Para muchos el proceso que se está llevando a cabo en Venezuela es difícil de comprender. Desde las tribunas de la derecha se insiste en descalificar al Presidente Chávez, y se intenta caracterizarlo con frases que van desde «populista con chequera», hasta calificar su gobierno como «despotismo democrático». Desde los centros del poder mundial se […]
Para muchos el proceso que se está llevando a cabo en Venezuela es difícil de comprender. Desde las tribunas de la derecha se insiste en descalificar al Presidente Chávez, y se intenta caracterizarlo con frases que van desde «populista con chequera», hasta calificar su gobierno como «despotismo democrático».
Desde los centros del poder mundial se le acusa de todo lo imaginable, mientras se tejen complots para sacarle del poder. Pero lo cierto es que este hombre llegó al poder en ancas del voto popular y ha revalidado su gestión, quizás como nadie antes en la historia, ganando las ocho contiendas electorales a las que se presentaron él o sus propuestas, referéndum revocatorio de su mandato incluido.
Y el apoyo del pueblo parece ir in crescendo constantemente. Para entender ese apoyo popular resulta bueno conocer las Misiones Sociales, base en que se cimienta, que han llevado a las antes excluidas grandes mayorías venezolanas, al acceso a la salud, la educación, la vivienda y la alimentación entre otras cosas. Ramón Mederos nos brinda en esta breve visita a nuestro país, un panorama de lo que se está haciendo con el libro en la República Bolivariana.
La Plataforma abarca prácticamente todo el proceso del libro. Si, desde la creación, el proceso industrial los procesos de circulación y comercialización, el de recepción que es la biblioteca y los más de siete mil círculos de lectura que hemos creado.
¿Podés afirmar que se está generando una expansión del acceso al libro en Venezuela? Somos «robinsonianos» (por lo de Simón Rodríguez, que se hacía llamar Samuel Robinson, y es uno de los idearios que inspiran la Revolución Bolivariana). Y el pensamiento de Robinson era socialista. En su época él lo llegó a llamar «sociabilidad, que no es un concepto sistémico: «No podemos pensar en el bien individual sin que éste impacte en el bien colectivo, y viceversa». Robinson llamaba a esto la sociabilidad, y apostaba al uso de la razón y al control del egoísmo, que definía como «amor propio negativo». Y nosotros en esa línea tenemos una serie de principios declarados, Por ejemplo entendemos que la lectura y la escritura constituyen prácticas socialistas. En términos de Robinson diríamos prácticas de sociabilidad, pero para qué entrar en eufemismos. Decimos que son socialistas, y ese término, a veces incomoda a propios y ajenos, a adversarios y a quienes están con nosotros. Este es un concepto que mucha gente aún no ha logrado asimilar.
Está presente el choque contra el concepto de lo que fue el llamado «Socialismo Real». Exacto, y el propio Presidente Chávez lo reconoce. Estamos construyendo. Pero yo lo declaro sin tapujos: la lectura y la escritura constituyen prácticas socialistas. Hay que abolir la intermediación del mercado en su poder de determinar cuáles son los contenidos, los saberes, los temas, los gustos y las estéticas que circulan en la sociedad. Es la sociedad organizada, a través de los Consejos Comunales, quien determina cuáles son esas necesidades. Y los medios de producción y el Estado deben satisfacer esas necesidades. Esa es la diferencia entre el modelo socialista y el capitalista. El capitalismo es egoísta. El socialismo es el sistema del bien común, el fin social, satisfacer las necesidades del colectivo. Y ahí nos beneficiamos todos.
La ideología dominante también se reproduce a través del libro. Hemos afirmado cosas como que hay que abolir o derrotar la bibliografía y la historiografía burguesa. Y hay gente que se siente un poco atacada.
El término burgués también tiene muchas connotaciones. Hay que aclarar los términos, que de pronto suenan muy radicales. Pero no deben preocuparse; no es que vamos a dejar de leer a Lord Byron o a Balzac y nos vamos a dedicar a hacer adoctrinamiento a través de los contenidos. No, esos libros ya tienen su espacio, son obras universales, de todos los tiempos. Están allí y los podemos leer todos. Derrotar la bibliografía burguesa no significa otra cosa que abrir un gran espacio para el conocimiento alternativo, el pensamiento crítico, al que el mercado de las artes y el del libro le han puesto una muralla de contención. Nosotros creemos que una vez derribada esa muralla, una vez sustituido el concepto de mercado por un concepto sistémico del libro, donde la oferta y la demanda sean reales y no falsificadas, se liberará todo ese pensamiento contenido, que está allí y no es reconocido, porque los criterios de legitimación son de tipo rentabilista: Tú ingresas al mercado si eres rentable para mí. Se piensa en forma monetaria, mercantilista, y nunca en la rentabilidad social. Imaginemos un escenario en donde ese pensamiento comience a circular de manera masiva, e ingresen a ese sistema más pensadores y escritores, democraticemos el acceso a ese gran chorro de producción, se crearán allí nuevos gustos, nuevas corrientes de pensamiento, nuevas estéticas y más temas. En la medida en que esto varíe nos beneficiamos todos. No se le pide a la empresa privada que renuncie a su lucro, por el contrario, pero sumados todos a un fin social.
Parece un escenario ambicioso. No tanto. Estamos haciendo un mapa, una especie de atlas, de las necesidades de conocimiento. Es una realidad cercana. A través de los Consejos Comunales, veinticinco mil en todo el país, hacemos ese mapa de las necesidades de conocimiento del país. Estamos estudiando una ley del libro revolucionaria, que aún debe ser discutida en todo el país y avalada. La que tenemos es absolutamente neoliberal, excluye al lector, que no aparece por ningún lado, está allí subyacente como consumidor. Y arranca del concepto de desarrollo de la industria editorial; esto es claramente poner al medio por encima de la finalidad. Es al revés, la finalidad es la sociedad a través de un sistema comunicacional.
¿Que necesidades o temáticas han podido detectar que no estuvieran cubiertas por la industria tradicional? Somos países en vías de desarrollo, pero paradójicamente el conocimiento que circula no va en esa dirección. La cantidad y la calidad de conocimiento de tipo técnico y científico que circula es inversamente proporcional a las necesidades que tiene un país. En todos los países de América Latina sucede que cuando vas a una librería, más de la mitad de la superficie de exhibición y venta es de libros españoles. Y no es xenofobia. Pero la industria española es muy fuerte, con grandes herramientas económicas para la publicidad. Además es tanta la producción en ejemplares y títulos, que el tema de los saldos permite especular a muchas personas de otros países. Compran «a precio de gallina flaca» -como decimos en Venezuela- «y lo matan como cochino gordo». Y un libro que les cuesta medio dólar o euro después lo venden en veinte o treinta dólares, lo que en muchos de estos países constituye hasta una cuarta parte del salario mínimo. Es preocupante la especulación con el libro. El próximo año nuestra cuota de producción estatal será de tres mil quinientos títulos, que iguala y hasta supera a la cuota histórica sumada de privados y públicos. Habrá obras de todos los campos del saber, no sólo literatura. Y alcanzaremos los veinte millones de ejemplares.
¿Ha aumentado la posibilidad de publicar para los autores nacionales? Claro, y fíjate cómo. En primer lugar contribuimos de manera determinante a la creación de una red de escritores de Venezuela. Son dos mil quinientos compatriotas que estaban dispersos como estaba todo en el país. Estamos haciendo un desarrollo endógeno hacia un conocimiento profundo de nuestras cosas, un enraizamiento. Es un tejido o alianza que se hace a través de las librerías y bibliotecas. Son dos mil quinientos compañeros que tienen un convenio de cooperación a través de la firma de un contrato de productos y servicios.
¿Funcionan como empleados públicos? No, no, yo te doy dinero y tú me escribes. Pero no cualquier cosa. Es en función del relevamiento de necesidades que se ha hecho. Y para representarlos luego en el exterior y brindarles servicios se ha creado la Agencia Literaria Venezolana. También tenemos la Red de Imprentas Regionales, un sistema digital interconectado a una red, veinticuatro en total, que reproduce en simultáneo lo que se imprime. Todo esto es supervisado por unos Consejos Editoriales Comunitarios, integrados por miembros de la Red de Escritores y de los Consejos Comunales, y ejercen la contraloría social.
¿Los esfuerzos que ustedes llevan a cabo en Venezuela se conjugan con los de CERFLALC, cuya vicepresidencia ocupas? No, y nosotros paradójicamente fustigamos mucho a este tipo de instituciones. Si bien es internacional e intergubernamental, se ha aprovechado del hecho de que la institucionalidad cultural pública del libro ha sido derribada por el neoliberalismo, y en la práctica se ha convertido en una relación con las cámaras privadas del libro. El concepto de este organismo de la UNESCO es «el libro», mientras nosotros hablamos del «libro necesario». Imaginemos a alguien leyendo un libro y hagámonos las preguntas fundamentales: ¿Qué libro está leyendo? ¿Por qué ese libro y no otro? ¿Cómo accedió a ese libro? ¿Cuánto le costó? Son muchas preguntas para entender que leer no significa hacerlo en cualquier libro. En todo texto subyace un aparato teórico conceptual, desde la Biblia hasta el directorio telefónico. Es altamente peligroso que el libro que circule esté siempre determinado por los intereses mercantilistas, porque además, al sumar la producción verán que las fuentes originarias son muy pocas y apuntan hacia un pensamiento único.
Si bien Venezuela ha terminado con el analfabetismo clásico, ¿cómo es el fenómeno de lo que se conoce como analfabetismo funcional, y qué se hace para combatirlo? En Venezuela tenemos cuatro misiones educativas: Misión Robinson 1, que es el plan de alfabetización, y la Robinson 2, que los lleva hasta sexto grado, la Misión Rivas que es hasta bachillerato y la Misión Sucre para graduarlos en la Universidad. Hay más de cuatro millones de personas beneficiadas por estas misiones. Y ahora viene la Misión Robinson 3, que apunta a una gran campaña nacional por la lectura, procurando elevar la capacidad crítica y reflexiva de los neo lectores, porque nada haces tú sacando de la oscuridad a millones de personas para después dejarlas a merced del mercado para que se alienen de nuevo.
¿Y esto no ha generado acusaciones de adoctrinamiento por parte de la oposición? La derecha nos acusa de ello. Y sí, adoctrinamos, hemos impreso un millón de ejemplares del Quijote, en lugar del Manifiesto Comunista. Estamos imprimiendo quinientos mil colecciones de Los Miserables, con tres tomos cada una, para obsequiar ahora a partir del 30 de setiembre.
¿No resulta riesgoso darle el Quijote u obras difíciles a quien recién aprendió a leer? Es una versión resumida, más ligera, con letra grande, adaptada pensando en los neo lectores. Y se han hecho lecturas colectivas, en plazas en todo el país, donde participaron multitudes de personas. Había filas de más de tres kilómetros de personas para recibir el libro. ¡Y pensar que nos habían enseñado a creer que el venezolano no estaba interesado en leer! El fin que perseguimos es que el pueblo adquiera conocimiento y no como dice la oposición que estamos adoctrinando. Porque el conocimiento ayuda a despertar la conciencia y cuando adquieres conciencia eres un ser capaz de emanciparte, cuando tienes conciencia puedes discernir si el modelo por el que luchas es mejor que el anterior.
Eso que mencionás de las actividades por todo el país habla de una descentralización. Si, es muy interesante, La cultura se «descaraquizó». Fíjate, el Premio Nacional del Libro que se otorgaba, que era una especie de «Miss Book», se le daba al libro más hermoso, cuyo papel venía de las cáscaras de arroz cultivadas en noches de luna llena por vírgenes vestidas de blanco, para hacer una caricatura. Entonces lo ganaban las tres empresas de siempre. Ahora el Premio Nacional del Libro es un verdadero premio nacional, que incorpora tres categorías: libro, servicios -premiamos a las bibliotecas-, y lectores. Se otorgan premios regionales en veinticuatro lugares y en cincuenta y siete categorías. Por lo que hay cada año más de mil ganadores en todo el país. No debe haber un premio tan incluyente en el mundo como este. Y lo mismo sucede con la Feria del Libro. Siempre era en Caracas, y era absolutamente mercantilista. Tú quitabas los libros y ponías zapatos y había gente que no se hubiera dado cuenta. Ahora estamos en todo el país, en todos los estados. La primera edición de esta nueva Feria fue el año pasado y fue un éxito rotundo. De las cien mil personas que iban a la anterior, pasamos a seiscientas mil en esta nueva versión, sólo en Caracas. Con todo esto ganamos todos; ahora tenemos muy buena relación con la empresa privada y las cámaras, porque hemos puesto el libro de moda y la gente está comprando libros. Mientras más lectores hay más compradores hay también. La Cámara privada venezolana admite que la producción de títulos y las ventas de las librerías se incrementaron. Y no ahorita, ya en el 2004, Planeta por ejemplo, dijo que las ventas en Venezuela habían superado a las de México.
¿Cómo es la política con respecto a los textos de estudio? Allí no se ha avanzado mucho, pero esperamos a mejorarlo con la Ley del Libro. Aún es un segmento dominado por editoriales privadas, algunas trasnacionales, que imponen contenidos, y se resisten a ver la historia de otro modo que el de la historiografía burguesa, con una visión ajena a nuestra sensibilidad y una visión eurocentrista en muchos aspectos. Falta aún una política contundente para que el Estado genere una producción más orientada a ese contenido que se requiere. Estas empresas mandan sus promotores a las escuelas y los estudiantes terminan obligados a comprar los libros de su lista. Es un proceso monstruoso, con muchas negociaciones oscuras detrás. Son libros muy costosos, que además no se pueden usar al año siguiente porque ya se pide otro. Falta regular y crear una política de Estado en materia de libros escolares.
PERFIL
Tiene 43 años, es casado y padre de Camila de 6 años. Es Licenciado en Letras y posee un Doctorado en Literatura Española en Barcelona. Tiene una Maestría en Derecho Editorial y otra en Linguística, Lexicología y Lexicografía. Ha sido profesor durante varios años, bibliotecario, vendedor de libros puerta a puerta, y Editor del Ministerio de Cultura. Actualmente es Presidente del Instituto Autónomo (CENAL) Centro Nacional del Libro de Venezuela y Coordinador de la Plataforma Política de Editoriales, un conjunto de instituciones adscriptas al Ministerio de Cultura, dedicadas al libro. Son tres editoriales, un Centro de Investigaciones Latinoamericanas (CELAR), la Casa Nacional de la Letras Andrés Bello, que se encarga del proceso creador, la Red de Librerías del Estado con cuarenta y siete librerías distribuidas en el país, la Distribuidora Venezolana del Libro y la Imprenta Cultural. Vicepresidente Ejecutivo de Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERFLALC), dependiente de la UNESCO.