La necesidad de esperanza hace que muchas veces nos ilusionemos más allá de lo razonable. Quizá por ello siempre he tenido cierta simpatía por Pedro Sánchez. Me pareció acertada su estrategia del «No es no» a la investidura del «señor de los recortes», Mariano Rajoy. Me gustó su valentía al enfrentarse al viejo aparato del […]
La necesidad de esperanza hace que muchas veces nos ilusionemos más allá de lo razonable. Quizá por ello siempre he tenido cierta simpatía por Pedro Sánchez. Me pareció acertada su estrategia del «No es no» a la investidura del «señor de los recortes», Mariano Rajoy. Me gustó su valentía al enfrentarse al viejo aparato del PSOE y resistir -hasta donde pudo- los durísimos ataques de poderes fácticos y mediáticos. La brutal campaña de Felipe González, Susana Díaz y El País hacia él, le revistió de una atractiva estética de perdedor, reforzada por la buena presencia y el tono moderado. Luego ganó las primarías internas apoyándose en el sector más socialdemócrata del partido y acertó al presentar la moción de censura que ganó junto con otros. También acertó al convocar elecciones anticipadas como algunos sugeríamos desde seis meses antes.
Parecía que quería cambiar las cosas en el partido y en el país, pero ahora no está nada claro, más bien lo contrario. Lo que está en el aire es si se forma un Gobierno de izquierdas para realizar una política de izquierdas o no. ¿Será capaz de reaccionar y apoyarlo? Tengo serias dudas, porque se está equivocando en demasiadas cosas y muchos afirman que es el más contrario al Gobierno de coalición. Pero suele pasar que los que menos quieren negociar son los que más aparentan querer negociar y se instalan en el victimismo para ganar un relato que convenza a sus bases y culpabilice al otro. Por eso hay que ir a los hechos. Veamos los errores que, en mi opinión, Pedro Sánchez y el PSOE cometen.
1. Falta de seriedad y contradicciones en la estrategia para formar Gobierno. No se puede entender que con un tercio de los diputados se pretenda tener el 100% del Gobierno y acusar a los posibles aliados de que solo le interesan los sillones cuando piden la parte proporcional a sus cuatro millones de votos. No se puede insistir en la falacia de que a Unidas Podemos (UP) no le interesa el programa cuando en todo momento lo han planteado por escrito, la última vez en el documento del 20 de agosto con 290 propuestas. Ha generado desconfianza la reiterada petición de apoyo al Partido Popular y a Ciudadanos para ser investido, al tiempo que se decía que el «socio preferente» era UP; parece que se quiere formar Gobierno para aplicar una política de «geometría variable», que no es otra cosa que pactar con la derecha los grandes temas económicos y de Estado, y algunas cuestiones sociales con la izquierda.
Ha hecho ofertas más aparentes que reales a Unidas Podemos buscando el no más que el sí. No se debe intentar dividir internamente a tu potencial aliado. Retirar la oferta del 24 de julio porque no se aceptó, en vez de basarse en ella para cerrar un acuerdo cuando las diferencias ya son muy pocas, además de infantil es claramente no querer el acuerdo. Los gobiernos de coalición no deberían ser algo extraordinario sino natural, como sucede en muchos países europeos y actualmente en Italia. Pero no nos engañemos, el fondo del asunto no es la fórmula de gobierno, sino la política que realice: a favor de la mayoría social o de las élites económicas. Por eso el PSOE no puede pedir: primero nos votan nuestro programa con adornos de ONGs amigas y después, ya veremos.
2. Echar el órdago de repetir elecciones si no se les apoya y culpar a los demás, especialmente a Unidas Podemos. La estrategia de buscar el acuerdo o la rendición en el último minuto es apostar por un trágala, correr el riesgo de seguir teniendo solo 124 apoyos y dejarlo todo a la incertidumbre de la ruleta rusa electoral. Jugar a repetir elecciones en noviembre es muy arriesgado. Quizá ha sido su apuesta de fondo desde el principio: nuevas elecciones para restar votos a Unidas Podemos y a Ciudadanos y recuperar el bipartidismo para mayor tranquilidad del régimen. Pero que nadie lo dude. La izquierda no va a ser premiada: la alta abstención por cansancio y cabreo perjudica sobre todo al bloque progresista. Uno de los sectores más movilizado, los pensionistas vascos, han avisado a Sánchez de que si repite elecciones «no gobernará» porque su colectivo «no le va a votar». Sería la tormenta perfecta para la derrota la suma del hastío por la incompetencia, las esperanzas frustradas y la eventual aparición de algún nuevo partido en la izquierda que fragmentase más el voto.
Si hay nuevas elecciones solo puede salir una mayoría del bloque de la derecha-ultraderecha que se pondría de acuerdo para gobernar, como ha hecho en Andalucía, Murcia y Madrid. O una situación parecida a la actual, con un PSOE sin mayoría absoluta que seguiría necesitando los votos del UP si no quiere entregarse en brazos de la derecha. Y, la verdad, para este viaje no se necesitan alforjas. A no ser que se siga jugando a que la presión de los poderes económicos y financieros sobre Rivera dé resultado (ya le han abierto una crisis), como apuntaba en el artículo ¿A qué juega el PSOE? Esperando a Rivera tras una investidura fallida.
3. No ser capaz de resistir las presiones de los poderosos para que no pacte con Unidas Podemos. Si los militantes del PSOE clamaban la noche electoral «Con Rivera, no», desde los poderes fácticos (banca, CEOE, Ibex, altas instituciones del Estado…) le decían: «No con Unidas Podemos, no con Iglesias». Por eso prefieren descaradamente que se vaya a elecciones el 10-N. Haría mejor Sánchez realizando una consulta (¿qué miedo tiene?) a la militancia socialista desconcertada porque quería un giro a la izquierda y denunciando las presiones, en vez de montar un teatro para culpar a la otra parte. Lo más inquietante es que quien cede una vez al chantaje de los poderes económicos, cederá muchas veces y no será capaz de realizar una acción de gobierno avanzada y renunciará a reformas de calado al actuar desde la sumisión.
4. Equivocarse de portavoces y asesores. Mantener a Carmen Calvo al frente de unas negociaciones en las que no cree y que ha intentado dinamitar con la manipulación de documentos, filtraciones y un tono agresivo e insultante hacía el «socio preferente». Ha sido especialmente vergonzoso el rechazo en dos horas del documento de agosto de UP de 119 páginas. Su sonrisa y la de Borrell el día de la segunda investidura fallida, lo decía todo. Calvo es la defensora de las posiciones más sectarias de la vieja guardia del partido, que están tan callados porque ven que la «negociación» para no llegar a nada está asegurada. Habría que escuchar las barbaridades que dirían los González, Guerra, Ibarra… si hubiera expectativas reales de acuerdo.
Confiar la estrategia a su consejero áulico, Iván Redondo, que es un condottiero de la política que actúa por dinero y no por ideología. Para quien no lo sepa, fue el asesor del PP, de Monago, de Basagoiti y de García Albiol, al que aupó a alcalde con la campaña xenófoba «Limpiando Badalona». A este paso, conseguirá conducir a Pedro Sánchez al fracaso, pero él se asegurará una dorada puerta giratoria. Al tiempo.
5. Rechazar los apoyos de Unidas Podemos, aunque no sean gratis ni incondicionales, en unos momentos en los que todo puede empezar a complicarse. Suenan los tambores de la recesión económica, se recrudece la guerra comercial entre EE.UU y China, la situación en Cataluña será explosiva con la sentencia de los presos del procés, la derecha-ultraderecha está cada día más envalentonada. ¡Qué torpeza! Debería ser el PSOE quien se esforzase en pedir a Unidas Podemos que entre y le acompañe en el Gobierno.
Lo peor que podría pasarle a un Gobierno Sánchez es que, en un ejercicio de gran responsabilidad, Unidas Podemos decidiera apoyarle para evitar la repetición de elecciones y cortar el paso a la derecha, pero pasase a la oposición desde el minuto uno. Y quizá no fuera la peor fórmula, para conseguir unos PGE, unas leyes y medidas profundamente progresistas, vista la política pusilánime del Gobierno Sánchez que no ha sido capaz de derogar la reforma laboral, la LOMCE y los recortes educativos, la ley mordaza, etc.
Seguramente hay muchas más cosas, pero creo que son suficientes las que se apuntan para poder decir decididamente que no son de fiar los que así actúan. Si toda la estrategia de Pedro Sánchez se reduce a echar la culpa a Unidas Podemos para convocar unas elecciones temerarias, es una irresponsabilidad que puede hacer, si se confirman los perores escenarios, que gobiernen las derechas durante en lustros.
La falta de acuerdo de la izquierda sería un drama para la mayoría social que espera cambiar la foto fija de la desigualdad en España y frenar a la ultraderecha. Aunque todos los políticos no son iguales, lo parecen cuando están ensimismados con sus juegos de estrategia por arriba y alejados de la ciudadanía y los trabajadores. La cuestión es que falta movilización en la calle para conseguir un acuerdo y, sobre todo, para la aplicación de un programa progresista. ¿No va a haber nadie que convoque en septiembre una gran manifestación por un Gobierno y una política de izquierdas? Les aseguro que yo, como peatón de la Historia, no faltaría a la cita. Hacer o sufrir la Historia, esa es la cuestión.
*Nota del autor: Este artículo iba a ser titulado La equivocada estrategia de Pedro Sánchez, pero visto el tono del PSOE en el debate del Open Arms y como parece que en la Ejecutiva se van a refirmar en ella, decidí cambiarle el título. Ojalá me equivoque.
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