A muchos nos ha sorprendido lo fácil que resulta modificar la Constitución (que te entran las ganas y en un pispás ¡ya, ya!… listo), cuando habíamos aprendido que era un proceso lento, costoso y penoso: llegado el caso -que nunca llegaba-, con consulta popular incluida, uf. ¡Que se lo digan a vascos y catalanes! Pero […]
A muchos nos ha sorprendido lo fácil que resulta modificar la Constitución (que te entran las ganas y en un pispás ¡ya, ya!… listo), cuando habíamos aprendido que era un proceso lento, costoso y penoso: llegado el caso -que nunca llegaba-, con consulta popular incluida, uf. ¡Que se lo digan a vascos y catalanes! Pero el caso de más tomate con el que se nos transfundió esa idea fue el de la sucesión a la Corona. Ya saben: la Constitución hace buena la ley sálica, por la que tienen primacía en la sucesión al trono quienes tienen pito. Muchos pusieron el grito en el cielo por este asunto, aunque es como ponerlo, pongamos por caso, por una norma según la cual habría que pasar antes por la guillotina a los condenados a muerte que tengan chocho. Es decir, que el asunto principal no es ese. (Para quien no lo haya entendido: el asunto principal es que la democracia es radicalmente incompatible con la monarquía y, más allá, que nuestra Constitución no se gestó y aprobó democráticamente.)
En mi opinión, el cambio constitucional que nos están introduciendo sin seducción previa (apenas si están empleando un poco de saliva), plantea cuestiones interesantes e ilustra algunos aspectos del estado de la nación:
Aquellos del grito en el cielo deberían bajar de inmediato a reclamar el ahora trivial cambio constitucional que derogue la ley sálica, ya no hay excusas. Lo que debería suponer que a Juan Carlos no lo sucediera su hijo Felipe, pues tendría por delante a Elena (e incluso a Cristina). ¿Y qué, es que acaso no están capacitadas?, ¿es que tiene alguna importancia la capacidad del monarca? (si es así, ¿por qué no lo recoge la Constitución?) ¿Es que alguien ha evaluado a los hijos del Rey… alguien, ejem, evaluó la capacidad de Juan Carlos? ¿Habrá que creer a los malpensados que dicen que esta parte de la Constitución se redactó para evitar sola y precisamente que la sucesión cayera en la hija mayor (del Rey), pues aquellos padres que la parieron (a la Constitución) no eran unos machistas tan estúpidos? ¿Habrá que creer a Joaquín Navarro Estevan, aquel magistrado -hoy difunto- que contó que fue la propia Casa Real la que, tras sus evaluaciones internas de los hijos (del Rey) obligó a salicatar la Constitución aunque dejara a los padres (de la Constitución) con el culo al aire?
El que nos hicieran tragar aquello (la ley sálica, el Rey, la economía de mercado, la cuestión autonómica, la de la libertad de conciencia,… la Constitución) contándonos a coro uno de Calleja, sin discusión pública seria, fue un ejemplar antecedente para esta pequeñez de ahora, donde nos vienen con otro: ZP y MR, siempre tan grimosos entre sí, ahora como hermanos… Grimm. Pero no se limitan a contárnoslo, nos lo escenifican, nos lo representan: ¿entienden ya lo de democracia representativa? Como en el 78, con un par, ni debate nacional ni gabinas de zapatero. Eso sí, se admiten unas protestillas -como esta- que hasta vienen bien para que se vea que hay libertades. Y a seguir metiéndonosla doblada, que la democracia es así, ¿o prefieren ustedes el franquismo (antes) o la ruina (ahora)?
¿Y qué dice el pueblo, el españolito de a pie? Ah, este es otro cantar. «Y yo con mi Constitución como un gilipoooollas, maadree…»
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