«No explotarás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus compatriotas o un extranjero que vive en alguna de las ciudades de tu país…». Versículos del Deuteronomio citados por el presidente del Gobierno Español en el centro neurálgico del poder económico y militar mundial, con Obama de testigo. Sólo le faltó citar a […]
«No explotarás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus compatriotas o un extranjero que vive en alguna de las ciudades de tu país…». Versículos del Deuteronomio citados por el presidente del Gobierno Español en el centro neurálgico del poder económico y militar mundial, con Obama de testigo. Sólo le faltó citar a San Juan 8.32: «Y la verdad os hará libres».
Y, sin embargo, a nadie ha sorprendido que se acudiese a un texto bíblico para llamar la atención sobre la situación actual porque, desgraciadamente, miremos donde miremos, vemos pueblos y personas que sufren en medio de la injusticia, la riqueza y el despilfarro. En nuestro país doce millones de pobres, cuatro millones y medio de parados, más de un millón de familias con todos sus miembros en paro, y la espada de Damocles sobre todos los trabajadores.
Es conocido que entre el dicho y el hecho hay un trecho pero en el caso del Gobierno Socialista lo que hay es un socavón, agrandado ahora por su propuesta de reducir las pensiones y retrasar la edad de jubilación, su plan de reforma laboral, o su intención de reducir el gasto público a costa de los trabajadores.
Deuteronomio viene de «déuteros nómos», o «Segunda Ley», por oposición a la «Primera Ley», recibida por Moisés en el Monte Sinaí. Curiosamente, la Ley de Moisés estableció que, después de 49 años (siete veces siete) en que se podían perder las tierras, la casa y hasta la propia libertad, es decir, después de 49 años de servidumbre y de abandono en manos de explotadores y acreedores, tenía que venir un año jubilar, el quincuagésimo, en el que no se trabajaría, se recuperarían las tierras vendidas por necesidad, y los esclavos adquirirían la libertad. De este júbilo viene la palabra jubilación, que sigue representando, para millones de personas, la esperanza de una vida digna al final de su vida laboral.
Justamente estos días, se ha hecho público un estudio del University College de Londres, titulado «Sociedad Justa. Vidas Saludables», a petición del Gobierno Británico, en el que se concluye que elevar la edad de jubilación por encima de los 65 años representaría un desastre, debido a que tres cuartas partes de los británicos estarían demasiado «achacosos» para seguir trabajando. El estudio recomienda una reforma fiscal para redistribuir mejor la riqueza y señala cómo los británicos más pobres tienen diecisiete años menos de buena salud que los ricos y viven de media siete años menos. En nuestro pais los datos aún serían peores.
La propuesta de retrasar la edad de jubilación y reducir las pensiones persigue aumentar los recursos públicos para el capital privado y potenciar los fondos privados de vejez. Esta es la realidad frente a las medias verdades de gobierno y empresarios. Basta ya de argumentar que otros paises europeos también plantean retrasar la edad de jubilación porque el punto de partida es radicalmente distinto. Tenemos la edad de jubilación de las mas altas de la UE, se dedica sólo el 8,8% de la riqueza en pagar pensiones frente al 12% en Alemania, Holanda, Francia, Austria o Italia, y nos jubilamos mas tarde (63,8 años). En Francia la edad de jubilación es de 60 años y en Alemania la edad real de jubilación es inferior a los 61 años.
Hablemos claro. Según la Encuesta de Salud Europea (DG SANCO), la Esperanza de Vida en Buena Salud o Sin Discapacidades, para los que nazcan ahora en nuestro pais, será de 63 años, es decir, que cuando se jubilen, la mayoría de los supervivientes estarán enfermos, discapacitados o con una salud precaria. No digamos nada, pues, de los que vayan a jubilarse los próximos años. Además, con el 40% de los jòvenes en paro es un desatino alargar la edad de jubilación cuando lo necesario es todo lo contrario, reducir esa edad para contratar jóvenes y reducir la jornada laboral para repartir el empleo.
Hasta un niño comprende que el sistema de la Seguridad Social no puede estar en riesgo porque las cotizaciones son impuestos que recauda el Estado y este es el único que puede garantizar las prestaciones sociales, incluidas las pensiones, porque si la crisis ha dejado algo claro es que los bancos no garantizan nada salvo la quiebra en perjuicio de todos.
El problema es que somos rehenes del capital internacional, es decir, de los mismos que han creado la actual crisis. Sòlo así se entiende que la ministra Salgado haya tenido que ir a Londres, a convencer al capital privado de la credibilidad de nuestra economía, o la resistencia a una reforma fiscal progresista por temor a una evasión de capitales, o la denuncia de los técnicos de Hacienda porque la mitad de los ricos con mas de un millón de euros de ingresos no pagan un céntimo.
No es hora de medias tintas. Los dirigentes sindicales tienen que ponerse al frente para coordinar esfuerzos con los demás sindicatos europeos y liderar la lucha para nacionalizar los recursos financieros, reducir la edad de jubilación y la jornada laboral, acabar con la precariedad y el despido libre, equiparar a los empleados públicos con los laborales en materia de jubilación anticipada, y avanzar hacia una sociedad que acabe con la lacra del capitalismo.
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