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La Memoria no es del 36, es de hoy mismo

Fuentes: Rebelión

Título: Memoria Si Alemania -que perdió la guerra hace sesenta años- todavía tiene problemas para extirpar la huella de Hitler, imagínese cómo será en España donde ‘nuestro Hitler’ venció y tuvo cuarenta años para pervertir la Historia y las conciencias Las circunstancias han propiciado los primeros intentos serios por recuperar la llamada ‘Memoria del 36’, […]

Título: Memoria

Si Alemania -que perdió la guerra hace sesenta años- todavía tiene problemas para extirpar la huella de Hitler, imagínese cómo será en España donde ‘nuestro Hitler’ venció y tuvo cuarenta años para pervertir la Historia y las conciencias

Las circunstancias han propiciado los primeros intentos serios por recuperar la llamada ‘Memoria del 36’, una expresión que reúne a las víctimas de la represión franquista iniciada con el golpe de Estado que puso fin a la República y que continúa hoy día con calles que siguen llevando el nombre de los golpistas. Yo no pertenezco, he de admitirlo, a ninguna familia de héroes que se enfrentaran lo más mínimo a la Dictadura; ni siquiera me crié en una familia con un mínimo de compromiso político o de dignidad a la que se le indigestara el régimen de Franco. Eran medianamente cómplices, como casi todo el mundo, pero así y todo tampoco tuvieron problemas para adaptarse al modelo surgido tras la muerte del dictador y la denominada Transición/sucesión. Los vi, a mis parientes, tan contentos con el caudillo como años después con El País bajo el brazo y votando a Felipe González. En su favor hay que decir que no tienen, sin embargo, ningún tipo de reparo en que se recupere la memoria histórica, se recuerden los crímenes y las víctimas y se haga justicia. Por eso me sorprende tanto la agresividad con la que otra parte de la población española se atrinchera para que no se hable de la República, del golpe de Estado, de los desaparecidos, de los que perdieron el empleo, de los que se convirtieron en parias… No me puedo imaginar cuál debe ser su nivel de implicación física o moral -y de identificación todavía hoy- con la Dictadura para que se opongan de este modo, con tanta vehemencia. Es que se ponen enfermos. Me sorprende, igual que me sorprende que los mismos que estaban callados y cómodos con Franco se atrevan a opinar ahora de política acusando a cualquier político de hoy de totalitario, dictador, de ir contra las libertades, etc. Soy de esos totalitarios que piensan que estos tipos no tienen derecho moral a acusar a nadie de nada represor porque en ‘su régimen’ yo estaría en la cárcel o en un sitio peor por pronunciar mis ideas si en aquel momento hubiera tenido edad y valor suficientes para proclamarlas.

Las personas de mi generación -de más o menos cuarenta años- no hemos recibido absolutamente ninguna, pero ninguna, información en la escuela sobre la República, sobre el golpe de Franco o que en otros países del entorno se votaba a los políticos. Yo era muy buen estudiante, y recuerdo las bravatas de Viriato -pastor lusitano, que estas dos palabras eran como sus apellidos- o la mentira de los libros de Historia de llamar España a la tierra por la que luchó hace la pera de años un tal don Pelayo, y llegué a declamar el poema del Cid en clase de Literatura vestido de paje medieval con una malla extremadamente ridícula (los arreglos musicales eran, al menos, de musica rock). Nos machacaron con Guzmán el bueno o insistiendo en que los invasores romanos eran españoles y los invasores árabes -que llegaron después y estuvieron más tiempo- eran extranjeros. Pero no recuerdo ni una lección, ni una sola, sobre el siglo XX en España. He consultado con otros amigos y a todos les decían algo parecido los profesores: este curso no me ha dado tiempo de llegar al siglo XX. Qué casualidad: todos los profesores se atascaban antes de llegar al XX.

En definitiva, mi generación -la más numerosa del siglo y la que hoy empieza a tomar las decisiones en el país- no ha recibido ninguna información ni formación académica que explique quién fue Manuel Azaña o Alcalá-Zamora o cuáles fueron las extraordinarias reformas constitucionales que en ese período permitieron impulsar la igualdad de los ciudadanos, el acceso a la educación, la eliminación de los diputados directos de la aristocracia, la igualdad de las mujeres, la soberanía de la gente corriente y, lo más importante, el sentido colectivo, la sensación de que todos somos los dueños y responsables de lo público. Hay un hueco enorme en nuestra formación que -los que no hemos sido víctimas ni verdugos- hemos tenido que llenar de modo autodidacta. La democracia comenzó en la República, no hace treinta años. Lo sorprendente es que existen todavía personas que se niegan a reabrir esta etapa de la Historia. Sólo se comprende teniendo un complejo de culpa tremendo.

Pongo un ejemplo para explicar cómo está de pervertida nuestra historia reciente. El nazismo perdió la guerra en 1945. Siendo perdedor, todas las potencias mundiales -y los gobiernos alemanes posteriores- hicieron un esfuerzo económico, legislativo y judicial para recomponer a la sociedad alemana y asumir y condenar el Holocausto (*). Este esfuerzo generalizado cumple sesenta años y, sin embargo, todavía hay algunos brotes de nazismo. Algunos historiadores actuales denuncian también las trabas que determinados organismos -especialmente financieros- ponen todavía hoy para impedir que los investigadores accedan a determinados archivos. Con todo ello, comparemos esta situación con el fascismo franquista, que en este caso fue el vencedor y tuvo cuarenta años para manejar la educación y deformar los hechos y generaciones enteras a su antojo. Si todavía -con todos los medios incalculables de los vencedores de la guerra y de los propios políticos alemanes- hay algunos problemas en Alemania para extirpar la huella de Hitler, imagínese cómo será en España donde ‘nuestro Hitler’ venció la guerra y se mantuvo cuarenta años en el poder.

Por lo tanto, la Memoria no es del 36, es de hoy mismo, de esta misma tarde, de ahora, es tu memoria y la mía.

Nota:

(*) Prefiero centrarme, como ejemplo, en la presión ejercida para sacar a la luz los horrores del exterminio judío, donde hay cierto consenso, aunque habría mucho que decir de otras revisiones del papel de los nazis en la II Guerra Mundial, especialmente en lo que se refiere a las masacres de millones de civiles en los países del Este europeo, que pasan desapercibidas para determinados revisionistas que prefieren resaltar -mintiendo por ello- el papel decisivo de Europa occidental y de Estados Unidos.