La política tiene entre sus funciones la de encontrar soluciones creativas a los problemas de convivencia. Lo malo es cuando el poder judicial es el que determina la política, y peor aún si existe la sospecha de que la independencia judicial sigue siendo una asignatura pendiente. Es lo que está pasando en España, al generarse […]
La política tiene entre sus funciones la de encontrar soluciones creativas a los problemas de convivencia. Lo malo es cuando el poder judicial es el que determina la política, y peor aún si existe la sospecha de que la independencia judicial sigue siendo una asignatura pendiente. Es lo que está pasando en España, al generarse una situación de bloqueo permanente de las instituciones que impide la solución de los problemas y desarrollar las apuestas estratégicas de futuro.
La calificación por la Fiscalía de los hechos sucedidos en Catalunya hace un año en el marco del «procés» ha sido valorada por Jueces por la Democracia como «técnicamente errónea»; una manera fina de decir que es una chapuza, ya que sin un alzamiento público violento no se puede acusar de rebelión con el Código Penal en la mano. La calificación de Fiscalía es una auténtica barbaridad. Por lo desproporcionada: tremendas peticiones de cárcel por defender posiciones políticas y tomar decisiones sin que exista violencia; en otros países democráticos europeos, las acusaciones de rebelión o sedición no tendrían ningún recorrido, como ya ha apuntado la justicia de Alemania, Bélgica, Suiza… al abordar las peticiones de extradición. Por los argumentos utilizados por la Fiscalía para incriminar a los líderes sociales, como el uso de la expresión «No pasarán», fórmula antifascista y de resistencia. Esto no va a resolver el problema existente, sino que lo va a acentuar al victimizar a los partidarios de la independencia y cavará un foso de diferencias cada vez mayor. La posición de la Abogacía del Estado, aunque rechaza el delito de rebelión, tampoco está fina al mantener la sedición: no puede haber una solución represiva a lo que es un problema eminentemente político.
Hay que destacar la utilización de una impresentable brocha gorda de la oposición de derechas, como ejemplo de la falta de templanza en la crítica política. Acusan de «golpe de Estado» por todo, por el 1 de octubre, por la moción de censura de Sánchez, por el dictamen de la Abogacía del Estado en relación a los presos del «procés». Y lo hacen, curiosamente, algunos de los que no han sido capaces de condenar los Golpes de Estado de verdad, como el de julio de 1936.
La situación creada conduce a que se cierren las posibilidades de aprobar los PGE para 2019. Presupuestos que, por primera vez en bastantes años, incluían medidas pensando en la mayoría social como consecuencia del acuerdo entre el Gobierno del PSOE y Unidos Podemos. Y el bloqueo de los PGE conduce casi inexorablemente al fin de la legislatura y a elecciones generales en 2019, probablemente en el otoño, de resultado siempre incierto. Porque lo que está en juego es qué bloque sacará mayoría de escaños para poder formar gobierno; el bloque conservador, formado por PP, C´s y Vox; o el bloque progresista de PSOE, Unidos Podemos y otros. Si gana el bloque conservador, intentará formar gobierno; y si no gana, habrá quienes defiendan alianzas entre PSOE y C´s, siempre que den los votos, para asegurar que no cambia nada sustancial en la política.
Pero en cualquiera de los escenarios, el peso de las fuerzas políticas soberanistas seguirá siendo decisivo y no solo cronificará el conflicto sobre la cuestión territorial, sino que hará prácticamente ingobernable el país. Y no hay solución fácil a esto. La ilegalización que defiende la ultraderecha o la modificación de la ley electoral apuntada por C’s para evitar que tengan presencia en el Congreso de los Diputados si no alcanzan un porcentaje del 3% a nivel estatal, es una peligrosa deriva hacia el autoritarismo.
Hay que abordar de frente los problemas territoriales, de modelo productivo, de consolidación y crecimiento del Estado de Bienestar, de reforma de la educación… No podemos perder más trenes para la modernización del país. Además, es evidente que los parados y precarios no comen con la unidad de España ni con su separación. Es necesario empezar a construir un sentimiento común de país, evitando la burda e interesada utilización de banderas y símbolos que separan más que unen. Se precisan líderes políticos con altura de miras, con cierta grandeza, que no estén pendientes de la crítica sistemática a todo lo que haga el partido rival. Estadistas más que populistas, que eleven el vuelo, abandonen la política rastrera y fijen la mirada en el horizonte. Este país no tiene arreglo, si sigue instalado en confrontación por un puñado de votos, como ha sucedido en Alsasua, si no se clausuran las cloacas del Estado, si no se investiga la corrupción en todas las instancias, incluida la Casa Real.
Es necesario que la derecha acepte a nivel emocional que el poder no le pertenece por derecho de conquista. Porque lo asumen a nivel teórico por aquello de la democracia, e incluso a nivel práctico aunque a regañadientes, pero tienen una concepción patrimonial del poder porque siguen influidos por historia del último siglo. Ello hace que considere un Gobierno «okupa» al Gobierno actual del PSOE, formado tras la moción de censura que contó con los apoyos suficientes y que es tan legítimo como el Gobierno Rajoy apoyado por los votos del PP y C’s.
Hace falta diálogo y, en última instancia, votar. Como mecanismo para resolver las diferencias. Tanto en Catalunya, ejerciendo el derecho a decidir, como a nivel general sobre la forma de Estado, una demanda cada vez más generalizada, especialmente entre la juventud. No parece que haya nada mejor ni más democrático. Muchas veces pienso con sana envidia en Portugal, nuestros vecinos, que acabarán dándonos sopas con honda en muchos terrenos, porque han hecho las lecciones que nosotros tenemos aún pendientes… (Gobierno de progreso, reforma educativa, capacidad de gestión política y de diálogo…). ¿Cuál es la diferencia principal entre ellos y nosotros? Seguramente, su 25 de abril.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/ideas/2018/11/07/la-ingobernabilidad/
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