Louis Joinet fue el Presidente de la Conferencia Humanitaria para la Paz en el País Vasco que tuvo lugar en junio en París. Un proceso que sigue de cerca desde hace casi cincuenta años. Invitado a Baiona para hablar sobre justicia transicional, también aprovechó la visita a Euskal Herria para reunirse con los familiares de […]
Louis Joinet fue el Presidente de la Conferencia Humanitaria para la Paz en el País Vasco que tuvo lugar en junio en París. Un proceso que sigue de cerca desde hace casi cincuenta años. Invitado a Baiona para hablar sobre justicia transicional, también aprovechó la visita a Euskal Herria para reunirse con los familiares de la presa política Lorentxa Beyrie, que conoció en prisión hace años.
¿Cómo valora la repercusión que ha tenido la Conferencia de París?
Ha tenido mucho eco, esencialmente en País Vasco. Pero es necesario que el debate tenga lugar primero entre los vascos, y después entre los vascos, España y Francia. Y desde ese punto de vista es positivo.
Lo que ha sido muy positivo es que tuvo lugar en la Asamblea Nacional, no sé como funciona la democracia española, pero aparentemente les ha sorprendido. Entre nosotros no, todo diputado tiene acceso. Entre los participantes se encontraban parlamentarios, electos locales… tanto de la derecha, como de la izquierda.
¿Cómo explica usted que mientras en Ipar Euskal Herria los electos de la derecha y de la izquierda están a favor del proceso, los gobiernos no hagan nada para que el mismo avance?
Mientras no haya una voluntad real para que tenga éxito por parte de ambas partes, se puede lograr, pero será muy largo.
Conozco el proceso vasco desde antes de 1981, antes eramos antifranquistas y por lo tanto provascos. Ahora sé que hay una verdadera voluntad política interna a favor del proceso. Pero no consiguen salir de la clandestinidad, porque siguen estando perseguidos, y algunos han sido detenidos hace poco. Mientras tanto, ¿cómo hacer la paz? Esa es la cuestión de fondo.
Si un Estado manda a sus servicios secretos a continuar a espiar a los etarras… deberían tener una rama que verifique si se trata de una propuesta real o no. Porque los estados están muy influenciados por los servicios secretos; he trabajado con cinco primeros ministros y sé de qué se trata. Pero parece que no lo creen, está bloqueado.
¿Pero y si realmente sí lo creen pero no quieren hacer nada?
Incluso si creen en la voluntad, no quieren reconocerlo, tienen miedo de que les digan que andan maquinando con los terroristas. En España es más complicado porque hay una corriente política independentista, que no hay en Francia (quitando Córcega).
No tengo la respuesta concluyente, pero si una cosa está clara es que hasta que en España las elecciones no hayan pasado, no habrá nada. No quiere decir que el próximo gobierno sera más abierto, pero estamos en un momento clave.
Sobre el proceso de paz que gestionó en Nueva Caledonia, usted dijo: «Si hubiésemos utilizado la via legalista, nunca habría habido paz».
Sí, es lo que yo llamo «integrismo legalista». Es difícil, tengo amigos juristas que no lo comprenden, y dicen que es la ley la que debe de ganar. En mi opinión los derechos humanos son un medio, no el fin, he pasado toda mi vida en ello, y creo que el fin es la paz. La paz es como el amor, hay altos y bajos, pero es eso lo que hay que lograr.
Con el «integrismo legalista» ocurre, que se toca la paz con la punta de los dedos, vamos a besarnos (para continuar con la analogía), y en el último momento aparece un jurista que dice que es inconstitucional. Esa imagen del amor muestra que esa sed de paz es como el flechazo, no hay que dejarlo pasar. No es un argumento jurídico el que va a introducirse en la alcoba.
¿El tema vasco crea problemas diplomáticos entre el Estado francés y español, o el Estado francés no tiene problemas para seguir lo que le marca el Estado español?
No sé cuál es la postura del Gobierno francés, yo solo constato que detienen a los etarras en Francia, por lo tanto está mal informado sobre el proceso de paz. Es muy simple.
¿Cree usted que se utiliza la ley como un arma, para enfrentarse a ese proceso de paz en el que no creen?
Sí, cuando se detiene a la gente se aplica una ley. Todo proceso de paz supone que cada parte de un paso hacia la otra parte, y todavía no está maduro. Se ven claramente los pasos sobre los que se debería pensar, como acercar a los presos.
Es difícil pedir a los servicios secretos que informen sobre la paz y no sobre la guerra, pero es una gran experiencia que he adquirido. Cuando era consejero del primer ministro me confiaron ese trabajo. Cuando decidieron que iban a continuar con la represión, dijeron que también hacía falta una visión política de la violencia política, es lo que está en juego hoy en día. Se va a crear del final un problema.
La línea entre la legalidad y la ilegalidad es muy fina, y los dos estados dicen que hay que hacer lo que dicta la ley.
Haciendo referencia a mi experiencia en Chile, el rol del juez es interpretar la ley, y la ley puede interpretarse en los dos sentidos. Yo siempre he tratado, incluso como juez, de interpretar la ley teniendo en cuenta la legalidad futura. Cuando se está en un proceso de paz sincero, la ley debe interpretarse para que el proceso tenga éxito, y no para aplicar la represión. Es necesario que el amor llegue hasta los estados.
Yo he cometido inconstitucionalidades en el proceso de paz de Nueva Caledonia, pero había una sed de paz tan grande, de los dos lados… Cuando celebramos el acuerdo de paz a las cinco de la mañana con una copa de champagne, era un momento para llorar, era una noche de bodas (ríe).
Usted se define como facilitador. ¿Cuál es el trabajo de un facilicitador?
Es capital. Un negociador, tiene que elegir un campo, el negociador despoja un poco a la gente de la negociación. La negociación debe de hacerse entre la gente con intereses. Desde mi rol, facilito que se hablen.
La gente creía que me ocupaba de la negociación entre Francia y España, pero no, yo me ocupaba de la facilitación interna de ETA. Nunca he participado en negociaciones con el Gobierno español. Cuando me reuní con (Rafael) Vera, era porque quería verme, porque la gente de los servicios secretos debía de haberle informado. Pero no dije nada, no nos dijimos nada.
En el interior de un movimiento clandestino, y que está muy politizado, una decisión de acuerdo de paz no se puede tomar más que al nivel de la cúpula, dirección política. Pero una parte de la dirección está en el exilio, otra en prisión y la otra es clandestina, y hace falta que se encuentren, ese era nuestro trabajo: facilitar encuentros.
Yo no sé lo que se decían entre ellos, sacaba a algunos de la cárcel, me las arreglaba para que no detuviesen a los estaban en la clandestinidad. Logré que no hubiese micrófonos en la casa, pero como no tenían confianza, se iban a llamar a cabinas de teléfonos, cuando la casa no estaba bajo escucha y las cabinas sí, sin que yo lo supiese. Es una historia de locos.
¿Cómo se podría hacer avanzar el proceso?
Tal vez diría que el proceso de Aiete ha internacionalizado demasiado el proceso. Los estados detestan la internacionalización. Es necesario que si hay una negociación, haya un facilitador, o sino una pequeña comisión de no más de tres personas, como en Haiti. Y hacer madurar la voluntad de creer. Hace falta ese flechazo, que se puede desencadenar en cualquier momento, en un momento se cree. Vendrá, es ineluctable.
¿La internacionalización puede ser un problema?
Mi rol es hacer fructificar el aspacto internacional, para que vuelva aqui. Porque tendrá un efecto en el futuro. Lo de Aiete tuvo una utilidad, estuvo Koffi Annan. Haría falta que se implicase otra vez un poco, no públicamente, pero que pidiese tener un contacto con el Ministro de Asuntos Exteriores, o el embajador. Lo que hay que entender es que hay que implicar al Estado, que tenga él el problema. Yo tengo técnicas para eso.
La pasada semana hubo un encuentro sobre su vida profesional y la justicia transicional, en Baiona. ¿Cómo fue?
Fue histórico, porque era también el lanzamiento de una revista sobre la justicia transicional, en francés. La justicia transicional se ha convertido en un negocio de los anglosajones. No hay ninguna obra jurídica de alto nivel en francés, y el profesor Jean-Pierre Massias lo ha hecho, además está muy bien hecha. Yo era un experto del tema con los «Principios Joinet».