Supongamos que Aguirre y Gil de Biedma, sin mayoría absoluta, consiguiera en segunda o tercera votación, tanto da, no es el punto, ser presidenta de la Comunidad con la abstención del Partido Socialista de Madrid. Supongamos también, para completar el cuadro, que Mariano Rajoy llegara a la presidencia del gobierno con la abstención del PSOE. […]
Supongamos que Aguirre y Gil de Biedma, sin mayoría absoluta, consiguiera en segunda o tercera votación, tanto da, no es el punto, ser presidenta de la Comunidad con la abstención del Partido Socialista de Madrid. Supongamos también, para completar el cuadro, que Mariano Rajoy llegara a la presidencia del gobierno con la abstención del PSOE. ¿Qué opinión nos merecerían estas investiduras? Es un escándalo, exclamaríamos probablemente, tomando pie en la rancia y chillona canción homónima del siempre presente Raphael. Pues bien, eso mismo acaba de suceder en Catalunya con la investidura de Artur Mas.
Se dirá: no es el lo mismo, no comparemos, no perdamos la razón, el PP no es biyectable sin contraejemplos con CiU. La derecha conservadora catalana no es, no ha sido nunca, la derecha ultramontana y neofranquista española. Aunque la afirmación, desde una atalaya histórica, exija más de un matiz, aceptémoslo: de acuerdo, no es lo mismo, algunas gotas de sangre democrática-antifranquista transitan en ocasiones por venas y arterias convergentes, pero la distancia no es aléfica ni decisiva. No es cierto, como suele afirmarse, que CiU sea una fuerza de centro y centrada, aunque Mas haya declarado recientemente que espera que Dios no permita que el PP consiga mayoría absoluta en España porque eso seria muy perjudicial para Catalunya y que exhorte al PSOE a que reacciones y afine su oferta electoral y sus liderazgos [1]. Cuando ha convenido han sido fieles aliados del PP. Y no de cualquier PP, el de Aznar.
PP y CiU se han entendido a la perfección en mil y una ocasiones; sus programas económico-sociales se diferencian en dos notas marginales a pie de página del capítulo décimo noveno de sus programas; algunos cuadros políticos de ambas organizaciones tienen un pasado político muy similar; las nuevas generaciones de una y otra formación responde al mismo estereotipo de joven y moderno triunfador/a sin pulsión poliética paralizadora (los negocios son los negocios, la pela es la pela), y, por si fuera poco, y para no cansar ni repetir lo obvio, Unió Democrática, el socio de Convergència, es un partido confesional de derecha extrema, dirigido por uno de los políticos más conservadores, duros y chulescos del panorama político español, que representa, con grados de corrupción muy homologables, intereses muy próximos a los que puede representar el PP en otros territorios ibéricos. Si a todo ello sumamos la política laboral, económica y antiobrera que CiU ha defendido, e impuesto, cuando ha estimado oportuno aliarse con el PSOE, la vecindad estratégica entre ambas formaciones no parece una afirmación disparatada.
El paco del PSC-PSOE y CiU seguramente ha encendido las lucecitas de júbilo en la Moncloa y en despachos y palacios próximos. Piensan en 2012. El reciente asesor de Gas Natural, más feliz que nunca por haberse conocido, se mostrará muy complacido. Sin asegurar nada, no es imposible que haya hecho alguna gestión. Está también para eso.
No se piense que el pacto y la abstención responden sólo a la tendencia, digamos, montillista-castellanista del PSC. La denominada corriente catalanista, sus portavoces más destacados cuanto menos, no sólo no abona lo sucedido sino que, de hecho, practicó esa política socioconvergente avant la lettre, en las parcelas de poder que adquirió durante los años del tripartito [2]. Ejemplo de libro: el pacto del conseller de Educación Ernest Maragall con Irene Rigau para la Ley de Educación catalana [3], mientras dejaba en la cuneta sin mover un músculo ni soltar una lágrima a sus socios de gobierno, a ICV-EUiA (Que estos fueran capaces de admitir una ofensa de ese calado sin provocar una crisis de gobierno es un asunto en el que ahora no podemos detenernos).
Más allá de los puntos generales, muy generales, incluidos en el pacto de urgencia (aunque tal vez no elaborado con tanta urgencia) CiU-PSC, la acción de gobierno de CiU, que piensa en Catalunya, pero también en el gobierno de España, según ha anunciado el actual president de la Generalitat, pivotará sobre dos ejes: la transición catalana y los esfuerzos para salir de la crisis.
Lo primero va a significar lo ya sabido: tensar la cuerda sin romperla, volver a hablar de fiscalidad y expolio, abonando la incomprensión mutua de la ciudadanía catalana y la del resto de España [4]. Es decir, lo contrario a lo defendido por lo mejor del catalanismo político y cultural, el que pudieron significar, por ejemplo, la obra y acción de Lluís Companys y Joan Comorera, o la obra poética de Salvador Espriu.
Sobre las propuestas para salir de la crisis, el nombramiento de Andreu Mas-Colell, un catedrático de Economía de enorme y muy merecido renombre internacional, anterior conseller de Universidades con Jordi Pujol, lo dice casi todo: nada de lo sucedido, nada de lo que está sucediendo, ha alterado un milímetro ni quiera un quark la profunda cosmovisión neoliberal del nuevo y poderosos conseller de Economía catalán. Las medidas de contrarreforma fiscal anunciada por Artur Mas en el Parlament son un neto indicio de todo ello. A las élites nadie les toca un pelo.
PS: Un ejemplo más de la socioconvergencia y de los probables senderos de la política catalana en los próximos años. Tomando pie en gestos del presidente Sarkozy, lo que no es forzosamente casual, el president Mas ha ofrecido la cartera de Cultura del próximo gobierno de la Generalitat a Ferran Mascarell. Proveniente de la organización Bandera Roja que se unió al PSUC en los años setenta, Mascarell ha sido durante años un algo cargo de los gobiernos municipales socialistas en la ciudad de Barcelona, siendo conseller en el último de los gobiernos de Pasqual Maragall quien por cierto señaló con simpatía el triunfo de CiU. En el momento en que escribo se ignora la decisión del que creo sigue siendo dirigente socialista en stand by. Pero no es difícil conjeturar su respuesta.
Notas:
[1] Público, 25 y 26 de diciembre de 2010.
[2] Una coalición gubernamental en la que ellos nunca se encontraron cómodos. Recordemos, por ejemplo, las declaraciones del ex Ernest Maragall.
[3] Una ley que, como es sabido, favorece aún más, y blinda incluso, los intereses de la escuela privada catalana, en su mayor parte confesional católica, apostólica y romano-catalana.
[4] Esa política de separación, sabido es, también tiene sus efectos, importantes efectos, en la población catalana cuyos orígenes se ubican en otras geografías. Recordemos, por ejemplo, lo apuntado por Joan Puigcercós durante la campaña electoral y el pago de impuestos de la ciudadanía de Andalucía.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.