Nueve mujeres acusadas de adulterio en Irán están condenadas a muerte mediante lapidación. Apenas dos hombres se encuentran en la misma condición, lo cual deja en evidencia el carácter femenino del fenómeno. Que los 11 condenados se salven de esta muerte brutal y humillante depende del éxito de de una campaña lanzada el 1 […]
Nueve mujeres acusadas de adulterio en Irán están condenadas a muerte mediante lapidación. Apenas dos hombres se encuentran en la misma condición, lo cual deja en evidencia el carácter femenino del fenómeno.
Que los 11 condenados se salven de esta muerte brutal y humillante depende del éxito de de una campaña lanzada el 1 de octubre por un grupo de abogados y feministas, hacia la abolición de las cláusulas del Código Penal Islámico que prevén la lapidación.
La enorme mayoría de las víctimas de lapidación por adulterio son mujeres porque, de acuerdo con la ley islámica (shariá), un hombre puede tener cuatro esposas permanentes y una cantidad indeterminada de esposas temporarias.
Cuando son sorprendidos en una relación adúltera, los hombres pueden alegar que están unidos a la mujer en cuestión por un contrato de matrimonio temporario, que puede ser sellado fácilmente por un plazo de horas, meses o años.
Una mujer no puede escapar del castigo con la misma triquiñuela.
«Las leyes sobre lapidación afectan más a las mujeres que a los hombres. Por eso confiamos en que la campaña movilice al público femenino», dijo a IPS Mahboubeh Abbasgholizadeh, integrante de la Campaña para Acabar con la Lapidación Para Siempre.
«Como feministas, debemos atender este problema al mismo tiempo que otros que alientan situaciones conducentes a la lapidación, como la poligamia, el desconocimiento del derecho al divorcio de las mujeres, el matrimonio forzado, la violencia doméstica y la pobreza», agregó Abbasgholizadeh.
«La naturaleza del movimiento feminista iraní es política, porque debemos concentrarnos en las leyes que sustentan la visión patriarcal de la sociedad, como las de poligamia y lapidación. Debemos desafiar a las instituciones religiosas y políticas que apoyan esas normas», consideró la activista.
La mayoría de las condenadas a lapidación son las halladas culpables de complicidad en el asesinato de sus maridos. En unos pocos casos, mujeres casadas fueron condenadas por prostitución.
Las mujeres no casadas halladas culpables de actos sexuales ilícitos son condenadas a recibir azotes las tres primeras veces. A la cuarta pueden ser sentenciadas a muerte.
Ése fue el caso de Atefeh Sahaleh, de 16 años, conducida a la horca en agosto de 2004 en la septentrional ciudad de Neka.
La ley islámica dificulta la prueba de adulterio. Para que los jueces dispongan la lapidación, la acusada debe confesar su falta en cuatro ocasiones frente al tribunal. La acusada puede retractarse de sus confesiones en cualquier instancia del procedimiento.
Otra posibilidad es que cuatro testigos hombres la señalen, o que el juez conozca su condición de adúltera. Este último extremo sirve de base para la sentencia en la mayoría de los casos.
Hajieh Esmailvand, de 35 años, residente en el nororiental poblado de Jolfa, pasó cinco años en prisión por complicidad con el asesinato de su esposo, y pasaron dos años más hasta que fue condenada a lapidación.
Hoy en libertad bajo fianza, Hajieh asegura que el asesino de su esposo intentó violarla antes de cometer aquel crimen.
En cambio, el asesino aseguró que Hajieh era su amante y había sido cómplice en el homicidio. Como no estaba casado, fue condenado por sexo ilícito a cien latigazos. Luego, la familia de la víctima estableció el castigo por el asesinato.
En el momento de su arresto, Hajieh solo hablaba en azerí, no persa. Aceptó la acusación por adulterio porque no entendió el término técnico utilizado por el juez. Aseguró luego que se percató del error cuando el tribunal la condenó a la lapidación.
La mujer casi sufrió la lapidación en 2004. Ya se habían emitido las invitaciones para la ejecución en su pequeño poblado, pero la ejecución se suspendió cuando un juez detectó los errores en el juicio. Ahora, Hajieh confía en ser absuelta en un nuevo proceso.
El régimen islámico iraní se comprometió verbalmente ante la Unión Europea a poner fin a las lapidaciones a mediados de los años 90. La Corte Suprema decretó una moratoria temporal sobre este castigo en diciembre de 2002, y en varias ocasiones intervino para suspender ejecuciones concretas.
El portavoz del Poder Judicial Mohammad Karimi Rad aseguró recientemente que la lapidación solía ser aprobada por los tribunales pero no era ejecutada. Pero diversos testigos dan cuenta de la ejecución de Zahra Gholami en la prisión teheraní de Evin en 1999.
Un hombre llamado Abbas también habría sido lapidado, así como una mujer, Mahboubeh, en un cementerio de la nororiental ciudad de Mashad, en mayo de este año.
Tanto Abbas como Mahboubeh fueron lavados y cubiertos de un sudario antes de la ejecución, como si en vida ya fueran cadáveres preparados para un entierro islámico..
La mujer fue enterrada en posición vertical hasta el pecho y el hombre hasta la cintura. La multitud los apedreó hasta la muerte.
«Hacemos campaña contra la lapidación por la brutalidad que implica el acto. Este tipo de castigo transgrede la dignidad humana. No nos oponemos al castigo de los delincuentes, pero ningún ser humano en su sano juicio debería acabar con la vida de otro con tanta impiedad», dijo Abbasgholizadeh.
Quienes desarrollan la campaña comenzaron a recoger firmas en respaldo a su abolición. Advierten que, aunque la Corte Suprema intervenga en todos los casos, siempre será posible revertir una orden en contrario y ejecutar la sentencia.
Buena parte de la campaña se desarrolla por medios electrónicos, como páginas en Internet. Las autoridades bloquearon el principal de esos sitios. Sus gestores cambiaron su dirección como respuesta a la censura.