A partir de datos oficiales, los que se detallan en la página web de Red Eléctrica Española, y de un paciente análisis, es posible desmontar muchos de los tópicos e imposturas en los que se basa el poder del gran cártel eléctrico en el estado español (Iberdrola, Endesa, Gas Natural-Fenosa, EDP y EON). Uno de […]
A partir de datos oficiales, los que se detallan en la página web de Red Eléctrica Española, y de un paciente análisis, es posible desmontar muchos de los tópicos e imposturas en los que se basa el poder del gran cártel eléctrico en el estado español (Iberdrola, Endesa, Gas Natural-Fenosa, EDP y EON). Uno de los principales consiste en banalizar el peso de las fuentes de energía alternativa, a pesar de que -por ejemplo, el 20 de noviembre de 2013 a las 12,30 horas- la energía solar aportaba el 10% de todo el consumo nacional, o en algunos momentos la eólica representa el 40% del consumo en España. Es más, en 2013, las energías renovables representaron más del 42% de todo el consumo eléctrico del país.
«Las energías renovables no son circunstanciales ni una veleidad para estar a la altura de Europa, sino que aportan una cantidad significativa al consumo nacional, y además sin depender de la compra de combustibles fósiles fuera de España», ha explicado el ingeniero industrial, especialista en energías renovables y profesor de la Universitat Politécnica de Valencia, Juan Ángel Sáiz, quien ha participado en una jornada organizada por el Frente Cívico-Somos Mayoría-Valencia.
Uno de los lugares comunes que puede desmentirse con los datos de Red Eléctrica Española es la dependencia de la energía nuclear francesa, con el correlato argumental de que para importarla del país vecino, mejor producir la energía nuclear en el estado español. Y, para ello, construir nuevas centrales. Pero, según Juan Ángel Sáiz, «si se observa la cantidad de energía que puede producirse en España, se deduce que no tenemos dependencia energética de otros países». El total de potencia instalada en el estado español es de 108.000 megavatios, cuando el consumo es de aproximadamente 35.000 (cifra de las puntas de demanda). En pocas palabras, España cuenta con una potencia instalada tres veces superior al consumo real. Por tanto, «no dependemos de nadie», zanja el especialista en energías renovables.
Los grupos de presión «venden» asimismo la idea de que el suministro de energía eléctrica en España depende de las centrales nucleares implantadas en el país y, en consecuencia, hay que continuar financiando la energía nuclear y reabrir la central de Garoña. Pero, frente a las cifras de potencia y consumo citadas, la aportación de energía nuclear es de 7.800 megavatios. «No dependemos de las centrales nucleares españolas ni de las francesas; ni siquiera, en exclusiva, de ninguno de los sistemas de generación que tenemos, ya que es un sistema bastante diversificado», subraya Juan Ángel Sáiz.
También se pide, en ocasiones, más líneas de intercambio que permitan importar energía nuclear de Francia. «Pero ya existen», matiza el ingeniero industrial. De hecho, «las conexiones de España con el resto de Europa son bastante aceptables; en algunos momentos también España le exporta energía a Francia». Según los datos de red eléctrica, en los últimos años el estado español es vendedor de energía, a países como Marruecos, Portugal o Andorra.
Pero las energías renovables y su evolución, a la luz de las series estadísticas, pueden marcar una senda. En 2009 cubrían el 28% del consumo total en España, en 2010 el 35%, las cifras disminuyeron algo en 2011 y 2012, pero en 2013, con una importante aportación de la energía hidráulica, alcanzaron el 42,4% del total. A ello se agrega otro elemento nada desdeñable: el menor impacto ambiental de las energías renovables hace que el incremento de su aportación coincida con una disminución de las emisiones de CO2 a la atmósfera (es lo que ocurrió en 2013).
Sáiz señala en punto en el que se rompe la evolución creciente de las energías alternativas en el estado español: la llegada del PP al gobierno en 2012. «El Real Decreto 1/2012, el primero que aprobaron, canceló las ayudas a las renovables». Antes, en el periodo 2008-2012, se había producido un incremento bastante significativo de la potencia instalada, por ejemplo, para la producción de energía eólica. Aparecieron después los críticos y se dijo que ya «hemos tocado techo y no pueden ponerse más molinos en España». El profesor de la Universitat Politécnica de Valencia responde que no se trata de «poner molinos» en la costa ni dentro del mar; «sigue habiendo muchas zonas donde implantar molinos y fotovoltaicas», agrega. En el caso de la energía fotovoltaica, también se produce un crecimiento en 2008 y un estancamiento posterior. Una de las ventajas que ofrece es que realiza su aportación fundamental al mediodía, periodo del día en el que hay una máxima demanda.
Se ha producido, en definitiva, un «frenazo» a las energías renovables en el estado español, a pesar de las privilegiadas condiciones naturales del país para su desarrollo. Porque se trata de sistemas que, además de no emitir CO2 a la atmósfera, tienen otra gran ventaja. Suponen un ahorro en la importación de energía del exterior (unos 50.000 millones de euros anuales). Por lo demás, la crisis se ha hecho notar y, con la excepción del incremento de 2010, desde el año 2007 hasta la actualidad ha disminuido el consumo de energía eléctrica en España. La tendencia se explica por factores como el cierre de empresas o una mayor conciencia de ahorro energético (por ejemplo, el uso de las bombillas de bajo consumo).
Una de las cuestiones decisivas, donde reina la confusión, el laberinto inescrutable y suscita las críticas más importantes, es el precio de la energía eléctrica. Una cuestión es el precio «base», no especialmente elevado, pero el problema se plantea con los añadidos que se incluyen, como «pago por capacidad» o «reserva de potencia», entre otros conceptos. El precio final de la energía eléctrica se convierte así en un arcano. Juan Ángel Sáiz se fija en la noción de «pago por capacidad». «Se trata de una idea que se inventaron las eléctricas, por el que se les paga a las centrales 500 millones de euros anuales por la disponibilidad, es decir, por el hecho de tenerlas abiertas».
En términos sencillos, una empresa hace números y decide montar una central de quemar gas. Lo importante es que no hace falta que la ponga en marcha y produzca energía. En unos pocos años, y únicamente por lo que se les paga en concepto de «capacidad», puede tener el empresario la central amortizada. Y sin haber producido energía eléctrica. «Esto explica cómo con una potencia instalada en el conjunto del estado muy superior al consumo, se continúan construyendo centrales eléctricas», concluye Sáiz.
El sistema se presta a todo tipo de argucias dialécticas, baile de cifras y juego de trileros. Apoyándose en datos del INE, el ministro de Industria y Energía, José Manuel Soria, ha afirmado que el precio de la energía en 2013 disminuyó para los ciudadanos. En realidad, de los dos conceptos sustantivos que componen la factura, ha aumentado uno y se ha reducido el segundo, es decir, se ha duplicado (desde agosto de 2013 hasta la actualidad) el precio del kilovatio contratado, con independencia de lo que se consuma finalmente; y se ha disminuido el del kilovatio que se paga en relación con el consumo. En este último apartado, es cierta la afirmación de Soria. «Pero, en términos globales, es rotundamente falso que al ciudadano le hayan bajado el coste final de la factura eléctrica», concluye Juan Ángel Sáiz.
¿Por qué se producen estos fenómenos? «Todo obedece a la influencia de las grandes compañías sobre el aparato político; ningún otro mercado funciona de este modo», responde el docente. Al final, «hemos construido en España un sistema robusto y que no depende del exterior, pero que ha acumulado mecanismos para beneficiar a empresas muy concretas». A todo ello no es ajeno el llamado sistema de «puertas giratorias» entre política y corporaciones. Ahora bien, «tampoco España es el único país de Europa que funciona de este modo; en ocasiones, cuando las empresas observan en otro país alguna iniciativa que les pueda beneficiar, presionan en el estado español hasta convertirla en ley».
En definitiva, «somos uno de los países en que los usuarios pagan la energía eléctrica más cara del mundo (no ocurre lo mismo con las empresas); y esto es así, agrega Juan Ángel Sáiz, porque la subida del precio de la energía en la última década ha sido demoledora». Frente a esta realidad inapelable, las grandes compañías eléctricas responden con buenas campañas de publicidad, en las que «venden» que no tienen ninguna responsabilidad en lo que ocurre. En unas gráficas de brillante diseño, tratan de demostrar que el precio de la energía sólo es una parte de lo que paga el consumidor; a ello debe añadirse, alegan las empresas, el transporte, la distribución, las subvenciones y otros conceptos. Pero no se dice que una parte de esas subvenciones (es muy difícil saber cuánto) recala finalmente en la cuenta de beneficios de las compañías.
Además, el sistema tampoco incentiva el ahorro energético, de hecho, se establece una relación laxa entre la cantidad de electricidad consumida y el precio final de la factura. En otros países, por el contrario, se introducen «escalones» en los que se cobran a un precio más económico, por ejemplo, los primeros 100 kilovatios/hora que una persona consume; y a continuación, aumenta progresivamente el precio del consumo por tramos. En el caso de las empresas, existe la posibilidad de primar la introducción de medidas de eficiencia energética. «Estas medidas se podrían copiar de otras legislaciones sin mayores problemas». Pero no existe voluntad política para ello.
Mientras, un Real Decreto aprobado por el gobierno de Rajoy vuelve a penalizar al sector de las energías renovables, fundamentalmente el autoconsumo (establece un «peaje de respaldo»). Se cercena así la posibilidad de impulsar alternativas energéticas más sostenibles. Juan Ángel Sáiz propone alguna: «todas las cubiertas de las naves industriales a las que no se da uso, podrían llenarse de placas solares; se colocan en las cubiertas y se consume la energía justo debajo; no hace falta, por tanto, una línea eléctrica que transporte la energía eléctrica 100 kilómetros; es posible, además, en una segunda fase, implantar centrales fotovoltaicas de gran tamaño; aunque ésta sería la segunda opción. Además, en España tenemos muchas fábricas que producen las placas solares y disponen de tecnología propia». Pero falta la voluntad política, secuestrada por las puertas giratorias.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.