Como en cualquier movimiento social, la portavocía es fundamental. Gracias a ella mucha gente puede conocer y apuntarse a la causa del movimiento, o, por el contrario, desdeñarla. Una crítica constructiva de la intervención de Jon Aguirre, portavoz de ¡Democracia Real Ya!, en los desayunos de Televisión Española del día 20 de junio de 2011. […]
Como en cualquier movimiento social, la portavocía es fundamental. Gracias a ella mucha gente puede conocer y apuntarse a la causa del movimiento, o, por el contrario, desdeñarla. Una crítica constructiva de la intervención de Jon Aguirre, portavoz de ¡Democracia Real Ya!, en los desayunos de Televisión Española del día 20 de junio de 2011.
El movimiento 15-M con rumbo a la democracia real acaba de superar una gran prueba tras el éxito de las movilizaciones del 19-J. Sin embargo, el camino es muy largo y, aun yendo en la buena dirección y con el vehículo adecuado, no está exento de peligros, externos e internos al movimiento de los ciudadanos indignados. En otros artículos míos ya he explicado algunos de ellos (Los errores prohibidos de la #SpanishRevolution), pero aquí quisiera centrarme en otro de ellos que ya empieza a emerger con fuerza: el peligro de que algunas personas u organizaciones «secuestren» al movimiento, o de alguna manera lo encaucen a su manera. Viendo la entrevista que en Los desayunos de Televisión Española se le hizo al portavoz de ¡Democracia Real Ya! Jon Aguirre, uno siente la impotencia de ver cómo alguien al que se le da la oportunidad de oro (que ya quisiera mucha gente) de hablar en nombre de miles y miles, incluso millones, de ciudadanos (a pesar de reconocer honestamente que él representaba exclusivamente a su organización), desaprovecha dicha ocasión. Ante todo, decir que yo apoyo desde el principio al movimiento 15-M, como cualquiera puede comprobar leyendo mis artículos; que, en principio, también apoyo a ¡Democracia Real Ya!, la organización ciudadana que empezó todo esto, de manera tan acertada. Y digo «en principio» pues sólo el tiempo dirá si dicha organización responderá o no a las expectativas de muchos ciudadanos, sólo el tiempo nos dirá cuáles son sus verdaderas intenciones. Sin embargo, creo que es mi deber también denunciar, humildemente, los errores que se están cometiendo. Por supuesto, yo sólo hablo en mi nombre: un ciudadano indignado más.
Yo puedo comprender, hasta cierto punto, que una persona no acostumbrada a hablar ante las cámaras o ante mucha gente titubee, que le cueste hacer frases completas o que no sea muy elocuente, pero lo que no puedo comprender es que se cometan los burdos errores que, a mi entender, cometió Jon Aguirre en dicha entrevista. Vayamos por partes. Me parece muy bien recordar que el movimiento 15-M no tiene portavoces oficiales, pero Jon, quiera o no, al acudir a dicho programa de televisión está hablando en nombre de dicho movimiento, al menos en nombre de una parte de él. Y esto es una gran responsabilidad que no debe tomarse a la ligera. Dice Jon que el movimiento 15-M no tiene portavoces, pero él está allí, precisamente, por dicho movimiento, y no por sus aficiones personales. Que no haya una portavocía del 15-M es en sí un gran problema que deberá solventarse de alguna manera cuanto antes. Viendo la susodicha entrevista es imposible no ver el problema que supone la falta de dicha portavocía.
Si bien es deseable la máxima horizontalidad posible, en determinados momentos, es inevitable que ciertas personas se erijan en portavoces, directos o indirectos, del movimiento ciudadano. No todos los ciudadanos asumen el mismo protagonismo en cualquier movimiento social. Por muy horizontal que sea el movimiento 15-M, cualquier movimiento, algunas personas hablan más que otras, hablan por otras, organizan más que otras, representan a otras. En las asambleas populares, por ejemplo, es obvio que algunos las dirigen mientras que el resto sólo participa para expresar sus opiniones o votar (aunque desde luego ya participa mucho más que en cualquier otro foro político). Hay que buscar la máxima horizontalidad posible pero ésta nunca puede ser, como es lógico, absoluta. Existirán momentos en que ciertas personas tendrán más responsabilidad que otras. Si el movimiento 15-M quiere darse a conocer ante la opinión pública, si los medios de comunicación, al menos algunos de ellos, desean conocer algo sobre dicho movimiento, es inevitable que se acuda a ciertas personas concretas. ¡No es posible entrevistar a miles de ciudadanos al mismo tiempo! Esto que parece una perogrullada está siendo infravalorado por el movimiento 15-M, preso de una especie de culto a lo espontáneo y a la horizontalidad, a la democracia directa. Aun revindicando, como llevo haciendo desde hace cierto tiempo, la democracia directa para todos los ámbitos donde sea posible, creo que es un grave error despreciar la necesidad e inelubilidad de la representatividad. Este desprecio a la representatividad, en parte comprensible por la nula o escasa representatividad de nuestra actual democracia «representativa», es un gran error que se traduce, por ejemplo, en la infravaloración de la importancia de la portavocía. Si deseamos que cada vez más gente se apunte al movimiento, debemos ser capaces de explicar lo que reivindicamos, aunque sólo sea a grandes rasgos, debemos ser capaces de convencer al resto de nuestros conciudadanos que aún no se han apuntado a nuestra causa. Desgraciadamente, muchos de ellos no sólo no habrán sido convencidos en dicha entrevista de Televisión Española, sino que, al contrario, habrán salido espantados.
Porque lo que no se puede decir, o insinuar, es que miles de ciudadanos en las calles tienen más legitimidad que millones de ciudadanos que han votado. Interpretar que los miles y miles de ciudadanos que salieron a la calle el 19-J (entre los que yo me encuentro) son el pueblo es faltar a la verdad. Son una parte muy importante del pueblo, su vanguardia más consciente, pero no son aún todo el pueblo. No se puede despreciar los millones de ciudadanos que no salieron a la calle, que aún no apoyan suficientemente a la causa de la democracia real. Y, Jon, preso de cierta complacencia, en parte comprensible el día posterior al exitoso 19-J, cae en ese grave error, en el que un portavoz no debe de caer nunca. Además, criticar la «democracia» actual entrando en una especie de guerra de cifras o de interpretaciones, diciendo que ha habido tal o cual abstención (por otro lado, más o menos la habitual) en las pasadas elecciones municipales, es caer en incoherencias que no hacen ningún bien a la causa. De la misma manera que Jon dice que mucha gente se abstuvo y no apoyó a los grandes partidos en las elecciones, a él se le puede rebatir, con más contundencia si cabe, como así hizo la entrevistadora, que muchos más millones de personas no salieron a la calle el 19-J y sí votaron. A la pregunta de en qué podría mejorar la actual democracia a Jon casi sólo se le ocurre hablar de que mucha gente no ha votado. ¡Pobres argumentos! Aun siendo cierto que la abstención no es nada despreciable en esta falsa democracia, tenemos argumentos mucho más contundentes para denunciar esta plutocracia, sin necesidad de despreciar el voto ejercido por millones de ciudadanos (que al despreciarlos de esta manera no sólo no se apuntarán a la causa de la democracia real, sino que pensarán que dicha democracia, que desprecia de esa manera el voto, es muy poco real, es incluso peor que la actual). Lo que no se puede decir nunca es que la visibilidad del pueblo está sólo en la calle. ¿Así queremos convencer al resto de ciudadanos para luchar por otro tipo de democracia, despreciando la importancia que también tiene el voto? En la democracia real no podrá prescindirse del voto. Debemos explicar que no infravaloramos la importancia del voto, al contrario, que reivindicamos que el voto sirva para algo, que buscamos darle más importancia, la importancia que ahora no tiene. ¡Mal empezamos si para ello lo despreciamos! Nosotros queremos votar más, votar mejor y que nuestro voto sirva.
Como explico en mi artículo ¿Qué es la democracia real?, yo creo que no hubiera sido muy complicado explicar sencillamente que la democracia es el gobierno del pueblo y que en este sistema actual la mayor parte de las medidas que toman los gobiernos, sean del signo que sean, benefician siempre a los mismos y perjudican siempre a las clases populares, a la inmensa mayoría, al pueblo. Creo que no es muy complicado decir que el pueblo no gobierna realmente. ¿Cómo puede explicarse que el pueblo sea siempre el perjudicado si él fuese el que tuviera el poder? Esto de entrada. Creo que tampoco es muy difícil explicar que la democracia es mucho más que depositar una papeleta en una urna cada X años. Que lo primero de todo es que los votos valgan igual, que haya una ley electoral donde se cumpla el elemental principio «una persona, un voto». Elemental puesto que la igualdad entre partidos, entre ideas, entre personas, es el ADN de la democracia. Y este principio no se cumple actualmente. Creo que no es muy complicado explicar que la ciudadanía debe participar todo lo posible y lo mejor posible en los asuntos que le incumben. Creo que tampoco es muy complicado decir, con estas sencillas palabras, que el voto debe de servir para algo, que no se trata sólo de votar por tal o cual partido o candidato, sino de que quien salga elegido cumpla con lo prometido. Se trata de que el voto no sea un cheque en blanco para que los políticos hagan con él lo que les dé la gana. Se trata de que los partidos hagan caso al pueblo, que hagan las políticas reflejadas en sus programas. Se trata de que las grandes decisiones sean sometidas a referendos. Se trata de que las decisiones no contempladas en los programas, en base a los cuales fueron elegidos los partidos, sean sometidas al veredicto del pueblo, de que ninguna decisión se tome a sus espaldas. Se trata de elegir a nuestros gobernantes, pero también de controlarlos, además de poder decidir directamente siempre que sea posible (y gracias a los medios de que disponemos ahora cada vez es más posible). ¿Que cómo podría mejorarse la actual «imperfecta» democracia (no se puede decir de manera más suave que no es democracia)? Haciendo que la democracia sea verdaderamente representativa y complementando la democracia representativa en los ámbitos más globales con la directa en los más locales, expandiendo la democracia por todos los rincones de la sociedad, incluido el económico. Con elegibilidad de todos los cargos, con revocabilidad de todos ellos, con referendos frecuentes y siempre vinculantes, con mandato imperativo (para que los representantes cumplan obligatoriamente con sus programas en base a los cuales fueron elegidos), con una clara y eficaz separación de los poderes, de todos ellos, especialmente respecto del poder económico, del capital, con la autofinanciación de los partidos políticos, con libertad de prensa, con máxima transparencia, con democracia interna en los partidos políticos, etc., etc., etc. Creo, por ejemplo, que cualquiera puede comprender fácilmente que si un partido político es financiado por el poder económico es imposible que actúe en contra de él y por tanto a favor del pueblo. Y todo esto sólo para empezar.
Jon Aguirre, a pesar de hablar de algunas de estas cuestiones, de manera un tanto confusa, quiero pensar que debido al nerviosismo, no es capaz de expresar estas sencillas y contundentes ideas. ¡No podemos seguir cometiendo este tipo de errores! ¡Así no llegamos a la gente! Un portavoz debe ser ante todo un buen comunicador. Es obvio que al ser el movimiento de los indignados espontáneo y horizontal no podemos evitar cometer ciertos errores. Quienes asumimos cierto protagonismo no somos profesionales, no tenemos experiencia, no somos portavoces profesionales, ni oradores profesionales, ni escritores profesionales (como quien escribe estas líneas, que es tan sólo un aficionado). ¡Pero podemos aprender de nuestros errores también! ¡Debemos aprender de ellos! ¡Pero tenemos la razón, las ganas, el interés, la sinceridad, de nuestro lado! Nuestra indignación, la fuerza de la razón, y sobre todo la actitud, la intención, la fuerza de voluntad, nos hacen superar esos inconvenientes iniciales. Estos días podemos oír a ciudadanos corrientes que son capaces de orar mucho mejor que cualquier político «profesional». En pocos minutos esos ciudadanos anónimos e inexpertos han sido capaces de decir mucho más que muchos «políticos» o «periodistas» en años, los cuales han desarrollado el arte de hablar mucho para no decir nada. Dichos oradores, pertenecientes al pueblo llano, cargados de razón, de indignación, deben ser aprovechados para la causa.
Es muy importante aprovechar al máximo las pocas ocasiones que nos brinda el sistema para explicarnos ante la opinión pública. Muchos ciudadanos, que aún no estén concienciados con la necesidad y posibilidad de mejorar notablemente la actual democracia que tenemos, no se habrán llevado muy buena imagen del movimiento 15-M, por lo menos de la organización que lo inició, pues su portavoz no ha sido capaz de explicarse de manera mínimamente sencilla, coherente y elocuente, además de decir algunas barbaridades e incongruencias. Esto no es una crítica personal en contra de Jon, pues no tengo nada contra él. Muy meritorio me parece por su parte todo lo que ha hecho. Pero, o aprende a hablar de manera más elocuente, más convincente, o debería dejar paso a algún otro compañero que lo haga mejor. Debemos dejarnos de personalismos y de estúpidos orgullos personales. La lucha por la democracia debe hacerse por encima de ideologías, de partidos, y de personalismos. Esto es un trabajo en equipo donde debemos hacer cada uno lo que mejor se nos dé. Esto no es una crítica personal a Jon Aguirre, repito, es una reflexión que hago, con el deseo de aportar un granito de arena, dirigida a la ciudadanía en general, al movimiento 15-M en particular. Necesitamos portavoces que tengan las ideas claras, que sepan hablar en público. No todo el mundo es capaz de hacer las mismas cosas. Yo, sin ir más lejos, no soy capaz de hablar en público, probablemente, lo hubiera hecho peor que Jon.
En mi opinión, para dar más fuerza ideológica al movimiento, por lo menos en cuanto a la propaganda, son imprescindibles varias cosas: 1) que sea quien sea el portavoz del movimiento, o de cualquiera de sus partes, tenga bien preparado lo que hay que decir, las líneas generales de lo que defiende el movimiento o su organización y la manera de hacerlo, y, no menos importante, los argumentos a emplear frente a las previsibles críticas; 2) elegir a los portavoces que tengan las ideas más claras, que sean más capaces de explicarlas de manera sencilla y breve, que sean más capaces de hablar elocuentemente en público; 3) que las diversas organizaciones que conforman el movimiento 15-M reclamen su derecho a hablar en los grandes medios (hasta ahora prácticamente siempre han hablado los mismos portavoces de una sola organización); 4) que en todas las asambleas populares se designen portavoces oficiales (por supuesto en todo momento revocables) en cada ciudad, incluso alguno (elegido entre los portavoces de las ciudades) en todo el Estado para que pueda defender las principales ideas de la mejor manera posible ante el resto de la ciudadanía, para que incluso pueda tomar contacto con otros movimientos de indignados en otros países. Mucha gente sólo puede (o quiere) conocer al movimiento a través de las entrevistas a sus portavoces. Nos guste o no. Debemos incitar a la gente a acercarse a las asambleas o manifestaciones para conocer de primera mano en qué consiste el movimiento de los indignados, pero dado que mucha gente está presa de muchos prejuicios no lo hará mientras alguien no les convenza de hacerlo o no les despierte la curiosidad para hacerlo. Debemos siempre aprovechar cualquier ocasión para intentar convencer a más y más gente. Si queremos superar los prejuicios de mucha gente que, por ahora, no se apunta al movimiento, debemos actuar de la mejor manera posible cuando podemos dirigirnos a ella. ¡No podemos permitirnos cometer errores tan burdos, tan elementales!
La revolución democrática sólo podremos hacerla con la inmensa mayoría de la ciudadanía. Aunque cada vez seamos más, debemos ser muchos más todavía. Nunca debemos caer en la autocomplacencia, nunca debemos renunciar a la crítica constructiva (combatiendo al mismo tiempo la destructiva, la cual nunca propone alternativas, la cual nunca concreta), ni a la autocrítica. Sólo así podremos seguir avanzando en la dirección adecuada. Sólo así impediremos que este esperanzador movimiento que se inició el 15 de mayo de 2011 en el Estado español, fecha que pasará a la historia, sea controlado por ciertas personas u organizaciones que nos lleven a un sistema demasiado parecido al actual, o que imposibiliten el cambio, ya sea consciente o inconscientemente, con esa intención o no. La portavocía de cualquier movimiento social es la imagen del mismo, es esencial, no podemos despreciar su enorme importancia.
Ya va siendo hora de que seamos capaces de explicar breve y sencillamente por qué estamos luchando al resto de la ciudadanía. Por lo menos a grandes rasgos. Debemos cuanto antes concretar los objetivos básicos y saberlos explicar de manera clara y contundente. Como mínimo, podemos denunciar ya las carencias de la actual democracia. ¡No debemos desperdiciar ninguna ocasión!
José López es autor de los libros «Rumbo a la democracia», «Las falacias del capitalismo», «La causa republicana» y «Manual de resistencia anticapitalista». Publicados y destacados todos ellos en diversos medios de la prensa alternativa de Internet.
Blog del autor: http://joselopezsanchez.wordpress.com/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.