Año tras año la población campesina en el mundo ha ido disminuyendo a un ritmo vertiginoso. El éxodo rural se ha convertido en una realidad palpable en el transcurso del siglo XX, lo que ha desembocado en un cambio radical del paisaje y de la agricultura campesina y tradicional. En Europa se ha pasado de […]
Año tras año la población campesina en el mundo ha ido disminuyendo a un ritmo vertiginoso. El éxodo rural se ha convertido en una realidad palpable en el transcurso del siglo XX, lo que ha desembocado en un cambio radical del paisaje y de la agricultura campesina y tradicional.
En Europa se ha pasado de los 27 millones de campesinos en el año 1950 a los 8 millones del año 1994. Paradójicamente la producción agrícola ha ido en aumento a manos de las grandes explotaciones y de la industria agroalimentària. Para poner un ejemplo, a mediados de los años setenta y pese a la creciente desaparición del campesinado norteamericano, la producción agrícola en los Estados Unidos (EEUU) creció en un 600%, con una sobre producción que inundó literalmente el mercado internacional. Una situación que fue resultado de las cuantiosas subvenciones que el Gobierno de los EEUU había destinado y destina a las grandes explotaciones de las empresas norteamericanas transnacionales.
En Catalunya, sin ir más lejos, la población campesina activa suma tan sólo un 1,2% y en el Estado español llega a un escaso 5,6%. Con estas cifras, en los próximos quince años, el Estado español tendrá que importar el 80% de los alimentos. La vida en el campo desaparece, pero nuestras necesidades alimentarias continúan siendo las mismas. Entonces, quién se encargará de la producción alimentaria tanto a nivel local como global? En manos de quién está nuestra alimentación?
La industria agroalimentària está ocupando el lugar del campesinado tradicional, aquel que cuidaba del campo, de la tierra, de las semillas, de la vida. Ahora la agricultura ha pasado a ser una mercancía más, ha entrado a formar parte de la lógica neoliberal al servicio del máximo beneficio. Nos encontramos ante una situación paradójica e insostenible donde los alimentos que consumimos recorren miles de kilómetros antes de llegar a nuestra mesa. En Catalunya, un 59% de las manzanas fuji que se venden son chinas, mientras que sólo un 10% son leridanas. La comida viaja extraordinariamente. Otra cifra: el 60% de las patatas que comemos vienen de Túnez, Egipto y Francia. Se calcula que, actualmente, la mayor parte de los alimentos viajan distancias entre 2.500 y 4.000 kilómetros, un 25% más que en el año 1980.
Éste 17 de abril se ha celebrado el día de la lucha campesina. Una jornada internacional convocada por Vía Campesina con el objetivo de denunciar la creciente mercantilización de la agricultura, coincidiendo con el aniversario del asesinato de 19 campesinos sin tierra del Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil el 17 de abril del año 1996. Una jornada de lucha que ha tenido por objetivo reivindicar el derecho de los campesinos a la tierra y el derecho de todas y todos a la soberanía alimentaría, a decidir qué comemos y de dónde procede aquello que comemos. Como dicen nuestros compañeras y compañeros de la Vía Campesina: Globalizamos la lucha! Globalizamos la esperanza!