip latino. ¿Qué tipo de constructo ideológico «latino» difunden y ayudan a construir en las mentes de la población mundial? ¿Qué entienden como «latino» los individuos que no viven dentro de la cultura «latina»? O sea, ¿qué le viene antes a la cabeza a un australiano o a un japonés al escuchar la difusa expresión «cultura latina», los escritos de Eduardo Galeano y la figura de Bolívar o los videoclips de Shakira y Juanes?

Para llevar a cabo este trabajo realicé un análisis de los agentes encargados de la difusión de los videoclips: desde la propiedad de las empresas, casi todas ellas conglomerados mediáticos capitalistas, hasta los procesos de producción, difusión y consumo de este formato audiovisual tan poderoso para la reproducción sistémica, que en tan sólo 35 años de existencia se ha consolidado como un poderoso generador de fantasías capitalistas e imperialistas. También traté el papel de los videoclips alternativos o contrahegemónicos de artistas de izquierda y mediante qué métodos se les intenta ahogar en el océano audiovisual, controlado por las «4 grandes» (Universal, Sony, Emi y Warner) junto con las principales compañías difusoras que se encuentran en Internet como YouTube (propiedad de Google), Vevo, Spotify, iTunes o la MTV, por poner unos ejemplos.

Realicé un análisis pormenorizado de una amplia muestra de los videoclips más respaldados por las IICCHH (Industrias Culturales Hegemónicas) extrayendo los principales arquetipos que difundían en cuanto a clase, género, «nacionalidad», «etnia», etc.

También hallé interesantes conexiones políticas en todo ello con grandes magnates capitalistas, partidos políticos y artistas supuestamente «apolíticos» implicados. Como inspiración de este trabajo, entre otros, para mí fue muy importante la lectura hace años de la formidable investigación de Frances Stonors Saunders publicada en su libro «La CIA y la guerra fría cultural» donde analizaba el papel de las IICC en la creación de una cultura favorable al consenso capitalista de aquellos años de las décadas de los 50 y 60 en el contexto del enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Y a diferencia de «Cómo leer al Pato Donald» de Dorfman y Mattelart, indaga con mayor peso en las conexiones económicas sin olvidar las lecturas más semióticas de tipo «estudios culturales».

Déjeme hacerle una pregunta muy general para finalizar. Hay descontento social, el consenso tiene grietas evidentes, pero muchos ciudadanos y ciudadanas piensan que nada se puede hacer, que todo está programado y planificado, que el poder es insaciable y muy fuerte. ¿Cómo cree usted que pueden intervenir los ciudadanos de forma efectiva en estos momentos? ¿Qué hacer si me permite la expresión leninista?

Sí se pueden hacer muchas cosas. Considero que hay que construir la sociedad que queremos desde las bases, aquí y ahora, sin esperar a la toma del poder político. Tenemos que predicar con el ejemplo que es la gran carencia de la izquierda tanto en el poder como en la oposición. El poder lo vamos tomando en la medida en que efectivamente nuestras ideas se materializan en la praxis diaria y van calando en las clases populares y los principales agentes de cambio sistémico. «Obras son amores y no buenas razones» que dice el refrán. Ha existido una contaminación maquiavélica en la izquierda con el típico «el fin justifica los medios» y esto hay que desterrarlo cada vez más de nuestro pensamiento. Los medios nos moldean, no somos idealistas, somos materialistas dialécticos e históricos: los medios cambian a los sujetos, es por ello que debemos ser tan cuidadosos con los medios que empleemos.

Debemos hacer esto a escala organizativa, tanto en sindicatos como en partidos políticos de izquierda (real) y anticapitalistas (que debieran tender a la unión de acción en todo lo que tuvieran de común). Debemos construir organizaciones con una democracia de bases permanente, donde éstas controlen en todo momento a sus representantes, los cuales, hay que recordarlo, son corruptibles e imperfectos como cualquier individuo. No podemos vender el futuro de la revolución al bien o mal hacer de un individuo más o menos «iluminado». Son demasiados esfuerzos, demasiados sacrificios de tantos militantes anónimos, de tantos héroes sin rostro que luchan en su día a día por otra sociedad, como para apostar todo ese trabajo a la ruleta de un líder.

Por tanto, debemos construir organizaciones con democracia socialista en su interior, con salarios topes limitados por el propio pueblo, con revocabilidad permanente de todos sus cargos, con implantación hasta donde sea posible de las nuevas tecnologías informáticas para lograr esta democracia multidireccional, etc. También hemos de volver a la autogestión con la independencia de los sindicatos y los partidos de las subvenciones estatales. Además las cuotas, y esto es clave, deben ser progresivas según la renta de cada afiliado en el mundo capitalista, etc. Un médico o un profesor de universidad socialista/comunista debe pagar más que un conserje o un parado, y mucho más si es pequeño o mediano empresario.

¿Y los artistas y creadores culturales?

Los artistas y creadores culturales tenemos, pero no solamente nosotros, la necesaria tarea de crear una Cultura de Resistencia Socialista (CRS) alejada de la cultura burguesa, antitética a la máxima: «lo mejor que te puede pasar en la vida es hacerte rico». Una cultura socialista en que lo más preciado sea el bien colectivo, el saber y la felicidad de la sociedad, que no haya «riqueza» mayor que ésta. Donde el bien común sea el propio, no porque sea un mensaje profético o un precepto moral, sino porque materialmente es de este modo: jamás dependimos tanto para nuestra supervivencia y bienestar del buen desarrollo de todos los pueblos del mundo dada nuestra interdependencia económica y cultural.

Porque la militancia que no se guíe por esto estará simplemente instalada en una mentira, una mentira de individuos frustrados por no ser burgueses, por no haber nacido ricos, por estar en la parte baja de la pirámide. No hay construcción de la revolución socialista desde el odio. Debemos minimizarlo el odio y la frustración lógicos que crea el sistema en todos nosotros, con todas nuestras heridas individuales, y transformarlas en amor y creatividad constructora. Porque los sujetos guiados por el revanchismo y la envidia no son fiables, ya que están deseosos por conocer el precio en que se venderán al mejor postor. Necesitamos activistas que no vendan su lucha, en ningún momento de la misma, ni por todo el oro del mundo. Y para ello el antídoto es el amor, no el odio. Tenemos que crear una cultura que nos lleve a esto: a una moral y una ética socialista de vida. Desde el infierno capitalista que inhalamos diariamente, tenemos que construir espacios donde respirar oxígeno socialista.

Está usted hablando de un contrapoder socialista.

Aunque la toma del poder político es necesaria, igual que la toma pacífica del militar y el económico, este poder alternativo socialista se debe construir desde nuestras organizaciones, desde ya. Porque si no lo hacemos, luego, nadie podrá decretar el socialismo encarcelado desde una estructura institucional capitalista (aparato estatal, cadena de mandos jerárquica, etc) con individuos esclavos de los sueños de la burguesía. No se podrá llegar al Socialismo sin haber tenido una experiencia socialista, anticapitalista, alternativa, de organización y de toma de decisiones. Es materialmente imposible hacer esto. No será fácil hacérselo comprender a unos líderes de izquierda instalados en las viejas prácticas, en las cadenas de mando, las camarillas de poder y los egocentrismos. Pero si no lo comprenden, tendremos que barrer con ellos. La esperanza en este cambio, el agente, como siempre, será el conjunto de los activistas de base, las gentes más conscientes y generosas de la clase productora: la trabajadora. Aquellas mujeres y hombres sin los cuales no habrá ninguna revolución que merezca el epíteto de «socialista».

Otra cosa por la que se debiera luchar desde ahora mismo sería, partiendo de que no hay mejor defensa que un buen ataque, la disminución radical de la jornada laboral con el mismo sueldo hasta las cuatro horas diarias como propugna el teórico marxista peruano Carlos Tovar. Y por otra parte pero en mismo sentido, reducir la edad de jubilaciones. Con ello conseguiríamos acrecentar las contradicciones capitalistas y obtener más tiempo y calidad de vida para la clase obrera. O sea, justo la dirección contraria de lo que quiere imponer la oligarquía internacional con ayuda de los sindicatos complacientes. Además serviría para ilusionar a las masas con un proyecto alternativo y esperanzador. Porque no se ilusiona mucho llamando a una lucha desigual y sacrificada por mantener los derechos que nuestros padres tuvieron en el capitalismo imbricado o keneysiano, esto es un objetivo muy poco ilusionante, que por supuesto, pierde en atractivo y capacidad movilizadora en el enfrentamiento con el «sálvese usted mismo y si puede, hágase rico» de la lógica burguesa.

Organizativamente, sería importante plantear la necesidad de tener un idioma común, construido artificialmente (como el esperanto) o no, partiendo de la hegemonía actual (el inglés u otro), pero adoptado democráticamente desde las bases. Esto es necesario para articular y mejorar los tiempos de respuesta de las luchas de la clase obrera, que son absolutamente globales hoy día. Y si no hacemos esto, el internacionalismo obrero seguirá brillando por su ausencia, más allá de las patéticas (por su débil efecto) aunque bienintencionadas procesiones laicas, donde por ejemplo la gente de izquierdas saca sus banderas para «solidarizarse» por la represión sionista en Palestina o la marroquí en el Sahara. Si no adelantamos este proceso de conseguir ser vehiculares en un idioma común, al margen de los vernáculos, el capitalismo quizás realice este proceso por nosotros y podemos tener seguro que lo hará de un modo mucho más lento y doloroso. En este sentido, sería importante también adoptar un sistema informático común, libre, para conseguir la máxima independencia y esa construcción cultural alternativa de la que hablábamos. Me refiero a que deberíamos migrar todos, en la medida de lo posible, de Windows a Linux y desarrollar nuestro propia versión común de Linux que sería parte de esa Cultura de Resistencia Socialista, pero democráticamente y adaptándola todos organizada y ordenadamente.

¿Cuál es entonces la idea central?

La idea central es conseguir la mayor cantidad de códigos y lenguajes propios que nos permitan enfrentar una cultura ajena, porque… ¿qué enfrentamiento puede existir cuando uno viste y calza como el enemigo que se dice pretender abatir? ¿Qué lucha podemos librar cuando los explotados balbucean el mismo idioma que sus opresores (como les pasa a los sindicatos amaestrados)? A mayor diferenciación cultural con el enemigo, más fácil la resistencia y la ampliación de la misma, más difícil la asimilación.

Vuelvo a la idea de que el enemigo estructural es la burguesía y el conjunto de las clases opresoras que nos explotan, eso está claro; pero también lo somos nosotros mismos que sustentamos este sistema de clases y sufrimiento con nuestro trabajo asalariado. ¿A alguien le cabe duda que, si tuviéramos un programa de acción mínimo compartido y el movimiento obrero internacional decidiera hacer una huelga general indefinida en una decena de países centrales enarbolando un mínimo programa revolucionario común, tendríamos a la burguesía a nuestros pies? Por eso es necesario también construir una nueva Internacional con los errores pasados bien estudiados, aprendidos y los deberes hechos (despotismo, nepotismo, culto a la personalidad, criminalización de la crítica en las filas revolucionarias, falta de transparencia y minusvaloración de facto del pueblo, incomprensión del fenómeno religioso, etc). Queda mucha tarea por realizar y hemos de comenzar ya con un plan de diversos niveles: local, regional e internacional;, influido en todos ellos por la perspectiva internacionalista y humanista del sistema-mundo.

¿Parece utópico o muy difícil lo que planteo?

Utópico quizás no, difícil sí. ¿No le parece?

Sólo le digo el que, a mi juicio, ese es el tratamiento. No tiene culpa el doctor que la enfermedad sea tan difícil de curar. Lamentablemente el cáncer capitalista está muy extendido. Revirtámoslo lo antes posible. El paciente se llama género humano y desde lo hondo de su humanidad sitiada clama por la Revolución.

Notas:

[1] Las partes publicadas de la entrevista son las siguientes: «El Sociorreproduccionismo Prepictórico es un método de distribución de arte de carácter socialista». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=121919; Entrevista a Jon Juanma (Jon E. Illescas Martínez) (II) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122392; Entrevista a Jon Juanma (Jon E. Illescas Martínez) (III). http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122813

[2] http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1025&debut_articles_rubrique=30

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.