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Entrevista a la escritora Belén Gopegui:

«La izquierda debe luchar siempre, incluso aunque piense que no hay salida»

Fuentes: laRepúblicaCultural.es

¿Cómo empezar a hablar de Belén Gopegui, cuya labor de narradora se ha hecho, en pocos años, con el aplauso de la crítica, y por supuesto del lector? Un lector habitual de literatura que busca y rebusca para encontrar retos prosísticos, narrativos y temáticos que le provoquen seguir amando la literatura y especialmente seguir creyendo […]

¿Cómo empezar a hablar de Belén Gopegui, cuya labor de narradora se ha hecho, en pocos años, con el aplauso de la crítica, y por supuesto del lector? Un lector habitual de literatura que busca y rebusca para encontrar retos prosísticos, narrativos y temáticos que le provoquen seguir amando la literatura y especialmente seguir creyendo en la novela como arte sublime del pensamiento y la reflexión, y cómo no, el compromiso. En esto último, el compromiso, Gopegui milita sin descanso, en sus obras, (entre las que se cuentan no solo novelas, también guiones de cine y obras teatrales), en su conferencias, en su vida, porque, dice, es imposible escribir sin hablar de política. La política conforma nuestra existencia, y nuestro vivir, aunque nos creamos exiliados de ella. Esta escritora madrileña del 63 hurga en nuestras conciencias manteniendo un diálogo con el lector desde su primera novela en 1993, exponiéndole a las cosas que cambian las sociedades: el dinero, las contradicciones con las que convivimos, la soledad, las revoluciones, el reflejo de los nos rodean, el dinero, el poder, el dinero… Es una traficante de dudas y conflictos interiores entre los que chapotean el amor, la amistad, la solidaridad, la justicia, la piedad, la verdad. Tal es el interés de sus novelas, que algunas se han adaptado al cine, cada vez más carente de argumentos interesantes.

Desde laRepúblicaCultural.es nos hemos acercado a Belén para que nos hable de literatura, del compromiso del intelectual, y entre medias hemos pedido que nos susurre un poco sobre la novela que tiene en proceso de creación. Somos, por tanto, lo primeros que anunciamos el brillo que tendrá la nueva criatura de Belén Gopegui.

Estás considerada por muchos críticos, entre los que me incluyo en primera fila, uno de los más firmes valores de las letras españolas. Ya desde las primeras novelas has dibujado una curva de crecimiento sin parangón. ¿Cómo ves la situación actual de la novela, no tiene algo de producto mercantil con demasiadas ínfulas de entretenimiento?

La situación de fuera: desesperación, y a veces inconsciencia, en los más débiles; delirio, charlestón, cinismo e hijoputez en los privilegiados. La de la novela: la misma, a no ser que seamos capaces de organizarnos.

En La escala de los mapas trazaste un argumento más bien intimista, muy meditativo. En Tocarnos la cara los sueños que se desploman, en el entorno del teatro, en La conquista del aire y Lo real el compromiso político. En El lado frío de la almohada la nostalgia de la revolución cubana y en cierto modo su desvalimiento. En El padre de Blancanieves, los actuales tiempos convulsos y confusos que vivimos donde el dinero es el único Dios. Ansiosos estamos por saber que nos traes en tu nueva novela.

A lo largo de los años he conocido a unas cuantas personas que han logrado ser admirables, inteligentes, amar la vida y no venderse nunca. Pienso ahora en Juan Blanco o en Antonio Estevan, que se nos han ido. Lo que estoy escribiendo trata de alguien que no tiene la madurez que ellos tuvieron, y sin embargo tiene el mismo impulso, la misma furia sagrada, su actitud. Es una novela corta, narra un gesto y es también un gesto.

¿Cuales son tus influencias literarias desde siempre, cuales tus escritores de repaso continuo?

Trato de leer autores nuevos casi tanto como de repasar a los maestros. Alberto Lema, Elvira Navarro, Fernando Díaz, Esther García Llovet, Eva Fernández, Natalia Carrero, y ya con más obra, Alberto Olmos, Julián Rodríguez, Manuel Vilas, son autores que me interesan por diferentes motivos, y de quienes espero mucho. Por otro lado, cada novela me ha ido llevando a mundos y lecturas no necesariamente literarias que han influido en las siguientes. Maestros a los que vuelvo: Brecht, Umbral, Raymond Williams, Graham Greene, Idea Vilariño, Leopoldo María Panero.

Parece que lo político se va diluyendo, desapareciendo de la vida y la carrera de los escritores. ¿Quedan intelectuales que se resistan a la seducción del dinero?

Quizá no se trate de resistir a esa seducción sino de permanecer fuera del lugar donde se produce. Un amigo, escritor de ensayos y que sin embargo no se define a sí mismo como escritor sino como activista, Néstor Koha, pone en la tercera edición de su libro Marx en su tercer mundo, esta dedicatoria: «A mi padre, Abraham Kohan, porque me enseñó y me inculcó desde muy chico, en la vida cotidiana, a tener conducta (según sus palabras), a no transar, a no negociar con los principios, a priorizar siempre los valores de la ética comunista (la solidaridad, la generosidad, la amistad, la lealtad, el compañerismo, el estímulo moral, el hacer lo que se debe sin medir) por sobre la mugre del dinero, el interés mezquino y material, lo que conviene, el respeto a lo establecido, el cálculo egoísta, el acomodo personal».  

Los grados importan, los grados con que se cede a esa seducción, unos ceden más y otros menos, pero seguramente la única forma de no ceder del todo sea salir del circuito, convertirse en un activista que escribe y no al revés.

«Ahora empiezo a reconocer la potencia de otro principio complementario, el deseo de lo que tenemos«, clama un personaje de La conquista del aire. ¿Tenemos escapatoria? ¿Deberíamos volver nuestra mirada, libre de los prejuicios de la prensa, a Cuba y su revolución?

La revolución cubana tiene mucho que enseñarnos. Aparte de eso, podríamos volver la mirada a nuestra transición que no lo fue, recordar las cosas que decían el PSOE y el PCE que iban a hacer y jamás hicieron, y exigírselas revolucionariamente.

Hurgas sin un asomo de vergüenza en nuestras conciencias y en la conciencia de la sociedad, especialmente de esta España nuestra, desde la curiosa Transición, a la actualidad crítica. Y lo haces sin dramatizar pero con severidad. ¿Puede volver la novela a recuperar su función movilizadora de conciencias, algo que parece dormido?

Las conciencias no tienen demasiado peso si no van acompañadas de los cuerpos, del riesgo real de ser herido y perder algo. ¿Puede la novela movilizar eso? Tanto como un recuerdo o una esperanza. Es decir, bastante, pero no del todo.

El neoliberalismo atroz de los ochenta/noventa nos está dejando sus residuos tóxicos, una crisis que no tiene pinta de mejorar a corto plazo. De alguna manera ¿presentías esta crisis en tus últimas novelas?

La crisis estaba inscrita en las condiciones capitalistas de producción, no hay ninguna adivinanza, se produce demasiado y no se puede dar salida a esa producción porque al mismo tiempo se extrae la plusvalía de millones de individuos y países hasta dejarlos convertidos en pellejos que no pueden consumir. Si eso se cruza con un planeta que se va a la mierda porque lo estamos saqueando, envenenando, asfixiando, y se cruza con la energía fósil desperdiciada, no hay que hacer predicciones, está delante de nuestros ojos.

Lo que no habíamos previsto tanto es la miseria de quienes, simplemente cuando ven sus beneficios reducidos, pierden toda dignidad. Lo desprecian todo, incluso a los muertos. Y ésa es la peor ignominia, no respetar a los muertos que les enseñaron y que no fueron dóciles, no rendirles homenaje porque ellos, los muertos, no les rindieron pleitesía y sumisión.

Algunos críticos fruncen el ceño, a pesar de admirar tu prosa y tu densidad, y siempre ponen un pero ante su discurso crítico sobre la sociedad ¿te importa la crítica?

Depende de quién proceda, en algunos casos una mala crítica es un elogio, en otros, me enseña.

«Alguna vez hemos tenido que cruzarnos en la melancolía, señor director. Alguna vez hemos tenido que mirarnos a la cara y reconocer en el otro la misma tristeza» escribe Laura Bahía. El espejo del otro, recogido también en Tocarnos la cara. Me da la impresión que Laura Bahía representa a esa izquierda desmoralizada de hoy, que solo ve a su alrededor desarraigo político y social.

Una izquierda desmoralizada no es izquierda. La izquierda, incluso aunque piense que no hay salida, debe luchar, siempre. Porque lo contrario sería dar la razón a los vencedores que vencieron traicionando, amasando mugre y soledad. Ni se lo merecen, ni vale la pena.

 

http://www.larepublicacultural.es/article1722.html