Durante el último debate del Estado de la Nación el Presidente de Gobierno se dirigió a Gaspar Llamazares: «Somos de izquierda pero del 2006». Esta camelística expresión se suele utilizar por aquellas personas y grupos que llaman modernidad al abandono de los principios, políticas y programas de izquierda. La pirueta dialéctica que realizan parte de […]
Durante el último debate del Estado de la Nación el Presidente de Gobierno se dirigió a Gaspar Llamazares: «Somos de izquierda pero del 2006». Esta camelística expresión se suele utilizar por aquellas personas y grupos que llaman modernidad al abandono de los principios, políticas y programas de izquierda. La pirueta dialéctica que realizan parte de una afirmación firme en la identidad con la izquierda pero seguida de cualquier conjunción adversativa (pero, no obstante, aunque, si bien, etc) que introduce los términos: moderna, del siglo XXI, europea, racional o cualquier otro con el fin de matizar o negar lo afirmado en el principio. Recuerden mis lectores el slogan lanzado por Felipe González cuando el PSOE abandonó el marxismo: «antes que marxistas hay que ser socialistas». Recuerden también la afirmación del mismo acerca de que la izquierda «son los empresarios que invierten» o la del mentor de Tony Blair, Giddens: «la izquierda es la izquierda del centro».
La misma expresión «Izquierda del siglo XXI» llama a equívoco en tanto que esa preposición «de» induce a adaptación de los principios y propuestas sociales; personalmente prefiero hablar de la «Izquierda en el siglo XXI». Desde 1982 con el primer gobierno González comenzó el desmontaje del llamado Estado del Bienestar.. El PP profundizó una obra ya comenzada y que contaba con la bendición de los tratados de Mäastricht y Ámsterdam. Aunque recordarlo ahora pueda producir melancolía traigamos a nuestra memoria los posicionamientos conjuntos de las dos centrales sindicales mayoritarias desde 1988 hasta 1995. Es obvio que la modernización técnica, las reformas estructurales comerciales y las mediaciones del entorno económico y político son tareas insoslayables pero que deben ir acompañadas de creación de nuevo tejido productivo, reducción de la jornada laboral sin reducción salarial y medidas que denominaríamos de Protección Social Plena (Renta Básica, pensiones, jubilaciones, etc.
Las reformas de los Estatutos de Autonomía, la búsqueda del acuerdo para la pacificación de Euskadi, la pedestre oposición del PP y la inaprensible posición de IU están facilitando, junto con la poderosa ayuda mediática el que la izquierda sea concebida como una operación cosmética aplicada al viejo rostro del capitalismo. Queramos o no estamos ante el problema de la Alternancia y la Alternativa. Recordemos también aunque sea de pasada, los ataques furibundos, los insultos y las diatribas del PSOE y el PP que recibimos cuando los Pactos de Lizarra. Y desde ese recuerdo, actualizado mediante la consulta a las hemerotecas y a nuestras publicaciones, enfoquemos la operación que ha puesto en marcha Zapatero, la actuación de sus dóciles instrumentos de justicia y la campaña laudatoria de sus corifeos.
Creo que en próximas comparecencias parlamentarias alguien debería preguntarle al Presidente de Gobierno algo así: ¿Es de Izquierdas el mantener un 34% de contratos temporales?, ¿es de izquierdas mantener e incluso reforzar una política fiscal regresiva en contra del artículo 31 de la Constitución?, ¿es de izquierda apoyar la última Reforma el Mercado Laboral que abarata el despido?, ¿es de izquierda que las rentas del capital superen a las del trabajo?, ¿es de izquierda que el Gasto Fiscal favorezca mayoritariamente al capital?, ¿es de izquierda la inhibición ante la especulación y el desastre urbanístico y ecológico?, ¿es de izquierda conseguir un Superávit en los Presupuestos Generales cuando hay tantas y tantas necesidades sociales?, ¿es de izquierdas asumir como motor de la Economía ese concepto capitalista llamado Competitividad?. Así podíamos seguir hasta el aburrimiento.
El problema es que está pasando como izquierda una progresía bien instalada y con influencia política. Para el capital es mucho mejor que la derecha porque eso facilita ante el imaginario colectivo la «legitimidad» y la «racionalidad» de los disparates en política económica y social. Y es que la izquierda se define y se manifiesta ante la sociedad como tal cuando afirma sus señas de identidad en la superación del conflicto que sigue siendo central y primordial: el del Trabajo y el Capital. Lo demás palabras, palabras, palabras.