Que los grandes medios de comunicación desinforman sistemáticamente es algo que quienes hemos logrado salir de su nefasta influencia, informándonos por otros lares (en la prensa alternativa disponible en Internet), tenemos clarísimo, y cada vez más. Sin embargo, desgraciadamente, todavía una gran parte de nuestros conciudadanos sólo se «informa» a través de la caja tonta, […]
Que los grandes medios de comunicación desinforman sistemáticamente es algo que quienes hemos logrado salir de su nefasta influencia, informándonos por otros lares (en la prensa alternativa disponible en Internet), tenemos clarísimo, y cada vez más. Sin embargo, desgraciadamente, todavía una gran parte de nuestros conciudadanos sólo se «informa» a través de la caja tonta, el instrumento más poderoso de las élites para controlar el pensamiento de las masas. No es demasiado arriesgado (para las élites privilegiadas) preguntar de vez en cuando a la ciudadanía su opinión, que ésta deposite una papeleta en una urna cada x años, si previamente, de manera continua, día a día, entre otras cosas (como haciendo también que dicho voto sea un cheque en blanco), se la adoctrina ideológicamente. Quienes hemos despertado del letargo en el que nos tenía sumidos esta farsa democrática debemos contribuir todo lo posible, con toda humildad (pues quien escribe estas líneas se ha comportado de manera borreguil durante muchos años) pero también con paciencia e insistencia, con astucia, a que el resto del rebaño despierte y se libere del dominio de los pastores. Las ovejas negras debemos agitar al resto del rebaño para que se produzca la necesaria revolución.
Por consiguiente, lo esencial es que les hagamos ver a nuestros vecinos, compañeros de trabajo, familiares, amigos,…, que los medios de comunicación convencionales (y muy especialmente la televisión) no son fiables, que es imperativo contrastar lo que se ve y oye en ellos con lo que puede verse en Internet, el último reducto de la libertad de información y expresión. La grieta que supone la Red de Redes en el muro ideológico defensivo del actual sistema debe crecer y provocar su caída. Una vez que la gente en general ya no crea a los políticos, a las élites que nos gobiernan, a los medios que éstas usan para comerle el coco, el actual sistema tendrá los días contados. El primer y más importante (que no único) paso para que puedan cambiarse las cosas de verdad es que la mayor parte de la gente deje de creer en el sistema, empiece a cuestionar, se informe mejor, oiga otras voces. Sólo es posible acercarnos a la verdad, a las verdades, contrastando suficientemente.
En el desalentador panorama televisivo español la Sexta se caracteriza por aportar algunas visiones diferentes, al menos algo diferentes, a las de la «caverna» mediática, el «TDT Party». Sin embargo, no debemos olvidar que, como cualquier otro medio de comunicación privado, está al servicio de sus accionistas (así como los medios públicos están al servicio de los políticos gobernantes de turno). Su principal objetivo, como cualquier otra empresa, es ganar dinero. Una de las grandes contradicciones de la prensa capitalista (¡tiene tantas contradicciones el capitalismo!) es que, por un lado, necesita evitar que ciertas ideas se propaguen (las anticapitalistas sobre todo), pues atentan contra los intereses de la clase capitalista, a la cual pertenecen los dueños de dicha prensa, pero, por otro lado, necesita también ser rentable y por tanto diferenciarse de la competencia, ganar audiencia, mantener cierta credibilidad (la creciente competencia de la prensa alternativa fuerza a la convencional a traspasar poco a poco los límites que se autoimponen) para lo cual, entre otras cosas, debe llevar a sus programas de «debate», por lo menos de vez en cuando, ciertos contertulios díscolos, que calienten un poco el ambiente en las polémicas estériles y vacías de contenido de quienes piensan igual en lo esencial.
Yo reconozco que con Pablo Iglesias no lo tengo del todo claro. Con el resto de contertulios no tengo ninguna duda acerca de qué lado están. Todos ellos defienden en última instancia al actual sistema, aunque a veces lo critiquen. Por un lado, uno puede sospechar de quien es invitado habitualmente por la prensa manipuladora de conciencias, pero, por otro, también puede pensar que quien defiende ideas alternativas debe intentar aprovechar cualquier ocasión, por pequeña que sea, para agitar conciencias, e, indudablemente, hay que acudir a donde están las masas, sin esperar a que éstas acudan a nosotros. Las contradicciones del capitalismo deben ser explotadas al máximo por quienes luchamos contra él. El tiempo dirá las verdaderas intenciones de Pablo y de la plataforma política que acaba de crear llamada Podemos. Yo puedo comprender que quien acude a los medios televisivos con la intención de combatir al sistema desde dentro (¡nada fácil!) debe actuar con prudencia e inteligencia. No debe caer en las provocaciones de los guardianes ideológicos del sistema que harán todo lo posible por dejarle hablar poco, por impedirle razonar, por desprestigiarle, por desviar la atención… Puedo comprender que quien acude a dicha caverna ideológica debe contenerse, tener en cuenta la situación ideológica actual de la ciudadanía para intentar despertarla sin espantarla, para por lo menos ser escuchado, para lo cual es ineludible tener en cuenta los prejuicios que tiene la mayor parte de la población. Es muy difícil combatir, en unos pocos minutos, contra un enemigo que juega con mucha ventaja, que lleva décadas lavando masivamente los cerebros de la gente. El peligro es que en este ejercicio de autocontención poco a poco el sistema le vaya domesticando a uno, que con el miedo de no volver a ser invitado a las tertulias por decir algo excesivamente contundente o peligroso para el sistema, al final sirvamos al sistema en vez de combatirlo, por lo menos para seguir aparentando que en los medios de comunicación capitalistas hay pluralidad. El capitalismo se sustenta en una falsa, muy insuficiente, democracia. Es una dictadura disfrazada de democracia. Y en este disfraz los medios de comunicación juegan un papel esencial. Éstos deben dar un poco de voz a ciertas personas discrepantes para que el disfraz no se caiga, pero en muy pequeñas dosis para que el chiringuito no se fastidie.
Ésta es la sensación que yo tuve al ver la noche del pasado 29 de marzo a Pablo Iglesias en el programa al que habitualmente acude, La Sexta Noche. Pero, por supuesto, puedo estar equivocado. Analicemos de la manera más objetiva posible lo que ocurrió en dicho programa (La Sexta Noche del 29 de marzo de 2014). A ver si el lector saca las mismas conclusiones que yo. Y si es así, si piensa que este artículo puede ayudar a desenmascarar a los falsimedia, le animo a difundirlo, especialmente entre quienes sólo se informan a través de la televisión o de la prensa más conocida.
Para hablar de la violencia ocurrida el pasado 22 de marzo en La Sexta Noche se empezó por mostrar sobre todo la versión de la policía (bastantes minutos), se pusieron ciertos vídeos con las conversaciones de la propia policía en los que los antidisturbios aparecen como víctimas, pero no los vídeos existentes en Internet donde, por ejemplo, desde la organización de las marchas de la dignidad se rogaba a la policía que no interviniera, que el acto no había finalizado y era legal, donde mientras sonaban las pelotas de goma disparadas por la policía se oía de fondo a la Solfónica (esa orquesta creada en la Puerta del Sol indignada del mayo de 2011) cantar o corear (levantando las manos) que «éstas son nuestras armas» (véase La Policía carga con miles de personas en las calles durante los actos de las Marchas de la Dignidad), o vídeos donde se ve cómo la policía carga contra ciudadanos que no son violentos (véase #22M: la policía también volvió a agredir a la prensa (vídeo), 22M La policía carga contra la pancarta del No pasarán). ¿Por qué?
Este sesgo informativo permite a ciertos contertulios decir que la policía no cargó, que incluso fue demasiado blanda, que los violentos, por supuesto, no son los policías, sino sólo ciertos «antisistema radicales». Tras la versión en la que la policía aparece como víctima apenas se da voz a los organizadores del 22M, simplemente se muestran unos pocos segundos de la rueda de prensa que dieron para decir que hubo un montaje policial para provocar la violencia. La primera pregunta que uno puede plantearse es: ¿por qué no se invitó al programa a alguno de los organizadores del 22M? ¿No hubiese sido interesante que nos explicaran por qué creen ellos que hubo montaje policial diseñado en las cloacas del Estado? Y si fueron invitados pero no quisieron acudir, si es que así fue, ¿por qué no decirlo? La única conclusión lógica a la que podemos llegar es que simplemente no fueron invitados. Así pues, resulta que en base a esos escasos segundos en que pudimos oír a los organizadores del 22M, los cuales, por cierto, son aprovechados por algunos de los habituales contertulios para decir que «no se han separado de la violencia», que «aplauden la violencia», dichos contertulios se pasan gran parte del «debate» hablando sobre lo que dijeron (tergiversándolo) mientras Pablo Iglesias intenta defenderlos, ¡pero los principales protagonistas del debate están ausentes! ¿No debe esto hacernos sospechar de las verdaderas intenciones de este programa televisivo? ¿Podemos imaginarnos un juicio donde el juez sólo deja hablar al fiscal, pero no al abogado defensor, donde incluso el acusado está ausente? ¿Podemos llegar así a conocer la verdad? ¿Qué podemos pensar de un programa donde tenemos a unos cuantos contertulios hablando de algo a lo que no acudieron, hablando de ciertas personas a las que no se les da oportunidad alguna de hablar? Como mínimo, podemos acusar a este programa de ser poco serio. Pero yo creo que, como en general la prensa convencional (ya llevamos unos cuantos años contrastando entre ella y la alternativa), es malintencionado.
Si realmente se nos quisiera informar, se nos mostraría la versión de las dos partes, dando las mismas oportunidades, el mismo tiempo, a ambas de exponer sus argumentos. Lo lógico (si presuponemos que nos quieren informar) hubiera sido escuchar en directo tanto a algún representante de la policía como a algún organizador del 22M, además del testimonio de algunos manifestantes (por ejemplo, detenida el 22M relata su detención y la estancia en comisaría). Es muy gracioso oír a algunos de los contertulios decir más adelante, cuando se muestran imágenes de cargas policiales contra periodistas que acababan de ocurrir en la manifestación en contra de la monarquía, que hay que escuchar la versión de las dos partes, cuando esta vez la imagen de la policía no sale tan bien parada. Esta vez para ellos las imágenes no hablaban por sí solas. En esto consiste fundamentalmente el truco de los medios de desinformación masiva: en dar habitualmente sólo (o mucha más) voz a una de las partes, no por casualidad a la que está del lado del sistema. Así, lógicamente, ¿qué acaban por pensar muchos ciudadanos que de buena fe intentan informarse en la televisión?
La desinformación consiste básicamente en transmitir opinión disfrazada de información. En de la desinformación analizo detalladamente estas técnicas de manipulación informativa, para el caso concreto de la cobertura mediática de la Venezuela de Chávez. Otra cosa realmente llamativa es que no se da voz en estos programas a la ciudadanía. No se ofrece la posibilidad de que cualquier persona pueda formular preguntas o expresar opiniones. Son debates controlados, cerrados, donde sólo pueden participar los contertulios, los cuales son casi siempre las mismas personas. Yo creo que Pablo Iglesias, por lo menos, debería haber dicho, aunque sea de la manera más suave posible, que no comprendía por qué no se había invitado a ningún organizador del 22M. ¿No hubiera sido esa crítica al programa interesante para el espectador? ¿No podría haber ayudado a muchos ciudadanos a despertar, por lo menos a empezar a hacerlo? Tal vez Pablo tenga miedo de que al hacerlo deje de ser invitado al programa. Pero entonces surgen las preguntas: ¿hasta qué punto está dispuesto a llegar para seguir estando ahí?, ¿cómo evitar pasar de combatir al sistema a convertirse en un servidor involuntario del mismo? Imaginemos que Iglesias se atreve a decir esa obviedad obviada por el resto de sus contertulios, que se atreve a decir que no entiende por qué no hay ningún organizador del 22M que pueda hablar por sí mismo para explicarse, e imaginemos que a la semana siguiente ya no es invitado a dicho programa, ¿no podrían así muchos televidentes darse cuenta de que aquí algo falla, no les ayudaría a empezar a cuestionar los medios?, ¿no sería eso más útil que seguir acudiendo semana tras semana para ser «linchado» en público?
Lo más importante en la lucha ideológica contra el sistema capitalista es incitar a la ciudadanía a acudir a otras fuentes de información y opinión para que pueda contrastar más y mejor. Y para ello cualquier ocasión es buena, no debe ser desaprovechada. En mi blog he recopilado estos últimos años unas cuantas noticias y artículos de opinión difíciles o imposibles de ver en los medios convencionales, asimismo recomiendo una serie de páginas web, entre ellas de la prensa alternativa. El periodismo sigue existiendo, pero en Internet. Lo primordial es que la gran mayoría de la gente empiece a informarse en medios alternativos. Cada uno de nosotros puede aportar su grano de arena. ¡Hay que correr la voz! Y, en mi modesta opinión, si alguien que intenta contribuir a cambiar el sistema acude a algún medio de desinformación, tiene que aprovechar dicha ocasión para ponerlo en evidencia, aun a riesgo de no volver más. Si no, corre el riesgo de servir al sistema en vez de combatirlo.
José López es autor de los libros Rumbo a la democracia, Las falacias del capitalismo, La causa republicana, Manual de resistencia anticapitalista, Los errores de la izquierda, ¿Reforma o Revolución? Democracia y El marxismo del siglo XXI así como de diversos artículos, publicados todos ellos en múltiples medios de la prensa alternativa y disponibles en su blog para su libre descarga y distribución.
Blog del autor: http://joselopezsanchez.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.