El miércoles concluyó el debate de moción de censura que presentó la nueva izquierda española para acabar con el gobierno corrupto del PP, hijo de la momia de Franco que, al parecer, está mal enterrada y amenaza con subir, con altavoz y catecismo en mano, hasta el pináculo de la Cruz del Valle de los […]
El miércoles concluyó el debate de moción de censura que presentó la nueva izquierda española para acabar con el gobierno corrupto del PP, hijo de la momia de Franco que, al parecer, está mal enterrada y amenaza con subir, con altavoz y catecismo en mano, hasta el pináculo de la Cruz del Valle de los Caídos para enseñarnos, de nuevo, el buen camino.
Dos diputadas, la portavoz de Unidos Podemos, Irene Montero, que ha demostrado ser una excelente parlamentaria, y el vocero socialista, José Luis Ábalos, citaron, -para remachar la partición de España en dos realidades opuestas-, el famoso poema de Antonio Machado «Españolito que vienes al mundo».
Irene empezó con la primera estrofa:
Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza
José Luis Ábalos continuó con la segunda:
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
El portavoz Ábalos, que se mostró partidario de colaborar con Unidos Podemos en «la regeneración democrática y en la lucha contra la corrupción», pareció asimismo mosqueado con Pablo Iglesias como si el líder de la formación morada pretendiera «subterráneamente» quedarse con el espacio político que los socialistas vienen ocupando desde hace más de un siglo. Los analistas no se ponen de acuerdo aún en, si Unidos Podemos y el Psoe celebrarán algún día «un matrimonio por amor» o si se acabará imponiéndose en ellos el espíritu cainista.
El debate dejó claro, otra vez, que la economía no es un ser vivo y autónomo que nace, crece y muere siguiendo las pautas marcadas por el ADN de la Ley de la Selva. Los bandos enfrentados (Unidos Podemos-PP) dejaron claro «que las políticas económicas están ligadas a las ideologías» y van por caminos divergentes: Uno, «defender los intereses de las clases dominantes repitiendo el viejo esquema ‘amo-esclavo y/o siervo'». Dos, beneficiar a la totalidad de los ciudadanos partiendo del principio, esencial y prioritario, de «una justa distribución de la riqueza» cuya finalidad sea cubrir las necesidades más importantes del conjunto de la sociedad, llamadas hasta hace poco Derechos Humanos.
El líder del PP, Mariano Rajoy, volvió a meter la cabeza debajo del ala cada vez que alguien sacaba a colación el tema del referéndum en Cataluña, con lo que el trotacaminos siguió la estrategia del niño de cinco años que cierra los ojos para no ver al monstruo que acaba de entrar en su dormitorio. (Aconsejo al gallego ilustre ver la película «Un monstruo viene a verme» para que pierda el miedo a enfrentarse con la realidad).
El candidato a presidente, Pablo Iglesias, templó su lenguaje, lo que se agradece y «salió victorioso» de una contienda que parecía en un principio estéril, y se tornó útil y necesaria.
Irene Montero habló sin pelos en la lengua y puso énfasis -para que todos se enteren- en que la crisis económica recayó, sobre todo, en las mujeres. Arremetió contra el PP, formación que calificó de machista y franquista, por querer arrinconarlas. Asimismo, elogió el papel de muchas ciudadanas que estuvieron en la vanguardia de todos los movimientos sociales que lucharon por la justicia social, desde Clara Campoamor hasta nuestros días. Citó su combate contra los desahucios, su ayuda a los más vulnerables, a las abuelas que sacrifican su miserable pensión para sacar adelante a sus nietos y un largo etc., lleno de razones que el pueblo ha entendido con claridad.
Después de la moción de censura (que como es lógico no dio la presidencia a Pablo Iglesias, por simple aritmética parlamentaria: el candidato sumó 82 síes, 170 noes y 97 abstenciones), los dados vuelven a estar en el aire y se espera la reacción, en los próximos meses, de los movimientos progresistas, y las fuerzas reaccionarias que consideran la pobreza y la exclusión social un mal menor que se puede curar, como la migraña, con una aspirina.
Lo más positivo del debate han sido los llamamientos, implícitos y explícitos, a la unidad de las fuerzas progresistas para sacar de la escena política al PP de la corrupción y los recortes sociales y construir una nueva sociedad en la que quepan todos los españoles y españolas. En esos nuevos tiempos se podría empezar por cambiar el carné de identidad, por el Carné de la Dignidad.
Y vuelve a cantar Quiquiriquí el Noble Gallo Beneventano para recordar: ¿Cómo vamos a olvidar que la esperanza es lo último que se pierde?
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